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El termómetro de la visita y las tres "en": entretengo (no aburro), enseño (no atiborro), entusiasmo (no espanto).

Por Esteban Maciques Sánchez.

Las forma de conducir la visita, en constante relación con el público, ha hecho que continuamente la hayamos concebido como un proceso de enseñanza-aprendizaje. Este proceso es sólo posible en la interrelación, a la que hemos dedicado buena parte de nuestros estudios, pero sobre lo que nunca se tratará suficientemente, pues siempre quedan muchas cosas por decir.

Al referirnos a las preguntas y respuestas, al tratar sobre cómo y hacia dónde conducir el conocimiento (cómo utilizar métodos y procedimientos), cómo desarrollar la observación, la descripción, el análisis y el estudio de los objetos, cómo hacer de la visita un acto creativo y de disfrute, en todos estos momentos estábamos pensando en la relación de los tres vértices de este fenómeno: exposición, guía, público. Pero sobre todo en este último.

Nos preparamos para enseñar la exposición a un público.

La forma más efectiva de conseguir este objetivo es demostrando una sensibilidad muy especial ante las reacciones, las inquietudes, los sentimientos de este público. La visita a una exposición debe ser un hecho de aprendizaje, entendido este como una manera de adquirir conocimientos en forma grata (no aburrida), que estimule a su vez a seguir aprendiendo, a seguir disfrutando de la exposición.

Conjuguemos entonces nuestra intención de enseñar con nuestra sensibilidad hacia el público. En la medida en que el visitante pase de depositario de información a gestor de su información, en la medida en que pase de destinatario de los conocimientos a sensibilizarse, a emocionarse, a admirarse por los conocimientos que vamos descubriendo, entonces nos encaminamos a cumplir nuestros objetivos como guía.

Sí, hay un termómetro de la visita que puede graduarse de acuerdo con el interés de esta en participar, de acuerdo con los grados de su actuación. En otros textos hemos estudiado las vías para hacer que el público se incorpore y tome las riendas de la visita (junto a nosotros). Y los mecanismos para conseguir este coprotagonismo son variadísimos. Mucho depende, para conseguir este fin, del tipo de público que nos visita. Pero hay al menos tres medidas que debemos tener muy presentes, por las consecuencias negativas que puede traer el hecho de no atenderlas. Y estas se refieren a las funciones operacionales del guía:

ENSEÑAR: ya lo hemos visto, es sinónimo de educar, conducir hacia, crear mecanismos para aprender por uno mismo. Enseñar es formar, que es justo lo que se consigue con el estudio de la graduación de los conocimientos: cómo ascender dentro de una escala de conocimientos. Es por esto que el guía que sólo se preocupa por demostrar cuánto sabe va en contra de la unidad que se debe establecer en el proceso de enseñanza; aminora la participación, y lo que es peor, la figura de la persona guiada, hasta hacerlo sentir insignificante. Atiborrar con una demostración excesiva, indiscriminada y unilateral de conocimientos es la forma más rápida para romper con cualquiera de los fines de este proceso de enseñanza.

ENTRETENER: que el aprendizaje sea agradable -que no recuerde nuestras tablas de multiplicar de la infancia-; que nos haga sonreír y reír, porque esto nos da felicidad; que al enseñar, las referencias a lo cotidiano, a lo anecdótico, sirvan al tiempo, para fijar los contenidos, y para descansar de las tensiones del aprendizaje; que se dé la oportunidad para que los que tengan algo que decir se sientan útiles y tenidos en cuenta al transmitir sus conocimientos, sus vivencias. El aburrimiento es la madre de los abandonos y, quien se lo pasa bien, repite y puede convertir el rato agradable en deseos de volver.

HACER VOLVER (ENTUSIASMAR): no se consigue hacer volver a la fuerza. Las exposiciones están fuera de la enseñanza reglada y, por lo tanto, quien asiste a ellas no tiene obligación. Esto es una ventaja. Cuando alguien asiste a una exposición, sin obligación, es porque TIENE INTERÉS. Valgámosno de este interés para hacerlo crecer, para hacer surgir el deseo de aprender más (ENTUSIASMAR), para que piense en la próxima exposición como algo que se espera con anhelo.

Madrid, 2000-2005. arriba

 

 
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© Marlene García 2003 para José Ramón Alonso