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El primer escarceo: encuentro cubano-sudafricano en Norton de Matos, octubre de 1975.

Por Pablo J. Hernández González.

Angola fue un caso donde la diplomacia sin respaldo estaba condenada a la impotencia, si bien la confrontación militar directa podría entrañar riesgos innecesarios”.

Henry A. Kissinger, febrero de 1976.

Tres meses después de firmados los acuerdos de Alvor, para concertar una transición pacífica a la independencia para Angola, languidecían. Las discrepancias inevitables entre los tres movimientos político-militares que aspiraban suceder la centenaria dominación lusitana, las preferencias coloniales, contradicciones ideológicas metropolitanas y las luchas intestinas entre los miembros del movimiento de las fuerzas armadas que detentaba el poder en Lisboa. A eso se puede añadir la mas o menos desembozada alineación de potencias regionales o globales en pro de sus afines ideológicos y protegidos políticos, algunos de ellos con ínfimas posibilidades de lograr influir en el futuro estado independiente si los términos pactados en enero de 1975 fuesen llevados a su consumación sin interferencias. Pero para marzo de ese año era muy improbable que el gobierno cuatripartita de transición pudiese llegar a la asamblea constituyente y a una transferencia de autoridad fundada en un entendimiento. La ominosa presencia de la violencia entre las facciones aspirantes a culminar “el proceso de liberación nacional” comenzado en la década precedente, caracterizará los meses que debían haber sido encaminados a encontrar imposibles avenencias. Por otro lado, las realidades etnoculturales en que se fundaban los grupos políticos independentistas angolanos apuntaban a desavenencias programáticas, a seculares competencias por espacios e influencias ahora matizados de la fraseología libertaria, marxista o nacionalista de la posguerra tercermundista. Un interesante informe de inteligencia calibraba los verdaderos asideros humanos de las pretensiones en discusión con vistas a los proyectados comicios previstos para octubre de 1975: la organización mas afianzada en el país era la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) con un 40% del potencial electorado, en especial en las provincias del centro y este; algo más de ventaja se atribuía al eminentemente norteño Frente Nacional para la liberación de Angola (FNLA) con un 50 % del estimado electoral. El tercer aspirante, el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), compuesto por la casta de asimilados y mestizos urbanos, y que además se apoyaba en las etnias del hinterland de la capital, podía contar con un potencial de voto que no parecía superar el 10 %. Esta apreciación reservada para su discusión en el gabinete de Pretoria, se correspondía con estimados bastante similares que se presentaron por entonces ante el Congreso norteamericano. (1)

Sin embargo, desde los comienzos de la primavera austral, el grupo político menos numeroso en seguidores, menos identificado con la naturaleza etnocultural de las comunidades rurales bantúes y que estaba signada por la occidentalizacion de sus costumbres y el sostenimiento de una doctrina de difícil eco entre las tradicionales sociedades y jefaturas bakongo, kuanyama, ovimbundu o chocwe que ocupaban las vastedades de la rica colonia lusitana, parecía contar con algunas ventajas que los analistas de inteligencia en Lisboa, Luanda, Pretoria y La Habana parecían atisbar con mayor o menor certeza, y que Moscú ya había potenciado luego del golpe de estado militar en Portugal. En efecto, aunque su desempeño militar durante la guerra de guerrillas contra los portugueses había sido ínfimo y mediocre, las relaciones públicas internacionales, la organización interna autoritaria -aunque no exenta de disidencias lacerantes-, y los efectivos patrocinios financieros y militares externos le conferían al MPLA ciertos márgenes de que sus adversarios no disfrutaban. El citado informe sudafricano estimaba que la mejor articulación interna -de corte leninista- de la organización, tras la reorganización que siguió a las escisiones experimentadas desde septiembre de 1974 le hacían más susceptible de compensar su escasa influencia más allá de Luanda y su provincia, como de las ciudades portuarias atlánticas. La poco disimulada preferencia ideológica de los gobernantes de la junta militar portuguesa por los marxistas angolanos constituía otra importante carta de triunfo para que el MPLA pudiese erigirse en el sucesor efectivo de los gobernantes coloniales si, como ya se predecía, la transición constitucional prevista para octubre y noviembre de 1975 se hacia cada vez más remota. Añádase a ello el que Moscú había hecho su elección a favor de la dirigencia marxista ortodoxa del MPLA después de octubre de 1974 e iniciado la remisión de armamentos ligeros para que reconstruyese sus efectivos militares reducidos a un mero espantajo tras la defección del grueso de las tropas que siguieron al disidente comandante Daniel Chipenda, a poco de los acuerdos de Alvor. Esto último, combinado con la endeble posibilidad en las urnas, auguraban que el MPLA, en alianza con el gobierno militar marxista de Portugal, y seguro del compromiso militar del bloque soviético, no permitiría elecciones libres y limpias según lo acordado en enero. (2)

Explica ello el abierto deterioro de las relaciones entre los líderes, funcionarios y seguidores del MPLA, FNLA y UNITA en la capital y a lo largo de las principales cabeceras provinciales y distritales de Angola desde casi los comienzos del ejercicio de gobierno compartido o de transición que intentaba gradualmente sustituir la administración portuguesa. Aunque UNITA se inclinaba por la conciliación nacional y la búsqueda de un equilibrio entre las facciones, las rivalidades ideológicas, étnicas y personales entre los partidarios de los dos restantes grupos se encaminaban aceleradamente a un abierto conflicto civil, con esporádicos brotes de violencia urbanos en Luanda, donde todos poseían oficinas y residía el gobierno de transición. No deja de ser interesante que desde marzo de 1975 se incrementen los choques armados entre milicias del MPLA y FNLA, con la consiguiente destrucción de vidas y propiedades, más la creciente inseguridad colectiva que impulsaba el éxodo de ciudadanos blancos, mestizos y negros por igual. Durante estos encuentros, las fuerzas adictas al MPLA, exhibiendo mejor estructura de mando y armamento más efectivo, consolidan su control de la zona portuaria de Luanda. Logro que, con la tolerancia de los oficiales militares de izquierda que plagaban la guarnición y administración portuguesa desde los días del alto comisionado Rosa Coutinho (julio de 1974 a enero de 1975), habría de alterar el curso de los acontecimientos a favor de la minoría mestiza de marxistas. El control del puerto de Luanda abría “… la vía para la descarga directa de los aprovisionamientos de armas soviéticas por vía marítima…”, más adelante. Debe recordarse que los soviéticos decidieron proporcionar los medios militares a sus aliados angolanos sin incurrir en complicaciones internacionales, a despecho de su proximidad a la junta lisboeta, gracias a los oficios de los comunistas portugueses. Para ello emplearon a un aliado cercano, el régimen marxista del Congo Brazzaville, donde habían existido bases de entrenamiento del MPLA atendidas por asesores cubanos, así como un batallón pretoriano castrista destacado en el importante Pointe Noire, escala fundamental en la logística comunista de la guerra angoleña. Desde marzo de 1975, pasado el periodo de discreción de Moscú con respecto a los acuerdos de Alvor, se comenzó un puente aéreo soviético con destino a Brazzaville, con armamentos para el MPLA que se hacían llegar por tierra a Cabinda, ya en manos de los marxistas angolanos y sus afines portugueses, y de ahí, por mar, a discretos puntos de la costa luandesa. Estos alijos permitieron al MPLA proveer con largueza sus partidarios capitalinos e iniciar el desalojo de sus rivales del centro de poder de Angola. (3)

Entre abril y mayo la situación política en Luanda se deteriora y se precipita un incontrolable estado de confrontación entre el MPLA y el FNLA manifestado en choques por el control de la ciudad de Caxito, al norte de la capital, donde los primeros parecían llevar la ventaja en virtud de sus armas soviéticas y primeros asesores cubanos, probablemente. Los segundos, recurrirán también a concursos foráneos, procurando asesores y armas del Zaire, con la consiguiente tendencia a la internacionalización de la confrontación civil. Pero en este juego, el compromiso de los aliados del MPLA no pudo ser desafiado por los patrocinadores de sus adversarios, ni en volumen de las asistencias o en la voluntad de prestarlas. Una ventaja que no quedó inadvertida por los estudiosos del conflicto casi desde un inicio. Es probable que aun no se habían perfilado las peculiares divisiones socialistas del trabajo interventor que son mas claras en la segunda fase de la guerra civil angoleña, y en la historiografía afloran las dudas acerca de una posible combinación de esfuerzos entre los aliados del MPLA en este momento, aunque resulta difícil admitir, como se ha tratado de insinuar, que no existiesen algunas consultas entre los cubanos y los soviéticos al respecto. Veamos al menos ciertos ejemplos de las cartas que se jugaban entonces:

1. entre abril y julio de 1975, los soviéticos perfilan su puente aéreo y marítimo que emplea territorio del Congo Brazzaville, para lo cual la actividad de sus diplomáticos allí es más que constante, y al parecer entonces, efectiva. El aeropuerto de Brazzaville, y su base militar (MayaMaya) recibirán los poderosos turborreactores Antonov-22, con armamentos ligeros y pertrechos, aunque su ritmo todavía no parece ser calificable de febril. Un circunstancial puente aéreo de suministros militares soviéticos y quizás de otra procedencia, se establece por entonces, entre Dar-es-Saalam, Tanzania, y Serpa Pinto, al sureste de Angola, entonces con presencia del MPLA.

El puerto de Pointe Noire, custodiado por tropas cubanas, comienza a ser escenario de sucesivos alijos en mercantes soviéticos, euroorientales o fletados: solo entre abril mayo, unos ocho buques de matricula soviética, uno yugoslavo y otro germano oriental transportan cargamentos de armas pesadas, transportadores blindados BTR, camiones y pertrechos desde puertos en la Unión Soviética, Europa oriental y Tanzania hasta Pointe Noire, para luego ser transbordados a dos antiguas barcazas de desembarco y pesqueros que las llevaban a destinos como Luanda, Porto Amboin, y quizás Lobito o Benguela, aunque en estas últimas para entonces custodiadas por los militares portugueses, la influencia de la UNITA y del FNLA equilibraba la de los adictos al MPLA. Pero la introducción de artillería y vehículos blindados a favor de las milicias marxistas alterarían esta ecuación en breve. (4)

2. si bien las versiones aun difieren en el momento, no caben dudas que la introducción de apreciables remisiones de armamentos a favor del MPLA se corresponde con la presencia creciente de personal militar cubano que se haría cargo de operarlo sabido el ínfimo nivel de preparación de los partidarios del MPLA, algo extensivo también a sus coterráneos del bando opuesto. Aunque la versión oficialista y sus versiones afines en la historiografía occidental sitúan la entrada de los asesores y primeros especialistas en un esquema cronológico acomodado a una legitimación pospacto, la noción de los hechos apunta a otras posibilidades. Es de sospechar que entre abril y mayo de 1975 los militares cubanos regían varios campamentos de instrucción de las tropas del MPLA, a la vez que fungían como jefes de operaciones en el estado mayor y se hacían cargo de los vehículos blindados, lanzadores de misiles, morteros y aun quizás de los primeros tanques medianos T-34 llegados al país africano, tanto como de la conducción de las unidades en la lucha por Luanda, y luego durante la primera ofensiva del MPLA desde agosto. Varios de estos asesores y especialistas procedían de la Guinea Bissau y de las bases congolesas de Dolissie y Pointe Noire, donde servían a los respectivos gobiernos marxistas. (5)

En las bases de Massangano, Vila Salazar, Henrique de Carvalho, Benguela y Cabinda se localizaban entre 250 y 500 asesores según el momento que se tome entre marzo y mayo de 1975, y que serian incrementados hacia inicios del verano con otros 480 efectivos, algo más de un centenar de vehículos, equipos sanitarios y de comunicaciones. Una buena parte de estos refuerzos se destacaron a la conservación de las posiciones del MPLA en la estratégicamente petrolera provincia de Cabinda, inmediata a Pointe Noire, donde tropas cubanas y personal técnico se encargaban de proteger y ensamblar los armamentos soviéticos allí desembarcados a buen ritmo. Según ciertas fuentes, los comandantes de las bases militares o “centros de instrucción revolucionaria” según la poco imaginativa nomenclatura castrista, habían sido provistos desde los depósitos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba (FAR) con 12,000 fusiles checos, morteros, antiaéreas, artillería antitanque, uniformes y provisiones que transportaron buques cubanos a Pointe Noire. (6)

Uno de los más comunes argumentos que la escasa historiografía castrista ha esgrimido para establecer la legitimidad de su intervención en la guerra civil angoleña para asegurar el triunfo de sus aliados leninistas, ha sido el de la precedencia de una presencia de asesores y fuerzas foráneas en las filas del FNLA y la UNITA. Así, no correspondería a Cuba una entrada unilateral en medio de las tribulaciones de una transición condenada a naufragar entre las diferencias culturales e ideológicas de la guerra fría subsahariana, sino una disculpable misión de salvación que -en la mejor tradición, aunque siempre ausente del lustre conceptual de los tiempos de Kipling- daría control domestico mas sustancia internacional a los elegantes, corruptos y pro soviéticos gunga-din del entorno de Agostinho Neto. De modo que, cuando, en marzo y abril el líder del FNLA, el elusivo Holden Roberto, recurría a sus relaciones personales con Mobutu Sese Seko para dotar a sus fuerzas, hostigadas por el MPLA en Luanda y Caxito, de asesores y armamentos que permitieran nivelar la artillería soviética, sin lugar a dudas operada por los asesores cubanos, que les castigaba, ya los especialistas de las FAR demostraban sus habilidades. Para el momento en que el informe de la inteligencia militar sudafricana evaluaba el estado de cosas en Angola meridional (junio de 1975) y sugería cursos posibles de acción para el gobierno de Pretoria, los asesores cubanos del Centro de Instrucción Revolucionaria (CIR) de Benguela desempeñaban sus misiones para consolidar las posiciones al sur de Mossamedes. (7)

Recuérdese que so capa de maniobras de las tropas del Ejercito Oriental de las FAR en el polígono de Cubitas correspondiente al cuerpo de ejército de Camaguey, habían sido movilizadas a inicios del verano de 1975. Parte de estas fuerzas serán puestas en estado de alerta, en tanto se embarcaban pertrechos, equipos, abastecimientos y combustibles en varios buques mercantes anclados en Nuevitas. Es significativo que tras una serie de conversaciones de altos oficiales de los estados mayores cubano y portugués en Lisboa y La Habana, en particular tras las reuniones entre Fidel Castro y Otero Saraiva de Carvalho a raíz de la visita del segundo a Cuba en julio de 1975, donde parecen haberse coordinado los pasos para una intervención de mas entidad de tropas regulares a favor del MPLA con la anuencia de la junta militar portuguesa. La presencia en Luanda de una misión militar y política cubana de alto nivel, encabezada por el comandante Raúl Díaz Argüelles, que debía entrevistarse con la cúpula del MPLA y algunos “militares rojos” de la guarnición portuguesa. Se ha afirmado que semejante conjunción de una jefatura militar con los correspondientes comisarios políticos, las bases con sus asesores, los primeros contingentes regulares desembarcados en puertos controlados por el MPLA y el constante flujo de armamentos soviéticos por el Congo, creaban el escenario para que, tras expulsar a sus adversarios de Luanda y su provincia, el MPLA iniciase su primera ofensiva para hacerse del país antes de la proclamación de la independencia. (8) Es claro que para julio de 1975, los acuerdos de Alvor eran un incómodo recuerdo para los marxistas, sus aliados eslavos y criollos incluidos. Por ello agosto es un mes de viraje en los acontecimientos, y la presencia cubana, que se estimara en par de millares para entonces, un factor fundamental en los acontecimientos. Algunas discretas fuentes oficiosas admiten que para mediados de agosto de 1975, Castro había decidido comprometer 3,000 elementos de tropas regulares de las fuerzas armadas en la guerra angoleña. (9)

La primera “ofensiva final” del MPLA, agosto-septiembre de 1975.

En el antes citado informe secreto de las fuerzas armadas y de seguridad sudafricanas a su gobierno, elaborado en junio de 1975, cuando estaban establecidas las bases CIR operadas por los especialistas cubanos y los soviéticos dotaban a sus aliados angolanos de los efectivos lanzamisiles Grad y de vehículos blindados BTR, se mencionaba que las posibilidades de victoria del MPLA sobre sus menos preparados y dotados compatriotas de la UNITA y FNLA era una posibilidad cierta a menos que se produjeran acontecimientos con imprevistos resultados políticos y militares. A despecho de su escasa posibilidad por la vía constitucional, por demás ilusoria entonces, agregamos, la apreciación de las fuerzas del MPLA era que contaban con buenos armamentos, en tanto que los de su más serio rival, el FNLA, sus elementos de combate eran mas bien pobres, en tanto que la UNITA, a despecho de sus extendido apoyo popular en el país, los arsenales disponibles resultaban insignificantes, en el mejor de los casos. Portugal, aunque conservaba unos 25,000 efectivos de guarnición, según lo estipulaba el compromiso de enero de 1975, solo una cuarta parte estaba en condiciones de actuar en combate, y de acuerdo con una “abrumadora evidencia” apoyaban activamente al MPLA en su lucha contra el FNLA a lo largo del país. Es curioso señalar que el memorando sugería que entre las opciones que la crisis abría ante el gobierno sudafricano, la opción menos costosa y complicada seria apoyar indirectamente al FNLA dislocado en el sur, pero las posibilidades eran dudosas para enfrentar apropiadamente el dispositivo del MPLA y sus asesores. Una alianza de los movimientos anticomunistas, con asistencia militar apropiada era una alternativa con márgenes esperanzadores. (10)

Durante el mes de julio de 1975, las escaramuzas en la capital derivaron en una abierta conflagración civil por su control, que en algunas ocasiones ha sido denominada “batalla de Luanda”. Las fuerzas militares del FNLA, y eventualmente la UNITA a despecho de su posición conciliadora, son obligadas a evacuar sus instalaciones bajo fuego implacable. Luanda y su provincia quedan en manos de las milicias del MPLA dirigidas y asistidas por cubanos. Durante los decisivos combates callejeros de la segunda mitad de julio se informaba del empleo de artillería reactiva de 122mm y tanques medianos T-34 por el MPLA, operadas por los especialistas de los CIR. Para entonces, tales presencias eran bastante familiares para los guerrilleros del MPLA y sus rivales del Frente de Liberación del Enclave de Cabinda que intentaban desalojarles del privilegiado enclave petrolero. Otros dos factores inclinaban los acontecimientos a la izquierda del espectro político angoleño: en primer lugar, el decisivo concurso de los elementos comunistas y de izquierda extrema que se hallaban en la oficialidad militar portuguesa acantonada en la capital, Luanda, y que con la anuencia de sus superiores metropolitanos prohijaron el que el MPLA armase sus seguidores en los suburbios de la capital, recibiesen alijos de material ruso e, inclusive, contasen con cierto apoyo de tropas de artillería y blindados de la guarnición colonial en las operaciones de desalojo de las guerrillas del FNLA en momentos claves de la disputa por los barrios de la capital, tal como informaron por esos días periodistas británicos. Añádase que los portugueses transfirieron las veteranas unidades catanguesas que estaban a su servicio desde la década anterior y eran reputados combatientes que transfirieron al FNLA sus aversiones por el régimen zairense, aliados de estos. (11)

En segundo término, la incrementada pauta en las remisiones de armamentos soviéticos a las bases logísticas en Brazzaville y Pointe Noire, que los cubanos se encargaban de descargar y ensamblar con destino al frente de batalla, y que para entonces significaban la llegada al puerto de Luanda, donde también estaban los mismos, en completo conocimiento y anuencia de funcionarios y oficiales militares portugueses, a un ritmo de dos alijos semanales a finales de julio. Recordemos que esta coordinación cubano-portuguesa-MPLA podía ser uno de los primeros resultados de las promesas de cooperación prometida por Saraiva de Carvalho a Castro semanas antes. Los soviéticos, mantenían las remisiones a bordo de los colosales An-22 al Congo, transbordadas luego a playas controladas en el vecino país del sur. (12)

No deja de ser curioso hacer constar que en el curso del mes de julio, una misión secreta de la fuerza aérea cubana practicó reconocimientos del aeropuerto civil y militar de la remota Henrique de Carvalho, ocupada por el MPLA respaldado por unos 4,000 catangueses dotados con armamento soviético, con vistas a la introducción clandestina de tropas regulares de las FAR para asegurar aquel importante distrito minero de la provincia de Luanda. (13)

Un panorama de las fuerzas en disputa a inicios de agosto de 1975 mostraba al FNLA reclamando contar con alrededor de 16,000 efectivos armados, en su mayoría concentrados en las provincias septentrionales, aunque el sur disponía de una presencia importante de unos 3,000 elementos alrededor de Serpa Pinto y a los que la inteligencia militar sudafricana estimaba potencialmente útiles si se les dotaba de material. La UNITA, centrada tras su expulsión de Luanda, y en poco de las costas atlánticas, en sus reductos tradicionales de la meseta de Bie, apenas disponía de entre 1,000 y 4,000 guerrilleros escasamente preparados y armados para combates convencionales, aunque su base social era nutridísima en aquellas comarcas de jefaturas rurales. El MPLA reclamaba dirigir entre 6,000 y 7,000 milicianos que los asesores cubanos habían logrado estructurar desde unos meses atrás en los campamentos de instrucción, dotados de armamento ligero soviético, aunque de dudosa combatividad en reales pruebas de campo. La diferencia la hacían el cerca de un millar de asesores militares cubanos y los entre 3,500 y 6,000 gendarmes catangueses, cedidos por los portugueses. Los estimados de inteligencia occidentales, en especial portugueses y sudafricanos parecían coincidir en tal escenario y es probable que los cubanos lo percibieran así durante sus conversaciones en Luanda con los dignatarios del MPLA o en Brazzaville con diplomáticos soviéticos o los gobernantes congoleses (14). A esta altura de los eventos, resulta difícil no admitir que, en contraposición a las cronologías ajustadas por los historiadores que siguen la tesis de La Habana, los cubanos eran perceptibles empleando Brazzaville como tránsito a Angola desde julio de 1975, y que la escalada de la introducción de tropas de combate en la guerra civil angoleña ya estaba en marcha. El monto definitivo de la operación logística cubana, sugiere que los preparativos de toda la empresa, por su complejidad y riesgos, deben haberse comenzado a concebir tan temprano como mayo de 1975. (15)

Posesionados de Luanda, el MPLA y sus aliados se encaminan a explotar la victoria política y militar tan sonada. Pero en primer término debían tratar de consolidar la dominación de la capital, fundamentalísima para sustentar ante las organizaciones regionales e internacionales, la idea de una sola y legítima organización en el poder una vez que Portugal saliese de Angola en noviembre. Los funcionarios ministeriales del gobierno de transición que fuesen adictos a otros movimientos fueron sustituidos, a instancias del politburó del MPLA y por acción del implacable comandante Nito Alves, aunque su paso a "cuadros partidistas" armados de la sapiencia de los manuales teóricos de la Editorial Progreso de Moscú, amén de las entusiastas incompetencias revolucionarias del caso, no conseguían echar a andar la caótica administración municipal y las ya agudas carencias de energía, víveres, transportes y otros servicios básicos. Los refugiados se comenzaban a contar en 80,000 ó 90,000 mensuales, la mayoría deseosos de abandonar la promesa de liberación nacional del MPLA por las incertidumbres del exilio metropolitano, entre tanto otros se dirigían al sur en penosa peregrinación hacia la frontera sudafricana. Tan triste era el panorama humano que, mediado agosto, el alto comisionado de Portugal declaró suspendido el gobierno de transición y que asumía plenos poderes ejecutivos. Tardía e inútil decisión, rechazada por las tropas de guarnición portuguesas y sus oficiales de izquierda, deseosos de permanecer al margen de la incontenible espiral de la confrontación. El MPLA, envalentonado y bajo la percepción nada incierta de que los acontecimientos militares rolaban a su favor, emitía una retórica declaración señalando que no abdicarían de sus responsabilidades gubernamentales “hacia el pueblo angoleño”…, en particular aquellas avaladas por el empleo de los fusiles de asalto kalashnikovs. (16)

El empuje principal se dará hacia el centro y sur de Angola aprovechando la percibida debilidad militar y numérica de UNITA, en tanto se disputaba fieramente la posesión de Caxito a las tropas del FNLA desalojadas antes de Luanda. La concepción de la maniobra correspondería al mando cubano ya establecido en la capital bajo Díaz Argüelles y otros oficiales de las fuerzas armadas cubanas. Uno de los avances seguiría el eje de la carretera costera que comunicaba la capital con Porto Amboin y Novo Redondo, siguiendo en dirección de Lobito y Benguela, donde enlazaría con tropas amigas e instructores del CIR bengueles, y más allá aquellas situadas tan al sur como Sa da Bandeira y Pereira de Eca. Para ello se enviaron más elementos militares desde Pointe Noire, en particular tras una serie de coordinaciones entre funcionarios cubanos y congoleses, dotados de material soviético desembarcado allí. Parte de las milicias del MPLA, militares cubanos y gendarmes catangueses también apuntarían hacia las comarcas centrales de Cuanza Sul, para asegurar el control de Quibala, Santa Comba y Cela, sobre la carretera de Nova Lisboa. Este avance se haría con suficiente ventaja a lo largo de la costa, aunque la sujeción total de Benguela se consiguió tras resistencia de las guerrillas de UNITA, que se ven forzadas a retirarse hacia las tierras altas de Nova Lisboa.

A fines de agosto, la posesión del poder de fuego ofrecido por la artillería reactiva monotubular Grad 100 (122mm) montados en trípodes o jeeps, los morteros 120mm y vehículos blindados BTR 60, entre otros modelos y equipos, operados por especialistas cubanos, permitió al MPLA y sus 7,000 milicianos de dudosa bizarría, ganar la iniciativa en varias importantes cabeceras provinciales del país. Resultaba virtualmente imposible para las guerrillas de UNITA o FNLA oponer una seria resistencia frontal entre Porto Amboin y Sa da Bandeira, con sus armamentos ligeros tomados durante la guerra portuguesa o al propio MPLA, su mínimo adiestramiento o disciplina castrenses, tal como percibieron los corresponsales que les visitaban. Aunque moralmente motivados por lideres eminentemente populares y carismáticos como Jonas Savimbi o Daniel Chipenda, los adversarios del MPLA y los cubanos poco podían ofrecer excepto ser barridos por una combinación que comenzaba a ser la clave de las operaciones militares de la guerra civil: el abrumador poder de fuego del armamento soviético operado por militares cubanos contra un enemigo casi inerme entonces (17). La conmoción que semejante desbalance provocó entre los seguidores de UNITA y FNLA explican algunas de las apelaciones hechas por Savimbi a varios países amigos en las semanas subsiguientes.

Durante el segmento final de agosto y los primeros días de septiembre, las fuerzas marxistas estaban en posesión de Novo Redondo, Lobito, Benguela, Mossamedes, Sa da Bandeira y Pereira de Eca al suroeste; las importantes Malange, Vila Salazar, Henrique de Carvalho, Vila Luso y Teixeira de Sousa al centro y este del país. Las unidades fundamentales del FNLA mantenían su presencia en Carmona y Sao Antonio de Zaire, en tanto libraban una cerrada disputa por el control de Caxito, retomado por la acción de la artillería reactiva de 122mm y tanques T-34 operados por los asesores cubanos que ahora parecían apuntar al puerto de Ambriz, símbolo político y ventana para suministros exteriores del FNLA.Tal descalabro forzó la remisión de dos batallones de regulares zairenses para bloquear la ofensiva MPLA-cubana en dirección al santuario del FNLA y de paso, con la oportuna recuperación de la maltrecha Caxito, levantar la maltrecha moral de los guerrilleros de Holden Roberto, acelerando un paso más en la inexorable internacionalización de la guerra africana. (18)

Los ritmos y posibilidades del concurso zairense podían ser un alivio temporal para los desalentados guerrilleros de Roberto, pero es dudoso que lograsen variar poco mas que el escenario táctico al norte de Luanda, y por cierto tiempo, salvo que los “drásticos acontecimientos” sugeridos por el ya citado memorando secreto sudafricano de junio de 1975 pudieran materializarse y revertir el impulso logístico que parecía estar sesgado hacia uno de los tres contendientes. Septiembre vio un incremento del volumen de materiales bélicos y otros suministros alijados en puertos y aeropuertos congoleses, así como la entrada de tropas regulares de combate en la liza angoleña. Mientras que al menos dos mercantes cubanos tocaban en Pointe Noire dejando camiones, carros blindados BTR, y pertrechos, a la vez que desembarcaban entre 500 y 600 militares uniformados, es decir, prácticamente un batallón de regulares. Fuentes posteriores apuntan a que en el mismo periodo, otros tres transportes mercantes movían desde puertos cubanos un contingente de refuerzo equivalente a una brigada de combate por viaje, unos 1,800 efectivos. A ellos se añadía que, tras un acuerdo entre jefes militares de Cuba y Congo Brazzaville, los segundos transferirían a los primeros sus baterías de cohetería reactiva BM-21 (122mm), para emplearlas a favor del MPLA, con el compromiso de los soviéticos de reponerlas con el material que se desembarcara en puertos congoleses. (19)

Momento este en que la situación del teatro de operaciones en Angola se perfila con tres direcciones principales:

1-El máximo esfuerzo para conservar el control del MPLA en el enclave de Cabinda, destacando artillería antiaérea, antitanque, lanzadores múltiples monotubulares, vehículos diversos y un número apreciable de asesores y especialistas militares cubanos, con dos batallones del MPLA, uno destacado en Cabinda y otro desplazado desde Benguela. Se orientarán a defender las posiciones contra las guerrillas del Frente de Liberación del Enclave de Cabinda (FLEC, organización irredentista, desvinculada política y étnicamente del resto de los movimientos de liberación de Angola, que se resistía a aceptar la posibilidad de la secesión o aun de un régimen de autonomía para el selvático enclave transriverino) con asistencia de los zairenses. (20)

2-Presión de las fuerzas del MPLA, militares cubanos y gendarmes catangueses, dotadas de artillería y tanques medianos desde Lobito en dirección a los santuarios de la UNITA en Nova Lisboa, con un paralelo movimiento de flanco desde Sa da Bandeira. Este avance pretendía proceder desde la costa hasta la meseta de Bie, por la dirección de Norton de Matos y Alto Hama.

3-Originado en Teixeira de Sousa y Henrique de Carvalho, otro avance de cubanos, catangueses y milicianos del MPLA destinado a desalojar a las guerrillas de UNITA de sus posiciones en Vila Luso y Silva Porto, sobre el ferrocarril de Benguela. De consumarse, las posiciones del FNLA en Serpa Pinto, más al sur, quedaría en precario. (21)

La percepción en las filas de UNITA y algunos de sus patrocinadores regionales era de alarma a mediados de septiembre de 1975. Portugal era impotente para restablecer el orden político y ni pensar que considerase una acción de pacificación o interposición. Lejos de ello, aceleraba el repliegue de sus guarniciones de puntos lejanos como los de las provincias de Lunda, Bie o Cuando Cubango, en tanto mantenía apenas dotaciones de una compañía o menos en puntos como Mossamedes o Lobito, apoyados por algunas unidades navales. En Luanda, una cuarta parte de la guarnición existente a inicios de año, esperaba su repatriación. De modo que el vacío de poder dejado por el poder colonial estaba abierto a la decisión de las armas, agonizante ya el proceso de Alvor. Y en esta competencia por el control decisivo del país el MPLA parecía disfrutar de todas las posibilidades de triunfo y no disimulaban sus líderes semejante entusiasmo. Los combates por Caxito y Benguela parecían confirmar el dictum favorito de Castro y Brezhnev.

UNITA deseaba conservar a toda costa su posesión de Nova Lisboa en espera del momento de la proclamación de la independencia, y desde donde podría erigir un gobierno rival del que con toda seguridad proclamaría el MPLA en Luanda. Esta y sus asesores cubanos deseaban liquidar este potencial reducto rebelde con antelación al traspaso de poder de Portugal, concentrando tropas, carros blindados, tanques y artillería en los acantonamientos de Lobito y Benguela. Por demás, la estructura organizativa y disposición militar de la guerrilla de Savimbi era considerada “rudimentaria o no existía” a despecho de controlar la provincia de Bie, y partes de las de Moxico y Cuando Cubango. Pero las ofensivas emprendidas por el MPLA, cubanos y gendarmes catangueses a lo largo de agosto y septiembre ponían las posesiones de UNITA ante el dilema de ser abrumadas desde el Atlántico y las comarcas orientales de Angola en un envolvente despliegue de tropas y fuego que pretendía converger sobre Nova Lisboa, nervio y centro político de la guerrilla. Para entonces, la pérdida de los puertos atlánticos interrumpió un importante vínculo con el exterior y la consecuente pérdida de acceso a pertrechos, combustible, víveres y armamentos de los que carecía. Bajo semejantes realidades hay que contextualizar las decisiones tácticas de Savimbi y su particular diplomacia en septiembre de 1975. (22)

En una serie de entrevistas celebradas en las capitales de Zaire, Zambia y Costa de Marfil, con sus jefes de estado y funcionarios de inteligencia norteamericanos y sudafricanos a finales de septiembre, Savimbi intentaba procurar asistencia militar inmediata que pudiese poner un valladar al enorme flujo de armamentos soviéticos y tropas de combate cubanas, que para entonces se estimaban entre 2,500 y 3,000 uniformados. Un resultado inmediato será la cesión por parte del gobierno zairense de once carros blindados AML-90, con sus tripulaciones, a los guerrilleros de UNITA. Contactos con la estación de la CIA en Kinshasa llevaron al compromiso de la agencia norteamericana de facilitar a Savimbi armamento ligero para sus seguidores. Aunque se entregaron con rapidez, no eran siquiera “…el tipo de armas que pudieran rivalizar (con) el equipo que estaba recibiendo el MPLA…”. Desde julio de ese año apreciables asignaciones de la administración Ford-Kissinger se habían destinado a Angola, las tradicionales implicaciones exteriores de las disputas domésticas norteamericanas limitaban con mucho las posibilidades de equiparar las cuantiosas remisiones soviéticas. Por ello, y gracias a la mediación diplomática de la presidencia zambiana, Savimbi solicitará a los sudafricanos su asistencia militar (23). Justo por los días en que dos buques cubanos desembarcaban dotaciones de tanquistas y un centenar de especialistas de las FAR en muelles congoleses, aderezados por medio centenar de camiones y carros blindados, llegaban a Silva Porto los primeros asesores militares sudafricanos, menos de una veintena entonces.

Una de las primeras misiones de los asesores sudafricanos, casi análoga a las de sus colegas cubanos meses antes a favor de los milicianos de Agustino Neto, fue poner a punto el material de combate que, a disposición de la guerrilla de UNITA, no estaba en capacidad de operar satisfactoriamente, en particular, el mantenimiento y empleo de los carros blindados AML-90 facilitados y operados por militares zairenses, pero que estos últimos no parecían atender de modo reglamentario, entregados a otros menesteres nada profesionales. Por ello Savimbi solicitó a los militares sudafricanos atender los cuatro vehículos blindados estacionados en Silva Porto, que ninguno funcionaba y justo habían sido recién entregados. Algunos mecánicos militares de la misión repararon la mitad, extrayendo piezas útiles del resto. Pero pronto los reparados quedaron inservibles por sabotaje, en su propio acuartelamiento, lo que es sintomático de las vulnerabilidades de la seguridad de los cuarteles urbanos de la guerrilla y de la proyección activa de los agentes marxistas. Para colofón, UNITA estaba falta de municiones para sus tropas como experimentaba una seria crisis de carburantes para sus vehículos, consecuencia de la pérdida de los depósitos situados en la costa del Atlántico (24). Con semejantes recursos resultaba descorazonador elucubrar posibilidades de resistencia efectiva desde los reductos del altiplano contra las simultáneas prolongaciones de las fuerzas al servicio del MPLA y sus innegables ventajas en recursos de batalla.

Iniciando así un puente aéreo que sería importantísimo para las fuerzas anticomunistas atrincheradas en las comarcas centrales y orientales de Angola durante el clímax de la guerra civil, el mando militar sudafricano (SADF, fuerzas de defensa sudafricanas, en sus siglas en inglés) remitió desde bases avanzadas en África del Sudoeste un limitado monto de material antitanque que, operado por especialistas propios, contribuiría a que las guerrillas de Savimbi contaran con algún apoyo de fuego para contrarrestar los medios acumulados en Lobito y Benguela, a disposición del MPLA. La remisión constaba de cuatro lanzamisiles montados en jeeps, que contarían con el apoyo de tres vehículos blindados AML-90 del parque de UNITA a ser tripulados por carristas sudafricanos, pues sus operadores angolanos no habían sido adiestrados en su empleo por las originales dotaciones zairenses. El plan concebido por Savimbi y sus asesores SADF se basaba en una contraofensiva en dirección a la costa, empleando la carretera que comunicaba Alto Hama con Lobito y Benguela, a modo de acción preventiva que impidiese a los efectivos del MPLA y sus asesores cubanos consolidarse a lo largo de la ruta, al menos mientras el reducto de Nova Lisboa podía ser puesto a punto de defensa. Así se ganaba cierto espacio para que nuevos contingentes de guerrillas de UNITA fuesen adiestradas y armadas por los consejeros militares sudafricanos y algunos operativos de inteligencia norteamericanos que habían sido asignados por sus respectivos gobiernos para asistir a Savimbi. Sin embargo, una serie de contratiempos técnicos surgidos de la revisión del equipo necesario para ejecutarlo, al dilatar el avance, permitió que las milicias del MPLA y los cubanos desplazaran una fuerte agrupación de tropas hacia Norton de Matos, población situada a medio camino entre la costa y el punto de partida de la proyectada contraofensiva, Alto Hama. La ocupación de la primera situaba a las unidades enemigas a unos escasos 100 kilómetros al occidente de Nova Lisboa, al iniciarse el mes de octubre de 1975. (25)

Un combate de encuentro, 5 de octubre de 1975.

Aun así se persistió en practicar el desplazamiento contraofensiva desde Nova Lisboa en dirección a Lobito, pasando por Alto Hama, a lo largo de un trayecto de 296 kilómetros. La fuerza combinada estaba integrada por una unidad para misiones especiales de la SADF, compuesta por unos 19 asesores y especialistas, asistidos por tres compañías de guerrilleros de UNITA. Según uno de los testimonios consultados, el movimiento de la columna, ya demorado antes, se vio obstruido por los numerosos puntos de control y emboscadas que los seguidores de Savimbi poseían a lo largo de la carretera que salía de Alto Hama, estos bloqueos viales en puntos como Luimbale, sin posibilidades de comunicación directa con los escalones superiores en la retaguardia o desconocedores de la naturaleza reservada de la columna móvil que detenían, ayudaron a hacer el avance una marcha “penosamente lenta”, que iba perdiendo con celeridad los amagos contraofensivas a favor de los meramente exploratorios. Esta fuerza, organizada al uso de la nomenclatura sudafricana como un “grupo de batalla”, que constituía lo más formidable con que UNITA había podido contar desde los inicios de la lucha entre los movimientos de liberación nacional por el legado de Portugal, constaba de un abigarrado surtido de gentes y armas:

1-Una fuerza ofensiva con el mayor poder de fuego compuesta de tres lanzamisiles montados en jeeps y operados por personal sudafricano. Con el apoyo directo de tres carros blindados AML-90 también a cargo de los sudafricanos.
2-Una unidad de cobertura que contaba con una pieza antiaérea montada en jeep, y otro vehículo similar con dos ametralladoras pesadas, ambos operados por guerrilleros angolanos.
3-Varios camiones de transporte y carga habilitados para desplazar el batallón de tropas de UNITA, que además contaba con morteros, ametralladoras ligeras y algunos cañones sin retroceso.
4-El estado mayor de UNITA, con el propio Savimbi y sus escoltas en tres vehículos. (26)

Como también les había acontecido a los cubanos antes y le seguiría mas adelante, los sudafricanos carecían de apropiada información topográfica y debían recurrir a comunes mapas de carreteras y a la habilidad de los prácticos locales. Las condiciones climáticas y el penoso estado técnico del material proporcionado por el ejército zairense agregaron mas dilaciones a una empresa que marchaba contra cualquier planificación estimada. Uno de los carros blindados es abandonado en la carretera al negarse a funcionar, el restante queda inutilizado en las afueras de Norton de Matos, al comenzar el día del combate. En escasas horas de marcha y poco menos de ciento cincuenta kilómetros de carretera, el poder de fuego de la columna se veía disminuido en dos sextas partes, y en particular privado de los útiles carros AML-90 con su movilidad y efectivos cañones, que los sudafricanos operaban con notable habilidad como experimentarían los regulares de las FAR en los combates de noviembre y diciembre venideros. Tales ausencias conspiraban contra los meros propósitos de la fuerza de ataque.

Para mas desventuras, un inoportuno aparato de reconocimiento al servicio del MPLA, probablemente piloteado por portugueses o cubanos, les avistó sobre la carretera de Alto Hama en los aproches de Norton de Matos al alba del 5 de octubre de 1975. Aunque atrajo el fuego antiaéreo de los guerrilleros, el aparato se retiró al parecer sin daños y con las coordenadas de la fuerza UNITA-sudafricanos, por demás vulnerable al seguir una obligada ruta vial, en medio de la lluvia, entre campos y boscosidades. Pronto se ven bajo el barraje de fuego de la artillería operada por los cubanos, ventajosamente situada en eminencias que dominaban la obligada línea de avance de la columna motorizada. Un paso obligado bajo el castigo de un abrumador uso de la superioridad en morteros (120mm), lanzadores de misiles Grad (122mm) y ametralladoras pesadas proporcionadas en abundancia por los depósitos moscovitas, he ahí una circunstancia táctica de la que los asesores cubanos del MPLA sacaran sus conclusiones, y que dada la naturaleza del terreno, las carreteras y la estación pluviosa austral, replicaran con bastante éxito en varios momentos de la campaña angoleña. Norton de Matos representa bien el caso en que una columna en progresión es tomada “…por sorpresa en terreno abierto que constituía un ideal campo de ataque”, como refiere un investigador sudafricano. Este incidente inicial se considera como la primera acción de combate convencional en que tropas terrestres sudafricanas se vieran envueltas desde el final de la segunda guerra mundial y también el prístino contacto con elementos de las fuerzas armadas cubanas durante la contra intervención en Angola. (27)

La columna queda quebrantada por el impacto de la sorpresa enemiga. El vehículo comando de los asesores sudafricanos queda destruido, sus ocupantes se ven obligados a abandonarlo y lanzarse a la carretera buscando protección. Las escasamente disciplinadas guerrillas de la UNITA, se dispersan desmoralizadas, dejando los camiones que le transportaban, en dirección a las boscosidades de las cunetas. Los asesores sudafricanos se organizan y organizan fuego de riposta contra las posiciones cubanas y del MPLA, empleando el único carro AML-90, algunos morteros de campaña y los jeeps dotados de lanzadores de misiles. Estos eran efectivos, pero de operación complicada, pues al ser filo dirigidos debían ser disparados desde la carretera para evitar que la densa vegetación paralela a esta les anulara, exponiendo al cerrado fuego enemigo a los vehículos, piezas y tripulaciones, algo que ejecutan con notable profesionalismo y aplomo. En el transcurso de la acción, Savimbi permanece en la línea de fuego. Luego de sostener y responder el fuego procedente de las posiciones cubanas, inclusive de ataques con granadas desde el aparato de reconocimiento, durante una hora, los militares sudafricanos y Savimbi se repliegan con sus vehículos, y probablemente parte de los guerrilleros de UNITA que lograron recuperarse. En total se experimentaron dos bajas fatales entre los guerrilleros, y se pierden los dos jeeps de UNITA, dotados con armas pesadas. Es sorprendente que, vista la sorpresa, lo reducido del blanco, el volumen de fuego cubano y la constante observación aérea, las bajas humanas y las perdidas de material hayan sido tan cortas. Las sufridas por los comunistas no pudieron ser precisadas, y los estimados de los exploradores guerrilleros enviados por Savimbi eran de trabajosa confirmación en su momento. (28)

Consideraciones acerca de una acción.

Aunque los sudafricanos y sus aliados se vieron forzados a cancelar su proyectada contraofensiva a lo largo de la carretera de Lobito, ante el obstáculo de las defensas avanzadas cubanas en Norton de Matos, el combate entrañó una lección para reconfigurar las acciones ulteriores de la campaña tal y como se percibían desde Nueva Lisboa y Pretoria. Por su lado, para los cubanos y el MPLA, la acción citada, que permanece extrañamente ausente de las referencias y apologías al internacionalismo aunque pudiese ser considerada en un tono manipulable, el éxito táctico no parece haber alentado a ejecutar un avance agresivo sobre Alto Hama y explotar la situación a su favor persiguiendo a la columna en repliegue. Es interesante ver que la proyectada ofensiva sobre Nova Lisboa, a menos de 150 kilómetros desde el punto del combate, no se materializó entonces, optando por permanecer las tropas marxistas en las posiciones alcanzadas a finales de septiembre de 1975. Aparentemente, la única fuerza ofensiva disponible por parte de la UNITA y sus aliados, vísperas del combate, fue interpretada como una columna de vanguardia que tanteaba el dispositivo defensivo MPLA-cubano en la dirección de Lobito, y por lo tanto premonición de un ataque más serio. Que era aconsejable esperar atrincherado y reforzado, protegiendo el esencial puerto, a 148 kilómetros en su retaguardia.

Cierto es que, establecido el cerco alrededor del reducto de UNITA en el altiplano central a mediados de octubre, cuando se inicia el avance acelerado de la columna Zulú, integrada por exploradores bosquimanos, guerrilleros del FNLA, oficiales y personal técnico sudafricanos, desde Cuando Cubango, se mantenían dislocadas importantes agrupaciones de milicias del MPLA, asistidas por militares, tanquistas y artilleros cubanos, por Benguela, Lobito y Quibala, pero en espera de acumular los medios y fuerzas que aseguraran una indisputable superioridad táctica. De las referencias disponibles se puede presumir que el mando cubano en Angola parecía inclinarse a atacar Nova Lisboa desde la dirección de Sa da Bandeira, donde se acumulaban tropas cubanas y del MPLA apoyadas por tanques. Por ello, el desmoralizador efecto del fulgurante movimiento de la columna FNLA-SADF sobre el flanco sureste del dispositivo preparado por Díaz Argüelles contra el reducto de la UNITA, que tras del combate de Catengue (2-3 de noviembre) se puede considerar (sin reparos) como el desquite sudafricano por el encontronazo con el fuego cubano en la autovía de Norton de Matos, escasamente una veintena de días antes.

En todo caso, a lo largo del mes de octubre de 1975 el régimen castrista y sus mentores soviéticos reforzaron sus remisiones de hombres y material al MPLA, dispuestos ya a ganar la completa ventaja antes de la proclamación de la independencia y resolver en el campo de batalla la prevista disputa electoral. Castro, Neto y Brezhnev consideraban que las descargas de los lanzadores múltiples BM-21 conseguían definir los juegos políticos africanos con más celeridad y estruendo que el demorado conteo de los votos en los burgueses comicios previstos en los difuntos acuerdos de Alvor.

Durante las dos primeras semanas de octubre, varios mercantes cubanos recalaban en Pointe Noire, dejando en tierra el equivalente de dos batallones de las FAR, cada uno de medio millar de efectivos, y en general un alijo de tanques, camiones y artillería de campaña. Algunas de estas fuerzas eran enviadas a Cabinda por tierra, o remitidas por mar a Luanda o Porto Amboin. A este último y Benguela, ahora en poder del MPLA, afluyeron contingentes de tanquistas y otros militares cubanos, a integrarse a la agrupación de tropas del frente sur del MPLA, con vistas a la ofensiva contra UNITA. Llegaban justo el día en que los sudafricanos y sus aliados locales iniciaban la Operación Savannah. Para la tercera semana del mismo mes otros transportes cubanos lanzaban anclas en las radas de Luanda, Benguela y Porto Amboin, con similares cargamentos procedentes de puertos de la isla. De acuerdo con algunas fuentes, algunos de estos buques correspondían a un convoy preparado en Cuba desde septiembre anterior bajo las órdenes del comandante Cintra Frías, y que se estimaba debía hacer llegar a suelo africano un enorme contingente. Si asumimos otros estimados, la fuerza expedicionaria ya en operaciones en Angola bajo Díaz Argüelles, se podía computar en 3,000 efectivos regulares y asesores que libraban las acciones del MPLA contra sus compatriotas del FNLA y UNITA. (29)

Algunas indiscreciones diplomáticas en ciertas capitales africanas parecían confirmar el involucramiento de unidades regulares de las fuerzas armadas cubanas en los asuntos domésticos de la descolonización angoleña. Monitorear Brazaville y sus pistas aéreas, protegidas por tropas congolesas y cubanas, ofrecía pruebas bastante accesibles para los agentes de inteligencia de cualquier potencia interesada en tabular los aterrizajes de los difícilmente ocultables Antonov -22 que, tras escalas de conveniencia en Guinea Bissau, transportaban en sus enormes sentinas mas remesas de armamento y pertrechos soviéticos. Se agregaban a los cerca de dos mil tropas cubanas, entonces en bases congolesas, y que luego se encaminarían a Angola. Según un conservador estimado del Departamento de Estado de los Estados Unidos, para los primeros días de octubre, los alijos marítimos cubanos y soviéticos habían desembarcado en Luanda y quizás Porto Amboin unas 10,000 toneladas de armamentos y municiones, más entre 200 y 400 militares castristas (30). Consecuente con las experiencias de la campaña ofensiva de agosto y septiembre en la que se ubica el primer escarceo con los sudafricanos en Norton de Matos, el alto mando de la Habana acumulaba con celeridad los recursos que permitirían que sus aliados reclamasen el poder total en Angola una vez que se arriase la enseña portuguesa de las añosas fortificaciones de Luanda.

Los sudafricanos tampoco soslayaron la lección adquirida en aquella carretera en las afueras del villorrio mencionado. Calificado de “rudo encontronazo”, el episodio mostró a los miembros de la misión de asesoría de la SADF y guerrilleros de la UNITA que no podían enfrentarse a la superioridad en armamentos pesados de las tropas cubanas del MPLA, a despecho del escaso número de bajas experimentadas. Además, los asesores sudafricanos llegaban también a una melancólica conclusión de la que ya sabían sus homólogos y ahora rivales cubanos desde meses antes con respecto a las cualidades combativas de las milicias angolanes de cualquiera de las facciones rivales que aspiraban erigir el estado poscolonial. Para los sudafricanos se hacía imperativo el remediar el hecho de que las tropas de la UNITA no estaban en capacidad de enfrentarse exitosamente a las unidades cubanas que sostenían el dispositivo militar del MPLA, sin considerable asistencia de la SADF. Para Savimbi, enfrentado ahora a un adversario decidido, bien provisto de armamentos pesados y poderosos patrones en Moscú, la UNITA por sí misma no podía ni pretender sostener sus posiciones del centro de Angola, en un enfrentamiento regular, al estilo del de Norton de Matos. Con sus ínfimos recursos de combate y la escasa preparación de sus hombres, si UNITA esperaba validar aún su propuesta de un gobierno de unidad nacional angoleña en el próximo foro de la Organización de Unidad Africana previsto para diciembre, debía conseguir mejorar sus posiciones políticas y militares en el escenario angoleño. (31)

Tres días después del combate de Norton de Matos se produjo una reunión entre el general C. Viljoen, SADF y Savimbi en los cuarteles de éste en Silva Porto, con el propósito de revisar la situación de los frentes de batalla en vista de los cambios introducidos por la presencia de miles de tropas, especialistas y asesores militares cubanos del lado de los marxistas angolanos, y en qué medida una cooperación entre militares sudafricanos y guerrilleros de UNITA podían revertirlos. Entre los acuerdos convenidos estuvo el incrementar el poder de fuego de las tropas guerrilleras y sus asesores con el envío de varias unidades de carros blindados, lo que fue sancionado favorablemente por el consejo de seguridad en Pretoria. Tal percepción era también discutida públicamente en la prensa sudafricana, sugiriendo oblicuamente la necesidad perentoria de proporcionar medios de resistencia a las fuerzas de Savimbi. (32)

Desde la importante base de Rundu, en la misma frontera de África del Sudoeste con Angola, se trasladaron por vía aérea a Silva Porto dos escuadrones de los maniobreros y efectivos carros blindados Eland-90, en varios vuelos durante la tercera semana de octubre de 1975. Estos 22 carros de combate podían conferir a la UNITA y sus consejeros sudafricanos la capacidad de enfrentar los tanques medianos T-34 y carros blindados BTR que los cubanos operaban para el MPLA. En Silva Porto se establece el cuartel general sudafricano, que se encargaría de preparar a las guerrillas con un acelerado programa de entrenamiento y poner a punto vehículos de transporte del parque local, mientras coordinaban operaciones con Savimbi y sus comandantes. Algo más de cuatrocientos kilómetros al oeste, en Benguela, un equipo similar de oficiales cubanos consideraba las posibles avenidas para liquidar la presencia de Savimbi en las ciudades del altiplano de Bie, antes del 11 de noviembre de 1975. Al efecto, ya contaban con una reforzada agrupación de tropas del MPLA y cubanos apoyados por los legendarios tanques T-34 dislocada en las cercanías de Sa de Bandeira, y que los asesores sudafricanos de Savimbi estimaban dirigidas a avanzar en dirección a Nueva Lisboa, en combinación con análogas fuerzas destacadas en Benguela, y que debían tomar el camino de las tierras altas a lo largo del ferrocarril homónimo. Éste despliegue, posicionado en lo fundamental para la primera mitad de octubre, era la jugada definitiva que los mandos cubanos en Luanda y La Habana precian en contra de la organización que calificaban de más susceptible de ser aniquilada antes de la independencia.

Percepción que los informes del comandante Díaz Argüelles trasmitía a sus superiores en el ministerio de las FAR, en varias comunicaciones, acerca del estado de las operaciones a nombre del MPLA a lo largo del mes de octubre. La situación general en Angola, sostenía en vísperas de la acción de Norton de Matos, no podía ser más favorable para la causa y las armas del MPLA y sus asesores cubanos. La percepción se hacía más halagüeña en la segunda mitad del mes, cuando estimaba que la ventaja táctica frente a los efectivos de la UNITA y en particular del FNLA. Esta última estaba bastante quebrantada tras los enfrentamientos librados en el frente septentrional de Luanda, en especial Caxito, Morros de Cal y Quiangombe, y los pronósticos sugerían la profundización de su desorganización y desmoralización, que se extendía a sus auxiliares zairenses. Por otro lado, las fuerzas cubanas aceleraban sus programas de entrenamiento de los reclutas del MPLA en sus bases CIR, hasta nivel de batallón. (33)

Un informe lejano y una decisión inmediata.

Díaz Argüelles tenía razones para emitir tan optimistas apreciaciones en un momento fundamental de la campaña angolana. Naturalmente desconocía que analistas del departamento de estado de los Estados Unidos, sección de inteligencia e investigación, ofrecían a la Casa Blanca un cuadro bastante coincidente. En efecto, a solicitud del secretario de estado Kissinger (entonces partidario de que la administración norteamericana tomase una activa participación encubierta en Angola), sus subalternos (que manejaban información procedente de embajadas) y agentes internacionales elaboraron un estudio cuyas principales conclusiones reconocían que, a lo largo de los meses transcurridos entre marzo y septiembre de 1975, el MPLA asistido por militares cubanos había conseguido hacerse del control de Luanda y su provincia. En el mismo periodo estrechaban su presencia en Cabinda. Durante la ofensiva que se inició desde finales de julio, este control se extendió completamente por la costa, hasta la frontera de África Sudoccidental, incorporando cinco puertos de primera importancia. Similares avances traían al redil del MPLA y los cubanos los distritos de Luanda y sus valiosos recursos geológicos, sumando algo más de la mitad de las cabeceras provinciales. A finales de septiembre, desde sus ganadas posiciones en la costa atlántica, se estaba proyectando un avance contra las comarcas del interior del país, con una amenaza contra la principal zona de influencia de la UNITA. Y disputaban duramente a ésta el dominio de la importante ciudad de Luso, sobre el ferrocarril de Benguela (34). Los analistas norteamericanos, dejando aparte ciertos recurrentes corrimientos ideológicos a la siniestra, comunes en el departamento de estado, que hacían ver con simpatías a la facción de Neto, parecían confirmar las euforias de Díaz Argüelles como las aprehensiones de Savimbi.

Los efectos inmediatos de Norton de Matos se añadieron a consideraciones políticas que ya estaban en discusión para entonces y que se materializará en el denominado “plan Botha” para contra intervenir en Angola, de la autoría directa del ministro de defensa sudafricano P. W. Botha, aprobado por el presidente J. Vorster y sus consejeros inmediatos, en la segunda semana de octubre de 1975. Éste proyecto abogaba por una acción militar limitada, en monto y tiempo de ejecución, como elemento de presión a favor de los movimientos anticomunistas con vistas a lograr una solución negociada del conflicto civil bajo auspicios regionales, en concreto de la Organización de Unidad Africana (OUA). El plan envuelto en una embarazosa secretividad luego criticada, decretaba que no se podrían emplear mas de 2,500 efectivos de la SADF y 600 vehículos de combate, apoyo logístico y transporte en varias etapas: en discreto movimiento desde bases remotas en África del Sudoeste, recapturar las comarcas sudoccidentales de Angola, en especial Sa da Bandeira y Mossamedes; consolidar las posiciones de UNITA en las tierras altas de la meseta central, todo esto antes de la proclamación de la independencia (35). Se iniciaría el 14 de octubre de 1975, por los mismos días en que por Pointe Noire desembarcaba un numero de refuerzos marítimos cubanos que agregaba mas de un millar de tropas regulares, al menos una escuadra de tanques y suficiente artillería para hacer más sólidas las posiciones ya adquiridas por el MPLA. Íbase delineando un escenario de futuros enfrentamientos entre militares cubanos y sudafricanos en una disputa librada a nombre de movimientos clientes que, si escasamente estaban en condiciones de suceder administrativamente al centenario colonialismo portugués y poner en practica los postulados programáticos propios de los movimientos de liberación nacional africanos, resultaba notoria su imposibilidad de conquistar estas competencias con los precarios medios heredados de la guerrilla, en un entorno orlado de violencias, donde cada vez mas se dirimían en suelo angoleño, ambiciones y delirios de aspirantes a potencias, regionales y foráneos.

San Juan, Puerto Rico, 2006. arriba

Notas.

(1) volver Memorando de la SADF y Buró de Seguridad del Estado concerniente a la situación en Angola, 26 de junio de 1975. Debe aclarase que, si bien el análisis de la inteligencia sudafricana merece la credibilidad adecuada, en un país como Angola, donde nunca se había considerado levantar antes un listado de votantes, al carecerse de semejantes ejercicios electivos durante la prolongada dominación portuguesa, los estimados porcentuales se formulaban, como hemos dicho antes, sobre la base de un electorado potencial. Casi todo concentrado en áreas urbanas, en aquellos sectores occidentalizados culturalmente y en algún modo identificados con algún tipo de actividad o filiación política, en especial tras la autorización extendida para ello por el gobierno militar lisboeta, desde el otoño de 1974. La mayor parte de los habitantes de la provincia de Angola, en la época que nos ocupa, moraban en entornos rurales y alrededor de comunidades tribales tradicionales, apenas tocadas por la presencia y modos de vida europeos o de los bantúes urbanos asimilados, y por ello no se deben considerar como contemplados en los (de por sí siempre tentativos) cálculos de electores que exhibían (y propalaban) tanto los líderes políticos de los "movimientos de liberación" como los numerosos agentes de información internacionales in situ. Por otro lado, el informe reservado sudafricano sólo apuntaba, por claras razones políticas y militares, a aquellas etnias de donde extraían sus militancias las tres principales facciones contendientes, excluyendo deliberadamente otros grupos.

De acuerdo con los datos censales absolutos disponibles entonces, en un total de 5.9 millones de habitantes, a la población bantú le correspondían 5.3 millones, escindidos según líneas étnicas y lingüísticas definidas y que constituyen la fundamental base de los movimientos independentistas. Las comunidades más influyentes en el juego político de la descolonización, según lo para entonces convenido con Lisboa, eran los ovimbundus, de donde procedía la mayor copia de los seguidores de UNITA, con cerca de 2 millones de habitantes censados; los kimbundu, con 1.96 millones, y que junto con apreciable parte de los mestizos urbanos de la franja costera, eran el sustrato social del MPLA, y unos 700,000 a 900,000 bakongo, entre los cuales extraía su militancia el FNLA. La población blanca angoleña sumaba unos 500,000 residentes a inicios de la década del 1970. Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana. Espasa Calpe, SA, Madrid, 1980. Suplemento Anual 1975-1976, págs. 823-827.

(2) volver Klinhoffer, A.J. “The Soviet Union and Angola”, en Donaldson, R.H. (ed.) The Soviet Union in the Third World: Successes and Failures. Boulder, Co., 1982, págs. 100-105.

(3) volver Ibidem, págs. 98, 101; Grieg, I. The Communist Challenge to Africa. An analysis of contemporary Soviet, Chinese and Cuban policies. London, 1977, pág. 215.

(4) volver Ibidem. Véase también Enciclopedia Universal Ilustrada…, Suplemento Anual 1975-1976, págs. 643-644.

(5) volver Benemelis, J. Castro, subversión y terrorismo en África. Madrid, 1988, pág.297. Hemos confirmado buena parte de estos datos en entrevistas con exmilitares retirados de las FAR y que sirvieron en la dirección política del cuerpo durante la campaña. San Juan de Puerto Rico, 3-5 de julio de 2004.

(6) volver “Campaña de Angola. 30 años de Angola”, en http://www.cubafar.com (enero de 2006). Según el general Rafael del Pino, los jefes de las bases castristas del MPLA eran los comandantes R. Sotomayor García, E. Nodarse Bonet, Estrada Reyes y Espinosa Martín. A este último se le encomendaría tomar la mayor parte del armamento y los asesores y asegurar la posesión de Cabinda.

(7) volver Benemelis, J. Castro, subversión y terrorismo…, pág.295, 303.

(8) volver Ibidem, pág. 301, 303. Este autor estima en unos 2,500 efectivos regulares el contingente transportado por mar por mercantes cubanos, y puesto a las ordenes de Díaz Argüelles en agosto. Este era entonces el jefe de la décima dirección de las FAR, encargada de la asistencia militar a movimientos, gobiernos y ejércitos amigos, lo que explica su designación.

(9) volver “Tropas cubanas en Angola (1975)”, “Fuerza expedicionaria cubana en Angola (1975)”, en http://www.cubacultura.org (2004). Otros estimados ofrecen cifras algo menores en este momento, que rondan el millar (entre 1,000 y 1,500 efectivos) para finales del verano. Véase Leogrande, W. Cuba`s Policy in Africa, 1959-1980. Bekerly, Ca. 1980, table1, pág. 20.

(10) volver Memorando de la SADF…, concerniente a la situación en Angola, 26 de junio de 1975.

(11) volver Facts on File. World News Digest with Index. Volume 35, no. 1784, July, 19, 1975, page. 517; Grieg, I. The Communist Challenge to Africa…, págs. 216-217; Benemelis, J. Castro, subversión y terrorismo…, págs.299-301; The Times, Londres,14 de Julio de 1975.

(12) volver Grieg, I. The Communist Challenge…, págs. 216-217.

(13) volver Ibidem, pág. 223. Véase lo expuesto al respecto por R. del Pino, en el foro “Campaña de Angola”,
http://www.cubafar.com (2003).

(14) volver The Economist. Londres, 22 de noviembre de 1975. Véase Clodfelter, M. Warfare and Armed Conflicts. A statistical reference to casualty and others figures, 1618-1991. Jefferson, NC & London, 1992, II, page. 1025.

(15) volver Legum, C. y T. Hudges. After Angola. The War over Southern Africa. Londres, 1976, citado por Greig, I. The Communist Challenge…, pág. 236.

(16) volver Ibídem, pág. 216.

(17) volver Véase The Times, Londres, septiembre de 1975, citado por Grieg, I. The Communist Challenge…, pág. 219.

(18) volver Facts on File. World News Digest with Index. Volume 35, no. 1784, August 2, 1975, págs. 558-559; August 16, 1975, págs. 592-593; August, 23, 1975, págs. 613-614. También Benemelis, J. Castro, subversión y terrorismo…, págs. 301, 304.

(19) volver Ibidem, pág. 303. En otros informes se menciona que, en verdaderas condiciones de apiñamiento e incomodidad, esta cifra de hombres, más combustible y municiones, podían transportarse en un solo buque de mayor capacidad.

(20) volver Ortiz, J. M. Angola: un abril como Girón. La Habana, 1979, págs. 32-33; Marcum, J. The Angolan Revolution. Exile Politics and Guerrilla Warfare. Cambridge, Mass.,1978, págs.253-254.

(21) volver Creemos de interés apuntar que dentro de la estrategia de consolidar su control sobre ciudades y provincias el MPLA y sus mentores se cuidaron de suceder al control portugués en dos comarcas ricas en productos exportables: una, Cabinda, con una producción estimada de 8.9 millones de toneladas de petróleo; la otra, Luanda, que extrajo por entonces 1.9 millones de quilates de diamantes. Los comisarios marxistas de Neto aseguraban un requisito clave del poder revolucionario. Véase Enciclopedia Universal Ilustrada Europea-Americana…, Suplemento Anual 1975-1976, pág. 824. También Benemelis, J. Castro, subversión y terrorismo…, pág. 304.

(22) volver Hamann, H. Days of the Generals. Cape Town, 2001, págs. 28-29. Para subrayar el significado de la posesión de los puertos angolanos debe señalarse que en este país tocaron 6.800 buques, transportando 16.8 millones de toneladas de mercancía hasta inicios de la contienda civil. Enciclopedia Universal Ilustrada…, Suplemento Anual, 1975-1976, pág. 643.

(23) volver Grieg, I. The Communist Challenge…, págs. 219-220; Hamann, H. Days of Generals…, pág. 28.

(24) volver Hamann, H. Days…, pág. 29.

(25) volver Ibidem. La causa del retraso de la fuerza móvil UNITA-sudafricanos se debió al estado defectuoso de tres de los lanzadores de misiles montados en chasis de Land Rovers. Las piezas tuvieron que ser remitidas con prisa y por vía aérea desde almacenes situados en la lejana Pretoria. Por mucho que se apresuraran luego, habían perdido una ventana para la sorpresa.

(26) volver Ibidem, pág.30. Dada que la política sudafricana del momento, como la cubana, era de máxima discreción con respecto a su intervención angoleña, los asesores estaban considerados oficialmente como mercenarios, con sus uniformes y equipos de factura portuguesa. Su comandante, adscrito a la plana mayor de Savimbi, era entonces el mayor L. Holthauzen.

(27) volver Ibidem.

(28) volver Ibidem, pág. 30. La historiografía oficial cubana, como ha reconocido ladina y lastimeramente el dictador Castro en un discurso del pasado diciembre de 2005, no ha publicado una historia documentada de sus intervenciones en Angola. Aunque las razones se acercan más a la censura que a la insinuada modestia del régimen, aquellos investigadores afines a las interpretaciones del estado que han pretendido escribir la versión oficiosa del conflicto, parecen ignorar el episodio de Norton de Matos y consideran que el primer encuentro en que participan tropas cubanas se ubica en el frente norte de Luanda, durante la acción de Morro do Cal, el 23 de octubre de 1975, contra guerrilleros del FNLA y algunas fuerzas zairenses. Véase Gleijeses, P. “Havana`s Policy in Africa, 1959-1976; New Evidence from Cuban Archives”, CWHIP Bulletin 8-9. The Cold War in the Third World and the Collapse of the Détente. W. Wilson Center for Scholars, Washington, DC (Winter 1999), pág, 7.

(29) volver Grieg, I. The Communist Challenge…, págs. 219-220. Benemelis, J. Castro, subversión y terrorismo…, págs. 313-315. Este autor asume la cifra de unos 7,000 hombres para la fuerza expedicionaria preparada en septiembre para intervenir en Angola y que llegaría a lo largo de las semanas últimas de octubre y el siguiente noviembre de 1975. Dada la complejidad de movilizar, embarcar y transportar por mar durante tres semanas estas unidades, esto reafirma la sospecha que despiertan las cronologías de la historia oficial del castrismo.

(30) volver Ibidem; “Tropas cubanas en Angola”, en http://www.cubacultura.org (2004).

(31) volver Hamann, H. Days of the Generals…, págs. 29-31. Uno de los reproches de Savimbi a la CIA era el que los norteamericanos le habían facilitado equipo de combate que no facilitaba librar combates directos contra los bien dotados adversarios comunistas. Sus apelaciones por material antitanque no parecieron ser tenidas en cuenta por cautelosos políticos en la capital norteamericana. Véase Stockwell, J. In Search of Enemies. A CIA story. New York, 1978, págs. 78,162-163.

(32) volver Ibidem, pág. 31. Véase las opiniones aparecidas en el Rand Daily Mail, Johannesburgo, 23 de octubre de 1975, pág. 1.

(33) volver Comunicación del jefe de la Misión Militar cubana, Díaz Argüelles, al viceprimerministro de las FAR, comandante A. Colomé Ibarra, 1 de octubre de 1975; Comunicación del comandante Díaz Argüelles, 1 de noviembre de 1975. Ambas proceden de los fondos del Centro de Información y Documentación de las FAR, La Habana, files 10 y 11, y aparecen reproducidas en Gleijeses, P. “Havana`s Policy in Africa, 1959-1976: New Evidence from Cuban Archives”. CWIHP. Bulletin 8-9. Cold War in the Third World and the Collapse of the Détente. W. Wilson International Center, (Winter 1999), págs. 6-8,18.

(34) volver “Angola: the MPLA Prepares for Independence” Department of State. Bureau of Intelligence and Research. Washington, September 22, 1975, págs. 4-5, cit, por Gleijeses, P. CWHIP Bulletin 8-9, pág. 18.

(35) volver Hamann, H. Days of Generals…, pág. 31. Este proyecto fue criticado en su día por oficiales sudafricanos en diversas funciones de la operación angoleña porque las consideraciones de tipo político atenazaban los propósitos estratégicos casi desde la concepción.

(Publicada la versión original en la edición electrónica de CubaNuestra) arriba

 

 
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© Marlene García 2003 para José Ramón Alonso