Vodka, azúcar y nuez moscada. Una efeméride y algunas consideraciones.

Por Pablo J. Hernández González.

En un ensayo redactado hace algún tiempo, Vargas Llosa apuntaba que “…la mejor manera de definir a una sociedad cerrada sea diciendo que en ella la ficción y la historia han dejado de ser cosas distintas y pasado a confundirse y suplantarse la una a la otra cambiando constantemente de identidades como en un baile de máscaras…”. La validez de la cita se aplica a las interpretaciones que, a despecho de las evidencias colectadas a lo largo de décadas, persisten en el escamoteo de los hechos por visiones ideologizadas que se resisten a revisar siquiera algunos asuntos y sucesos harto documentados. A semejante suplantación de los sucesos se adscribe cierto artículo publicado en Diálogo, publicación de la Universidad de Puerto Rico (Vázquez Vera, E. “Granada y la tendencia histórica de EEUU a adoptar acciones unilaterales”, noviembre de 2003, pp. 26-27), donde el autor reflexiona acerca del vigésimo aniversario del colapso del régimen marxista en Granada y la consiguiente acción interventora de los Estados Unidos y sus aliados regionales.

El citado estudio no merecería mayor atención de mi parte, por sus obvias intenciones de interpretar la actualidad mas que plantearse un ejercicio de rememoración, si no fuera por las apreciaciones cargadas e inexactas que su autor formula acerca del peso y lugar de la intervención de Cuba y la Unión Soviética en la remodelación de los destinos del diminuto estado del Caribe Oriental durante el período en que fue sujeto al experimento leninista del New Jewel Movement (NJM), bajo la dirección política y militar de Maurice Bishop y Bernard Coard (marzo de 1979-octubre de 1983). Sin el propósito (ahora) de abordar nuevas lecturas acerca del trágico destino de la empresa de instaurar un sistema de inspiración castrista en las Antillas Menores, y que en sus últimos tiempos estuvo desgarrado por contradicciones personalistas, discrepancias sobre la interpretación de la ortodoxia leninista y en creciente distanciamiento de sus gentes desilusionadas. Y menos interpretar cómo, al final y en octubre de 1983, “…el desvanecido carisma y ardor dieron lugar a la represión y masacre de los fieles del partido como había sido el caso en muchos otros regimenes comunistas desde los días de Stalin”. En realidad, estas líneas intentan rebatir afirmaciones que minimizan las implicaciones del actual régimen de Cuba y desconocen completamente, -en asombroso distanciamiento de la documentación mínima disponible-, el grado de compromiso soviético con el régimen granadino. A estas alturas del conocimiento de la historia contemporánea, y a despecho de simpatías abiertas o larvadas por el fallido modelo ideológico cubano que puedan aflorar en el autor, es inadmisible reinventar viejas coartadas.

El lugar de Cuba.

La alineación del régimen revolucionario de Granada con Cuba desde la primera semana en el poder se explica por los vínculos existentes entre la élite pequeño-burguesa marxista que integraba el NJM y las autoridades partidistas y de inteligencia de La Habana, desde la fundación del movimiento granadino en 1973. Si bien desde entonces se podían percibir aliadas una facción castrista (M. Bishop) y otra leninista (B. Coard), ambas atrajeron la atención del Departamento General de Inteligencia (DGI) y el departamento América del partido comunista cubano, asignándose un funcionario a “trabajar” con el grupo al interior de Granada desde al menos un buen tiempo antes del golpe de marzo de 1979 (1). Visitas a Cuba de Bishop y otros militantes revolucionarios fueron frecuentes en plan de instrucción político-militar, propaganda e insurgencia, en particular durante los años que precedieron su captura del poder (1977-1978), complementadas por otras asesorías y cursos similares ofrecidos en la Guyana socialista del premier Forbes Burham, donde existía entonces un apreciable dispositivo de asesores políticos y militares cubanos. Algunos autores han sugerido “testimonios circunstanciales” de la presencia de funcionarios y oficiales cubanos de inteligencia versados en operaciones especiales e infiltrados en la islita bajo diversas coberturas, que -en patrón análogo al empleado luego en Nicaragua-, brindaron asistencia táctica in situ al reducido comando granadino que se posesionó de los principales puntos de la isla en 13 de marzo de 1979. (2)

Aunque se sitúa el discurso de Bishop, en 8 de abril del mismo año, como el momento en que el nuevo aparato revolucionario desvela sus acercamientos al gobierno de Castro, al lanzar los primeros desafíos antiamericanos, en realidad publicitaba una presencia política y militar cubana que escaló bruscamente apenas entronizado aquel en el poder. En los primeros días que siguieron al golpe bishopista se sucedieron varios alijos marítimos de armas y llegadas de funcionarios procedentes de Cuba: en 16 de marzo, un mercante cubano atracaba en St. George’s con un cargamento de fusiles y pertrechos, lo que implica que había zarpado casi una semana antes del golpe. Entre el 14 y el 19 de abril, otro mercante abanderado guyanés, y el anterior cubano, en viaje de vuelta, descargaban remesas de armas ligeras, municiones y artillería para los arsenales del nuevo gobierno. A la vez, desde La Habana, los primeros comisarios ideológicos y especialistas militares arribaban por vía aérea, en un vuelo regular de Cubana –con “sorpresiva” escala “fuera de ruta”- que cubría un itinerario con destino a Trinidad-Tobago (8 de abril). El encargado de negocios cubano, luego embajador, Julián Torres Rizo, avezado funcionario del departamento América, tomaba posesión en 14 de abril y en lo adelante, sería privilegiado observador y consultor en las más íntimas reuniones de estado de la cúpula del NJM, al menos hasta que se le confirieron semejantes deferencias al embajador soviético Sazhenev, en la etapa final del régimen. (3)

La principal aportación cubana sería, sin discusión y desde marzo de 1979, la militar. Patrón ya ensayado con largueza en África, el gobierno cubano redistribuía aquella parte de los armamentos menos sofisticados disponibles en sus depósitos, para dotación y apresto de las nuevas fuerzas armadas y las recién organizadas “milicias populares” que por lo general adiestraba para beneficio y seguridad de gobiernos afines, y a los que (por demás) poco más estaba en condiciones de ofrecer, dejando de lado la propaganda. De acuerdo con estimados del propio gobierno y fuerzas armadas granadinas, en los primeros veinticinco meses de la revolucionaria administración, se habían recibido, en su mayoría procedentes de fuentes cubanas y de factura moscovita, unas 3,800 armas ligeras de infantería (fusiles AK47, M52, M16 y otros), 100 lanzagranadas RPG-7 y un impresionante (dada la escala de la población e isla en cuestión) surtido de 36 piezas de artillería (entre ellos cañones antitanques de 75mm, piezas antiaéreas y morteros de 82mm, en lo fundamental). El envío incluía más de 3.5 millones de cápsulas y proyectiles, todos acompañados del personal técnico necesario para instruir a los militares granadinos. (4)

Estos últimos pasarían, en virtud de las aceleradas medidas de instrucción, encuadramiento y dirección de los consejeros militares cubanos, de menos de un centenar de efectivos que constituían las discretas fuerzas de seguridad de la islita desde su independencia en 1974, a unos 1,000 uniformados a comienzos de 1981. Para encuadrarlos al modo y según el organigrama cubano- es decir pactovarsoviano-, se redactó un protocolo de colaboración militar entre Cuba y Granada, que destacaba en esta última una misión militar cubana cuyas competencias estaban perfiladas acorde a la experiencia adquirida en análogos servicios a favor de gobiernos como los de Guinea, Congo Brazzaville, Argelia, Guinea Ecuatorial, por mencionar algunos. Según el documento, los asesores cubanos se harían cargo del “fortalecimiento de la capacidad combativa” de las fuerzas armadas granadinas, la organización de su estructura orgánica, el entrenamiento de combate y de campaña, la preparación de oficiales y especialistas. Además, aquellos situados en los niveles de mando en el estado mayor granadino, participarían en la elaboración de los planes de operaciones y movilización para la defensa de Granada. Los jefes de la misión militar cubana, disfrutarían de una especial posición en el ministerio de defensa insular. (5)

El incremento de la actividad de asesores y especialistas militares cubanos, junto con los apreciables envíos amasados desde marzo del 1979, dieron importante impulso tanto a la creación del People’s Revolutionary Army (PRA), como a su contrapeso y entidad político-militar paralela, la milicia popular. Con el consiguiente aparato de secretividad y acordonamiento de desplazamientos de tropas y pertrechos, los alijos recibidos en el puerto de St.George’s se transportaron a un remoto acantonamiento del interior montañoso, convertido en la primera base militar cubana: La Sagesse Estate, en la comarca de Gran Etang, sobre la carretera de la capital a Grenville. Aquí se entrenaron las primeras unidades regulares granadinas a partir de abril. Meses después, y probablemente relacionado con los proyectos de Punta Salinas, los acantonamientos militares de la misión cubana serán trasladados al campamento de Calivigny, al identado sur de la isla, donde las instalaciones contaban con capacidad para alojar un batallón regular. La jefatura y almacenes principales de la misión cubana se ubicaran en la vecina comunidad de Frequente. La influencia de la misión militar cubana se hacia sentir en los acantonamientos principales de las fuerzas armadas granadinas sitos en Fort Rupert, Fort Frederick, en la capital, y Grenville, sobre la costa oriental. De un millar de efectivos encuadrados a inicios de la década de 1980, para la época del colapso del régimen revolucionario, el PRA habían incrementado su plantilla de servicio a sobre 3,000 alistados, dotados de instrucción, equipo y armamentos de origen cubano y soviético. El proyecto, concebido y controlado por los gobiernos de Moscú y La Habana e interrumpido en octubre de 1983, apuntaba a triplicar los efectivos para finales de los Ochenta. (6)

Para octubre de 1980, Granada y la Unión Soviética culminaron, -en cónclave celebrado en La Habana por razones de discreción internacional-, un acuerdo militar secreto, por el cual Moscú se comprometía a suministrar armamento y equipo por unos 4.4 millones de rublos, a lo que se añadía una oferta de becas para estudios castrenses. Las armas, repuestos y otro material de uso bélico embarcados en buques soviéticos o este-europeos en puertos del Mar Negro o el Báltico, serían transbordados en atracaderos de Cuba y reexpedidos a Granada en mercantes cubanos, para tratar de evitar incómodas complicaciones del proveedor con los norteamericanos. En julio de 1982, el gobierno y la cúpula militar-industrial soviéticos, asumieron el compromiso de situar en puertos granadinos un considerable embarque de transportadores blindados de personal (BTR-60), artillería, armas ligeras y un par de aparatos de transporte (Antonov-26). Además se convino el envío de personal militar soviético a desempeñarse como asesores de las tropas locales, y -como subproducto-, para proceder a estudiar un ambicioso proyecto de erección de una estación de rastreo de satélites y un puerto de aguas profundas en la costa oriental insular, donde las marinas mercante y de guerra moscovitas tendrían acceso a derechos de anclaje y recalada, al uso de lo conseguido en otros estados insulares del Tercer Mundo. Este reciente tratado bilateral significó el inicio de una acusada influencia política soviética en el entorno de Bishop y su gabinete. (7)

La presencia del gobierno castrista en el experimento granadino correspondía tanto a imperativos estratégicos e ideológicos, como a realidades geográficas. En efecto, “…la influencia de Cuba era profunda, ya que era el único estado comunista establecido en situación de dar realmente al NJM apoyo moral y material en sus primeros días…”. En el plano de control social, ideológico y económico, los asesores cubanos actuaban a fondo. Como Bishop no disimulaba su admiración por los métodos castristas y el sistema de gobierno que su mentor presidía, tampoco se cuidó de proclamar su lealtad a este, tratando (además) de mimetizarlo. Así, afluyeron los consejeros civiles para asuntos administrativos y económicos, no demorando en establecer las inevitables “escuelas de formación” político-ideológico para revolucionarios locales y del Caribe oriental, entre los cuales el DGI consideraba encontrar émulos de la militante minoría marxista establecida en Granada. Por añadidura, los especialistas en educación pública, medios de comunicación social, propaganda y agitación política se mezclaban celosamente con aquellos enviados por el partido comunista cubano y su ministerio del interior para instruir a sus colegas granadinos en control de sindicatos, iglesias y escuelas privadas. En particular, la vigilancia de la actividad religiosa en un país de fuerte arraigo católico, contó con la participación de funcionarios cubanos quienes sugirieron en 1982 un cuerpo de iniciativas políticas para quebrar las bases sociales y la influencia de católicos y protestantes en las clases medias y populares, por medio de “tareas ideológicas” y “medidas activas” a ejecutar por el partido local. (8)

Cuba consideró su relación con Granada como una providencial oportunidad en el Caribe anglófono -en particular tras la derrota electoral de su aliado marxista de Jamaica, Michael Manley- , y estupendo punto de influencia en una región americana en la que se habían mostrado interesados las instituciones de exteriores e inteligencia cubanas desde inicios de la década del setenta. De modo que la consolidación de Bishop y Coard en el plano interno, se consideraba principalísima tarea para luego ejercer influencias más ambiciosas desde base segura. En tal cuerda se insertan los diferentes convenios bilaterales establecidos con vistas a que el gobierno de Castro facilitara los medios y personal necesarios para “la seguridad del estado popular y revolucionario”, la represión de opositores reales y potenciales y la conversión de la milicia “popular” armada en instrumento de disuasión social, como aconteció en el postrero tercio de 1980. El acuerdo secretísimo entre ambos partidos totalitarios (1983) era claro en delimitar las esferas en que los castristas harían énfasis en lo adelante: asuntos ideológicos, desinformación, adiestramiento de “cuadros partidistas” e intercambio de información de inteligencia acerca de los eventos y organizaciones políticas en las Antillas Menores. (9)

Granada, por decisión de su premier, calculada y voluntariamente asumió el constituirse en punto de intercambio de los funcionarios soviéticos con los movimientos comunistas y de izquierda de la región anglófona antillana e inclusive para catapultar propagandísticamente personajes ajenos a esta, como queda bien definido en las comunicaciones emitidas por la embajada insular en Moscú, en el verano previo al colapso del régimen. En tales operaciones los miembros del aparato de espionaje y subversión de la KGB serían secundados por los oficiales germano-orientales, cubanos y de otros estados marxistas asignados a la isla. (10)

La joya real del proyecto castrista en Granada fue el aeropuerto internacional de Punta Salinas. Independientemente de sus declarados empleos civiles, la pista aérea estaba destinada a ciertos fines más allá de los de canalizar turistas con monedas fuertes para las urgidas autoridades locales. Los documentos a disposición de investigadores después de 1983, y algunas calculadas “indiscreciones “de personeros del NJM, antes de aquella fecha, refuerzan las sospechas que en su día despertó el proyecto. Las miras estratégicas en el Caribe y los compromisos cada vez más problemáticos en África subsahariana, por parte del gobierno cubano, constituían la clave de ciertas obras en determinadas secciones “especiales” de la pista. En particular, los considerables depósitos de combustible que se preparaban con el propósito de repostar los aparatos de transporte que llevaban suministros, refuerzos o reemplazos militares rápidos a las tropas cubanas que sostenían el régimen del MPLA en Angola. Escala que se hizo más indispensable a partir del 1981, con el deterioro de la situación político-militar del gobierno marxista angolano ante los avances de la guerrilla de UNITA (perceptible a lo largo del 1983, en particular tras el descalabro de un contingente de militares cubanos y MPLA en la localidad de Cangamba, al este de Angola, en agosto del mismo año), y las operaciones punitivas sudafricanas dirigidas contra los santuarios de la guerrilla marxista SWAPO, en las comarcas del sur y este del país.

Si a ello agregamos las dificultades que el gobierno cubano enfrentaba desde 1976 para repostar sus transportes aéreos transatlánticos destinados a Angola en aeródromos de Barbados, Trinidad-Tobago e inclusive en la “fraternal” Guyana, la posibilidad de contar con una pista aérea “segura” era atractiva para la proyección del “internacionalismo”. La importancia, proximidad y monto de las instalaciones cubanas en Calivigny, corroboraba nociones acerca de la creación de una zona militar restringida, en uno de los extremos de la futura instalación. Al menos, estaba sugerido por la misma prensa oficialista de St.George’s en 1980, y antes por el propio Bishop, en noviembre de 1979, cuando autorizó a los cubanos a asumir las obras en exclusiva, financiadas por aliados mesoorientales tan “reputados” por el mecenazgo revolucionario como Saddam Husseim, Mohammar el-Gadafi o Houari Boumedienne. El mismo premier declaró (en marzo de 1980) que una vez listo el aeropuerto de Punta Salinas, estaría a disposición de los cubanos y soviéticos para que actuaran, llegado el caso, en plan de “asistencia internacionalista”. El segundo al mando del estado mayor granadino, Liam James, asentaba en sus notas confidenciales que entre los compromisos de la revolución granadina para impulsar “la revolución mundial” y destruir “la contrarrevolución internacional”, estaba el poner a la orden de las fuerzas aéreas y aerotransportadas de sus aliados y mentores, las instalaciones de Punta Salinas. Esto se escribió, también, en lo que parece haber sido un mes propicio para confidencias, marzo de 1980. (11)

El verboso ministro granadino S. Strachan en cónclave de comunistas celebrado en Jamaica, a fines de 1981, admitía, con cierta desenvoltura, que el gobierno de Cuba podría “…eventualmente, utilizar el nuevo aeropuerto para aprovisionar sus tropas en África…”, y que para los soviéticos, el disfrute de semejantes instalaciones podía ser útil en caso de plantearse una crisis internacional, para la intercepción de las líneas marítimas de transporte de petróleo sudamericano a puertos occidentales, en especial los europeos. Algunas minutas personales capturadas a los miembros del consejo áulico del NJM, revelan que tan temprano como 1980 y tan cercano al desenlace como octubre de 1983, algunos de los tópicos de consideración se referían al tema del eventual empleo soviético- cubano del aeropuerto, una vez concluido a inicios de 1984. A ello también parece apuntar que Moscú ya estudiaba la creación del embrión de una fuerza aérea de Granada, pilotada por cubanos y atendida por especialistas soviéticos: de ahí la entrega de dos aparatos de transporte Antonov-26, con capacidad para 39 paracaidistas cada uno. (12)

Entre las funciones castrenses secundarias que ejecutó la misión militar cubana en St. George's, estuvo la de servir de canal para las solicitudes del gobierno y estado mayor granadinos al ministerio de defensa de la Unión Soviética, empleando los buenos oficios y la intimidad del generalato de las FAR con Moscú. Mediado noviembre de 1981, Bishop cursaba una comunicación personal a Raúl Castro, por intermedio del jefe de los asesores militares cubanos, para que el segundo intercediera en respaldo de una solicitud de incremento en los embarques soviéticos de armamentos, pertrechos y suministros varios, adicionales a los prometidos según los convenios bilaterales en curso. Los militares granadinos reconocían una suerte de antigüedad e intimidad de sus mentores cubanos, que les hacía ser atendidos con cierta deferencia por los mandos superiores moscovitas, y por ello factibles de interceder en su nombre con más éxito que las directas apelaciones emitidas por los nuevos fieles del círculo exterior del imperium soviético.

Las gestiones anteriores parecen haber fructificado en una reunión entre los jefes y altos oficiales de los estados mayores soviético y granadino, celebrada en Moscú, en marzo de 1983. Durante la cual el mariscal N. Ogarkov informó a sus colegas granadinos de la decisión (unilateral, naturalmente) del envío de especialistas militares soviéticos a Granada, para practicar “estudios de situación y viabilidad” con vistas a la ejecución de obras de ingeniería “para un centro de rastreo electrónico y de comunicaciones”, como con vistas a habilitar instalaciones portuarias “de uso avanzado” para servicio de unidades de la flota moscovita de transito por el Caribe, en concreto la ampliación de una antigua estación naval inglesa en la islita de Carriacou, archipiélago de las Granadinas, donde ya especialistas cubanos remozaban una pista de aterrizaje. A juicio de Ogarkov, se estimaba que para inicios de 1986, Granada estaría dotada de una fuerza de 18 batallones de infantería (unos 9,000 efectivos como mínimo), dotados con medios y equipo moderno de procedencia soviética. Los oficiales serían formados en instituciones del bloque oriental y contarían, en lo fundamental, con la asesoría de militares soviéticos, cubanos, germanoorientales y vietnamitas. (13)

Desenlace y lección

El postrero episodio (siempre confuso de explicar, oficialmente al menos) es el de la intervención política y militar del gobierno de Cuba en la tragedia del golpe de estado de la facción ortodoxa de Coard-Austin y la subsiguiente acción militar contra el régimen granadino por parte de los Estados Unidos y sus minúsculos aliados antillanos. En 24 de octubre de 1983, Castro, a despecho de su voceado desacuerdo con la toma del poder por los radicales leninistas, ratificaba el compromiso ideológico y militar con el nuevo gobierno de Granada, despachando a la isla a C. Díaz Larrañaga, comisario político del PCC, y al coronel P. Tortoló Comas, jefe de estado mayor del Ejército del Centro de las FAR, este último con la encomienda de hacerse cargo de las defensas cubanas de la pista de Punta Salinas. Con la expresa orden de combatir cualquier acción interventora externa contra el estado de cosas insular, la puesta en alerta del personal militar, paramilitar y civil cubano, el gobierno castrista se compromete militarmente con el consejo militar revolucionario de St. Georges'. A inicios del desembarco de tropas norteamericanas, al alba del 25 de octubre, el dispositivo castrista en Granada se concentraba en el extremo suroeste de la isla, contando con unos 600 elementos, dotados de armamento antiaéreo, morteros, artillería ligera y atrincherados en emplazamientos ubicados en las colinas que dominaban la pista de Punta Salinas y el campamento de True Blue. Otro centenar o centenar y medio más de personal cubano, bien dotado de armamentos, transportadores blindados BTR-60 (que serían desplazados a True Blue al inicio de las operaciones) y recursos, permanecía en el acantonamiento de la península de Calivigny. Miembros de la misión militar cubana se encontraban asignados al cuartel general de esta en Frequente. Otros, en los almacenes militares y otras instalaciones en las cercanías de la misma población. Una unidad de transportadores blindados BTR-60 del PRA, tripulados por cubanos, actuarían en el asedio a la residencia del gobernador general en St. Georges', en apoyo de los militares granadinos. Asesores cubanos también estaban dislocados junto con las fuerzas regulares y las milicias que defendían el aeropuerto de Pearls, en Grenville.

Estas fuerzas ofrecerían buena parte de la resistencia más dura que hallaron las tropas de la operación Urgent Fury a lo largo de los días 25, 26 y 27 de octubre de 1983, en especial, tras la inicial defensa de las posiciones alrededor de la pista de punta Salinas, a lo largo de la ruta entre Frequente y Grand Anse y luego por los acantonamientos de Calivigny. El resultado es sabido; 200 se rindieron en las pistas de Punta Salinas y Pearls (25 de octubre), otros 400 entregaron las armas en Grand Anse, un día después y el último grupo en Calivigny, el 27. Unos 760 prisioneros, excluyendo 24 bajas fatales, entre ellos buena porción de oficiales y subalternos regulares de las FAR, el MININT y no pocos funcionarios políticos. Es interesante establecer un contraste con la reservada postura de los especialistas militares, de seguridad y políticos soviéticos entonces en la isla, tanto como la de los enviados por Berlín-Este, a participar en similares cometidos “internacionalistas.” El personal militar y civil del bloque soviético, sin dudas por expresas instrucciones de sus gobiernos, se recluyó en sus respectivos recintos diplomáticos una vez comenzada la intervención. Siquiera los camaradas norcoreanos o vietnamitas esbozaron amago de belicosidad alguno, estimando más aconsejable optar por la abstención en una situación confusa y peligrosa.

A despecho de las delirantes informaciones que el gobierno y la prensa castrista emitieron entre el 25 y el 27 de octubre, estos "internacionalistas" escogieron la opción de la capitulación en vez del holocausto que su comandante en jefe parecía esperar en extravagante defensa “de la bandera cubana y la revolución” en una remota localidad del Caribe Oriental y a favor de una camarilla ideológica que justo había ejecutado violentamente a uno de los mas ardorosos discípulos de Castro en el escenario tercermundista. La pecaminosa elección de sobrevivir y no inmolarse después del solemne anuncio radiotelevisivo del gobierno de La Habana, les costó un proceso jurídico castrense - no por secreto menos desmoralizante y concienzudamente filmado en su día-, que llevó al repudio y degradación de varios oficiales profesionales, incluyendo el desventurado coronel Tortoló Comas, humillado a filas como soldado raso y luego desterrado al servicio de campaña en Angola, como casi todos ellos. Y donde no pocos hallaron un oscuro final.

Granada cierra el período “glorioso” de internacionalismo militar castrista en colusión con los expansionistas de la cúpula partidista-castrense de Moscú, y que se había escalado con la dislocación de efectivos y unidades blindadas cubanas en las colinas del Golán sirio en el otoño de 1973. A partir de aquel aciago momento ya no habrá victoriosas incorporaciones de nuevos estados marxistas del Tercer Mundo mediante fulgurantes operaciones logísticas soviéticas. Todo lo contrario. La sobreextensión de los cometidos estratégicos de la URSS en África y Asia Occidental, la consolidación de movimientos guerrilleros nacionalistas y anticomunistas desde Nicaragua a Afganistán, y desde Angola a Eritrea, sumados a la -si bien demorada- decidida política de los Estados Unidos, Gran Bretaña y otros aliados occidentales (secundados por la China comunista ) de actuar contra el rearme y la expansión global de sus adversarios, hicieron dificilísimas las reediciones de los episodios de 1975-1979. Incapaz de salvar de la autodestrucción a sus asociados granadinos, Castro se vio involucrado en interminables y costosos conflictos internos para sostener aliados ideológicos en Addis Abeba, Luanda y Managua, con ínfimas posibilidades para conseguir una decisiva victoria militar contra el Frente de Liberación de Eritrea, la pertinaz UNITA o la aun coalición UNO-miskitos. De modo que, tres años después de la derrota del proyecto leninista del New Jewel Movement, el panorama del MPLA en Angola parecía más desesperado que nunca y la situación en Etiopia era casi catastrófica. Un lustro más tarde, el estado de cosas en el sur de Angola era imposible de solucionar por la vía militar (la siempre dilecta de la cúpula de La Habana), y tanto sudafricanos como cubanos se veían obligados a la mesa de negociación por la presión mediadora de Moscú y Washington, concertados en plan de liquidación de conflictos regionales. Un septenio después de los sucesos de Punta Salinas, las tropas cubanas abandonaban Etiopía y se replegaban en Angola, sin victorias decisivas, con sus adversarios intactos y clientes en precario. Después de Granada, los legionarios ya no desfilaron por la Vía Apia, los trofeos desaparecieron y la historia oficial documentó el olvido. Tras aquello, el Duce criollo renunció a desfilar en níveas cabalgaduras y la promesa de arcos triunfales se disipó en medio del terrible desmoronamiento de los implacables y lejanos dioses eslavos.

San Juan de Puerto Rico
Diciembre de 2003

Notas

(1) volver Ashby, T. The Bear in the Backyard. Moscow Caribbean strategy. Lexington, 1987, págs. 83 y 87.

(2) volver Ashby, T. The Bear ..., págs. 87. Sandfor, G. y R.Vigilante. Granada: la historia secreta. Madrid, 1984, págs. 79-80.

(3) volver Sandford y Vigilante. Granada... , págs. 79-80 y 85. La observación de las singladuras de algunos mercantes cubanos que tocaron en la islita, muestra que algunos de ellos (el “Matanzas”, por ejemplo), zarparon con bastante antelación al golpe de estado revolucionario, y estaban en ruta cuando fue derrocado Eric Gary. Este procedimiento empleado cuatro años antes en Angola para afianzar a aliados castristas, despierta interrogantes acerca del grado de coordinación y comunicaciones existentes entre el grupo de Bishop y La Habana durante el episodio.

(4) volver “Material Means received from Foreign Countries within the Period 1979-81, September 9,1981”, Grenada Documents: an overview and selection. Deparments of State and Defence. Washington, DC, 1984, doc. 102170; Asbhy, T. The Bear…, 1987, págs. 87-88.

(5) volver “Protocol of the Military Collaboration between the Government of the Republic of Cuba and the People’s Revolutionary Government of Grenada. Secret”, Ibidem, doc. 16, págs. 16-1 a 16-7.

(6) volver Ashby, T. The Bear…, 1987, págs. 88-89; Stanford y Vigilante. Granada…, 1984, págs. 80,131-132.

(7) volver “Agreement between U.S.S.R. and Grenada, July 27, 1980”, en Seaborg, R. y W. A. Mc Dougal (eds.) The Grenada Papers. San Francisco, 1984, doc. II-3, págs. 23-28. El acuerdo militar secreto entre soviéticos y granadinos se firmó también en La Habana, en 27 de octubre de 1980. Se amplió por medio de otro convenio firmado en 9 de febrero de 1981, en la capital cubana, que concedía equipo militar ruso por un estimado de 5.0 millones de rublos, y a entregarse en veinticuatro meses. El acuerdo secreto bilateral de Moscú, de 27 de julio de 1982, extendió las remesas militares y el compromiso moscovitas, con más blindados, armamento antitanque, morteros, lanzamisiles y otros. A ello se añadían recursos para operaciones de vigilancia y control social. Véase “Letter from Bishop to Ustinov, St. George’s, 17 february, 1982, Ibidem, II-2, págs. 21-22.

(8) volver “Report of the delegation sent to Grenada by the America Department…, October 14, 1982”, en Seaburg y Mc Dougal. The Grenada Papers…, 1984, IV-2, págs. 133- 137. También pueden consultarse al respecto, “Plan of [General Intelligence] Operations. Ministry of Interior, St. George’s [no date], Ibidem, III-3, págs. 92-93; “Letter from [W.R.] Jacobs to Vietnamese Embassy, [Havana], May 23, 1981, Ibid. VI-1, págs. 184-185.

(9) volver “Caribbean Islands. The Cuban Presence”. Country Studies. Library of Congress. Washington, DC, November 1987, action 1, pag. 1; “Letter from [colonel Luis Barreiro] Caramés to [lieutenant colonel Liam] James, no date”, en Seaborg y Mc Dougal. The Grenada Papers…, II-9, págs. 41-42; “Cooperation agreement between Cuba and Grenada, 29 June, 1983”, Ibidem, II-3, págs. 50-51.

(10) volver “Caribbean Islands. Foreing Relations”. Country ... , section 1, pag. 1. Granada siguió al calco la línea del gobierno cubano en la ONU y el Movimiento No-Alineado, y actuó como agente de influencia y penetración en la Internacional Socialista. Véase Sandford y Vigilante. Granada…, págs. 137-139. Un atisbo del empleo de Granada por el KGB puede hallarse en Andrew, G. y V. Mitrokhin. The Sword and the Shield, New York, 1996, págs.206, 230-234.

(11) volver “Free West Indian, St. George’s, April 19, 1980”; “Newsweek, March 31, 1980”; Ashby, T. The Bear…, 1987, págs. 89-90,100; “Estado de Granada”, en Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana. Suplemento Anual, 1983-1984. Madrid, 1987, págs. 659-660.

(12) volver “Letter from [H.] Austin to Andropov, St. George’s, 17th February, 1982”, en Seaborg y Mc Dougal. The Grenada Papers…, II-2, págs. 19-20; “Meeting between Chiefs of Staff, 10 March, 1983”, Grenada Documents…, 1984, doc.24, citado en Ashby, T. The Bear…, 1987, págs. 100-101.

(13) volver “Request for Military Assistance, 2nd July, 1982”, en Seaburg y Mc Dougal. The Grenada Papers…, II-10, págs. 43-44; “Summary of Prime Minister’s Meeting with Soviet Ambassador, 24 May, 1983”, Grenada Documents…,1984, doc. 21, págs. 21-1/3; “Agreement between Grenada and North Korea, April 14, 1983”, The Grenada Papers…, II-12, págs. 47-49. Dos análisis acerca de los intereses geopolíticos comunistas en el Caribe y el gobierno revolucionario de Granada pueden verse en Valenta, J. y Valenta, V. “Leninism in Grenada”, en Valenta, J. y H. J. Ellison (eds.) Grenada and Soviet/Cuban Policy. Internal crisis and US/OECS intervention. Boulder, Co., 1986, págs. 17-18; Zakheim, D. S. “The Grenada operation and superpowers relations”, Ibidem, pág. 178.

(Publicada la versión original en la edición electrónica de CubaNuestra) arriba

 

 
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© Marlene García 2003 para José Ramón Alonso