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Pretorianos de la Revolución Africana: Cuba y Congo Brazzaville, 1964-1970.

Por Pablo J. Hernández González.

En agosto de 1960, el hasta entonces conocido como Congo Medio o Congo Francés, culminaba un proceso iniciado dos años atrás con la concesión de la autonomía, y que pasó por una serie de negociaciones cordiales entre los nacionalistas locales y las autoridades francesas, tras solicitud de los primeros de la completa emancipación del territorio, y que se convino en 12 de julio de ese año, y traspaso del poder al nuevo estado de Brazzaville, en 15 de agosto. Francia conservaba la amistad del nuevo gobierno, así como una privilegiada presencia económica y algunos derechos para el estacionamiento de tropas en el país. Cuatro años antes, en el verano de 1956, París había votado una legislación que autorizaba determinar por decreto el destino de los territorios de ultramar que eran considerados parte de la Unión Francesa. La nueva Ley-Cuadro, establecía el voto universal, transfería atribuciones presupuestarias a las asambleas territoriales y con ello iniciaba una pauta de descentralización administrativa en el África francesa. La metrópoli, en un claro designio de preparar los pasos hacia el autogobierno y la completa soberanía, convirtió a los gobernadores generales en altos comisionados de la Republica en África, a la vez que transfería a las asambleas territoriales buena parte de las competencias y poderes domésticos, en la figura de vicepresidentes de consejos de gobierno. Estaba en camino el gradual reemplazo de la administración colonial metropolitana por una casta de profesionales africanos interesados en la cosa pública y en el ejercicio de sus derechos políticos. Esto último se notará especialmente a lo largo de la década de los cincuenta, en particular alrededor del más importante partido político en el África francesa, la Reunión Democrática Africana (RDA), que desde 1951 establece pactos de colaboración con Francia para el proceso de “africanización” de los territorios y se proyecta como una entidad supraterritorial en las elecciones territoriales de marzo de 1957. (1)

Este proceso hacia la autonomía sería acelerado tras la toma de posesión del general Charles de Gaulle, como presidente de Francia en mayo de 1958. Enfrentado a los imperativos de la integración francesa en el ámbito europeo, la recuperación del poderío económico y militar, los problemas financieros que implicaba la plena integración de los territorios y el ascenso de los nacionalismos militantes ejemplificados por la guerra en Argelia, se decide someter al país un proyecto constitucional que definiría las relaciones entre Francia y sus territorios del África. Hecho público en septiembre de 1958, este borrador establecía la existencia de una comunidad de intereses y vínculos entre ambos, pero se reconocía la naturaleza particular de los territorios, en tanto estados. París mantendría sus intereses económicos y estratégicos, pero los estados comunitarios podrían abandonar el vínculo común y obtener la plena independencia, de ser solicitado y negociado. La votación de 4 de diciembre de 1958 mostró la voluntad de los territorios del África francesa y Madagascar, excepto Guinea, de mantener su pertenecía al ámbito francés, si bien ahora en calidad de repúblicas constitucionales, autogobernadas y separadas entre sí. Este nuevo orden de cosas prevalecería por espacio de un año, hasta que, en septiembre de 1959, se inicia en Mali y Senegal un proceso hacia la independencia completa que llega a extenderse a todos los territorios franceses entre junio y agosto de 1960. (2)

En el Congo Medio, el proceso se ajustó por lo general a este proceso constitucional. La influencia del partido Reunión Democrática Africana se notó en el territorio, por lo demás políticamente lánguido y menos activo económicamente, al enviar delegados al tercer congreso de la organización celebrado en Bamako, en marzo de 1957. La implantación de la constitución de diciembre de 1958 llevó al poder a una facción nacionalista de naturaleza conservadora, filo francesa y cuya principal base de apoyo se concentraba en las comunidades étnicas de filiación Bakongo, situadas en la porción sur del territorio y más transculturadas por la relación con los europeos y el mundo exterior. Un ex-abate católico, Fulbert Youlou, representante de esas tendencias, asume la autoridad del gobierno autónomo territorial del Congo francés, en Brazzaville, en 22 de noviembre de 1958. Aunque las contradicciones etnoculturales entre grupos norteños y sureños ocasionaron no escasas inquietudes durante el periodo de la comunidad con Francia, el país exhibió una envidiable estabilidad interna, para bien de sus 794,577 habitantes, entre los cuales se contaban entonces unos 10,000 europeos residentes. Sociedad eminentemente agrícola, con buena porción de su población residente en aldeas tradicionales, orientada a la exportación de productos ecuatoriales y al beneficio de ciertas vetas minerales con destino a los mercados europeos, por el importante puerto atlántico de Pointe Noire, no parecía un candidato para llegar a la soberanía en medio de conmociones sociales como las que comenzaban a perturbar otros estados del África Central. (3)

Dos partidos políticos marcaban el panorama político y las diversas tendencias entre los nuevos gobernantes nacionalistas que fundaban la nueva entidad centroafricana. Como en toda África subsahariana, en el Congo Brazzaville los partidos de la independencia se fundaban sobre una base de naturaleza etnocultural, más que en una militancia ideológica determinada. Este factor resultaba tanto una constante como una determinante del proceso político congolés, y no debe perderse de vista para comprender los avatares domésticos y sus relaciones con las alianzas internacionales de los sucesivos gobiernos del país durante el periodo que historiamos. El gobierno de La Habana, marcado con sus propias obsesiones conceptuales y reduccionismos ideológicos, amén de la arrogancia militarista de sus líderes, tendió a soslayar estas realidades en más de un episodio de sus proyecciones en el continente negro, enfrentando fracasos severos que su historia oficial ha tenido siempre a bien escamotear en medio de hagiografías y lucubraciones sobre la solidaridad revolucionaria y los indelebles lazos de sangre “latino-africanos.”

Autoritarismo y próceres, 1960-1963.

Como la mayoría de los estados independientes subsaharianos, donde los gobiernos establecidos con la independencia resultaron representar particulares sectores étnicos envueltos en la discursividad de un nacionalismo aún difuso, mixturado con elementos ideológicos tomados de las doctrinas vigentes en la época, no siempre compatibles con las peculiaridades locales, Congo Brazzaville se vio sujeto desde temprano a un experimento de gobierno “nacional” teñido de autoritarismo doméstico, revestido de formas parlamentarias de apariencia respetable. La administración del presidente Youlou, que representaba el predominio político de la comunidad Bakongo (47% de población) por medio del partido Unión Democrática (UD), pareció inclinarse pronto a un régimen conservador dispuesto a crear una suerte de coalición con la oposición del Movimiento Socialista Africano (MSA), cuyos seguidores se movían en un discurso más radical heredado del partido RDA de la época francesa, y cuyo electorado se concentraba en las etnias de las comarcas del norte. Éste arreglo o concertación quedó establecido en diciembre de 1960 y duraría hasta abril de 1962. (4)

El primer gobierno independiente de Youlou rápidamente mostró su tendencia autoritaria, en particular tras el decreto de una dócil Asamblea Legislativa dominada por el partido de gobierno que sancionaba la concentración de los significativos poderes del primer ministro, ministerios de defensa y del interior en la figura del jefe de estado. Con el formal cambio de los órganos del gobierno y estado a Brazzaville, el presidente Youlou acumula enorme autoridad personal sobre los asuntos políticos y económicos del país a lo largo de 1961, en especial tras la reorganización de su gabinete con inclusión de figuras de la oposición en los ministerios, tal el caso de Jacques Opangault, en la cartera de justicia. En el primer semestre de ese año, la tendencia autoritaria del gobierno congolés se agudiza con una reforma constitucional avalada por condescendientes parlamentarios que establece un estado presidencialista surgido de unas votaciones con candidato único, donde el “victorioso” Youlou ofrece, a modo de compensación, la vicepresidencia al partido de oposición (marzo de 1961) (5). La nueva constitución reformada establece pautas inequívocas hacia un acendrado autoritarismo paternalista por parte de los “próceres y fundadores de la nación”.

La coalición concertada entre partidos resultó vulnerable a crisis y contradicciones marcadas por elementos de personalismo, intereses encontrados y la latente rivalidad etno-regional, en especial a inicios de 1962, cuando dimite el vicepresidente, pero se mantiene la presencia ministerial del MSA. En lo adelante las posibilidades de entendimiento y cooperación se estrechan y la polémica partidista se agudiza. Esto, unido a una favorable circunstancia económica generada por un importante convenio de inversiones con Francia, alienta al presidente Youlou a obtener de su aquiescente Asamblea Nacional la concesión de “poderes especiales” para ejercer un gobierno por decreto, como primera etapa para la institucionalización de un estado monopartidista, en junio de 1962. Semejante pretensión entrañaba serios riesgos políticos, a despecho de giras de buena voluntad del ejecutivo por las comarcas del norte más reacias a lo que percibían como la perpetración del control del estado independiente por una élite partidista y étnica Bakongo, occidentalizada y autoritaria. (6)

A inicios de agosto de 1963, el gobierno de Youlou y su partido UD convocan una conferencia “nacional” para discutir la implementación de un sistema de partido único, que debía entrar en vigor a mediados de ese mes. Para hacerlo en completo control de la situación, se invoca un estado de excepción general que justificaba la prohibición de toda actividad política de la oposición, grupos regionales o sindicales mientras durase el proceso de implantación del nuevo régimen de Brazzaville (8 de agosto). Desafiado por los sindicatos y la oposición, se convoca una nutrida huelga en la capital, a la que el gobierno responde con las fuerzas de la gendarmería, desatándose una serie de choques, disturbios urbanos, saqueos de edificios y asaltos contra instalaciones públicas, con un número apreciable de bajas por ambas partes (12-15 de agosto). A la resistencia de los sindicatos y otros grupos sociales vinculados con la oposición del MSA, se unirán inesperadamente las unidades de las modestas fuerzas armadas congolesas, participación que fuerza la dimisión de Fulbert Youlou y su gabinete, arrestados por los insurgentes, en 15 de agosto de 1963. Un gobierno provisional convenido entre el alto mando de las fuerzas armadas dirigido por el comandante David Moutsaka, los jefes sindicales, la oposición socialista y aun ciertos disidentes del depuesto gobierno, entra en vigor un día después, con el propósito de “normalizar” la vida del país (7). Un proceso de cambios acelerados se insinuaba.

El proyecto revolucionario, 1963-1968.

La “revolución popular” de agosto de 1963 en Brazzaville, introduce por vez primera a la oficialidad y las fuerzas armadas como elementos del juego político congolés, sentando un precedente que se hará cada vez más evidente en los acontecimientos ulteriores. Pero en ese momento, los mandos, y en particular el comandante Moutsaka y sus colegas, repudiaron el cesarismo a favor de un gobierno civil que se esperaba reestableciera los fundamentos de un estado parlamentario y representativo, más que los intereses de un caudillo, partido o grupo regional, amparados por la conveniente retórica nacionalista. El prometedor gobierno civil se encomendó a un disidente del antiguo gabinete, Alphonse Massemba-Debat, quien también procedía de las mismas filas partidistas y el grupo étnico que el depuesto presidente Youlou (8). Esto último lanzaba una señal perturbadora a las comunidades septentrionales y a no pocos oficiales de las fuerzas armadas de igual procedencia. De otro modo se explica, pues la etnia Bakongo había sido la más expuesta a la influencia cultural, educativa, de la dominación francesa y aportaba buena porción de los grupos de congoleses educados vinculados, desde las reformas de 1956-1958, a la administración del nuevo estado.

Pero Massemba-Debat y sus aliados políticos del MSA parecían poseer otro proyecto social para el Congo Brazzaville. En los cuatro meses que siguieron su entronización, se preparó un nuevo proyecto de carta magna que, sometido a consulta amplia, fue aprobado en 8 de diciembre de 1963. De aquí salieron dos decisiones fundamentales: el establecimiento de una Asamblea Nacional, de 55 diputados electos sobre una lista única de candidatos elaborada por el gobierno, y el establecimiento de un sistema unipartidista con la disolución de los dos partidos principales y su fusión en el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), cuyo candidato presidencial, único e indiscutido, Massemba-Debat, fue elegido por un colegio de compromisarios del partido. Un científico, Pascual Lissouba, era seleccionado vicepresidente (9). La renovada estructura del estado unipartidista, de incipiente discursividad socialista, estaba culminada en 24 de diciembre de 1963.

Dentro de las constantes contradicciones de pronunciamientos y acciones que matizan las trayectorias de los estados tercermundistas, y en particular los de África Negra, nos debía escandalizar que, el derrocamiento de un régimen nacionalista de corte autoritario, personalista y caudillista, precisamente por la conculcación de los derechos políticos de parte de sus ciudadanos, y el intento de emplear la fuerza del estado para consolidar un arreglo jurídico que sustentase una indisimulada tendencia hacia la dictadura constitucional, fuese sustituido justamente por un estado de cosas casi idéntico, si no más elaborado e igualmente étnicamente sesgado. Sólo que en materia de enunciamientos ideológicos, Fulbert Youlou se proclamaba conservador, prooccidental y católico, en tanto Alphonse Massemba-Debat se decantaba por ser izquierdista, pro soviético y socialista. Ambos, igual de autoritarios e intolerantes, eran vistos entonces en el confuso entorno conceptual del mundo afroasiático con disímiles perspectivas. (10)

Consolidado por el ejercicio del referéndum constitucional que su base étnica en el sur del país aseguró con evidente ventaja, el régimen de Massemba-Debat se decanta abierta y aceleradamente por un modelo autoritario radicalmente socialista, a la vez que en sus relaciones internacionales se proyecta en demanda de reconocimiento y asistencia político-militar con el bloque chino-soviético, durante los meses iniciales del año 1964. Varios fueron los pasos que, entre enero y diciembre de ese año, el gobierno de Brazzaville asume al respecto:

1- Eliminar las importantes posiciones públicas que habían conseguido los partidarios del derrocado gobierno de Youlou en las importantísimas asambleas municipales de Brazzaville, Dolissie y Pointe Noire, so capa de irregularidades electorales. Al ser destituidos los funcionarios electos, son reemplazados por afines al partido de gobierno. Con ello, las posibilidades de actividad legal de los remanentes de la UD quedan anuladas (enero-febrero de 1964).

2- Programa de radicalización en las actividades empresariales, que comprendían la nacionalización de la compañía aérea estatal Air Congo; los transportes urbanos de Brazzaville, así como las compañías de acueductos y electricidad (marzo de 1964). Por otro lado, se manifestaban cautelosos en sus relaciones con importantes entidades mineras francesas y americanas, con las cuales se establecen convenios mixtos, donde el estado congolés mantiene un 15% de las participaciones.

3- Represión y control policial de aquellos miembros de la oposición conservadora, amén de la detención sin juicio de los miembros del depuesto gobierno.

4- El partido único, en la figura de su secretario general, es el único intérprete de la vida socio-política nacional y coordinador supremo de las actividades económicas del estado sobre la base de la “doctrina del socialismo-científico”.

5- Eliminación del sindicalismo independiente, tanto laico como cristiano (estos últimos tras una indisimulada persecución), y la integración forzosa de las uniones obreras en un sindicato estatal único, la Confederación Nacional de Sindicatos Congoleses, en diciembre de 1964.

6- Persecución de aquellos miembros de la alta jerarquía, incluido el arzobispo de Brazzaville, y sacerdocio católico que fuese crítico o poco adicto a la naturaleza ideológica y social del régimen revolucionario. La influencia católica era notable, pues se estimaban en 235,000 los fieles según el censo de 1962. (11)

Entre diciembre de 1964 y marzo de 1965, el régimen del MNR agudiza su paranoia represiva so pretexto de una vasta red de conspiradores domésticos en colusión con oscuras fuerzas regionales e internacionales, para aniquilar a “la revolución congolesa”. De modo que tanto sindicalistas como fieles y sacerdotes católicos fueron incluidos como desafectos temibles en una belicosa declaración del vicepresidente Pascual Lissouba, donde implicó a infidentes domésticos en una urdimbre preparada por los servicios secretos belgas, portugueses y del vecino Congo Leopoldville, donde se anunciaban acciones punitivas “para salvaguardar la independencia nacional”, medidas que ya estaban ejecutándose al momento de la declaración (12 de febrero de 1965). Las milicias armadas del MNR proceden a atacar personas e instituciones que se perciben como focos de oposición real o potencial al régimen de Massemba-Debat: el arzobispo de Brazzaville, el presidente del tribunal supremo, el fiscal general del estado y algunos periodistas independientes. Iglesia católica, judicatura independiente y prensa independiente son claros objetivos políticos en la “ofensiva revolucionaria” que habrá de caracterizar el “nuevo curso violento y armado de la revolución”, según se proclamó por Massemba-Debat (29 de marzo) (12), en ocasión de una reorganización del consejo de ministros del régimen, donde se dio cabida a varios enérgicos militantes de la extremista juventud del partido de gobierno.

Que la retórica no era vana, lo demostró la serie de condenas emitidas por los “tribunales populares revolucionarios” recomendados por sus aliados ideológicos, que terminó por descabezar la oposición afín al expresidente Fulbert Youlou, tras la fuga de este de una prisión congolesa y su asilo en el vecino Congo Leopoldville, en marzo de 1965. Los procesos subsiguientes prodigaron largas penas de entre 15 y 10 años de prisión a varios ministros, entre ellos los de exteriores, salud y educación, más otros funcionarios que recibieron penas de menor cantidad. Esta serie de purgas tuvo su colofón en ese septiembre, con la nacionalización de la enseñanza publica y privada, así como la prohibición de toda actividad educativa de la Iglesia Católica congolesa. (13)

Las purgas contra los posibles elementos contestatarios u hostiles no se limitaron a los percibidos como “enemigos de clase” del proceso revolucionario, y se extendieron a las filas del MNR, al desatarse conflictos entre los más adeptos a la figura de Massemba-Debat y sus críticos dentro del partido y gobierno, en especial a partir de enero de 1966, ocasión en que el gobierno revolucionario publicó los estatutos del partido MNR por el cual se le conferían las competencias supremas en lo que a asuntos administrativos, legislativos, ideológicos, judiciales y relativos a las fuerzas armadas se refería, concentrando un enorme poder en manos del presidente Massemba-Debat (14), quien aun así no se sentía lo suficientemente seguro como para confiar en sus propias estructuras políticas y militares, debiendo recurrir al gobierno de La Habana para asegurar su propia protección y la creación de una fuerza militar paralela, las milicias revolucionarias o “guardia cívica”, como efectivo instrumento de control social armado, movilización de las fuerzas partidarias en la base Bakongo de su estado y como contrapeso del menos confiable estamento militar heredado del régimen colonial. La sustitución del vicepremier Lissouba por el “más adepto” Ambroise Noumazalay, en abril de 1966, y la remoción del presidente de la Asamblea Nacional, un mes después y por análogas razones, reforzaba la deriva hacia un modelo de mando cada vez más caudillista. Entre las medidas paralelas a las purgas en el partido y gobierno, estaban aquellas encaminadas a “depurar” la oficialidad de las fuerzas armadas de aquellos oficiales que se consideraban poco confiables, en especial aquellos cuya procedencia étnica era norteña. A despecho de los fundamentos del socialismo científico africano, el substrato del proceso revolucionario radicaba más en imperativos etnológicos que filosóficos.

Sin embargo, estas persecuciones contra miembros de su entorno, la evidente discriminación hacia sectores particulares de las fuerzas armadas y la evidente dependencia del presidente y su gobierno de la protección militar y asesoría política de Castro, llevarían a un serio desafío en forma de intentona de golpe de estado militar alentado por una serie de oficiales purgados, en coordinación con grupos de ciudad años descontentos, y que pondrían el régimen al borde del derrocamiento, sacudiendo su confianza revolucionaria de modo irreversible (junio de 1966).

Una nota sobre política exterior nacionalista.

Cuando el Congo Brazzaville accedió a la independencia, entre sus prioridades exteriores se hallaba mantener las estrechas relaciones con Francia, vista como indispensable mentor en las esferas de seguridad y economía para el despunte del nuevo estado, así como el tratar de conservar los tradicionales vínculos humanos y comerciales con los antiguos asociados del África Ecuatorial Francesa, Gabón, República Centroafricana y Chad, con posibilidades de materializar acuerdos aduaneros y de común defensa. Además, desde su ingreso en las Naciones Unidas, en septiembre de 1960, el gobierno congolés trató de concertar la formación de un bloque de estados africanos moderados para proponer soluciones a crisis continentales, como la que amenazaba descontrolarse en el Congo Leopoldville o entonces ensangrentaba a Argelia, y así oponerse a las totalizadoras pretensiones de representatividad de África por parte de los gobiernos izquierdistas de Ghana, Guinea, Mali y Egipto. De hecho, a inicios de la crisis política en el vecino Congo Leopoldville, el recién independizado régimen de Youlou se declaró solidario con el moderado presidente Joseph Kasavubu en sus diferencias con el exaltado premier Patrice Lumumba (15). Ambos compartían lazos étnicos Bakongo y presidían organizaciones políticas cimentadas sobre esa realidad cultural.

Producto de este protagonismo de tendencia moderada y filo francesa, era difícil prever que el gobierno de Brazzaville, calificado por los jefes de estado más radicales como eminentemente “reaccionario” en sus posturas internacionales y regionales, en menos de un lustro pudiese bascular en la misma tónica que sus críticos de Accra, Conakry o El Cairo. Por ahora, entre 1961 y 1963, la orientación africana del cada vez más autoritariamente doméstico gobierno de Youlou, parecía reforzar las posiciones de aquellos países estrechamente asociados a París y sus intereses mantenidos después de la oleada de independencias de inicios de la década del Sesenta. La creación del conservador “grupo de Brazzaville” en marzo de 1961, entrañaba un desafío a aquel otro organizado en Casablanca, pero de signo absolutamente encontrado. La comunidad aduanera con sus vecinos desde el Gabón a Chad, reforzaba los antiguos lazos heredados de la época de la mancomunidad francesa, tendiendo a preservar una suerte de regionalización basada en una estabilidad que convenía tanto a los gobiernos moderados implicados como a los intereses geopolíticos de Francia, inquieta ante la inestabilidad política en Camerún y el antiguo Congo Belga. Brazzaville, además, se pronunciaba crítico para con las acciones de la ONU en la secesionista provincia de Katanga, en el inmediato Congo Leopoldville (16). Dentro de todo este ejercicio panafricanista de Youlou se insertan sus varios itinerarios de estado a inicios de 1962 para establecer más profundos lazos económicos, financieros y militares con Camerún, Chad, República Centroafricana y Gabón, limando diferencias con éste ultimo, con vistas a mayor protagonismo en la cumbre de estados francófonos celebrada en Guinea, en octubre. Es interesante señalar que a despecho de su moderación, Congo Brazzaville se pronunció a favor de crear un fondo de asistencia económica y brindar su territorio para el establecimiento de campos de entrenamiento para las guerrillas antiportuguesas de Angola, asunto sensible discutido en la cumbre panafricana de Dakar, en enero de 1962, y que parece constituir un antecedente de un involucramiento más firme de las autoridades congolesas en el conflicto colonial inmediato. (17)

Francia constituía el vínculo internacional capital de Congo Brazzaville desde agosto de 1960, y sus relaciones fundamentales en los proyectos regionales y desarrollos domésticos planeados por el nuevo estado. Con menos de un millón de habitantes a inicios de 1960, cifra que sólo se alcanzaría a inicios de la década siguiente, una economía eminentemente agrícola, orientada a la exportación de ciertos frutos del trópico y una prometedora posibilidad de explotaciones minerales, el país precisaba de franco acceso a inversiones y mercados seguros, como los que gradualmente se habían establecido con la metrópoli desde la institucionalización del territorio bajo dominio galo. Uno de los grandes proyectos económicos del gobierno de la UD entre 1960 y 1963 era el aprovechamiento de las inmensas capacidades del país para crear un complejo hidroeléctrico que serviría para el fomento de la minería, que el gobierno de París, deseoso de mantener su influencia, se mostraba dispuesto a patrocinar tras conversaciones en 1961-1962. Este enorme diseño se estimaba en 250 millones de francos, que serian proporcionados en su mayoría por fuentes francesas. Además, en la tónica de otros convenios con antiguos territorios, Francia conservaba una presencia militar determinada en Congo Brazzaville, así como mantenía vínculos de intercambio académico, instrucción de oficiales y remisión de material a las fuerzas armadas congolesas, en particular su rama aérea. (18)

El régimen revolucionario de Massemba-Debat, sin optar por un alejamiento de la esfera de interés económica francesa, inicia un dramático viraje de la diplomacia mantenida desde finales de 1960. Una de las primeras proyecciones de la cancillería congolesa, en la persona de su ministro Charles Ganan , fue un prolongado periplo por los principales estados del bloque comunista, con el propósito de presentar la plataforma ideológica del nuevo estado, conseguir el reconocimiento diplomático y con ello asistencia económica, política y militar para consolidar la “revolución de agosto”. De semejante ejercicio se consiguen relaciones formales con Moscú y Pekín, en marzo y abril de 1964. Un mes después, Brazzaville y La Habana formalizan vínculos estatales y dan inicio a una relación que se hará cada vez más íntima y comprometida. Por otro lado, la tradicional amistad con el gobierno del Congo Leopoldville se deteriora desde la toma del poder por Massemba-Debat, quien califica a aquel de partidario “del imperialismo”, aceptando públicamente una alianza con la insurgencia marxista que se desata en las comarcas orientales del inmenso vecino, acogiendo al “consejo de liberación nacional”, presidido por Christopher Gbenye. Más aún, se les ofrece una base de entrenamiento de guerrillas en Gamboma, al norte de Brazzaville, donde serían adiestradas por asesores chinos, desde junio de 1964 según la versión dada por la prensa, aunque otras fuentes apuntan a una apertura muy anterior. (19)

Brazzaville se distanciará a lo largo de 1964-1965, y en particular por su posición ante la nueva crisis surgida en el Congo Leopoldville, de sus posiciones sostenidas en el ámbito africano. Ahora se producen acercamientos personales y diplomáticos entre los gobernantes revolucionarios congoleses y los radicales líderes de Ghana, Mali, Guinea, Sudán y Egipto, mostrándose dispuestos a secundar propuestas de intervención “solidaria” a favor de los rebeldes de izquierda atrincherados en el remoto oriente del Congo Leopoldville, como se atestiguaría durante el largo itinerario diplomático del “Che” Guevara por esos estados radicales africanos, a finales de 1964. Por otro lado, Massemba-Debat dio curso a una serie de actos de hostigamiento a la representación diplomática norteamericana en el país, aunque cuidándose de romper del todo las relaciones. Éstos y otros desempeños le valieron una cálida recepción en Moscú, en agosto de 1965, justo en el segundo aniversario de su toma del poder. Es curioso apuntar que, ante el fracaso del experimento guerrillero guevarista y el golpe de estado militar que coloca al coronel Joseph D. Mobutu en control de Congo Leopoldville, las relaciones entre los ideológicamente hostiles Massemba-Debat y Mobutu se normalizan a finales de 1965 (20). Curiosa empatía quizás surgida de la misma naturaleza golpista y mesiánica de ambos “próceres de la patria.”

La carta congolesa de Cuba, 1964-1966.

Hemos mencionado que en mayo de 1964, Cuba y Congo Brazzaville establecieron relaciones diplomáticas, y pronto se estableció una directa comunicación entre ambos estados revolucionarios que se enorgullecían de su militancia socialista y tercermundista, en tanto miembros del radicalismo más estentóreo de la cruzada “antiimperialista” mundial. La visita de Guevara, relacionada con el proyecto congolés concebido por Castro y él, en colaboración con Ben Bella, abriría insospechadas posibilidades de cooperación estratégica y de consolidación interna para el gobierno de Brazzaville. Es claro que el régimen de Massemba-Debat ofrecía una de las oportunidades que Castro buscaba afanosamente para proyectar su influencia revolucionaria en África y combatir los intereses occidentales, en particular los de los Estados Unidos. La ideologización extrema de la política exterior castrista presuponía el ejercicio de solidaridad en favor de aquellos regímenes que, como el de Brazzaville, compartían la visión revolucionaria sobre el futuro de África y el Tercer Mundo. La percibida vulnerabilidad política del gobierno de Massemba-Debat, en sus continuadas purgas contra amigos y adversarios, la latente amenaza de unas fuerzas armadas modeladas aún bajo códigos heredados de la potencia colonial y las conflictividades étnicas intestinas hacían a este remoto país centroafricano un ideal teatro para el ejercicio del paternalismo revolucionario de la Cuba de los Sesenta, que aunque trataba de sepultarlo retóricamente, no dejaba de desdeñar a los líderes revolucionarios africanos, tanto como a no pocas de las guerrillas y organizaciones armadas que pululaban la geografía continental, como incapaces de “vencer al colonialismo e imperialismo” por iniciativa y medios propios, y a los que los revolucionarios cubanos debían mostrar cómo conseguir, consolidar y defender sus proyectos de liberación nacional. (21)

Durante la corta estancia diplomática de Guevara en Brazzaville, en enero de 1965, se perfila la importancia estratégica del antiguo Congo Medio para los proyectos intervencionistas de Cuba, a pesar de sus escasos recursos económicos y humanos. La inmediatez al Congo Leopoldville, Cabinda y Angola resultaban especialmente prometedores para alentar movimientos insurgentes de inspiración castrista o radicalmente antioccidentales, en especial el primero, que era visto en La Habana como el más promisorio de los teatros de operaciones en África Negra. Cuba se decidió a actuar por la presencia del “gobierno revolucionario congolés en el exilio”, cuyos líderes comulgaban con las tesis guevaristas y castristas, así como de una presencia política y militar de la China, que Castro veía tanto como potenciales aliados, como posibles rivales, pero siempre imposibles de ignorar entonces, en la cruzada contra los norteamericanos en África Central. Por otro lado, los agentes de inteligencia y diplomáticos cubanos habían señalado la interesante presencia en Brazzaville del marxista Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), bien promocionado pero dudosamente combativo, más allá de infructuosas incursiones a lo largo de los bordes de Cabinda. (22)

Guevara se entrevistó en Brazzaville, además de con Massemba-Debat, con Gastón Soumaliot, del Consejo de Liberación Nacional (CLN) congolés, y con Agostinho Neto, del MPLA, para coordinar las diversas gradaciones de la asistencia cubana a éstos, aunque la prioridad de los esfuerzos de La Habana se orientaba a conseguir la victoria del CLN en el Congo Leopoldville, cuyas consecuencias serían decisivas para la ulterior “liberación nacional” de Angola. Al débil MPLA se le recomendaba establecer lazos directos con Cuba para discutir los términos de una posible asistencia político-militar cubana (23). Al parecer, también se pareció prometer a Brazzaville una garantía de seguridad militar cubana y quizás algún tipo de contribución económica de aliados más solventes, como Argelia, por su cooperación estratégica en la “Operación Congo” de Cuba. Durante el proceso de intervención cubana en la guerra civil congolesa desde santuarios en Tanzania y Congo Brazzaville, este último país recibió, por Pointe Noire, varios cargamentos de armas y embarques de tropas procedentes de Cuba, en buques mercantes, entre enero y septiembre de 1965, entre ellos:

1- La motonave “Sierra Maestra”, con carga de pertrechos militares, zarpa de La Habana, en enero de 1965, con destino declarado a Argelia, uno de los principales eslabones de la operación cubana en el Congo Leopoldville.

2- El buque mercante “Camilo Cienfuegos”, en La Habana, recibe un trasbordo de un carguero soviético, presumiblemente con material sensible destinado a Argelia y al Congo Brazzaville, en ese mismo mes de enero de 1965.

3- En septiembre de 1965, cuando languidecía la insurgencia congolesa dirigida por los cubanos, zarpó de Santiago de Cuba el mercante “El Uvero”, con un cargamento de mercancías, armas y tropas cubanas con destino al gobierno del Congo Brazzaville, tal y como éste reconoció algún tiempo después. (24)

Cuando Guevara, a finales de 1965, decidió retirarse de la zona de operaciones del Congo Leopoldville, por indicaciones de La Habana, decidió remitir sus dos batallones de tropas regulares negras cubanas al Congo Brazzaville para establecer un nuevo santuario para las guerrillas que, bajo Pierre Mulele, operaban en las comarcas de la provincia de Leopoldville, a despecho de las promesas de Castro a los líderes del CNL de extraer sus fuerzas del conflicto y facilitar el proceso de reconciliación nacional alentado por los estados de la Organización de Unidad Africana (OUA) (25). La redislocación de las unidades cubanas que se trasladaron por mar desde Tanzania al Congo Brazzaville, entre enero y febrero de 1966, se efectuó en completo secreto y con la completa anuencia de Massemba-Debat, tras serle solicitado por Castro. El régimen de Brazzaville se adscribía plenamente a la proposición de La Habana de no abandonar su intentona revolucionaria en el Congo Leopoldville, a contrapelo de los propios revolucionarios congoleses, y ofrecía su territorio como privilegiada base para la introducción de armamentos, tropas y abastos en las comarcas insurgentes próximas a la frontera común. (26)

Dos acontecimientos cambiarían totalmente el diseño estratégico cubano en el Congo Brazzaville, uno de ellos, decisivo, fue la decisión de Castro de forzar la retirada de Guevara y sus oficiales del país, tras una serie de filtraciones aparentemente originadas en la inteligencia de China y Tanzania, que amenazaron con el desprestigio diplomático y político cubano ante los estados más radicales de la OUA, por intentar forzar un proceso revolucionario que estaba condenado a la negociación política. Otro, la negativa del guerrillero Pierre Mulele -que en absoluto precisaba de la asesoría cubana para librar su insurgencia, que se reputaba afín a las tesis de China- a cooperar con Guevara y Castro, de los que desconfiaba y a cuyas aperturas contestó con el silencio. (27)

El fracaso del proyecto congolés forzó una reconsideración de la política de Cuba en África a inicios de 1966, que se manifestó en una serie de opiniones acerca de las potencialidades revolucionarias del continente africano, que fueron establecidas como política de estado por Castro, y que difundidas por sus diplomáticos y agentes de influencia, moldearían las proyecciones de poder de La Habana en el Continente Negro por espacio de la década siguiente. Podemos establecer ciertos tópicos de interés al respecto:

1- Los regímenes revolucionarios socialistas y antioccidentales poseían una base social frágil y eran políticamente vulnerables, inmaduros y propensos a las confusiones ideológicas, de modo que las elites nacionalistas y “progresistas” ofrecían un prometedor espacio para la penetración y maniobra política de los diplomáticos e inteligencia cubanos.

2- Para conseguir la victoria en la “lucha de liberación nacional”, las “fuerzas progresistas” africanas precisaban asistencia internacionalista por parte de Cuba.

3- Para que tales propósitos fructificaran, era indispensable la creación de una élite revolucionaria leninista, “destribalizada” y formada en la ideología revolucionaria cubana en instituciones al efecto ubicadas en Cuba y manejadas por instituciones civiles y militares gubernamentales vinculadas con la “esfera de la solidaridad internacionalista”.

4- Sólo la asistencia militar y política de Cuba podía salvar al África de sus debilidades culturales y tribales, las ambiciones “imperialistas” occidentales y la deshonestidad que, a juicio de los exaltados puristas del castrismo, exhibían en sus tratos tercermundistas ciertas burocracias del bloque soviético.

Castro creía que las revoluciones africanas debían ser salvadas para el socialismo mundial a pesar de ellas mismas, y la presencia político-militar cubana en Guinea y Congo Brazzaville eran pasos seminales, tanto como el compromiso de asistencia, entrenamiento militar y dirección ideológica a las endebles guerrillas marxistas del África Portuguesa. (28)

Una apreciación etnocultural sustentaba la tesis oficial de la “misión histórica de la revolución cubana” en el África subsahariana, al considerar que “el internacionalismo” militante, militar y místico se fundaba en la comunidad de ancestros entre Cuba y África, lo que parecía más que suficiente legitimidad para asistir a los movimientos políticos insurgentes, en especial en las posesiones portuguesas. Ese “deber” para con los “africanos del África”, que incluya entre posibles maniobras diplomáticas el interés de Cuba en ser por ello admitida en el seno de la Organización de Unidad Africana (OUA), se ejecutaría a contrapelo de cualquier consideración que no fuese la lógica revolucionaria emanada de La Habana, de modo que los “africanos de ultramar” retornarían al suelo africano, como con alguna exaltación recordaba el embajador cubano en Tanzania, para derramar su sangre en la misión de salvar al continente. A los imperativos hemáticos, se agregaban los ideológicos del castrismo, su aversión hacia cualquier variante del “imperialismo y el colonialismo”, y la solidaridad y responsabilidad de Cuba para con los movimientos de liberación. En referencia a los acontecimientos en el Congo Leopoldville a finales de 1965, el discurso oficial castrista recordaba a unos y otros su vocación de no enfundar las armas en ningún escenario (29). Es claro que entonces, como luego sería constante, el énfasis belicoso de los pronunciamientos resultaba directamente proporcional al nivel de frustración de los ambiciosos planes de subversión y foquismo.

Para febrero de 1966, algo después de lo antes narrado, en el Congo Brazzaville habían recalado las tropas evacuadas desde Tanzania, veteranos de las luchas en el Congo Oriental. De los dos batallones que se redislocaron con el propósito de intervenir en el frente de Mulele, al parecer uno fue retirado gradualmente, una vez que se desistió del plan y Guevara regreso a La Habana. El otro, quizás reforzado, fue destacado en parte en la base de Dolissie, sobre el ferrocarril Ocean-Congo, a medio camino entre Pointe Noire y Brazzaville, aunque algunas fuerzas pasarían a la capital para actuar como custodios de la presidencia y los personeros del estado revolucionario. Para entonces, en el campamento principal parecen haberse iniciado los entrenamientos de las guerrillas del marxista MPLA angoleño. De acuerdo con testimonios oficiales, esta tropa regular de las fuerzas armadas cubanas contaba con entre 500 y 600 militares, y ya había tomado las posiciones mencionadas para marzo de 1966, cuando sus misiones quedaron constreñidas a proteger a Massemba-Debat (por expresa petición de éste a Castro) y preparar las guerrillas angoleñas que debían infiltrarse en el enclave de Cabinda. (30)

Vale significar que, por entonces, sin abandonar el compromiso revolucionario tercermundista, tal y como reiteraban las declaraciones finales de la conferencia tricontinental, cierto es que los objetivos tácticos se hacían más discretos y alcanzables, en particular tras el derrocamiento del gobierno de N. Nkrumah de Ghana, en febrero de 1966, por sus propios oficiales y ejército, a la manera en que A. Ben Bella lo había sido medio año antes en Argelia. Los regímenes personalistas y autoritarios del procerato independentista comenzaban a percibirse amenazados por la más significativa de las instituciones de los noveles estados, la castrense, y ello les forzaba a hallar medios de originar garantías político-militares paralelas y leales. Tales eran, en particular, las apreciaciones de Massemba-Debat, en el Congo Brazzaville, y de Sekou Toure, en Guinea. Proteger estos aliados ideológicos, que prometían singulares ventajas logísticas para una presencia prolongada en África, constituirá una de las más peculiares encomiendas cubanas en el continente. (31)

A semejante empresa se le unirá, en ambos países mencionados, el establecer santuarios y bases de adiestramiento para las guerrillas marxistas orientadas a combatir la presencia colonial de Portugal, a tono con las decisiones promovidas por la OUA, acción encubierta que encerraba numerosas posibilidades de exaltar los compromisos tercermundistas del régimen revolucionario cubano y, no en grado inferior, disipar la impronta de su malograda empresa contra Leopoldville, dirigida a derrocar un gobierno reconocido por la propia OUA. Las estrechas relaciones interestatales desde su establecimiento formal en mayo de 1964, el acelerado ritmo hacia la socialización de la vida congoleña, el entusiasta apoyo brindado a Guevara y sus proyectos allende el río Congo, acercarían a los gobiernos radicales y revolucionarios de Brazzaville y La Habana. Durante 1965, con la inclinación del gobierno de Massemba-Debat a “profundizar la revolución”, según las tesis inspiradas en los modelos cubano y chino, y que los consejeros de ambas procedencias promovían entre los funcionarios congoleses. La notoria inclinación del régimen a percibir conspiraciones domésticas y conjuras externas, el endurecimiento en asuntos religiosos y las purgas subsiguientes, eran vistas con beneplácito por Castro y su entorno (32). Con delectación debieron notar el creciente deterioro de las relaciones del Congo Brazzaville con los Estados Unidos y Francia, tildados de promotores de conjuras y complicidades con elementos disidentes y partidarios del derrocado Youlou.

La atmósfera política congolesa y el espíritu de Massemba-Debat parecían estar lo suficientemente viciados como para poner en práctica un procedimiento favorito del castrismo con vistas al “fortalecimiento de la revolución”. En este caso, consolidar el poder autocrático del presidente mas allá de los conjuros de la legalidad revolucionaria, con la creación de una milicia política, entrenada, armada y dirigida por consejeros militares cubanos, y procedentes de los grupos más militantes de la juventud del partido de gobierno, en número de alrededor de 1,500 efectivos (33). Además, un grupo selecto y bien pertrechado de militares del batallón cubano quedaban asignados como guardia presidencial en Brazzaville, listos a cubrir a la cúpula congolesa en cualquier contingencia. El ejército regular, con apenas entre 1,400 y 1,800 alistados y su oficialidad formada a la usanza francesa e integrada, en parte al menos, de personal procedente de las etnias del norte del país, se estimaba poco confiable políticamente, y a la luz de los acontecimientos acaecidos a N. Nkrumah, potencial adversario por el poder. Con la milicia y los escoltas regulares cubanos, Massemba-Debat contaba con una garantía para profundizar su curso autoritario socialista, según lo pautado por los estatutos de enero de 1966 y la reorganización del gabinete y legislativo que le siguieron, donde aquellos miembros del gobierno que eran proclives a posiciones pro-chinas fueron purgados, así como lo fue parte de la jefatura castrense intermedia. (34)

Debe recordarse que si Massemba-Debat contaba con la presencia de tropas regulares cubanas a su favor, a lo largo de los estratégicos más de 500 kilómetros que vinculaban la capital con el Atlántico, sus adversarios quizás tuviesen la esperanza de que los asesores chinos en Gamboma les hubiesen sido de algún concurso; si bien no está clara la información al respecto, puede presumirse que, después que la China se mostró favorable a las tesis de reconciliación entre sus protegidos del “consejo de liberación nacional” y el régimen del coronel Mobutu en el vecino Congo Leopoldville, desde finales del 1965, su presencia y actividades militares en la base de Gambona parecían innecesarias. Como los gobiernos revolucionarios de Pekín y La Habana habían chocado ideológicamente acerca del desenlace de la crisis congolesa y los diplomáticos chinos habían conseguido que Tanzania forzara la salida de las tropas cubanas de Guevara de sus bases cercanas al Lago Tanganyka, es interesante presumir que en el Congo Brazzaville, los diplomáticos y la inteligencia chinas intentasen socavar la influencia de Castro, a quien, a despecho de los ejercicios de independencia retórica del caudillo insular, consideraban un eslabón de la proyección internacional moscovita. (35)

Un golpe de estado, junio de 1966.

La prueba de los pretorianos en Brazzaville vendría a escasos meses de estar acantonados en aquellas latitudes ecuatoriales. Su presencia seria determinante en la defensa del gobierno de Massemba-Debat y sus seguidores frente a un sorpresivo pronunciamiento militar de las tropas regulares congolesas, en junio de 1966. Aprovechando la ausencia del presidente, quien participaba de una cumbre regional de estados francófonos en Madagascar, un grupo de oficiales dirigidos por Marian Ngouabi, secundados por tropas de la guarnición de la capital y partidarios de Lissouba, se hicieron de edificios gubernamentales, sedes del partido único, instalaciones públicas y algunos otros objetivos de interés para controlar la ciudad y sus 136,000 sorprendidos habitantes. Embargados tanto por el pánico como por el desconcierto “(…) los principales dirigentes políticos se refugiaron en el estadio [de Brazzaville] protegidos por la guardia presidencial (…)”, así como por las milicias del partido. En esta situación, los oficiales cubanos destacados en la ciudad, entre los que parece haberse hallado J. Risquet en posición de mando, asumieron la defensa de los funcionarios, familias y seguidores para mantener en funcionamiento aparente el estado y gobierno, y a la vez, decidieron intervenir y aniquilar la intentona militar lanzando las tropas regulares cubanas en Brazzaville contra los militares insurgentes. Es claro que semejante paso tuvo que ser ordenado desde La Habana, por el propio Castro, y que este no estaba dispuesto a experimentar el derrocamiento de otro aliado íntimo en apenas doce meses y con ello quizás perder un punto de penetración político-militar en África Subsahariana. De modo que los 200 militares de la custodia presidencial en la capital, secundados por los milicianos congoleses y sus oficiales cubanos, rescataron al régimen revolucionario y aplastaron a los golpistas, dispersando sus partidarios civiles en pocas horas de lucha. Consolidado el control de Brazzaville, Massemba-Debat retornó precipitadamente al país y declaró, con calculada prudencia, que era voluntad de su gobierno hallar una solución política a las causas que habían motivado a los insurgentes civiles y militares, con la promesa concreta de restituir a sus puestos aquellos militares de carrera vinculados a la intentona. Hábil maniobra para posar de magnánimo ante adversarios y enviar un mensaje de confianza a los partidarios, desde la seguridad que el escudo militar castrista le confería. Pero también aviesa, pues si al parecer dejó reposar los acontecimientos, las represalias hacia los complotados se harían efectivas en unos meses, una vez estos, confiados, estaban absortos en sus ocupaciones. Por otro lado, casi inmediatamente, y con el natural apoyo cubano, se procedió a una reorganización de las fuerzas armadas, para su conversión de una fuerza inspirada en la doctrina de la potencia francesa en un cuerpo de naturaleza revolucionaria, “nacional-popular”. Pero, del mismo modo, y como concesión táctica a sus detractores en la oposición y las fuerzas armadas, Massemba-Debat solicitó al gobierno de La Habana hacer más discreta su presencia militar, relocalizándose la mayoría de las tropas en Pointe Noire. No se ocultaba al presidente congolés, que una de las razones del alzamiento era la incomodidad de las fuerzas armadas con la presencia nada disimulada de los militares cubanos en Brazzaville (36). Parecía sentirse seguro con sus milicias comandadas por cubanos, y la garantía que al otro extremo del ferrocarril de la costa estaban acantonadas sus fuerzas de choque. En La Habana, no parecían contemplar el éxito alcanzado en términos tan conservadores.

Aunque el episodio fue en su día poco menos que oscuro y sigue ocupando un espacio de sombra en la corta historiografía acerca del intervencionismo africano de la Cuba revolucionaria, algunos espacios se le confirieron en la prensa local y foránea. Así, es interesante observar que se hizo notar que una de las razones más irritantes para el sector de las fuerzas armadas que intentó derrocar a Massemba-Debat y su gobierno, era la desembozada inclinación del régimen a confiarse a “[…] un ejército privado profesional formado alrededor de [ militares] cubanos negros […]”, como al incremento del control partidista sobre el estamento castrense, tras la creación de “un comando militar colectivo” y un “departamento político especial para el adoctrinamiento marxista de las tropas”, según el modelo introducido en las fuerzas armadas cubanas desde inicios de la década. Eso puede explicar que, en las fases tempranas de la intentona golpista, los seguidores de Marien Ngouabi arrestasen al comandante en jefe del ejército y al director asistente de la policía de seguridad del régimen. Sin embargo, las dudas de los complotados en actuar en contra de conspicuos funcionarios civiles y políticos, entre los cuales se hallaba el premier A. Noumazalay, dejó abierto un espacio para que éste aupase algunos de los más arrojados de ellos y reclamara la vigencia del “gobierno revolucionario legítimo” en ausencia de Massemba-Debat. Esto, a despecho del control de calles e instalaciones significativas de Brazzaville, resultó una fatal omisión táctica. La Habana, enterada de las circunstancias, autorizó que sus tropas estacionadas en suelo congolés, interviniesen contra los militares insurgentes y “salvaran la revolución congolesa” de tremenda conjura. El episodio atrajo la atención de la prensa norteamericana hacia la presencia militar cubana en Congo Brazzaville, y que las percepciones de las agencias de inteligencia acogidas en los rotativos, calibraban con exactitud en sus propósitos. Según éstas, después del golpe de junio de 1966, el régimen de Massemba-Debat aparentaba más estabilidad gracias a la influencia y garantías ofrecidas por Cuba y China. (37)

No obstante la victoria táctica de sus tropas de choque en las calles de Brazzaville, en junio de 1966, La Habana no consiguió poner a salvo a su aliado congolés de los conflictos intestinos de la elite revolucionaria, o de las conflictivas relaciones étnicas entre los revolucionarios de la etnia dominante con sus rivales septentrionales. Ni tampoco disipar los agravios latentes en el seno de la “reorganizada” oficialidad media profesional, aunque no hubiese participado en el pronunciamiento de Ngouabi. Desconociendo sus propias garantías, medio año después del golpe fallido, Massemba-Debat y la cúpula revolucionaria decidieron purgar posibles cómplices de los militares amotinados, no escatimando órdenes de detención y prisión contra militares en activo y funcionarios políticos, so pretexto de una compleja madeja de conspiradores al interior de las fuerzas armadas y las instituciones del estado. La paranoia represiva, probablemente aconsejada por los diplomáticos y asesores castristas y maoístas, llegó eventualmente a la destitución del premier Nomazalay, a quien Massemba-Debat debía el haber mantenido un hálito de resistencia en el estadio de la capital. Entre diciembre de 1967 y enero de 1968, las declaraciones oficiales se caracterizan por su agresividad y duras consecuencias internas.(38)

Vale señalar que oficialmente no se admitió entonces participación alguna de los destacamentos cubanos en Congo Brazzaville en la supresión del golpe militar. La Habana no reconocía ante otros gobiernos semejante intervención, menos ante su propio pueblo. La prensa estatal reseñó la intentona de los militares congoleses, pero ante los despechos cablegrafiados occidentales que mencionaban la participación en la lucha de consejeros militares cubanos asignados al régimen de Brazzaville, y la estrecha relación diplomática y política entre Castro y Massemba-Debat, reaccionaba con aspereza atacando a la United Press International por difundir información “pérfida y mentirosa”, en varios artículos principales, donde se desvinculaba a las autoridades insulares de la turbulencia africana. Lejos de ello, proclamaba una declaración de adhesión a Massemba-Debat por parte de los estudiantes congoleses en la Isla, como muestra de su posición. En 30 de junio, Granma, alborozadamente, anunciaba que se había aplastado “la rebelión reaccionaria” contra el legítimo gobierno revolucionario congolés (39). La línea editorial seguía las mismas interpretaciones que los diarios del partido de gobierno congolés, sugiriendo oscuras complicidades y “extrañas coincidencias” en la serie de golpes de estado militares que habían estado plagando numerosos estados del África Subsahariana, de los que el Congo Brazzaville parecía constituir el más reciente evento. (40)

Durante el periodo que media entre julio de 1966 y julio de 1967, Cuba reforzó sus vínculos militares y políticos con Congo Brazzaville, en demanda y reforzamiento de Massemba-Debat. Coincide este aval con el reforzamiento de la naturaleza represiva de la “revolución congolesa”, como se ha apuntado. En este escenario, Cuba refuerza nuevamente su presencia militar en el país africano, destacando a Pointe Noire, una fuerza de reemplazo de las unidades retiradas a mediados de año. A inicios de 1967, el carguero “Manuel Ascunce Doménech” zarpó de La Habana, con más de un millar de “[…] hombres de raza negra, al parecer de nacionalidad congolesa, vestidos de completo uniforme verde olivo[…]”; le acompañaban sobre un centenar de cajas de madera que sugerían contener armas, y que fueron descargadas en el muelle por camiones militares. Este buque salió de Cuba en 15 de marzo de 1967, y tocó suelo congolés el 31 del mismo mes (41). Durante julio de ese año, Cuba ofreció posibilidades de estudios a “cuadros” congoleses para formarse en la Isla, en tanto el Congo Brazzaville hacia gala de posiciones de solidaridad internacional para con Cuba durante reuniones tercermundistas celebradas en el país africano. Massemba-Debat procede a nombrar embajador en propiedad ante Castro, y se suceden delegaciones congolesas a La Habana, que se entrevistan con el canciller Roa y Osmany Cienfuegos, entonces encargado de ejecutar la política de influencia cubana en el Tercer Mundo. Otras representaciones de organizaciones políticas cubanas pasaban a Brazzaville a “intercambiar experiencias y estrechar lazos solidarios” en especial con respecto al manejo de las juventudes y sindicatos. (42)

Pero La Habana no podía desconocer que, en tanto sus lazos con Brazzaville se reforzaban, y su presencia militar, aunque más discreta, seguía siendo igual de significativa, el régimen revolucionario congolés abría canales de entendimiento con Francia, tratando de obtener convenios económicos favorables a proyectos de desarrollo doméstico, y de paso mejorar el grado de los contactos con la antigua metrópoli. Deseosos de la asistencia francesa, los gobernantes del “socialismo científico” congolés no excusaban críticas a la política de París en el continente negro. Francos y revolución no parecían incompatibles, aunque más de un observador de la escena africana calificaba como “falta de coherencia” la política exterior de Massemba-Debat. (43)

A inicios de 1968, la situación en Congo Brazzaville se hace complicadamente confusa. Massemba-Debat destituye a su premier A. Noumazalay (17 de enero) y comienza una letanía de acusaciones de conspiraciones en el seno de las fuerzas armadas, policía y aun entre la leal militancia de las juventudes del MNR. El régimen estrecha los mecanismos de control social en las principales ciudades y mantiene vigilancia sobre las sedes diplomáticas extranjeras. En julio la situación llega a grados inusitados de embrollo: Massemba-Debat anuncia que en vista de una recién descubierta conspiración en el país ,las milicias y “grupos populares ”, adeptos al gobernante y partido único, deben “tomar las calles” para “proteger la revolución” de las intentonas contrarrevolucionarias. Los militantes del MNR se encargan de detener presuntos disidentes y opositores del régimen, entre los cuales se encuentra Marien Ngouabi. Le sigue un incidente durante el cual seguidores del militar golpista le liberan. En medio de la inquietud que embarga a los 156,000 habitantes de Brazzaville, Massemba-Debat anuncia que con la anuencia del partido MNR, asume plenos poderes autoritarios bajo un “Consejo Revolucionario”; quedando suprimidos los órganos legislativos y partidistas existentes (44). La emergencia en que se halla “la revolución congolesa” justifica el paso del caudillo.

Catorce días más tarde, el ejército congolés reacciona, oponiéndose a la decisión presidencial y responde con una proclamación (emitida por la radio de la capital) por la cual se hace del control del país, destituyendo de sus funciones extraordinarias a Massemba-Debat, en tanto que se decretaba la anulación de la carta constitucional vigente. Es designado un “gobierno provisional” castrense presidido por los capitanes A. Raoul (primer ministro) y M. Ngouabi (presidente), siendo éste último el verdadero poder entre las fuerzas armadas, y veterano líder de la anterior intentona. En Brazzaville, entre el 17 de agosto y el 4 de septiembre de 1968, se ven enfrentados dos entidades que pretenden encarnar el espíritu legitimista de la revolución, un “consejo revolucionario” del MNR frente a un “consejo nacional de la revolución” de extracción cuartelaria. Los choques armados entre las milicias y partidarios armados del primero (unos 1,500 “guardias cívicos” adiestrados por los cubanos) contra las tropas regulares del segundo (estimados en un batallón de infantería, de 1,400 hombres, entrenados originariamente por franceses), llevan a la declaración del estado de sitio (30 de agosto) y la definitiva dimisión de Massemba-Debat y la proclamación del “consejo nacional” presidido por Raoul-Ngouabi (4 de septiembre) (45). Escasamente dos años después de haber sido derrotados por la intervención cubana en su contra, el ejército congolés había derrocado su presidente y máximo líder en un cruento y turbulento mes. Esta vez, el batallón de combate cubano acantonado en Pointe Noire, a 516 kilómetros, no se movió de sus cuarteles. La Habana parece haber dejado a su suerte a su devoto aliado Massemba-Debat, y parecía otear las nuevas realineaciones en el Congo Brazzaville (46). Sin dudas, la valiosa posición geopolítica del país centroafricano podía ameritar el sacrificio de lealtades para con aliados políticos y milicianos adiestrados en su día por los castristas. La valiosa posición logística en Pointe Noire y la base de adiestramiento para guerrillas del MPLA en Dolissie bien merecían un acomodo con los nuevos regentes de la revolución congolesa.

Acomodos, oportunismos y otras virtudes, septiembre de 1968-agosto de 1970.

En enero de 1969, Ngouabi devino en el gobernante efectivo e indisputado en Brazzaville, al asumir el cargo de presidente de la república y del consejo nacional de la revolución, controlados por oficiales militares de origen norteño. Su ascendiente entre las filas militares, adquirido durante los dos años precedentes de turbulencias políticas y pronunciamientos cuartelarios, hacia casi predecible semejante rumbo, tal como debieron pronosticar los observadores diplomáticos y de inteligencia de la embajada cubana en el país centroafricano. Como quizás las inevitables purgas que el nuevo salvador de la patria revolucionaria aplicaría, bajo el subterfugio familiar de “depuraciones”, en las instituciones políticas, administrativas y sindicales congolesas. El ejército seria reorganizado concienzudamente desde febrero de ese mismo año, incorporando los restos de las derrotadas milicias armadas del anterior régimen. El “ejército nacional popular” quedaba subordinado directamente al comandante supremo, Marien Ngouabi. A juicio de éste, el ejército constituía la base social más confiable y el único instrumento efectivo para los planes de “profundización” de la revolución. A diferencia del movimiento de 1963, el proceso no marginaría a los militares en favor de una partidocracia con sus instrumentos paralelos, sino a la inversa. El cuerpo militar seria el motor político de las transformaciones autoritarias en perspectiva, muy a la manera que desde 1959 Castro había mostrado en Cuba. Quizás el cesarismo del africano encontrase un temprano eco de simpatía en el ególatra caudillo insular, siempre desdeñoso de los políticos civiles, que como Massemba-Debat, entrañaban, por lo regular, presuntos derrocables.

En análoga tónica que el caudillo isleño, Ngouabi pronto halló las conveniencias de las teorías de conspiración, fundadas o fantasiosas, y las empleó con notable persistencia en sus planes para consolidar su autoridad personalista y cuartelaria. Mientras la tónica de su régimen se hacia cada vez más encendidamente izquierdista (a la usanza centroafricana), la economía mantenía su marcada orientación hacia el deterioro, con una notable baja en la producción agrícola, comercial y de subsistencia, reforzadas por inquietudes laborales que el gobierno militar aun no controlaba, las conspiraciones parecían menudear, al parecer asociadas a partidarios del depuesto presidente F. Youlou, con importante base entre las comunidades Bakongo del sur. Ngouabi anunció el desmantelamiento de un complot organizado por el antiguo jefe de las fuerzas armadas, el mayor F. Moozabanky, a inicios de 1969, seguida de fuertes condenas a trabajos forzados perpetuos, a modo de “reeducacion”. En noviembre de ese año, una treintena larga de conspiradores civiles y militares eran descubiertos y condenados como “enemigos del proceso” (47). Durante la primera mitad de 1970, dos nuevas intentonas fueron desveladas dirigidas contra la recién proclamada “Republica Popular del Congo”, y sus símbolos de indisimulada inspiración afro bolchevique. En marzo, un comando de militares desafectos, procedentes allende el río Congo, capturan la estación de radio de Brazzaville, pero son dispersados por las reorganizadas fuerzas armadas y milicias del régimen. Otra conspiración, que es frustrada en agosto de 1970, sirve de pretexto para reforzar el control social con la proclamación de un partido único, marxista-leninista, centrado en la figura e “ideario” del líder de la revolución congolesa. El Partido Congolés del Trabajo, a imagen y semejanza de sus referentes euroasiáticos. (48)

Ngouabi, enfrentado a estas complicaciones del ejercicio del poder revolucionario, parece haber desechado objeciones precedentes con respecto a la presencia e influencia de Cuba en las políticas domésticas congolesas, y decidió conservar las estrechas relaciones políticas y militares con La Habana. No objetó, como lo había hecho con acritud en 1966, la presencia de tropas de combate cubanas en Pointe Noire, ni la permanencia de consejeros militares en las bases del MPLA en Dolissie, ni tampoco que el territorio congolés sirviese de punto de emisión de columnas insurgentes en incursiones fulgurantes por las fronteras selváticas de Cabinda o destinadas a reforzar el santuario de las florestas de Dembos, al norte angoleño. Al proclamarse líder de un estado comunista centroafricano, no dejó de recibir apreciable asistencia material y humana de Cuba para crear una más eficiente organización de seguridad del estado, mecanismos de control ideológico y comunal, así como un nuevo sistema de tribunales de justicia destinados todos a quebrar a los adversarios francos o larvados del sistema. (49)

Por su lado, el gobierno de Castro cultivó asiduamente al nuevo gobernante entronizado en Brazzaville, con el interés de no perder sus posiciones en África Central. De ahí, el manejo del tema congolés por la prensa oficialista, que no dejó de reseñar las denuncias del gobierno de la Republica Popular del Congo, en esporádicos espasmos defensivos ante las conspiraciones e intentos golpistas domésticos y tensiones con el vecino Congo Leopoldville. Calificando de “cabecillas” los líderes capturados en marzo de 1970, se reproducían los descalificativos del régimen congolés. En particular, no dejaban de referirse las condenas y ejecuciones de varios oficiales militares por sus actuaciones “contra la revolución popular congolesa”. Mediado el verano, la prensa castrista reflejaba con simpatía la exaltada denuncia de Ngouabi contra el fallido golpe de estado encaminado a sacudir las bases de su poder, en particular “[…] eliminar la revolución y dirigentes de la Republica Popular […]” (50). Por ello, el gobierno cubano apoyó francamente a sus aliados, al resaltar de modo oficial las festividades en oportunidad del décimo aniversario de la independencia congolesa, tanto como el proceso por el cual se creó el partido del socialismo científico, reestableciendo el rumbo hacia el socialismo en Congo Brazzaville. En ocasión de celebrarse el aniversario décimo de la “revolución congolesa de 1963”, La Habana resaltaba el significado de la amistad común, en tanto el intercambio de delegaciones diplomáticas se incrementaba acusadamente, y la presencia de consejeros cubanos se hacía patente en los campos de la seguridad, sindicatos, educación, propaganda y otros campos convenidos (51). Pero, como se demostraría en escasos años al producirse la crisis colonial portuguesa en las limítrofes Cabinda y Angola, la permanencia militar de Cuba en Congo Brazzaville alcanzará sus dimensiones estratégicas más logradas. Brazzaville y Pointe Noire serían eslabones decisivos para la ejecución de los planes castristas de emplazar, mediante el poder de fuego de “Katiushas” y tanques T-54, al debilitado e ineficiente movimiento MPLA en Luanda. Menos de una década después del descalabro cubano en el Congo Leopoldville, parecía hacerse bueno el dictum guevarista de que el ejercicio del intervencionismo global revolucionario sólo podía conseguir resultados verdaderos con el empleo de los que denominaba “ejércitos proletarios internacionales” (52). Lo que quizás no pudo presumir el malogrado teórico insurgente, fue que Castro, en su inagotable megalomanía, preferiría remedar, “para duradera gloria de la revolución”, las misiones protectoras de los legionarios de antaño al proteger clientes medrosos y cesarismos endebles, o ejercitar el mesianismo revolucionario siempre proclamado en sus alegatos, con el envío de masivas y veteranas legiones en plan de beligerancia, a remotos escenarios en África Central, en demanda de los elusivos laureles de la victoria total tercermundista.

San Juan, Puerto Rico, 2006. arriba

Notas.

(1) volver Bertaux, P. África desde la prehistoria hasta los estados actuales. México, 1974, págs. 299-301. La constitución francesa de octubre de 1946 creaba la Unión Francesa que igualaba jurídicamente a la Francia metropolitana con sus departamentos de ultramar y territorios en África, América y Oceanía, amén de los estados asociados en Asia. Se les consideraba parte de Francia, con común ciudadanía. Sin embargo, la administración colonial se mantuvo intacta en su ejercicio y alianza con las jefaturas tradicionales indígenas. Situación que era vista con desagrado por los nacionalistas educados a la occidental, tanto los moderados como los de orientación socialista y comunista, que no veían posibilidades de ejercer autoridad en sus lares, a pesar de los diputados electos en la asamblea nacional metropolitana.

(2) volver Ibidem, págs. 304-305. Francia procuró el reconocimiento internacional de estas repúblicas mancomunadas, alentando su petición de reconocimiento por parte de los organismos internacionales, entre 1959 y 1960.

(3) volver Ibidem, págs. 305-306; Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana. Madrid, 1973. Suplemento Anual, 1959-1960, pág. 916. Brazzaville, con 99,000 habitantes, era importante puerto fluvial y contaba con aeropuerto internacional. Pointe Noire, antigua capital colonial, con 56, 865 habitantes, estaba considerada como uno de los más importantes puertos del Atlántico meridional. El río Congo ofrecía al país una excelente vía de comunicación y comercio con otros territorios de la antigua África Ecuatorial Francesa, vasta entidad territorial que existió por cerca de medio siglo.

(4) volver Según el censo de población de la República del Congo Brazzaville de 1960, la comunidad Bakongo contaba con unos 400,000 individuos (47%). Le seguían las poblaciones Bateke, con 170,000 (20%), que con las anteriores ocupaban el sur y centro del país. Al norte, las etnias de filiación Mbochi sumaban 95,000 almas (11%); la Mbete, 60,000 (7%); Sanga, 43,000 (5%), más otras poblaciones bantúes minoritarias estimadas en otro 8% y dispersas tribus de pigmeos selváticos. Véase Estado demográfico de la República del Congo, Brazzaville, 1960, citado en Morrison, D.G. et al. Black Africa. A comparative handbook. New York, 1972, pág. 211.

(5) volver Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana. Madrid, 1974.Suplemento Anual 1961-1962, pág. 618.

(6) volver Ibidem. El régimen de Youlou trató de desviar estas percepciones negativas manipulando un incidente deportivo que escaló en crisis diplomática con el vecino Gabón, en septiembre-noviembre de 1962. Esta “crisis del fútbol” resultó útil para alentar los efectivos resortes del nacionalismo y la xenofobia contra los gaboneses, atenuando las posibles reacciones negativas ante las autoritarias reformas legislativas, a la vez que excelente pretexto para decretar un estado de emergencia en la capital (24 de septiembre) que permitía justificar el gobierno por decreto establecido en junio anterior y acallar oposiciones.

(7) volver Ibidem. Suplemento Anual, 1963-1964, pág. 730.

(8) volver Ibidem.

(9) volver Ibidem.

(10) volver Una interesante percepción acerca de la legitimidad de los denominados movimientos de liberación nacional y sus variopintas encarnaciones en estados, es la esbozada por Benz, W. y H Graml (eds.) El siglo XX. Problemas mundiales entre los dos bloques de poder. Madrid, 1992, págs. 300-304.

(11) volver Enciclopedia Universal Ilustrada… Madrid, 1973-1975. Suplemento Anual, 1963-1964, pág. 730. La escala y ritmo de estas transformaciones radicales de la sociedad se incrementan tras las visitas del canciller congolés a varias capitales comunistas, y el establecimiento de relaciones diplomáticas con los gobiernos soviético, chino, cubano y vietnamita, entre marzo y mayo de 1964. Ibidem, pág. 731.

(12) volver Ibidem. Suplemento Anual, 1965-1966, pág. 742.

(13) volver Ibidem. El creciente radicalismo del gobierno de Brazzaville parece perfectamente compatible con los acercamientos a los gobiernos de China y Cuba, que habían ensayado semejantes métodos de control social y represión ideológica no mucho antes, y cuyos asesores comenzaban a aparecer en la vida publica congolesa.

(14) volver Ibidem, págs. 742-743. Para el momento en que se profundizan las purgas en el seno de las instituciones del régimen revolucionario, Massemba-Debat contaba con la presencia de un batallón de tropas cubanas acantonadas en la capital y otros puntos, del cual un apreciable contingente funcionaba como guardia de corps presidencial y en otros acantonamientos, desde enero-febrero de 1966.

(15) volver Enciclopedia Universal Ilustrada..., Madrid, 1973, Suplemento Anual 1959-1960, pág. 916.

(16) volver Ibidem, Suplemento Annual, 1961-1962, pág. 619.

(17) volver Ibidem. La insurrección del movimiento Unión de los Pueblos de Angola, en el norte de Angola desató una importante crisis internacional y orientó a varios estados africanos a comprometerse con asistir a los insurgentes que iniciarían una larga aunque limitada guerra de guerrillas contra Portugal, una vez que este logró desarticular en lo fundamental el alzamiento. Que la base social de la guerrilla UPA se concentrase en la etnia Bakongo, explica, además de las posiciones nacionalistas y anticolonialistas de rigor, las abiertas simpatías de Youlou por una causa, que también contaba con lazos de parentesco tribal y apoyo en el gabinete de Kasavubu, en Congo Leopoldville.

(18) volver Ibidem, págs. 618-619. El gobierno de Youlou, por precaución adicional, intentó ampliar sus relaciones con otras potencias, en particular los Estados Unidos, con los que estableció relaciones diplomáticas y procuró asistencia financiera desde mediados de 1961.

(19) volver Ibidem, Suplemento Anual, 1963-1964, pág. 731. Las guerrillas del CLN parecen haberse estado preparando desde finales de 1963, así como sus dirigentes acomodados en Brazzaville. Para diciembre de 1963, un núcleo armado dirigido por el ex ministro lumumbista de ideología prochina, Pierre Mulele, se infiltró desde suelo congolés hasta la provincia de Leopoldville, donde inició exitosas operaciones contra el gobierno de Congo Leopoldville, en especial en el valle del río Kwilu.

(20) volver Ibidem, Suplemento Anual, 1965-1966, pág. 743. Más adelante, en 1968, se vuelven a deteriorar con la ejecución en Congo Leopoldville del guerrillero Pierre Mulele, protegido de Massemba-Debat y que fue capturado por las fuerzas policiales de Mobutu. Véase Ibidem, Suplemento Anual, 1967-1968, pág. 651.

(21) volver Dominguez, J. I. “Forewood”, en Moore. Castro, the Blacks and Africa. University of California, Los Ángeles, 1988, págs. XIII-XIV.

(22) volver Moore, C. Castro, the Blacks…, pág. 194.

(23) volver Ibidem.

(24) volver Federación Iberoamericana de Escritores. Subversión en América Latina. Miami, 1968, págs. 41-44.

(25) volver Moore. Castro, the Blacks…, pág. 233.

(26) volver Véase al respecto Cleaver. “Fidel Castro’s African Gambit”, Newsweek International Edition, 3 May 1976, págs. 13 y ss.; Moore. Castro, the Blacks…, pág. 241.

(27) volver Moore. Castro, the Blacks…, pág. 409.

(28) volver Ibidem, págs. 244-247. Para una percepción de las circunstancias que matizan la política cubana en la década de los sesenta, entre otros momentos, es de interés lo mencionado por Leogrande, W. M. Cuba’s Policy in Africa, 1959-1980. Berkerly, 1980, págs. 1-2.

(29) volver Los tanteos de La Habana ante países receptivos en el seno de la OUA parecen haberse hecho con cierta insistencia durante la cumbre tricontinental , tal como dejó constancia la prensa de Argel y París, entre el 29 y 31 de enero de 1966. Véase Le Monde, 31 de enero de 1966. Las declaraciones del embajador P. Rivalta Pérez se formularon meses antes durante la conferencia de los movimientos de liberación del África Portuguesa, en Dar-es-Saalam, 8 de octubre de 1965. Es interesante comparar esta formulación de la misión liberadora de Castro en África Negra con similar pretensión establecida una decena de años antes por Nasser, quien expresó que la revolución surgida en Egipto constituía la fuente de la regeneración del África en cumplimiento de una “misión histórica”. Tanto el líder egipcio en 1954, como el cubano en 1966, parecían consumirse bajo los efectos de lo que un autor llamó “la crisis del imperialismo místico”. Véase Pirenne, J. Historia Universal. Las grandes corrientes de la Historia. Barcelona, 1972, X, págs. 69-70.

(30) volver De acuerdo con testimonios de funcionarios cubanos, entre ellos J. Risquet, quien comandó el batallón destinado a Congo Brazaville desde inicios de 1966, las tropas se ubicaban primero en la capital, Dolissie y quizás Pointe Noire. Las funciones pretorianas se ejercían en la primera, y las de asesoría en guerra de guerrillas en las últimas. Véase El Nuevo Herald, Miami, 14 de mayo de 2006; Proceso, México, 5 de octubre de 1997. Otras fuentes permiten inferir que en plan de guardia presidencial se ubicaban unos 200 militares cubanos, en su mayoría negros, el resto de 300 a 400, en las misiones mencionadas. Se ha sugerido que algunas de estas tropas del batallón procedían de Argelia, desgajadas por Guevara, en diciembre de 1964, del cuerpo expedicionario cubano que marchó a aquel país un año antes. Consúltese Fermoselle, R. The evolution of the Cuban Military: 1492-1986. Miami, 1987, pág. 366.

(31) volver Durante la década golpista que da comienzo en Argel, en junio de 1965, unos 23 estados africanos experimentaron la captura del poder por juntas o gobernantes militares, algunos de ellos de amarga evocación. Véase Kinder, H. y W. Higelmann. Atlas Histórico Mundial. Madrid, 1994, 2, págs. 322-325. Sobre el protagonismo político de los ejércitos africanos puede consultarse Shillington, K. History of Africa. Oxford, 2005, págs. 424-425.

(32) volver Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana. Madrid, 1973-1975. Suplemento Anual 1963-1964, págs. 730-731.

(33) volver Ibidem. Suplemento Anual, 1965-1966, pág. 742. Véase también The New York Times, 19 de junio de 1966; 30 de junio de 1966.

(34) volver Ibidem, pág. 743. En la medida que el partido único MNR asumía las funciones rectoras de la sociedad civil, fuerzas armadas, gobierno, parlamento y poder judicial a lo largo de los meses de enero a junio de 1966, entre otras atribuciones, los faccionalismos intestinos, entremezcladamente personales e ideológicos se agudizaron alrededor de Massemba-Debat (pro-castrista) y de Pascual Lissouba (pro-chino), respectivamente. Entre los purgados en el gobierno por tales razones estaba el segundo, en tanto que de los oficiales de carrera, lo fue Marien Ngouabi, entonces capitán, de extracción norteña y probablemente influido por las tesis maoístas que defendía la facción de Lissouba.

(35) volver Esta tesis es recogida por Carlos Moore. Castro, te Blacks…, pág. 233. Sobre la influencia de Pekín en países y movimientos insurgentes en África Subsahariana desde 1963 y en particular la región congolesa, véase Greig, I. The Communist Challenge to Africa. Londres, 1977, págs. 71, 84, 131-134.

(36) volver Como se ha dicho, en marzo de 1966, el batallón contaba con entre 500 y 600 militares, de los cuales un tercio actuó durante los sucesos de junio. Durante el resto del año, la fuerza se redujo en casi la mitad, unos 300, según estimados de inteligencia occidentales. Quizás no respondiese tal movimiento a algo más que la rotación de tropas para entonces acantonadas en África por unos dos años Aunque en desventaja numérica circunstancial ante el “reorganizado” ejercito congolés, el profesionalismo, armamento, disciplina y mando le conferían a los militares cubanos una ventaja más que deseable sobre sus potenciales adversarios. Véase Fermoselle, R. The evolution…, pág. 366; Enciclopedia Universal Ilustrada…., Suplemento Anual, 1965-1966, pág. 742.

(37) volver Véase al respecto The New York Times, 13 de marzo de 1966, 21:1. En esta entrega se estimaba que por primera vez en dos años y medio, el país se mostraba estable, a despecho de nacionalizaciones y cambios agudos. La actuación militar de Cuba es publicitada en las entradas de 29 de junio de 1966, 1:2; y de 30 de junio de 1966, 4:5. Las posibles implicaciones de las tropas de Castro en la región central de África se ventilaban en Ibidem, 23 de octubre de 1966, 20:1, coincidiendo con intercambios de delegaciones diplomáticas y partidistas entre Cuba y Congo Brazzaville.

(38) volver Enciclopedia Universal Ilustrada…, Madrid, 1975. Suplemento Anual 1967-1968, pág. 650.

(39) volver Granma, La Habana, 29 de junio de 1966; 30 de junio de 1966.

(40) volver Unos meses antes, un escrito de R. Casals apuntaba, con cierta alarma matizada de teoría de conspiración, los derrocamientos militares de gobiernos en Alto Volta, República Centroafricana, Nigeria, Dahomey y Congo Leopoldville, elucubrando conexiones que siempre encaminaban a intereses siniestros de los estados occidentales. Véase Granma, 7 de marzo de 1966.

(41) volver Federación Iberoamericana de Periodistas. Subversión en América Latina. Miami, 1968, págs. 42-44; Oppenheimer, A. La hora final de Castro. Buenos Aires, 1992, pág. 73. Su comandante, entonces, era el ya veterano “internacionalista” Arnaldo Ochoa Sánchez.

(42) volver Granma, La Habana, 15 de julio de 1966; 19 de julio de 1966; 15 de octubre de 1966; 27 de octubre de 1966. Una jornada de solidaridad con África promovida por la OSPAAL (organización coordinadora de actividades de propaganda, subversión, inteligencia y penetración de la inteligencia cubana en África, Asia y América Latina, creada por entonces en la capital cubana), enfatizaba el apoyo al proceso socialista en el Congo Brazzaville y la insurgencia en el África Portuguesa, según reseñaba Granma, en 18 de mayo de 1967. El embajador cubano llegaba a Brazzaville una quincena antes de la salida de los militares a bordo del citado carguero. Véase Ibidem, 1 de marzo de 1967.

(43) volver Enciclopedia Universal Ilustrada…, Madrid, 1975. Suplemento Anual 1967-1968, pág. 650.

(44) volver Ibidem. La proclamación de plenos poderes autoritarios por parte de Massemba-Debat se produce en 3 de agosto de 1968. La prensa cubana (Granma, en concreto) no mencionó el episodio.

(45) volver Ibidem, pág. 651. De la revisión de los titulares de Granma para 1968, no aparece ninguna referencia a este episodio político que sacudió este vital aliado de Cuba entre agosto y septiembre de 1968. El mutismo oficial resulta lleno de interrogantes. En realidad de la situación congolesa sólo merece importancia una singular nota que sugiere cierto apoyo diplomático de Massemba-Debat al GRAE (gobierno revolucionario de Angola en el exilio) y su líder Holden Roberto. Véase Granma, 2 de marzo de 1968.

(46) volver Hasta que no estén desclasificados los archivos de los ministerios de defensa, exteriores y del partido comunista de Cuba, las apreciaciones acerca de estos episodios siempre dejarán holgado espacio para figuraciones y supuestos en lo que corresponde a las motivaciones y actuaciones del castrismo en los tablados africanos. Los episodios de Congo Brazzaville entre 1965 y 1977, y las luchas fraccionales entre caudillos civiles y militares de la “revolución congolesa” constituyen un interesante propósito investigativo cuando sea posible un acceso documental sin selectividades de investigadores o temáticas “impropias” o “sensibles.” Otras justificaciones oficiales o de los compañeros de viaje ideológicos que aun siguen “la línea” son desdeñables.

(47) volver Enciclopedia Universal Ilustrada…, Madrid, 1973-1975, pág. 556. La producción agrícola congolesa destinada a la esfera comercial entre 1969 y 1970, estaba concentrada en el café (1.860 ton.), cacao (1.530 ton.), cacahuete (6.305 ton.), aceite de palma (5.700 ton.), secundada por la explotación forestal (2.011.000 m3). La minería estaba representada por el petróleo (43.000 ton.), seguido por el estaño, cinc, plomo, oro y diamantes. Las exportaciones del país por Pointe Noire sumaban 1.9 millones de toneladas durante el mismo periodo. Sus destinatarios, por lo general lo constituían clientes occidentales, de donde también se originaban las 600.000 ton. importadas por el estado congolés.

(48) volver Ibidem.

(49) volver Fermoselle, R. The Evolution of the Cuban Military..,. Miami, 1987, págs. 366-367. Según datos de esta época, el Congo Brazzaville había recibido la reducida suma de 1 millón de dólares americanos en armamentos del bloque soviético para dotar una fuerza de menos de 2,000 hombres en 1968. En opinión de los expertos africanos en Moscú, ejércitos como el congolés estaban escasamente capacitados para operar armas y equipos, mas allá de las convencionales operadas por tropas de infantería y artillería ligeras. Con una mínima inversión de medios y recursos en casos como este, los estrategas soviéticos creían obtener dividendos políticos muy valiosos. Véase Wood, D. The Armed Forces of African States. Londres, 1966, pág. 22 y ss.; Winfred, J. y S.P. Gilbert. Arms for the Third World. Soviet Military Aid Diplomacy. Baltimore & Londres, 1969, págs. 45-46.

(50) volver Granma, La Habana, 24 de marzo de 1970; 30 de marzo de 1970; 18 de agosto de 1970.

(51) volver Ibidem, 19 de agosto de 1970; 17 de diciembre de 1971; 15 de agosto de 1973 y 21 de mayo de 1973.

(52) volver " Mensaje a la Tricontinental, mayo de 1967”, en Guevara, E. Obra Revolucionaria. México, DF, 1985, pág. 649. Pero para ello no parecía tener en cuenta (o deliberadamente prefería ignorar) el desdeñoso concepto en que la cúpula político-militar de Moscú, el venerado “aliado natural” de los “internacionalistas” tercermundistas y único capaz de armarles concienzudamente, colocaba los potenciales ejércitos y movimientos políticos revolucionarios en el poder en África al sur del Sahara. La naturaleza oportunista de las actuaciones diplomáticas y exportación de armamentos de la Unión Soviética en África Negra, por entonces en abierta contradicción global con la China comunista, no eran entonces muy coincidentes con las exaltaciones guevaristas. Mao podía ofrecer serenos consejos doctrinales y algún necesario entrenamiento a “cuadros políticos y militares africanos” en academias de Nanking y otros puntos, pero muy limitado hardware para desafiar a los mejor pertrechados adversarios regionales (pro-occidentales o pro-soviéticos por igual), como en su día descubrirían, en condiciones disímiles pero igualmente frustrantes, dos diestros practicantes de la guerra popular maoísta, Che Guevara o Jonás Savimbi.

(Publicada la versión original en la edición electrónica de CubaNuestra) arriba

 

 
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