Pretorianos de la Revolución Africana: Cuba
y Congo Brazzaville, 1964-1970.
Por Pablo J. Hernández González.
En agosto de 1960, el hasta entonces conocido
como Congo Medio o Congo Francés, culminaba un proceso iniciado
dos años atrás con la concesión de la autonomía,
y que pasó por una serie de negociaciones cordiales entre
los nacionalistas locales y las autoridades francesas, tras solicitud
de los primeros de la completa emancipación del territorio,
y que se convino en 12 de julio de ese año, y traspaso del
poder al nuevo estado de Brazzaville, en 15 de agosto. Francia conservaba
la amistad del nuevo gobierno, así como una privilegiada
presencia económica y algunos derechos para el estacionamiento
de tropas en el país. Cuatro años antes, en el verano
de 1956, París había votado una legislación
que autorizaba determinar por decreto el destino de los territorios
de ultramar que eran considerados parte de la Unión Francesa.
La nueva Ley-Cuadro, establecía el voto universal, transfería
atribuciones presupuestarias a las asambleas territoriales y con
ello iniciaba una pauta de descentralización administrativa
en el África francesa. La metrópoli, en un claro designio
de preparar los pasos hacia el autogobierno y la completa soberanía,
convirtió a los gobernadores generales en altos comisionados
de la Republica en África, a la vez que transfería
a las asambleas territoriales buena parte de las competencias y
poderes domésticos, en la figura de vicepresidentes de consejos
de gobierno. Estaba en camino el gradual reemplazo de la administración
colonial metropolitana por una casta de profesionales africanos
interesados en la cosa pública y en el ejercicio de sus derechos
políticos. Esto último se notará especialmente
a lo largo de la década de los cincuenta, en particular alrededor
del más importante partido político en el África
francesa, la Reunión Democrática Africana (RDA), que
desde 1951 establece pactos de colaboración con Francia para
el proceso de “africanización” de los territorios
y se proyecta como una entidad supraterritorial en las elecciones
territoriales de marzo de 1957. (1)
Este proceso hacia la autonomía sería
acelerado tras la toma de posesión del general Charles de
Gaulle, como presidente de Francia en mayo de 1958. Enfrentado a
los imperativos de la integración francesa en el ámbito
europeo, la recuperación del poderío económico
y militar, los problemas financieros que implicaba la plena integración
de los territorios y el ascenso de los nacionalismos militantes
ejemplificados por la guerra en Argelia, se decide someter al país
un proyecto constitucional que definiría las relaciones entre
Francia y sus territorios del África. Hecho público
en septiembre de 1958, este borrador establecía la existencia
de una comunidad de intereses y vínculos entre ambos, pero
se reconocía la naturaleza particular de los territorios,
en tanto estados. París mantendría sus intereses económicos
y estratégicos, pero los estados comunitarios podrían
abandonar el vínculo común y obtener la plena independencia,
de ser solicitado y negociado. La votación de 4 de diciembre
de 1958 mostró la voluntad de los territorios del África
francesa y Madagascar, excepto Guinea, de mantener su pertenecía
al ámbito francés, si bien ahora en calidad de repúblicas
constitucionales, autogobernadas y separadas entre sí. Este
nuevo orden de cosas prevalecería por espacio de un año,
hasta que, en septiembre de 1959, se inicia en Mali y Senegal un
proceso hacia la independencia completa que llega a extenderse a
todos los territorios franceses entre junio y agosto de 1960.
(2)
En el Congo Medio, el proceso se ajustó
por lo general a este proceso constitucional. La influencia del
partido Reunión Democrática Africana se notó
en el territorio, por lo demás políticamente lánguido
y menos activo económicamente, al enviar delegados al tercer
congreso de la organización celebrado en Bamako, en marzo
de 1957. La implantación de la constitución de diciembre
de 1958 llevó al poder a una facción nacionalista
de naturaleza conservadora, filo francesa y cuya principal base
de apoyo se concentraba en las comunidades étnicas de filiación
Bakongo, situadas en la porción sur del territorio y más
transculturadas por la relación con los europeos y el mundo
exterior. Un ex-abate católico, Fulbert Youlou, representante
de esas tendencias, asume la autoridad del gobierno autónomo
territorial del Congo francés, en Brazzaville, en 22 de noviembre
de 1958. Aunque las contradicciones etnoculturales entre grupos
norteños y sureños ocasionaron no escasas inquietudes
durante el periodo de la comunidad con Francia, el país exhibió
una envidiable estabilidad interna, para bien de sus 794,577 habitantes,
entre los cuales se contaban entonces unos 10,000 europeos residentes.
Sociedad eminentemente agrícola, con buena porción
de su población residente en aldeas tradicionales, orientada
a la exportación de productos ecuatoriales y al beneficio
de ciertas vetas minerales con destino a los mercados europeos,
por el importante puerto atlántico de Pointe Noire, no parecía
un candidato para llegar a la soberanía en medio de conmociones
sociales como las que comenzaban a perturbar otros estados del África
Central. (3)
Dos partidos políticos marcaban el panorama
político y las diversas tendencias entre los nuevos gobernantes
nacionalistas que fundaban la nueva entidad centroafricana. Como
en toda África subsahariana, en el Congo Brazzaville los
partidos de la independencia se fundaban sobre una base de naturaleza
etnocultural, más que en una militancia ideológica
determinada. Este factor resultaba tanto una constante como una
determinante del proceso político congolés, y no debe
perderse de vista para comprender los avatares domésticos
y sus relaciones con las alianzas internacionales de los sucesivos
gobiernos del país durante el periodo que historiamos. El
gobierno de La Habana, marcado con sus propias obsesiones conceptuales
y reduccionismos ideológicos, amén de la arrogancia
militarista de sus líderes, tendió a soslayar estas
realidades en más de un episodio de sus proyecciones en el
continente negro, enfrentando fracasos severos que su historia oficial
ha tenido siempre a bien escamotear en medio de hagiografías
y lucubraciones sobre la solidaridad revolucionaria y los indelebles
lazos de sangre “latino-africanos.”
Autoritarismo y próceres, 1960-1963.
Como la mayoría de los estados independientes
subsaharianos, donde los gobiernos establecidos con la independencia
resultaron representar particulares sectores étnicos envueltos
en la discursividad de un nacionalismo aún difuso, mixturado
con elementos ideológicos tomados de las doctrinas vigentes
en la época, no siempre compatibles con las peculiaridades
locales, Congo Brazzaville se vio sujeto desde temprano a un experimento
de gobierno “nacional” teñido de autoritarismo
doméstico, revestido de formas parlamentarias de apariencia
respetable. La administración del presidente Youlou, que
representaba el predominio político de la comunidad Bakongo
(47% de población) por medio del partido Unión Democrática
(UD), pareció inclinarse pronto a un régimen conservador
dispuesto a crear una suerte de coalición con la oposición
del Movimiento Socialista Africano (MSA), cuyos seguidores se movían
en un discurso más radical heredado del partido RDA de la
época francesa, y cuyo electorado se concentraba en las etnias
de las comarcas del norte. Éste arreglo o concertación
quedó establecido en diciembre de 1960 y duraría hasta
abril de 1962. (4)
El primer gobierno independiente de Youlou rápidamente
mostró su tendencia autoritaria, en particular tras el decreto
de una dócil Asamblea Legislativa dominada por el partido
de gobierno que sancionaba la concentración de los significativos
poderes del primer ministro, ministerios de defensa y del interior
en la figura del jefe de estado. Con el formal cambio de los órganos
del gobierno y estado a Brazzaville, el presidente Youlou acumula
enorme autoridad personal sobre los asuntos políticos y económicos
del país a lo largo de 1961, en especial tras la reorganización
de su gabinete con inclusión de figuras de la oposición
en los ministerios, tal el caso de Jacques Opangault, en la cartera
de justicia. En el primer semestre de ese año, la tendencia
autoritaria del gobierno congolés se agudiza con una reforma
constitucional avalada por condescendientes parlamentarios que establece
un estado presidencialista surgido de unas votaciones con candidato
único, donde el “victorioso” Youlou ofrece, a
modo de compensación, la vicepresidencia al partido de oposición
(marzo de 1961) (5).
La nueva constitución reformada establece pautas inequívocas
hacia un acendrado autoritarismo paternalista por parte de los “próceres
y fundadores de la nación”.
La coalición concertada entre partidos resultó
vulnerable a crisis y contradicciones marcadas por elementos de
personalismo, intereses encontrados y la latente rivalidad etno-regional,
en especial a inicios de 1962, cuando dimite el vicepresidente,
pero se mantiene la presencia ministerial del MSA. En lo adelante
las posibilidades de entendimiento y cooperación se estrechan
y la polémica partidista se agudiza. Esto, unido a una favorable
circunstancia económica generada por un importante convenio
de inversiones con Francia, alienta al presidente Youlou a obtener
de su aquiescente Asamblea Nacional la concesión de “poderes
especiales” para ejercer un gobierno por decreto, como primera
etapa para la institucionalización de un estado monopartidista,
en junio de 1962. Semejante pretensión entrañaba serios
riesgos políticos, a despecho de giras de buena voluntad
del ejecutivo por las comarcas del norte más reacias a lo
que percibían como la perpetración del control del
estado independiente por una élite partidista y étnica
Bakongo, occidentalizada y autoritaria. (6)
A inicios de agosto de 1963, el gobierno de Youlou
y su partido UD convocan una conferencia “nacional”
para discutir la implementación de un sistema de partido
único, que debía entrar en vigor a mediados de ese
mes. Para hacerlo en completo control de la situación, se
invoca un estado de excepción general que justificaba la
prohibición de toda actividad política de la oposición,
grupos regionales o sindicales mientras durase el proceso de implantación
del nuevo régimen de Brazzaville (8 de agosto). Desafiado
por los sindicatos y la oposición, se convoca una nutrida
huelga en la capital, a la que el gobierno responde con las fuerzas
de la gendarmería, desatándose una serie de choques,
disturbios urbanos, saqueos de edificios y asaltos contra instalaciones
públicas, con un número apreciable de bajas por ambas
partes (12-15 de agosto). A la resistencia de los sindicatos y otros
grupos sociales vinculados con la oposición del MSA, se unirán
inesperadamente las unidades de las modestas fuerzas armadas congolesas,
participación que fuerza la dimisión de Fulbert Youlou
y su gabinete, arrestados por los insurgentes, en 15 de agosto de
1963. Un gobierno provisional convenido entre el alto mando de las
fuerzas armadas dirigido por el comandante David Moutsaka, los jefes
sindicales, la oposición socialista y aun ciertos disidentes
del depuesto gobierno, entra en vigor un día después,
con el propósito de “normalizar” la vida del
país (7).
Un proceso de cambios acelerados se insinuaba.
El proyecto revolucionario, 1963-1968.
La “revolución popular” de agosto
de 1963 en Brazzaville, introduce por vez primera a la oficialidad
y las fuerzas armadas como elementos del juego político congolés,
sentando un precedente que se hará cada vez más evidente
en los acontecimientos ulteriores. Pero en ese momento, los mandos,
y en particular el comandante Moutsaka y sus colegas, repudiaron
el cesarismo a favor de un gobierno civil que se esperaba reestableciera
los fundamentos de un estado parlamentario y representativo, más
que los intereses de un caudillo, partido o grupo regional, amparados
por la conveniente retórica nacionalista. El prometedor gobierno
civil se encomendó a un disidente del antiguo gabinete, Alphonse
Massemba-Debat, quien también procedía de las mismas
filas partidistas y el grupo étnico que el depuesto presidente
Youlou (8). Esto
último lanzaba una señal perturbadora a las comunidades
septentrionales y a no pocos oficiales de las fuerzas armadas de
igual procedencia. De otro modo se explica, pues la etnia Bakongo
había sido la más expuesta a la influencia cultural,
educativa, de la dominación francesa y aportaba buena porción
de los grupos de congoleses educados vinculados, desde las reformas
de 1956-1958, a la administración del nuevo estado.
Pero Massemba-Debat y sus aliados políticos
del MSA parecían poseer otro proyecto social para el Congo
Brazzaville. En los cuatro meses que siguieron su entronización,
se preparó un nuevo proyecto de carta magna que, sometido
a consulta amplia, fue aprobado en 8 de diciembre de 1963. De aquí
salieron dos decisiones fundamentales: el establecimiento de una
Asamblea Nacional, de 55 diputados electos sobre una lista única
de candidatos elaborada por el gobierno, y el establecimiento de
un sistema unipartidista con la disolución de los dos partidos
principales y su fusión en el Movimiento Nacional Revolucionario
(MNR), cuyo candidato presidencial, único e indiscutido,
Massemba-Debat, fue elegido por un colegio de compromisarios del
partido. Un científico, Pascual Lissouba, era seleccionado
vicepresidente (9).
La renovada estructura del estado unipartidista, de incipiente discursividad
socialista, estaba culminada en 24 de diciembre de 1963.
Dentro de las constantes contradicciones de pronunciamientos
y acciones que matizan las trayectorias de los estados tercermundistas,
y en particular los de África Negra, nos debía escandalizar
que, el derrocamiento de un régimen nacionalista de corte
autoritario, personalista y caudillista, precisamente por la conculcación
de los derechos políticos de parte de sus ciudadanos, y el
intento de emplear la fuerza del estado para consolidar un arreglo
jurídico que sustentase una indisimulada tendencia hacia
la dictadura constitucional, fuese sustituido justamente por un
estado de cosas casi idéntico, si no más elaborado
e igualmente étnicamente sesgado. Sólo que en materia
de enunciamientos ideológicos, Fulbert Youlou se proclamaba
conservador, prooccidental y católico, en tanto Alphonse
Massemba-Debat se decantaba por ser izquierdista, pro soviético
y socialista. Ambos, igual de autoritarios e intolerantes, eran
vistos entonces en el confuso entorno conceptual del mundo afroasiático
con disímiles perspectivas. (10)
Consolidado por el ejercicio del referéndum
constitucional que su base étnica en el sur del país
aseguró con evidente ventaja, el régimen de Massemba-Debat
se decanta abierta y aceleradamente por un modelo autoritario radicalmente
socialista, a la vez que en sus relaciones internacionales se proyecta
en demanda de reconocimiento y asistencia político-militar
con el bloque chino-soviético, durante los meses iniciales
del año 1964. Varios fueron los pasos que, entre enero y
diciembre de ese año, el gobierno de Brazzaville asume al
respecto:
1- Eliminar las importantes posiciones públicas
que habían conseguido los partidarios del derrocado gobierno
de Youlou en las importantísimas asambleas municipales de
Brazzaville, Dolissie y Pointe Noire, so capa de irregularidades
electorales. Al ser destituidos los funcionarios electos, son reemplazados
por afines al partido de gobierno. Con ello, las posibilidades de
actividad legal de los remanentes de la UD quedan anuladas (enero-febrero
de 1964).
2- Programa de radicalización en las actividades
empresariales, que comprendían la nacionalización
de la compañía aérea estatal Air Congo; los
transportes urbanos de Brazzaville, así como las compañías
de acueductos y electricidad (marzo de 1964). Por otro lado, se
manifestaban cautelosos en sus relaciones con importantes entidades
mineras francesas y americanas, con las cuales se establecen convenios
mixtos, donde el estado congolés mantiene un 15% de las participaciones.
3- Represión y control policial de aquellos
miembros de la oposición conservadora, amén de la
detención sin juicio de los miembros del depuesto gobierno.
4- El partido único, en la figura de su
secretario general, es el único intérprete de la vida
socio-política nacional y coordinador supremo de las actividades
económicas del estado sobre la base de la “doctrina
del socialismo-científico”.
5- Eliminación del sindicalismo independiente,
tanto laico como cristiano (estos últimos tras una indisimulada
persecución), y la integración forzosa de las uniones
obreras en un sindicato estatal único, la Confederación
Nacional de Sindicatos Congoleses, en diciembre de 1964.
6- Persecución de aquellos miembros de
la alta jerarquía, incluido el arzobispo de Brazzaville,
y sacerdocio católico que fuese crítico o poco adicto
a la naturaleza ideológica y social del régimen revolucionario.
La influencia católica era notable, pues se estimaban en
235,000 los fieles según el censo de 1962. (11)
Entre diciembre de 1964 y marzo de 1965, el régimen
del MNR agudiza su paranoia represiva so pretexto de una vasta red
de conspiradores domésticos en colusión con oscuras
fuerzas regionales e internacionales, para aniquilar a “la
revolución congolesa”. De modo que tanto sindicalistas
como fieles y sacerdotes católicos fueron incluidos como
desafectos temibles en una belicosa declaración del vicepresidente
Pascual Lissouba, donde implicó a infidentes domésticos
en una urdimbre preparada por los servicios secretos belgas, portugueses
y del vecino Congo Leopoldville, donde se anunciaban acciones punitivas
“para salvaguardar la independencia nacional”, medidas
que ya estaban ejecutándose al momento de la declaración
(12 de febrero de 1965). Las milicias armadas del MNR proceden a
atacar personas e instituciones que se perciben como focos de oposición
real o potencial al régimen de Massemba-Debat: el arzobispo
de Brazzaville, el presidente del tribunal supremo, el fiscal general
del estado y algunos periodistas independientes. Iglesia católica,
judicatura independiente y prensa independiente son claros objetivos
políticos en la “ofensiva revolucionaria” que
habrá de caracterizar el “nuevo curso violento y armado
de la revolución”, según se proclamó
por Massemba-Debat (29 de marzo) (12),
en ocasión de una reorganización del consejo de ministros
del régimen, donde se dio cabida a varios enérgicos
militantes de la extremista juventud del partido de gobierno.
Que la retórica no era vana, lo demostró
la serie de condenas emitidas por los “tribunales populares
revolucionarios” recomendados por sus aliados ideológicos,
que terminó por descabezar la oposición afín
al expresidente Fulbert Youlou, tras la fuga de este de una prisión
congolesa y su asilo en el vecino Congo Leopoldville, en marzo de
1965. Los procesos subsiguientes prodigaron largas penas de entre
15 y 10 años de prisión a varios ministros, entre
ellos los de exteriores, salud y educación, más otros
funcionarios que recibieron penas de menor cantidad. Esta serie
de purgas tuvo su colofón en ese septiembre, con la nacionalización
de la enseñanza publica y privada, así como la prohibición
de toda actividad educativa de la Iglesia Católica congolesa.
(13)
Las purgas contra los posibles elementos contestatarios
u hostiles no se limitaron a los percibidos como “enemigos
de clase” del proceso revolucionario, y se extendieron a las
filas del MNR, al desatarse conflictos entre los más adeptos
a la figura de Massemba-Debat y sus críticos dentro del partido
y gobierno, en especial a partir de enero de 1966, ocasión
en que el gobierno revolucionario publicó los estatutos del
partido MNR por el cual se le conferían las competencias
supremas en lo que a asuntos administrativos, legislativos, ideológicos,
judiciales y relativos a las fuerzas armadas se refería,
concentrando un enorme poder en manos del presidente Massemba-Debat
(14), quien aun
así no se sentía lo suficientemente seguro como para
confiar en sus propias estructuras políticas y militares,
debiendo recurrir al gobierno de La Habana para asegurar su propia
protección y la creación de una fuerza militar paralela,
las milicias revolucionarias o “guardia cívica”,
como efectivo instrumento de control social armado, movilización
de las fuerzas partidarias en la base Bakongo de su estado y como
contrapeso del menos confiable estamento militar heredado del régimen
colonial. La sustitución del vicepremier Lissouba por el
“más adepto” Ambroise Noumazalay, en abril de
1966, y la remoción del presidente de la Asamblea Nacional,
un mes después y por análogas razones, reforzaba la
deriva hacia un modelo de mando cada vez más caudillista.
Entre las medidas paralelas a las purgas en el partido y gobierno,
estaban aquellas encaminadas a “depurar” la oficialidad
de las fuerzas armadas de aquellos oficiales que se consideraban
poco confiables, en especial aquellos cuya procedencia étnica
era norteña. A despecho de los fundamentos del socialismo
científico africano, el substrato del proceso revolucionario
radicaba más en imperativos etnológicos que filosóficos.
Sin embargo, estas persecuciones contra miembros
de su entorno, la evidente discriminación hacia sectores
particulares de las fuerzas armadas y la evidente dependencia del
presidente y su gobierno de la protección militar y asesoría
política de Castro, llevarían a un serio desafío
en forma de intentona de golpe de estado militar alentado por una
serie de oficiales purgados, en coordinación con grupos de
ciudad años descontentos, y que pondrían el régimen
al borde del derrocamiento, sacudiendo su confianza revolucionaria
de modo irreversible (junio de 1966).
Una nota sobre política exterior nacionalista.
Cuando el Congo Brazzaville accedió a la
independencia, entre sus prioridades exteriores se hallaba mantener
las estrechas relaciones con Francia, vista como indispensable mentor
en las esferas de seguridad y economía para el despunte del
nuevo estado, así como el tratar de conservar los tradicionales
vínculos humanos y comerciales con los antiguos asociados
del África Ecuatorial Francesa, Gabón, República
Centroafricana y Chad, con posibilidades de materializar acuerdos
aduaneros y de común defensa. Además, desde su ingreso
en las Naciones Unidas, en septiembre de 1960, el gobierno congolés
trató de concertar la formación de un bloque de estados
africanos moderados para proponer soluciones a crisis continentales,
como la que amenazaba descontrolarse en el Congo Leopoldville o
entonces ensangrentaba a Argelia, y así oponerse a las totalizadoras
pretensiones de representatividad de África por parte de
los gobiernos izquierdistas de Ghana, Guinea, Mali y Egipto. De
hecho, a inicios de la crisis política en el vecino Congo
Leopoldville, el recién independizado régimen de Youlou
se declaró solidario con el moderado presidente Joseph Kasavubu
en sus diferencias con el exaltado premier Patrice Lumumba (15).
Ambos compartían lazos étnicos Bakongo y presidían
organizaciones políticas cimentadas sobre esa realidad cultural.
Producto de este protagonismo de tendencia moderada
y filo francesa, era difícil prever que el gobierno de Brazzaville,
calificado por los jefes de estado más radicales como eminentemente
“reaccionario” en sus posturas internacionales y regionales,
en menos de un lustro pudiese bascular en la misma tónica
que sus críticos de Accra, Conakry o El Cairo. Por ahora,
entre 1961 y 1963, la orientación africana del cada vez más
autoritariamente doméstico gobierno de Youlou, parecía
reforzar las posiciones de aquellos países estrechamente
asociados a París y sus intereses mantenidos después
de la oleada de independencias de inicios de la década del
Sesenta. La creación del conservador “grupo de Brazzaville”
en marzo de 1961, entrañaba un desafío a aquel otro
organizado en Casablanca, pero de signo absolutamente encontrado.
La comunidad aduanera con sus vecinos desde el Gabón a Chad,
reforzaba los antiguos lazos heredados de la época de la
mancomunidad francesa, tendiendo a preservar una suerte de regionalización
basada en una estabilidad que convenía tanto a los gobiernos
moderados implicados como a los intereses geopolíticos de
Francia, inquieta ante la inestabilidad política en Camerún
y el antiguo Congo Belga. Brazzaville, además, se pronunciaba
crítico para con las acciones de la ONU en la secesionista
provincia de Katanga, en el inmediato Congo Leopoldville (16).
Dentro de todo este ejercicio panafricanista de Youlou se insertan
sus varios itinerarios de estado a inicios de 1962 para establecer
más profundos lazos económicos, financieros y militares
con Camerún, Chad, República Centroafricana y Gabón,
limando diferencias con éste ultimo, con vistas a mayor protagonismo
en la cumbre de estados francófonos celebrada en Guinea,
en octubre. Es interesante señalar que a despecho de su moderación,
Congo Brazzaville se pronunció a favor de crear un fondo
de asistencia económica y brindar su territorio para el establecimiento
de campos de entrenamiento para las guerrillas antiportuguesas de
Angola, asunto sensible discutido en la cumbre panafricana de Dakar,
en enero de 1962, y que parece constituir un antecedente de un involucramiento
más firme de las autoridades congolesas en el conflicto colonial
inmediato. (17)
Francia constituía el vínculo internacional
capital de Congo Brazzaville desde agosto de 1960, y sus relaciones
fundamentales en los proyectos regionales y desarrollos domésticos
planeados por el nuevo estado. Con menos de un millón de
habitantes a inicios de 1960, cifra que sólo se alcanzaría
a inicios de la década siguiente, una economía eminentemente
agrícola, orientada a la exportación de ciertos frutos
del trópico y una prometedora posibilidad de explotaciones
minerales, el país precisaba de franco acceso a inversiones
y mercados seguros, como los que gradualmente se habían establecido
con la metrópoli desde la institucionalización del
territorio bajo dominio galo. Uno de los grandes proyectos económicos
del gobierno de la UD entre 1960 y 1963 era el aprovechamiento de
las inmensas capacidades del país para crear un complejo
hidroeléctrico que serviría para el fomento de la
minería, que el gobierno de París, deseoso de mantener
su influencia, se mostraba dispuesto a patrocinar tras conversaciones
en 1961-1962. Este enorme diseño se estimaba en 250 millones
de francos, que serian proporcionados en su mayoría por fuentes
francesas. Además, en la tónica de otros convenios
con antiguos territorios, Francia conservaba una presencia militar
determinada en Congo Brazzaville, así como mantenía
vínculos de intercambio académico, instrucción
de oficiales y remisión de material a las fuerzas armadas
congolesas, en particular su rama aérea. (18)
El régimen revolucionario de Massemba-Debat,
sin optar por un alejamiento de la esfera de interés económica
francesa, inicia un dramático viraje de la diplomacia mantenida
desde finales de 1960. Una de las primeras proyecciones de la cancillería
congolesa, en la persona de su ministro Charles Ganan , fue un prolongado
periplo por los principales estados del bloque comunista, con el
propósito de presentar la plataforma ideológica del
nuevo estado, conseguir el reconocimiento diplomático y con
ello asistencia económica, política y militar para
consolidar la “revolución de agosto”. De semejante
ejercicio se consiguen relaciones formales con Moscú y Pekín,
en marzo y abril de 1964. Un mes después, Brazzaville y La
Habana formalizan vínculos estatales y dan inicio a una relación
que se hará cada vez más íntima y comprometida.
Por otro lado, la tradicional amistad con el gobierno del Congo
Leopoldville se deteriora desde la toma del poder por Massemba-Debat,
quien califica a aquel de partidario “del imperialismo”,
aceptando públicamente una alianza con la insurgencia marxista
que se desata en las comarcas orientales del inmenso vecino, acogiendo
al “consejo de liberación nacional”, presidido
por Christopher Gbenye. Más aún, se les ofrece una
base de entrenamiento de guerrillas en Gamboma, al norte de Brazzaville,
donde serían adiestradas por asesores chinos, desde junio
de 1964 según la versión dada por la prensa, aunque
otras fuentes apuntan a una apertura muy anterior. (19)
Brazzaville se distanciará a lo largo de
1964-1965, y en particular por su posición ante la nueva
crisis surgida en el Congo Leopoldville, de sus posiciones sostenidas
en el ámbito africano. Ahora se producen acercamientos personales
y diplomáticos entre los gobernantes revolucionarios congoleses
y los radicales líderes de Ghana, Mali, Guinea, Sudán
y Egipto, mostrándose dispuestos a secundar propuestas de
intervención “solidaria” a favor de los rebeldes
de izquierda atrincherados en el remoto oriente del Congo Leopoldville,
como se atestiguaría durante el largo itinerario diplomático
del “Che” Guevara por esos estados radicales africanos,
a finales de 1964. Por otro lado, Massemba-Debat dio curso a una
serie de actos de hostigamiento a la representación diplomática
norteamericana en el país, aunque cuidándose de romper
del todo las relaciones. Éstos y otros desempeños
le valieron una cálida recepción en Moscú,
en agosto de 1965, justo en el segundo aniversario de su toma del
poder. Es curioso apuntar que, ante el fracaso del experimento guerrillero
guevarista y el golpe de estado militar que coloca al coronel Joseph
D. Mobutu en control de Congo Leopoldville, las relaciones entre
los ideológicamente hostiles Massemba-Debat y Mobutu se normalizan
a finales de 1965 (20).
Curiosa empatía quizás surgida de la misma naturaleza
golpista y mesiánica de ambos “próceres de la
patria.”
La carta congolesa de Cuba, 1964-1966.
Hemos mencionado que en mayo de 1964, Cuba y Congo
Brazzaville establecieron relaciones diplomáticas, y pronto
se estableció una directa comunicación entre ambos
estados revolucionarios que se enorgullecían de su militancia
socialista y tercermundista, en tanto miembros del radicalismo más
estentóreo de la cruzada “antiimperialista” mundial.
La visita de Guevara, relacionada con el proyecto congolés
concebido por Castro y él, en colaboración con Ben
Bella, abriría insospechadas posibilidades de cooperación
estratégica y de consolidación interna para el gobierno
de Brazzaville. Es claro que el régimen de Massemba-Debat
ofrecía una de las oportunidades que Castro buscaba afanosamente
para proyectar su influencia revolucionaria en África y combatir
los intereses occidentales, en particular los de los Estados Unidos.
La ideologización extrema de la política exterior
castrista presuponía el ejercicio de solidaridad en favor
de aquellos regímenes que, como el de Brazzaville, compartían
la visión revolucionaria sobre el futuro de África
y el Tercer Mundo. La percibida vulnerabilidad política del
gobierno de Massemba-Debat, en sus continuadas purgas contra amigos
y adversarios, la latente amenaza de unas fuerzas armadas modeladas
aún bajo códigos heredados de la potencia colonial
y las conflictividades étnicas intestinas hacían a
este remoto país centroafricano un ideal teatro para el ejercicio
del paternalismo revolucionario de la Cuba de los Sesenta, que aunque
trataba de sepultarlo retóricamente, no dejaba de desdeñar
a los líderes revolucionarios africanos, tanto como a no
pocas de las guerrillas y organizaciones armadas que pululaban la
geografía continental, como incapaces de “vencer al
colonialismo e imperialismo” por iniciativa y medios propios,
y a los que los revolucionarios cubanos debían mostrar cómo
conseguir, consolidar y defender sus proyectos de liberación
nacional. (21)
Durante la corta estancia diplomática de
Guevara en Brazzaville, en enero de 1965, se perfila la importancia
estratégica del antiguo Congo Medio para los proyectos intervencionistas
de Cuba, a pesar de sus escasos recursos económicos y humanos.
La inmediatez al Congo Leopoldville, Cabinda y Angola resultaban
especialmente prometedores para alentar movimientos insurgentes
de inspiración castrista o radicalmente antioccidentales,
en especial el primero, que era visto en La Habana como el más
promisorio de los teatros de operaciones en África Negra.
Cuba se decidió a actuar por la presencia del “gobierno
revolucionario congolés en el exilio”, cuyos líderes
comulgaban con las tesis guevaristas y castristas, así como
de una presencia política y militar de la China, que Castro
veía tanto como potenciales aliados, como posibles rivales,
pero siempre imposibles de ignorar entonces, en la cruzada contra
los norteamericanos en África Central. Por otro lado, los
agentes de inteligencia y diplomáticos cubanos habían
señalado la interesante presencia en Brazzaville del marxista
Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), bien promocionado
pero dudosamente combativo, más allá de infructuosas
incursiones a lo largo de los bordes de Cabinda. (22)
Guevara se entrevistó en Brazzaville, además
de con Massemba-Debat, con Gastón Soumaliot, del Consejo
de Liberación Nacional (CLN) congolés, y con Agostinho
Neto, del MPLA, para coordinar las diversas gradaciones de la asistencia
cubana a éstos, aunque la prioridad de los esfuerzos de La
Habana se orientaba a conseguir la victoria del CLN en el Congo
Leopoldville, cuyas consecuencias serían decisivas para la
ulterior “liberación nacional” de Angola. Al
débil MPLA se le recomendaba establecer lazos directos con
Cuba para discutir los términos de una posible asistencia
político-militar cubana (23).
Al parecer, también se pareció prometer a Brazzaville
una garantía de seguridad militar cubana y quizás
algún tipo de contribución económica de aliados
más solventes, como Argelia, por su cooperación estratégica
en la “Operación Congo” de Cuba. Durante el proceso
de intervención cubana en la guerra civil congolesa desde
santuarios en Tanzania y Congo Brazzaville, este último país
recibió, por Pointe Noire, varios cargamentos de armas y
embarques de tropas procedentes de Cuba, en buques mercantes, entre
enero y septiembre de 1965, entre ellos:
1- La motonave “Sierra Maestra”,
con carga de pertrechos militares, zarpa de La Habana, en enero
de 1965, con destino declarado a Argelia, uno de los principales
eslabones de la operación cubana en el Congo Leopoldville.
2- El buque mercante “Camilo Cienfuegos”,
en La Habana, recibe un trasbordo de un carguero soviético,
presumiblemente con material sensible destinado a Argelia y al Congo
Brazzaville, en ese mismo mes de enero de 1965.
3- En septiembre de 1965, cuando languidecía
la insurgencia congolesa dirigida por los cubanos, zarpó
de Santiago de Cuba el mercante “El Uvero”, con un cargamento
de mercancías, armas y tropas cubanas con destino al gobierno
del Congo Brazzaville, tal y como éste reconoció algún
tiempo después. (24)
Cuando Guevara, a finales de 1965, decidió
retirarse de la zona de operaciones del Congo Leopoldville, por
indicaciones de La Habana, decidió remitir sus dos batallones
de tropas regulares negras cubanas al Congo Brazzaville para establecer
un nuevo santuario para las guerrillas que, bajo Pierre Mulele,
operaban en las comarcas de la provincia de Leopoldville, a despecho
de las promesas de Castro a los líderes del CNL de extraer
sus fuerzas del conflicto y facilitar el proceso de reconciliación
nacional alentado por los estados de la Organización de Unidad
Africana (OUA) (25).
La redislocación de las unidades cubanas que se trasladaron
por mar desde Tanzania al Congo Brazzaville, entre enero y febrero
de 1966, se efectuó en completo secreto y con la completa
anuencia de Massemba-Debat, tras serle solicitado por Castro. El
régimen de Brazzaville se adscribía plenamente a la
proposición de La Habana de no abandonar su intentona revolucionaria
en el Congo Leopoldville, a contrapelo de los propios revolucionarios
congoleses, y ofrecía su territorio como privilegiada base
para la introducción de armamentos, tropas y abastos en las
comarcas insurgentes próximas a la frontera común.
(26)
Dos acontecimientos cambiarían totalmente
el diseño estratégico cubano en el Congo Brazzaville,
uno de ellos, decisivo, fue la decisión de Castro de forzar
la retirada de Guevara y sus oficiales del país, tras una
serie de filtraciones aparentemente originadas en la inteligencia
de China y Tanzania, que amenazaron con el desprestigio diplomático
y político cubano ante los estados más radicales de
la OUA, por intentar forzar un proceso revolucionario que estaba
condenado a la negociación política. Otro, la negativa
del guerrillero Pierre Mulele -que en absoluto precisaba de la asesoría
cubana para librar su insurgencia, que se reputaba afín a
las tesis de China- a cooperar con Guevara y Castro, de los que
desconfiaba y a cuyas aperturas contestó con el silencio.
(27)
El fracaso del proyecto congolés forzó
una reconsideración de la política de Cuba en África
a inicios de 1966, que se manifestó en una serie de opiniones
acerca de las potencialidades revolucionarias del continente africano,
que fueron establecidas como política de estado por Castro,
y que difundidas por sus diplomáticos y agentes de influencia,
moldearían las proyecciones de poder de La Habana en el Continente
Negro por espacio de la década siguiente. Podemos establecer
ciertos tópicos de interés al respecto:
1- Los regímenes revolucionarios socialistas
y antioccidentales poseían una base social frágil
y eran políticamente vulnerables, inmaduros y propensos a
las confusiones ideológicas, de modo que las elites nacionalistas
y “progresistas” ofrecían un prometedor espacio
para la penetración y maniobra política de los diplomáticos
e inteligencia cubanos.
2- Para conseguir la victoria en la “lucha
de liberación nacional”, las “fuerzas progresistas”
africanas precisaban asistencia internacionalista por parte de Cuba.
3- Para que tales propósitos fructificaran,
era indispensable la creación de una élite revolucionaria
leninista, “destribalizada” y formada en la ideología
revolucionaria cubana en instituciones al efecto ubicadas en Cuba
y manejadas por instituciones civiles y militares gubernamentales
vinculadas con la “esfera de la solidaridad internacionalista”.
4- Sólo la asistencia militar y política
de Cuba podía salvar al África de sus debilidades
culturales y tribales, las ambiciones “imperialistas”
occidentales y la deshonestidad que, a juicio de los exaltados puristas
del castrismo, exhibían en sus tratos tercermundistas ciertas
burocracias del bloque soviético.
Castro creía que las revoluciones africanas
debían ser salvadas para el socialismo mundial a pesar de
ellas mismas, y la presencia político-militar cubana en Guinea
y Congo Brazzaville eran pasos seminales, tanto como el compromiso
de asistencia, entrenamiento militar y dirección ideológica
a las endebles guerrillas marxistas del África Portuguesa.
(28)
Una apreciación etnocultural sustentaba
la tesis oficial de la “misión histórica de
la revolución cubana” en el África subsahariana,
al considerar que “el internacionalismo” militante,
militar y místico se fundaba en la comunidad de ancestros
entre Cuba y África, lo que parecía más que
suficiente legitimidad para asistir a los movimientos políticos
insurgentes, en especial en las posesiones portuguesas. Ese “deber”
para con los “africanos del África”, que incluya
entre posibles maniobras diplomáticas el interés de
Cuba en ser por ello admitida en el seno de la Organización
de Unidad Africana (OUA), se ejecutaría a contrapelo de cualquier
consideración que no fuese la lógica revolucionaria
emanada de La Habana, de modo que los “africanos de ultramar”
retornarían al suelo africano, como con alguna exaltación
recordaba el embajador cubano en Tanzania, para derramar su sangre
en la misión de salvar al continente. A los imperativos hemáticos,
se agregaban los ideológicos del castrismo, su aversión
hacia cualquier variante del “imperialismo y el colonialismo”,
y la solidaridad y responsabilidad de Cuba para con los movimientos
de liberación. En referencia a los acontecimientos en el
Congo Leopoldville a finales de 1965, el discurso oficial castrista
recordaba a unos y otros su vocación de no enfundar las armas
en ningún escenario (29).
Es claro que entonces, como luego sería constante, el énfasis
belicoso de los pronunciamientos resultaba directamente proporcional
al nivel de frustración de los ambiciosos planes de subversión
y foquismo.
Para febrero de 1966, algo después de lo
antes narrado, en el Congo Brazzaville habían recalado las
tropas evacuadas desde Tanzania, veteranos de las luchas en el Congo
Oriental. De los dos batallones que se redislocaron con el propósito
de intervenir en el frente de Mulele, al parecer uno fue retirado
gradualmente, una vez que se desistió del plan y Guevara
regreso a La Habana. El otro, quizás reforzado, fue destacado
en parte en la base de Dolissie, sobre el ferrocarril Ocean-Congo,
a medio camino entre Pointe Noire y Brazzaville, aunque algunas
fuerzas pasarían a la capital para actuar como custodios
de la presidencia y los personeros del estado revolucionario. Para
entonces, en el campamento principal parecen haberse iniciado los
entrenamientos de las guerrillas del marxista MPLA angoleño.
De acuerdo con testimonios oficiales, esta tropa regular de las
fuerzas armadas cubanas contaba con entre 500 y 600 militares, y
ya había tomado las posiciones mencionadas para marzo de
1966, cuando sus misiones quedaron constreñidas a proteger
a Massemba-Debat (por expresa petición de éste a Castro)
y preparar las guerrillas angoleñas que debían infiltrarse
en el enclave de Cabinda. (30)
Vale significar que, por entonces, sin abandonar
el compromiso revolucionario tercermundista, tal y como reiteraban
las declaraciones finales de la conferencia tricontinental, cierto
es que los objetivos tácticos se hacían más
discretos y alcanzables, en particular tras el derrocamiento del
gobierno de N. Nkrumah de Ghana, en febrero de 1966, por sus propios
oficiales y ejército, a la manera en que A. Ben Bella lo
había sido medio año antes en Argelia. Los regímenes
personalistas y autoritarios del procerato independentista comenzaban
a percibirse amenazados por la más significativa de las instituciones
de los noveles estados, la castrense, y ello les forzaba a hallar
medios de originar garantías político-militares paralelas
y leales. Tales eran, en particular, las apreciaciones de Massemba-Debat,
en el Congo Brazzaville, y de Sekou Toure, en Guinea. Proteger estos
aliados ideológicos, que prometían singulares ventajas
logísticas para una presencia prolongada en África,
constituirá una de las más peculiares encomiendas
cubanas en el continente. (31)
A semejante empresa se le unirá, en ambos
países mencionados, el establecer santuarios y bases de adiestramiento
para las guerrillas marxistas orientadas a combatir la presencia
colonial de Portugal, a tono con las decisiones promovidas por la
OUA, acción encubierta que encerraba numerosas posibilidades
de exaltar los compromisos tercermundistas del régimen revolucionario
cubano y, no en grado inferior, disipar la impronta de su malograda
empresa contra Leopoldville, dirigida a derrocar un gobierno reconocido
por la propia OUA. Las estrechas relaciones interestatales desde
su establecimiento formal en mayo de 1964, el acelerado ritmo hacia
la socialización de la vida congoleña, el entusiasta
apoyo brindado a Guevara y sus proyectos allende el río Congo,
acercarían a los gobiernos radicales y revolucionarios de
Brazzaville y La Habana. Durante 1965, con la inclinación
del gobierno de Massemba-Debat a “profundizar la revolución”,
según las tesis inspiradas en los modelos cubano y chino,
y que los consejeros de ambas procedencias promovían entre
los funcionarios congoleses. La notoria inclinación del régimen
a percibir conspiraciones domésticas y conjuras externas,
el endurecimiento en asuntos religiosos y las purgas subsiguientes,
eran vistas con beneplácito por Castro y su entorno (32).
Con delectación debieron notar el creciente deterioro de
las relaciones del Congo Brazzaville con los Estados Unidos y Francia,
tildados de promotores de conjuras y complicidades con elementos
disidentes y partidarios del derrocado Youlou.
La atmósfera política congolesa y
el espíritu de Massemba-Debat parecían estar lo suficientemente
viciados como para poner en práctica un procedimiento favorito
del castrismo con vistas al “fortalecimiento de la revolución”.
En este caso, consolidar el poder autocrático del presidente
mas allá de los conjuros de la legalidad revolucionaria,
con la creación de una milicia política, entrenada,
armada y dirigida por consejeros militares cubanos, y procedentes
de los grupos más militantes de la juventud del partido de
gobierno, en número de alrededor de 1,500 efectivos (33).
Además, un grupo selecto y bien pertrechado de militares
del batallón cubano quedaban asignados como guardia presidencial
en Brazzaville, listos a cubrir a la cúpula congolesa en
cualquier contingencia. El ejército regular, con apenas entre
1,400 y 1,800 alistados y su oficialidad formada a la usanza francesa
e integrada, en parte al menos, de personal procedente de las etnias
del norte del país, se estimaba poco confiable políticamente,
y a la luz de los acontecimientos acaecidos a N. Nkrumah, potencial
adversario por el poder. Con la milicia y los escoltas regulares
cubanos, Massemba-Debat contaba con una garantía para profundizar
su curso autoritario socialista, según lo pautado por los
estatutos de enero de 1966 y la reorganización del gabinete
y legislativo que le siguieron, donde aquellos miembros del gobierno
que eran proclives a posiciones pro-chinas fueron purgados, así
como lo fue parte de la jefatura castrense intermedia. (34)
Debe recordarse que si Massemba-Debat contaba con
la presencia de tropas regulares cubanas a su favor, a lo largo
de los estratégicos más de 500 kilómetros que
vinculaban la capital con el Atlántico, sus adversarios quizás
tuviesen la esperanza de que los asesores chinos en Gamboma les
hubiesen sido de algún concurso; si bien no está clara
la información al respecto, puede presumirse que, después
que la China se mostró favorable a las tesis de reconciliación
entre sus protegidos del “consejo de liberación nacional”
y el régimen del coronel Mobutu en el vecino Congo Leopoldville,
desde finales del 1965, su presencia y actividades militares en
la base de Gambona parecían innecesarias. Como los gobiernos
revolucionarios de Pekín y La Habana habían chocado
ideológicamente acerca del desenlace de la crisis congolesa
y los diplomáticos chinos habían conseguido que Tanzania
forzara la salida de las tropas cubanas de Guevara de sus bases
cercanas al Lago Tanganyka, es interesante presumir que en el Congo
Brazzaville, los diplomáticos y la inteligencia chinas intentasen
socavar la influencia de Castro, a quien, a despecho de los ejercicios
de independencia retórica del caudillo insular, consideraban
un eslabón de la proyección internacional moscovita.
(35)
Un golpe de estado, junio de 1966.
La prueba de los pretorianos en Brazzaville vendría
a escasos meses de estar acantonados en aquellas latitudes ecuatoriales.
Su presencia seria determinante en la defensa del gobierno de Massemba-Debat
y sus seguidores frente a un sorpresivo pronunciamiento militar
de las tropas regulares congolesas, en junio de 1966. Aprovechando
la ausencia del presidente, quien participaba de una cumbre regional
de estados francófonos en Madagascar, un grupo de oficiales
dirigidos por Marian Ngouabi, secundados por tropas de la guarnición
de la capital y partidarios de Lissouba, se hicieron de edificios
gubernamentales, sedes del partido único, instalaciones públicas
y algunos otros objetivos de interés para controlar la ciudad
y sus 136,000 sorprendidos habitantes. Embargados tanto por el pánico
como por el desconcierto “(…) los principales dirigentes
políticos se refugiaron en el estadio [de Brazzaville] protegidos
por la guardia presidencial (…)”, así como por
las milicias del partido. En esta situación, los oficiales
cubanos destacados en la ciudad, entre los que parece haberse hallado
J. Risquet en posición de mando, asumieron la defensa de
los funcionarios, familias y seguidores para mantener en funcionamiento
aparente el estado y gobierno, y a la vez, decidieron intervenir
y aniquilar la intentona militar lanzando las tropas regulares cubanas
en Brazzaville contra los militares insurgentes. Es claro que semejante
paso tuvo que ser ordenado desde La Habana, por el propio Castro,
y que este no estaba dispuesto a experimentar el derrocamiento de
otro aliado íntimo en apenas doce meses y con ello quizás
perder un punto de penetración político-militar en
África Subsahariana. De modo que los 200 militares de la
custodia presidencial en la capital, secundados por los milicianos
congoleses y sus oficiales cubanos, rescataron al régimen
revolucionario y aplastaron a los golpistas, dispersando sus partidarios
civiles en pocas horas de lucha. Consolidado el control de Brazzaville,
Massemba-Debat retornó precipitadamente al país y
declaró, con calculada prudencia, que era voluntad de su
gobierno hallar una solución política a las causas
que habían motivado a los insurgentes civiles y militares,
con la promesa concreta de restituir a sus puestos aquellos militares
de carrera vinculados a la intentona. Hábil maniobra para
posar de magnánimo ante adversarios y enviar un mensaje de
confianza a los partidarios, desde la seguridad que el escudo militar
castrista le confería. Pero también aviesa, pues si
al parecer dejó reposar los acontecimientos, las represalias
hacia los complotados se harían efectivas en unos meses,
una vez estos, confiados, estaban absortos en sus ocupaciones. Por
otro lado, casi inmediatamente, y con el natural apoyo cubano, se
procedió a una reorganización de las fuerzas armadas,
para su conversión de una fuerza inspirada en la doctrina
de la potencia francesa en un cuerpo de naturaleza revolucionaria,
“nacional-popular”. Pero, del mismo modo, y como concesión
táctica a sus detractores en la oposición y las fuerzas
armadas, Massemba-Debat solicitó al gobierno de La Habana
hacer más discreta su presencia militar, relocalizándose
la mayoría de las tropas en Pointe Noire. No se ocultaba
al presidente congolés, que una de las razones del alzamiento
era la incomodidad de las fuerzas armadas con la presencia nada
disimulada de los militares cubanos en Brazzaville (36).
Parecía sentirse seguro con sus milicias comandadas por cubanos,
y la garantía que al otro extremo del ferrocarril de la costa
estaban acantonadas sus fuerzas de choque. En La Habana, no parecían
contemplar el éxito alcanzado en términos tan conservadores.
Aunque el episodio fue en su día poco menos
que oscuro y sigue ocupando un espacio de sombra en la corta historiografía
acerca del intervencionismo africano de la Cuba revolucionaria,
algunos espacios se le confirieron en la prensa local y foránea.
Así, es interesante observar que se hizo notar que una de
las razones más irritantes para el sector de las fuerzas
armadas que intentó derrocar a Massemba-Debat y su gobierno,
era la desembozada inclinación del régimen a confiarse
a “[…] un ejército privado profesional formado
alrededor de [ militares] cubanos negros […]”, como
al incremento del control partidista sobre el estamento castrense,
tras la creación de “un comando militar colectivo”
y un “departamento político especial para el adoctrinamiento
marxista de las tropas”, según el modelo introducido
en las fuerzas armadas cubanas desde inicios de la década.
Eso puede explicar que, en las fases tempranas de la intentona golpista,
los seguidores de Marien Ngouabi arrestasen al comandante en jefe
del ejército y al director asistente de la policía
de seguridad del régimen. Sin embargo, las dudas de los complotados
en actuar en contra de conspicuos funcionarios civiles y políticos,
entre los cuales se hallaba el premier A. Noumazalay, dejó
abierto un espacio para que éste aupase algunos de los más
arrojados de ellos y reclamara la vigencia del “gobierno revolucionario
legítimo” en ausencia de Massemba-Debat. Esto, a despecho
del control de calles e instalaciones significativas de Brazzaville,
resultó una fatal omisión táctica. La Habana,
enterada de las circunstancias, autorizó que sus tropas estacionadas
en suelo congolés, interviniesen contra los militares insurgentes
y “salvaran la revolución congolesa” de tremenda
conjura. El episodio atrajo la atención de la prensa norteamericana
hacia la presencia militar cubana en Congo Brazzaville, y que las
percepciones de las agencias de inteligencia acogidas en los rotativos,
calibraban con exactitud en sus propósitos. Según
éstas, después del golpe de junio de 1966, el régimen
de Massemba-Debat aparentaba más estabilidad gracias a la
influencia y garantías ofrecidas por Cuba y China. (37)
No obstante la victoria táctica de sus tropas
de choque en las calles de Brazzaville, en junio de 1966, La Habana
no consiguió poner a salvo a su aliado congolés de
los conflictos intestinos de la elite revolucionaria, o de las conflictivas
relaciones étnicas entre los revolucionarios de la etnia
dominante con sus rivales septentrionales. Ni tampoco disipar los
agravios latentes en el seno de la “reorganizada” oficialidad
media profesional, aunque no hubiese participado en el pronunciamiento
de Ngouabi. Desconociendo sus propias garantías, medio año
después del golpe fallido, Massemba-Debat y la cúpula
revolucionaria decidieron purgar posibles cómplices de los
militares amotinados, no escatimando órdenes de detención
y prisión contra militares en activo y funcionarios políticos,
so pretexto de una compleja madeja de conspiradores al interior
de las fuerzas armadas y las instituciones del estado. La paranoia
represiva, probablemente aconsejada por los diplomáticos
y asesores castristas y maoístas, llegó eventualmente
a la destitución del premier Nomazalay, a quien Massemba-Debat
debía el haber mantenido un hálito de resistencia
en el estadio de la capital. Entre diciembre de 1967 y enero de
1968, las declaraciones oficiales se caracterizan por su agresividad
y duras consecuencias internas.(38)
Vale señalar que oficialmente no se admitió
entonces participación alguna de los destacamentos cubanos
en Congo Brazzaville en la supresión del golpe militar. La
Habana no reconocía ante otros gobiernos semejante intervención,
menos ante su propio pueblo. La prensa estatal reseñó
la intentona de los militares congoleses, pero ante los despechos
cablegrafiados occidentales que mencionaban la participación
en la lucha de consejeros militares cubanos asignados al régimen
de Brazzaville, y la estrecha relación diplomática
y política entre Castro y Massemba-Debat, reaccionaba con
aspereza atacando a la United Press International por difundir información
“pérfida y mentirosa”, en varios artículos
principales, donde se desvinculaba a las autoridades insulares de
la turbulencia africana. Lejos de ello, proclamaba una declaración
de adhesión a Massemba-Debat por parte de los estudiantes
congoleses en la Isla, como muestra de su posición. En 30
de junio, Granma, alborozadamente, anunciaba que se había
aplastado “la rebelión reaccionaria” contra el
legítimo gobierno revolucionario congolés (39).
La línea editorial seguía las mismas interpretaciones
que los diarios del partido de gobierno congolés, sugiriendo
oscuras complicidades y “extrañas coincidencias”
en la serie de golpes de estado militares que habían estado
plagando numerosos estados del África Subsahariana, de los
que el Congo Brazzaville parecía constituir el más
reciente evento. (40)
Durante el periodo que media entre julio de 1966
y julio de 1967, Cuba reforzó sus vínculos militares
y políticos con Congo Brazzaville, en demanda y reforzamiento
de Massemba-Debat. Coincide este aval con el reforzamiento de la
naturaleza represiva de la “revolución congolesa”,
como se ha apuntado. En este escenario, Cuba refuerza nuevamente
su presencia militar en el país africano, destacando a Pointe
Noire, una fuerza de reemplazo de las unidades retiradas a mediados
de año. A inicios de 1967, el carguero “Manuel Ascunce
Doménech” zarpó de La Habana, con más
de un millar de “[…] hombres de raza negra, al parecer
de nacionalidad congolesa, vestidos de completo uniforme verde olivo[…]”;
le acompañaban sobre un centenar de cajas de madera que sugerían
contener armas, y que fueron descargadas en el muelle por camiones
militares. Este buque salió de Cuba en 15 de marzo de 1967,
y tocó suelo congolés el 31 del mismo mes (41).
Durante julio de ese año, Cuba ofreció posibilidades
de estudios a “cuadros” congoleses para formarse en
la Isla, en tanto el Congo Brazzaville hacia gala de posiciones
de solidaridad internacional para con Cuba durante reuniones tercermundistas
celebradas en el país africano. Massemba-Debat procede a
nombrar embajador en propiedad ante Castro, y se suceden delegaciones
congolesas a La Habana, que se entrevistan con el canciller Roa
y Osmany Cienfuegos, entonces encargado de ejecutar la política
de influencia cubana en el Tercer Mundo. Otras representaciones
de organizaciones políticas cubanas pasaban a Brazzaville
a “intercambiar experiencias y estrechar lazos solidarios”
en especial con respecto al manejo de las juventudes y sindicatos.
(42)
Pero La Habana no podía desconocer que,
en tanto sus lazos con Brazzaville se reforzaban, y su presencia
militar, aunque más discreta, seguía siendo igual
de significativa, el régimen revolucionario congolés
abría canales de entendimiento con Francia, tratando de obtener
convenios económicos favorables a proyectos de desarrollo
doméstico, y de paso mejorar el grado de los contactos con
la antigua metrópoli. Deseosos de la asistencia francesa,
los gobernantes del “socialismo científico” congolés
no excusaban críticas a la política de París
en el continente negro. Francos y revolución no parecían
incompatibles, aunque más de un observador de la escena africana
calificaba como “falta de coherencia” la política
exterior de Massemba-Debat. (43)
A inicios de 1968, la situación en Congo
Brazzaville se hace complicadamente confusa. Massemba-Debat destituye
a su premier A. Noumazalay (17 de enero) y comienza una letanía
de acusaciones de conspiraciones en el seno de las fuerzas armadas,
policía y aun entre la leal militancia de las juventudes
del MNR. El régimen estrecha los mecanismos de control social
en las principales ciudades y mantiene vigilancia sobre las sedes
diplomáticas extranjeras. En julio la situación llega
a grados inusitados de embrollo: Massemba-Debat anuncia que en vista
de una recién descubierta conspiración en el país
,las milicias y “grupos populares ”, adeptos al gobernante
y partido único, deben “tomar las calles” para
“proteger la revolución” de las intentonas contrarrevolucionarias.
Los militantes del MNR se encargan de detener presuntos disidentes
y opositores del régimen, entre los cuales se encuentra Marien
Ngouabi. Le sigue un incidente durante el cual seguidores del militar
golpista le liberan. En medio de la inquietud que embarga a los
156,000 habitantes de Brazzaville, Massemba-Debat anuncia que con
la anuencia del partido MNR, asume plenos poderes autoritarios bajo
un “Consejo Revolucionario”; quedando suprimidos los
órganos legislativos y partidistas existentes (44).
La emergencia en que se halla “la revolución congolesa”
justifica el paso del caudillo.
Catorce días más tarde, el ejército
congolés reacciona, oponiéndose a la decisión
presidencial y responde con una proclamación (emitida por
la radio de la capital) por la cual se hace del control del país,
destituyendo de sus funciones extraordinarias a Massemba-Debat,
en tanto que se decretaba la anulación de la carta constitucional
vigente. Es designado un “gobierno provisional” castrense
presidido por los capitanes A. Raoul (primer ministro) y M. Ngouabi
(presidente), siendo éste último el verdadero poder
entre las fuerzas armadas, y veterano líder de la anterior
intentona. En Brazzaville, entre el 17 de agosto y el 4 de septiembre
de 1968, se ven enfrentados dos entidades que pretenden encarnar
el espíritu legitimista de la revolución, un “consejo
revolucionario” del MNR frente a un “consejo nacional
de la revolución” de extracción cuartelaria.
Los choques armados entre las milicias y partidarios armados del
primero (unos 1,500 “guardias cívicos” adiestrados
por los cubanos) contra las tropas regulares del segundo (estimados
en un batallón de infantería, de 1,400 hombres, entrenados
originariamente por franceses), llevan a la declaración del
estado de sitio (30 de agosto) y la definitiva dimisión de
Massemba-Debat y la proclamación del “consejo nacional”
presidido por Raoul-Ngouabi (4 de septiembre) (45).
Escasamente dos años después de haber sido derrotados
por la intervención cubana en su contra, el ejército
congolés había derrocado su presidente y máximo
líder en un cruento y turbulento mes. Esta vez, el batallón
de combate cubano acantonado en Pointe Noire, a 516 kilómetros,
no se movió de sus cuarteles. La Habana parece haber dejado
a su suerte a su devoto aliado Massemba-Debat, y parecía
otear las nuevas realineaciones en el Congo Brazzaville (46).
Sin dudas, la valiosa posición geopolítica del país
centroafricano podía ameritar el sacrificio de lealtades
para con aliados políticos y milicianos adiestrados en su
día por los castristas. La valiosa posición logística
en Pointe Noire y la base de adiestramiento para guerrillas del
MPLA en Dolissie bien merecían un acomodo con los nuevos
regentes de la revolución congolesa.
Acomodos, oportunismos y otras virtudes, septiembre
de 1968-agosto de 1970.
En enero de 1969, Ngouabi devino en el gobernante
efectivo e indisputado en Brazzaville, al asumir el cargo de presidente
de la república y del consejo nacional de la revolución,
controlados por oficiales militares de origen norteño. Su
ascendiente entre las filas militares, adquirido durante los dos
años precedentes de turbulencias políticas y pronunciamientos
cuartelarios, hacia casi predecible semejante rumbo, tal como debieron
pronosticar los observadores diplomáticos y de inteligencia
de la embajada cubana en el país centroafricano. Como quizás
las inevitables purgas que el nuevo salvador de la patria revolucionaria
aplicaría, bajo el subterfugio familiar de “depuraciones”,
en las instituciones políticas, administrativas y sindicales
congolesas. El ejército seria reorganizado concienzudamente
desde febrero de ese mismo año, incorporando los restos de
las derrotadas milicias armadas del anterior régimen. El
“ejército nacional popular” quedaba subordinado
directamente al comandante supremo, Marien Ngouabi. A juicio de
éste, el ejército constituía la base social
más confiable y el único instrumento efectivo para
los planes de “profundización” de la revolución.
A diferencia del movimiento de 1963, el proceso no marginaría
a los militares en favor de una partidocracia con sus instrumentos
paralelos, sino a la inversa. El cuerpo militar seria el motor político
de las transformaciones autoritarias en perspectiva, muy a la manera
que desde 1959 Castro había mostrado en Cuba. Quizás
el cesarismo del africano encontrase un temprano eco de simpatía
en el ególatra caudillo insular, siempre desdeñoso
de los políticos civiles, que como Massemba-Debat, entrañaban,
por lo regular, presuntos derrocables.
En análoga tónica que el caudillo
isleño, Ngouabi pronto halló las conveniencias de
las teorías de conspiración, fundadas o fantasiosas,
y las empleó con notable persistencia en sus planes para
consolidar su autoridad personalista y cuartelaria. Mientras la
tónica de su régimen se hacia cada vez más
encendidamente izquierdista (a la usanza centroafricana), la economía
mantenía su marcada orientación hacia el deterioro,
con una notable baja en la producción agrícola, comercial
y de subsistencia, reforzadas por inquietudes laborales que el gobierno
militar aun no controlaba, las conspiraciones parecían menudear,
al parecer asociadas a partidarios del depuesto presidente F. Youlou,
con importante base entre las comunidades Bakongo del sur. Ngouabi
anunció el desmantelamiento de un complot organizado por
el antiguo jefe de las fuerzas armadas, el mayor F. Moozabanky,
a inicios de 1969, seguida de fuertes condenas a trabajos forzados
perpetuos, a modo de “reeducacion”. En noviembre de
ese año, una treintena larga de conspiradores civiles y militares
eran descubiertos y condenados como “enemigos del proceso”
(47). Durante
la primera mitad de 1970, dos nuevas intentonas fueron desveladas
dirigidas contra la recién proclamada “Republica Popular
del Congo”, y sus símbolos de indisimulada inspiración
afro bolchevique. En marzo, un comando de militares desafectos,
procedentes allende el río Congo, capturan la estación
de radio de Brazzaville, pero son dispersados por las reorganizadas
fuerzas armadas y milicias del régimen. Otra conspiración,
que es frustrada en agosto de 1970, sirve de pretexto para reforzar
el control social con la proclamación de un partido único,
marxista-leninista, centrado en la figura e “ideario”
del líder de la revolución congolesa. El Partido Congolés
del Trabajo, a imagen y semejanza de sus referentes euroasiáticos.
(48)
Ngouabi, enfrentado a estas complicaciones del
ejercicio del poder revolucionario, parece haber desechado objeciones
precedentes con respecto a la presencia e influencia de Cuba en
las políticas domésticas congolesas, y decidió
conservar las estrechas relaciones políticas y militares
con La Habana. No objetó, como lo había hecho con
acritud en 1966, la presencia de tropas de combate cubanas en Pointe
Noire, ni la permanencia de consejeros militares en las bases del
MPLA en Dolissie, ni tampoco que el territorio congolés sirviese
de punto de emisión de columnas insurgentes en incursiones
fulgurantes por las fronteras selváticas de Cabinda o destinadas
a reforzar el santuario de las florestas de Dembos, al norte angoleño.
Al proclamarse líder de un estado comunista centroafricano,
no dejó de recibir apreciable asistencia material y humana
de Cuba para crear una más eficiente organización
de seguridad del estado, mecanismos de control ideológico
y comunal, así como un nuevo sistema de tribunales de justicia
destinados todos a quebrar a los adversarios francos o larvados
del sistema. (49)
Por su lado, el gobierno de Castro cultivó
asiduamente al nuevo gobernante entronizado en Brazzaville, con
el interés de no perder sus posiciones en África Central.
De ahí, el manejo del tema congolés por la prensa
oficialista, que no dejó de reseñar las denuncias
del gobierno de la Republica Popular del Congo, en esporádicos
espasmos defensivos ante las conspiraciones e intentos golpistas
domésticos y tensiones con el vecino Congo Leopoldville.
Calificando de “cabecillas” los líderes capturados
en marzo de 1970, se reproducían los descalificativos del
régimen congolés. En particular, no dejaban de referirse
las condenas y ejecuciones de varios oficiales militares por sus
actuaciones “contra la revolución popular congolesa”.
Mediado el verano, la prensa castrista reflejaba con simpatía
la exaltada denuncia de Ngouabi contra el fallido golpe de estado
encaminado a sacudir las bases de su poder, en particular “[…]
eliminar la revolución y dirigentes de la Republica Popular
[…]” (50).
Por ello, el gobierno cubano apoyó francamente a sus aliados,
al resaltar de modo oficial las festividades en oportunidad del
décimo aniversario de la independencia congolesa, tanto como
el proceso por el cual se creó el partido del socialismo
científico, reestableciendo el rumbo hacia el socialismo
en Congo Brazzaville. En ocasión de celebrarse el aniversario
décimo de la “revolución congolesa de 1963”,
La Habana resaltaba el significado de la amistad común, en
tanto el intercambio de delegaciones diplomáticas se incrementaba
acusadamente, y la presencia de consejeros cubanos se hacía
patente en los campos de la seguridad, sindicatos, educación,
propaganda y otros campos convenidos (51).
Pero, como se demostraría en escasos años al producirse
la crisis colonial portuguesa en las limítrofes Cabinda y
Angola, la permanencia militar de Cuba en Congo Brazzaville alcanzará
sus dimensiones estratégicas más logradas. Brazzaville
y Pointe Noire serían eslabones decisivos para la ejecución
de los planes castristas de emplazar, mediante el poder de fuego
de “Katiushas” y tanques T-54, al debilitado e ineficiente
movimiento MPLA en Luanda. Menos de una década después
del descalabro cubano en el Congo Leopoldville, parecía hacerse
bueno el dictum guevarista de que el ejercicio del intervencionismo
global revolucionario sólo podía conseguir resultados
verdaderos con el empleo de los que denominaba “ejércitos
proletarios internacionales” (52).
Lo que quizás no pudo presumir el malogrado teórico
insurgente, fue que Castro, en su inagotable megalomanía,
preferiría remedar, “para duradera gloria de la revolución”,
las misiones protectoras de los legionarios de antaño al
proteger clientes medrosos y cesarismos endebles, o ejercitar el
mesianismo revolucionario siempre proclamado en sus alegatos, con
el envío de masivas y veteranas legiones en plan de beligerancia,
a remotos escenarios en África Central, en demanda de los
elusivos laureles de la victoria total tercermundista.
San Juan, Puerto Rico, 2006. 
Notas.
(1)
Bertaux, P. África desde la prehistoria hasta los estados
actuales. México, 1974, págs. 299-301. La constitución
francesa de octubre de 1946 creaba la Unión Francesa que
igualaba jurídicamente a la Francia metropolitana con sus
departamentos de ultramar y territorios en África, América
y Oceanía, amén de los estados asociados en Asia.
Se les consideraba parte de Francia, con común ciudadanía.
Sin embargo, la administración colonial se mantuvo intacta
en su ejercicio y alianza con las jefaturas tradicionales indígenas.
Situación que era vista con desagrado por los nacionalistas
educados a la occidental, tanto los moderados como los de orientación
socialista y comunista, que no veían posibilidades de ejercer
autoridad en sus lares, a pesar de los diputados electos en la asamblea
nacional metropolitana.
(2)
Ibidem, págs. 304-305. Francia procuró el
reconocimiento internacional de estas repúblicas mancomunadas,
alentando su petición de reconocimiento por parte de los
organismos internacionales, entre 1959 y 1960.
(3)
Ibidem, págs. 305-306; Enciclopedia Universal
Ilustrada Europeo-Americana. Madrid, 1973. Suplemento Anual,
1959-1960, pág. 916. Brazzaville, con 99,000 habitantes,
era importante puerto fluvial y contaba con aeropuerto internacional.
Pointe Noire, antigua capital colonial, con 56, 865 habitantes,
estaba considerada como uno de los más importantes puertos
del Atlántico meridional. El río Congo ofrecía
al país una excelente vía de comunicación y
comercio con otros territorios de la antigua África Ecuatorial
Francesa, vasta entidad territorial que existió por cerca
de medio siglo.
(4)
Según el censo de población de la República
del Congo Brazzaville de 1960, la comunidad Bakongo contaba con
unos 400,000 individuos (47%). Le seguían las poblaciones
Bateke, con 170,000 (20%), que con las anteriores ocupaban el sur
y centro del país. Al norte, las etnias de filiación
Mbochi sumaban 95,000 almas (11%); la Mbete, 60,000 (7%); Sanga,
43,000 (5%), más otras poblaciones bantúes minoritarias
estimadas en otro 8% y dispersas tribus de pigmeos selváticos.
Véase Estado demográfico de la República
del Congo, Brazzaville, 1960, citado en Morrison, D.G. et al.
Black Africa. A comparative handbook. New York, 1972, pág.
211.
(5)
Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana. Madrid,
1974.Suplemento Anual 1961-1962, pág. 618.
(6)
Ibidem. El régimen de Youlou trató de desviar
estas percepciones negativas manipulando un incidente deportivo
que escaló en crisis diplomática con el vecino Gabón,
en septiembre-noviembre de 1962. Esta “crisis del fútbol”
resultó útil para alentar los efectivos resortes del
nacionalismo y la xenofobia contra los gaboneses, atenuando las
posibles reacciones negativas ante las autoritarias reformas legislativas,
a la vez que excelente pretexto para decretar un estado de emergencia
en la capital (24 de septiembre) que permitía justificar
el gobierno por decreto establecido en junio anterior y acallar
oposiciones.
(7)
Ibidem. Suplemento Anual, 1963-1964, pág. 730.
(8)
Ibidem.
(9)
Ibidem.
(10)
Una interesante percepción acerca de la legitimidad de los
denominados movimientos de liberación nacional y sus variopintas
encarnaciones en estados, es la esbozada por Benz, W. y H Graml
(eds.) El siglo XX. Problemas mundiales entre los dos bloques
de poder. Madrid, 1992, págs. 300-304.
(11)
Enciclopedia Universal Ilustrada… Madrid, 1973-1975.
Suplemento Anual, 1963-1964, pág. 730. La escala y ritmo
de estas transformaciones radicales de la sociedad se incrementan
tras las visitas del canciller congolés a varias capitales
comunistas, y el establecimiento de relaciones diplomáticas
con los gobiernos soviético, chino, cubano y vietnamita,
entre marzo y mayo de 1964. Ibidem, pág. 731.
(12)
Ibidem. Suplemento Anual, 1965-1966, pág. 742.
(13)
Ibidem. El creciente radicalismo del gobierno de Brazzaville
parece perfectamente compatible con los acercamientos a los gobiernos
de China y Cuba, que habían ensayado semejantes métodos
de control social y represión ideológica no mucho
antes, y cuyos asesores comenzaban a aparecer en la vida publica
congolesa.
(14)
Ibidem, págs. 742-743. Para el momento en que se
profundizan las purgas en el seno de las instituciones del régimen
revolucionario, Massemba-Debat contaba con la presencia de un batallón
de tropas cubanas acantonadas en la capital y otros puntos, del
cual un apreciable contingente funcionaba como guardia de corps
presidencial y en otros acantonamientos, desde enero-febrero de
1966.
(15)
Enciclopedia Universal Ilustrada..., Madrid, 1973, Suplemento
Anual 1959-1960, pág. 916.
(16)
Ibidem, Suplemento Annual, 1961-1962, pág. 619.
(17)
Ibidem. La insurrección del movimiento Unión
de los Pueblos de Angola, en el norte de Angola desató una
importante crisis internacional y orientó a varios estados
africanos a comprometerse con asistir a los insurgentes que iniciarían
una larga aunque limitada guerra de guerrillas contra Portugal,
una vez que este logró desarticular en lo fundamental el
alzamiento. Que la base social de la guerrilla UPA se concentrase
en la etnia Bakongo, explica, además de las posiciones nacionalistas
y anticolonialistas de rigor, las abiertas simpatías de Youlou
por una causa, que también contaba con lazos de parentesco
tribal y apoyo en el gabinete de Kasavubu, en Congo Leopoldville.
(18)
Ibidem, págs. 618-619. El gobierno de Youlou, por precaución
adicional, intentó ampliar sus relaciones con otras potencias,
en particular los Estados Unidos, con los que estableció
relaciones diplomáticas y procuró asistencia financiera
desde mediados de 1961.
(19)
Ibidem, Suplemento Anual, 1963-1964, pág. 731. Las
guerrillas del CLN parecen haberse estado preparando desde finales
de 1963, así como sus dirigentes acomodados en Brazzaville.
Para diciembre de 1963, un núcleo armado dirigido por el
ex ministro lumumbista de ideología prochina, Pierre Mulele,
se infiltró desde suelo congolés hasta la provincia
de Leopoldville, donde inició exitosas operaciones contra
el gobierno de Congo Leopoldville, en especial en el valle del río
Kwilu.
(20)
Ibidem, Suplemento Anual, 1965-1966, pág. 743. Más
adelante, en 1968, se vuelven a deteriorar con la ejecución
en Congo Leopoldville del guerrillero Pierre Mulele, protegido de
Massemba-Debat y que fue capturado por las fuerzas policiales de
Mobutu. Véase Ibidem, Suplemento Anual, 1967-1968,
pág. 651.
(21)
Dominguez, J. I. “Forewood”, en Moore. Castro, the
Blacks and Africa. University of California, Los Ángeles,
1988, págs. XIII-XIV.
(22)
Moore, C. Castro, the Blacks…, pág. 194.
(23)
Ibidem.
(24)
Federación Iberoamericana de Escritores. Subversión
en América Latina. Miami, 1968, págs. 41-44.
(25)
Moore. Castro, the Blacks…, pág. 233.
(26)
Véase al respecto Cleaver. “Fidel Castro’s African
Gambit”, Newsweek International Edition, 3 May 1976,
págs. 13 y ss.; Moore. Castro, the Blacks…,
pág. 241.
(27)
Moore. Castro, the Blacks…, pág. 409.
(28)
Ibidem, págs. 244-247. Para una percepción de
las circunstancias que matizan la política cubana en la década
de los sesenta, entre otros momentos, es de interés lo mencionado
por Leogrande, W. M. Cuba’s Policy in Africa, 1959-1980.
Berkerly, 1980, págs. 1-2.
(29)
Los tanteos de La Habana ante países receptivos en el seno
de la OUA parecen haberse hecho con cierta insistencia durante la
cumbre tricontinental , tal como dejó constancia la prensa
de Argel y París, entre el 29 y 31 de enero de 1966. Véase
Le Monde, 31 de enero de 1966. Las declaraciones del embajador
P. Rivalta Pérez se formularon meses antes durante la conferencia
de los movimientos de liberación del África Portuguesa,
en Dar-es-Saalam, 8 de octubre de 1965. Es interesante comparar
esta formulación de la misión liberadora de Castro
en África Negra con similar pretensión establecida
una decena de años antes por Nasser, quien expresó
que la revolución surgida en Egipto constituía la
fuente de la regeneración del África en cumplimiento
de una “misión histórica”. Tanto el líder
egipcio en 1954, como el cubano en 1966, parecían consumirse
bajo los efectos de lo que un autor llamó “la crisis
del imperialismo místico”. Véase Pirenne, J.
Historia Universal. Las grandes corrientes de la Historia.
Barcelona, 1972, X, págs. 69-70.
(30)
De acuerdo con testimonios de funcionarios cubanos, entre ellos
J. Risquet, quien comandó el batallón destinado a
Congo Brazaville desde inicios de 1966, las tropas se ubicaban primero
en la capital, Dolissie y quizás Pointe Noire. Las funciones
pretorianas se ejercían en la primera, y las de asesoría
en guerra de guerrillas en las últimas. Véase El
Nuevo Herald, Miami, 14 de mayo de 2006; Proceso,
México, 5 de octubre de 1997. Otras fuentes permiten inferir
que en plan de guardia presidencial se ubicaban unos 200 militares
cubanos, en su mayoría negros, el resto de 300 a 400, en
las misiones mencionadas. Se ha sugerido que algunas de estas tropas
del batallón procedían de Argelia, desgajadas por
Guevara, en diciembre de 1964, del cuerpo expedicionario cubano
que marchó a aquel país un año antes. Consúltese
Fermoselle, R. The evolution of the Cuban Military: 1492-1986.
Miami, 1987, pág. 366.
(31)
Durante la década golpista que da comienzo en Argel, en junio
de 1965, unos 23 estados africanos experimentaron la captura del
poder por juntas o gobernantes militares, algunos de ellos de amarga
evocación. Véase Kinder, H. y W. Higelmann. Atlas
Histórico Mundial. Madrid, 1994, 2, págs. 322-325.
Sobre el protagonismo político de los ejércitos africanos
puede consultarse Shillington, K. History of Africa. Oxford,
2005, págs. 424-425.
(32)
Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana. Madrid,
1973-1975. Suplemento Anual 1963-1964, págs. 730-731.
(33)
Ibidem. Suplemento Anual, 1965-1966, pág. 742. Véase
también The New York Times, 19 de junio de 1966;
30 de junio de 1966.
(34)
Ibidem, pág. 743. En la medida que el partido único
MNR asumía las funciones rectoras de la sociedad civil, fuerzas
armadas, gobierno, parlamento y poder judicial a lo largo de los
meses de enero a junio de 1966, entre otras atribuciones, los faccionalismos
intestinos, entremezcladamente personales e ideológicos se
agudizaron alrededor de Massemba-Debat (pro-castrista) y de Pascual
Lissouba (pro-chino), respectivamente. Entre los purgados en el
gobierno por tales razones estaba el segundo, en tanto que de los
oficiales de carrera, lo fue Marien Ngouabi, entonces capitán,
de extracción norteña y probablemente influido por
las tesis maoístas que defendía la facción
de Lissouba.
(35)
Esta tesis es recogida por Carlos Moore. Castro, te Blacks…,
pág. 233. Sobre la influencia de Pekín en países
y movimientos insurgentes en África Subsahariana desde 1963
y en particular la región congolesa, véase Greig,
I. The Communist Challenge to Africa. Londres, 1977, págs.
71, 84, 131-134.
(36)
Como se ha dicho, en marzo de 1966, el batallón contaba con
entre 500 y 600 militares, de los cuales un tercio actuó
durante los sucesos de junio. Durante el resto del año, la
fuerza se redujo en casi la mitad, unos 300, según estimados
de inteligencia occidentales. Quizás no respondiese tal movimiento
a algo más que la rotación de tropas para entonces
acantonadas en África por unos dos años Aunque en
desventaja numérica circunstancial ante el “reorganizado”
ejercito congolés, el profesionalismo, armamento, disciplina
y mando le conferían a los militares cubanos una ventaja
más que deseable sobre sus potenciales adversarios. Véase
Fermoselle, R. The evolution…, pág. 366; Enciclopedia
Universal Ilustrada…., Suplemento Anual, 1965-1966, pág.
742.
(37)
Véase al respecto The New York Times, 13 de marzo
de 1966, 21:1. En esta entrega se estimaba que por primera vez en
dos años y medio, el país se mostraba estable, a despecho
de nacionalizaciones y cambios agudos. La actuación militar
de Cuba es publicitada en las entradas de 29 de junio de 1966, 1:2;
y de 30 de junio de 1966, 4:5. Las posibles implicaciones de las
tropas de Castro en la región central de África se
ventilaban en Ibidem, 23 de octubre de 1966, 20:1, coincidiendo
con intercambios de delegaciones diplomáticas y partidistas
entre Cuba y Congo Brazzaville.
(38)
Enciclopedia Universal Ilustrada…, Madrid, 1975.
Suplemento Anual 1967-1968, pág. 650.
(39)
Granma, La Habana, 29 de junio de 1966; 30 de junio de
1966.
(40)
Unos meses antes, un escrito de R. Casals apuntaba, con cierta alarma
matizada de teoría de conspiración, los derrocamientos
militares de gobiernos en Alto Volta, República Centroafricana,
Nigeria, Dahomey y Congo Leopoldville, elucubrando conexiones que
siempre encaminaban a intereses siniestros de los estados occidentales.
Véase Granma, 7 de marzo de 1966.
(41)
Federación Iberoamericana de Periodistas. Subversión
en América Latina. Miami, 1968, págs. 42-44;
Oppenheimer, A. La hora final de Castro. Buenos Aires,
1992, pág. 73. Su comandante, entonces, era el ya veterano
“internacionalista” Arnaldo Ochoa Sánchez.
(42)
Granma, La Habana, 15 de julio de 1966; 19 de julio de
1966; 15 de octubre de 1966; 27 de octubre de 1966. Una jornada
de solidaridad con África promovida por la OSPAAL (organización
coordinadora de actividades de propaganda, subversión, inteligencia
y penetración de la inteligencia cubana en África,
Asia y América Latina, creada por entonces en la capital
cubana), enfatizaba el apoyo al proceso socialista en el Congo Brazzaville
y la insurgencia en el África Portuguesa, según reseñaba
Granma, en 18 de mayo de 1967. El embajador cubano llegaba
a Brazzaville una quincena antes de la salida de los militares a
bordo del citado carguero. Véase Ibidem, 1 de marzo
de 1967.
(43)
Enciclopedia Universal Ilustrada…, Madrid, 1975.
Suplemento Anual 1967-1968, pág. 650.
(44)
Ibidem. La proclamación de plenos poderes autoritarios
por parte de Massemba-Debat se produce en 3 de agosto de 1968. La
prensa cubana (Granma, en concreto) no mencionó
el episodio.
(45)
Ibidem, pág. 651. De la revisión de los titulares
de Granma para 1968, no aparece ninguna referencia a este
episodio político que sacudió este vital aliado de
Cuba entre agosto y septiembre de 1968. El mutismo oficial resulta
lleno de interrogantes. En realidad de la situación congolesa
sólo merece importancia una singular nota que sugiere cierto
apoyo diplomático de Massemba-Debat al GRAE (gobierno revolucionario
de Angola en el exilio) y su líder Holden Roberto. Véase
Granma, 2 de marzo de 1968.
(46)
Hasta que no estén desclasificados los archivos de los ministerios
de defensa, exteriores y del partido comunista de Cuba, las apreciaciones
acerca de estos episodios siempre dejarán holgado espacio
para figuraciones y supuestos en lo que corresponde a las motivaciones
y actuaciones del castrismo en los tablados africanos. Los episodios
de Congo Brazzaville entre 1965 y 1977, y las luchas fraccionales
entre caudillos civiles y militares de la “revolución
congolesa” constituyen un interesante propósito investigativo
cuando sea posible un acceso documental sin selectividades de investigadores
o temáticas “impropias” o “sensibles.”
Otras justificaciones oficiales o de los compañeros de viaje
ideológicos que aun siguen “la línea”
son desdeñables.
(47)
Enciclopedia Universal Ilustrada…, Madrid, 1973-1975,
pág. 556. La producción agrícola congolesa
destinada a la esfera comercial entre 1969 y 1970, estaba concentrada
en el café (1.860 ton.), cacao (1.530 ton.), cacahuete (6.305
ton.), aceite de palma (5.700 ton.), secundada por la explotación
forestal (2.011.000 m3). La minería estaba representada por
el petróleo (43.000 ton.), seguido por el estaño,
cinc, plomo, oro y diamantes. Las exportaciones del país
por Pointe Noire sumaban 1.9 millones de toneladas durante el mismo
periodo. Sus destinatarios, por lo general lo constituían
clientes occidentales, de donde también se originaban las
600.000 ton. importadas por el estado congolés.
(48)
Ibidem.
(49)
Fermoselle, R. The Evolution of the Cuban Military..,.
Miami, 1987, págs. 366-367. Según datos de esta época,
el Congo Brazzaville había recibido la reducida suma de 1
millón de dólares americanos en armamentos del bloque
soviético para dotar una fuerza de menos de 2,000 hombres
en 1968. En opinión de los expertos africanos en Moscú,
ejércitos como el congolés estaban escasamente capacitados
para operar armas y equipos, mas allá de las convencionales
operadas por tropas de infantería y artillería ligeras.
Con una mínima inversión de medios y recursos en casos
como este, los estrategas soviéticos creían obtener
dividendos políticos muy valiosos. Véase Wood, D.
The Armed Forces of African States. Londres, 1966, pág.
22 y ss.; Winfred, J. y S.P. Gilbert. Arms for the Third World.
Soviet Military Aid Diplomacy. Baltimore & Londres, 1969,
págs. 45-46.
(50)
Granma, La Habana, 24 de marzo de 1970; 30 de marzo de
1970; 18 de agosto de 1970.
(51)
Ibidem, 19 de agosto de 1970; 17 de diciembre de 1971;
15 de agosto de 1973 y 21 de mayo de 1973.
(52)
" Mensaje a la Tricontinental, mayo de 1967”, en Guevara,
E. Obra Revolucionaria. México, DF, 1985, pág.
649. Pero para ello no parecía tener en cuenta (o deliberadamente
prefería ignorar) el desdeñoso concepto en que la
cúpula político-militar de Moscú, el venerado
“aliado natural” de los “internacionalistas”
tercermundistas y único capaz de armarles concienzudamente,
colocaba los potenciales ejércitos y movimientos políticos
revolucionarios en el poder en África al sur del Sahara.
La naturaleza oportunista de las actuaciones diplomáticas
y exportación de armamentos de la Unión Soviética
en África Negra, por entonces en abierta contradicción
global con la China comunista, no eran entonces muy coincidentes
con las exaltaciones guevaristas. Mao podía ofrecer serenos
consejos doctrinales y algún necesario entrenamiento a “cuadros
políticos y militares africanos” en academias de Nanking
y otros puntos, pero muy limitado hardware para desafiar
a los mejor pertrechados adversarios regionales (pro-occidentales
o pro-soviéticos por igual), como en su día descubrirían,
en condiciones disímiles pero igualmente frustrantes, dos
diestros practicantes de la guerra popular maoísta, Che Guevara
o Jonás Savimbi.
(Publicada la versión original en la edición
electrónica de CubaNuestra)

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