arte
rupestre en punta del este, cuba. de la cantidad a la cualidad;
de lo semejante a lo variable.
Por José Ramón Alonso Lorea.
“Sus artistas, astrólogos, sacerdotes
y magos, fijaron en su techo un sistema de pinturas, las cuáles
más que ornamentales, constituían un complicado aparato
de signos jeroglíficos” (Fernando Ortiz y Las cuatro
culturas indias de Cuba, 1943).
Al revisar en la bibliografía los datos
referidos al total de dibujos encontrados en la Cueva Número
Uno, detecto que no ha existido un criterio único de selección
a la hora de enumerar los pictogramas. Esta situación se
hace patente inclusive en un mismo autor. En el Registro de los
pictogramas más visibles en la Cueva de Punta del Este
(...) enumeradas con relación al plano de la misma
(Fritot, 1938:55-59), su autor menciona un total de 102 dibujos.
Sin embargo, esta numeración lo mismo se refiere a un elemento,
que a un conjunto de elementos que pudieran o no estar relacionados.
Por ejemplo, y resulta el caso más reiterado, se enumeran
pictografías que por su descripción resultan elementos
individuales; otros casos describen elementos aparentemente individuales,
pero que al encontrarse superpuestos pudieran conformar un único
conjunto o pictograma. Tal es el ejemplo de las pictografías
números 55, 56 y 58. Estas se registran como tres pictografías,
cuando el propio Fritot anota que los círculos de la serie
número 56 cortan los trazos circulares de las series 55 y
58. Las pictografías números 81 y 82 se describen
de forma independiente y, sin embargo, ambas series son secantes,
lo que repite el caso antes mencionado. Todo lo contrario, la pictografía
52 describe dos series secantes a manera de un único conjunto.
Otras numeraciones creadas por Fritot engloban varias pictografías
que, al parecer, no presentan relación de conjunto. Es decir,
numeraciones que importan a más de un elemento independiente
o no superpuesto. Por ejemplo, la pictografía número
73 describe “tres series de círculos concéntricos
colocados en línea recta y de tamaños decrecientes
progresivamente”, lo que provoca la existencia de diseños
que no contienen una numeración independiente. Ahora, a partir
de un criterio de esclarecer, primeramente, conjuntos independientes
y conjuntos superpuestos, para luego proceder a su numeración,
he localizado trece pictografías que en realidad comprenden
29 dibujos, que al no encontrarse superpuestos, pueden constituir
pictogramas independientes, a la manera de la numeración
primeramente señalada por Herrera Fritot.
En este mismo año Fritot, en el Boletín
Bibliográfico de Antropología Americana, anotaba
que, en dicha cueva, “pueden apreciarse aún, más
claros o más borrosos 112 (dibujos, JRA) y es de suponer
que existieron otros tantos más, que han desaparecido cubiertos
por una gruesa capa de hollín” (1938b:106). Este aumento
de una decena de pictogramas pudiera atribuirse a un error de imprenta
que, sin embargo, Socarrás Matos en sus muy razonadas investigaciones
sobre dichos dibujos asume textualmente: “Herrera Fritot describió
112 pinturas en el registro” (1987:16).
En realidad son 102 las que aparecen en dicho Registro. De todas
formas estos datos no tienen la mayor importancia, a no ser la exacta
determinación de algunas coordenadas para este estudio.
En 1975 Núñez Jiménez anotaba que, “después
de los trabajos de limpieza del techo de la cueva pueden contarse
hasta 213 (pictografías, JRA), aunque todavía pudieran
descubrirse más” (:72). Sin embargo, este autor no
reporta total y minuciosamente, a la manera positiva de Fritot,
todos los dibujos encontrados. Este hecho, evidentemente, limita
un estudio integral de los murales y va en perjuicio del buen desarrollo
de una tesis como la de Socarrás Matos, que intenta estudiar
los murales sobre la base de encontrar en ellos un sistema. La restricción
antes dicha, da lugar a la reclamación de Matos: “con
los trabajos de la Academia de Ciencias de eliminar el hollín
impregnado en el techo y paredes de la Cueva (...) aparecieron 111
pinturas más, pero estas últimas no han sido dadas
a la publicidad” (1987: 16).
Si observamos el plano de la Cueva Número Uno confeccionado
por Núñez en 1970, y publicado en su libro de 1975,
veremos que el número que este autor designa a las pictografías
es para determinar o ubicar varios conjuntos pictóricos y
no dibujos o elementos dispersos a la manera más reiterada
de Fritot. Es decir, las pinturas que aparecen, incluyendo las nuevas,
no van a ser enumeradas de forma individual y, por lo tanto, tampoco
publicadas a la manera del Registro elaborado por Fritot. Pero en
el plano de la cueva se pueden contemplar las mismas.
No obstante, y a modo de consenso, de las más de doscientas
pictografías reportadas en la Cueva Número Uno (CNI),
de las once halladas en la Cueva Número Dos (CNII) (teniendo
en cuenta la descubierta por Maciques en 1983), de las once pertenecientes
a la Cueva Número Tres (CNIII) y de las dos que se han reportado,
una en la Cueva Número Cuatro (CNIV) y otra en la Cueva de
Lázaro, sólo la imagen de unos pocos diseños
ha quedado impuesta en el marco de los estudios que sobre estos
murales se han realizado.
Aunque difíciles de diferenciar por la profusión de
elementos pictóricos semejantes, las cuevas de Punta del
Este presentan diseños que atestiguan la variabilidad en
cuanto a las formas y al uso del color.
Tradicionalmente, la literatura referida a dichas cuevas le otorga
a los pictogramas el carácter morfológico de “círculos
concéntricos”. Si bien estos resultan la abrumadora
mayoría, dicha posición pasa por alto otras soluciones
que, aunque minoritarias, rompen un tanto este esquema. O formas
que, aunque estilísticamente se insertan en la estructura
de círculos concéntricos, el propio concepto, por
sí mismo, es incapaz de caracterizarlas. Tales son los diseños
de círculos concéntricos a manera de efigie, los que,
en sentido general, aportan al cuadro pictórico local, importantes
peculiaridades que logran proyectarse, por sus soluciones tecno-simbólicas
y hasta estilísticas, a otras zonas culturales aborígenes
en cuanto a esta manifestación se refiere. Aclaro que esta
proyección, esbozada por mi parte, es sólo un modelo
tentativo de comparación y no la idea de convertir a Punta
del Este, mientras los datos arqueológicos no lo fundamenten,
en un centro difusionador de modelos estilísticos.
En cuanto al color, generalmente se habla, de manera indefinida,
sobre la existencia de diseños confeccionados con trazos
rojos unos y con trazos negros otros; y de terceros que presentan
ambos pigmentos combinados. Sin embargo, dentro de este último
grupo, de manera fundamental, veremos variantes irregulares en cuanto
a la alternancia de colores, lo cual evidencia cierta complejidad
en la relación formato-color, además de enriquecer
el elemento de variabilidad ya referido.
Ante tal situación nos preguntamos: ¿qué tenemos?
¿cómo catalogar u organizar? ¿de acuerdo con
el color? ¿con las formas? ¿o en cuanto a la complejidad
que van adquiriendo los pictogramas en su relación estructural
y cromática? ¿o teniendo en cuenta su relación
espacial, es decir, su ubicación dentro del contexto, relación
entre elementos, entre elementos y conjuntos, entre conjuntos, y
entre conjuntos y determinaciones topográficas cavernarias?
No es tarea fácil ante tal cantidad de pictogramas de corte
lineal con predominio de la línea curva y con la agravante
de que muchos no se encuentran en su estado original pues, o bien
se han borrado fragmentos por diversos motivos a los que ya hice
referencia, o la restauración los hace irreconocibles. Además
de la dificultad de que, al ser elementos que por su solución
resultan de corte abstracto geométrico, se hace complejo
determinar dónde termina un diseño y dónde
comienza otro.
Sobre esto último el propio Ortiz anotaba: “No es tarea
fácil determinar con rigor en todos los casos si un dibujo
es realmente compuesto, es decir, formado por varios elementos que
integran un significado, ó si se trata solamente de una agrupación
accidental de dibujos simples” (sic, fichas manuscritas).
Dejo para más adelante el posible análisis de la relación
espacial entre elementos, conjuntos y formaciones topográficas
dentro de una cueva y su relación ¿posible? con los
otros recintos cavernarios, y me concentro, inicialmente, en lograr
una forma de catalogar u organizar estos diversos motivos.
A partir del listado de los dibujos que recogiera Fritot en 1937,
más los que aparecen en los reportes y textos de Ortiz Fernández
y Núñez Jiménez, he reconstruido una especie
de reporte-analítico de la mayor cantidad de pictogramas.
Para ello he atendido inicialmente a las complejidades que en grado
creciente van ofreciendo estos dibujos.
De modo que, debido a la diversidad de criterios de clasificación
dejada por estos autores, se hace necesario la elaboración
de una clasificación integral que, atendiendo a los modelos
de identidad y de diferencia encontrados en los dibujos, nos facilite
un mejor acercamiento descriptivo con un enfoque analítico
de su concepción plástica. Lo anterior me permite
localizar tres bloques fundamentales de conjuntos pictóricos.
Me he atenido al criterio de estructuración morfológica
para determinar estos tres bloques que presento a continuación
con sus diversas modificaciones:
BLOQUE UNO (conjunto de líneas concéntricas
circulares).
Bloque más numeroso. Presenta siete modalidades que incluye
diversas maneras que he determinado a partir de un criterio, no
sólo de estructuración morfológica, sino también
de coloración. Son estos conjuntos los que presentan el mayor
peso en las soluciones ideoexpresivas de Punta del Este. Lo que
fundamenta que sea este bloque el que se tome para designar el estilo
pictográfico prehispánico en dicha zona.
Dibujos estos muy frecuentes en otras cuevas de la Isla de Pinos,
así como en Cueva Ambrosio y Cueva Musulmanes -ubicadas estas
últimas en la zona pictográfica de Habana-Matanzas
(Núñez, 1975)-; aunque en estos no se puede apreciar
el nivel de perfección logrado en la zona objeto del actual
estudio. Basa su configuración en el trazado de líneas
curvas que forman figuras más o menos circulares y ovaladas.
Que se desarrollan, presumiblemente, del centro a la periferia y
que mantienen una equidistancia con bastante regularidad, lo que
denuncia alto grado de organización del propio diseño.
La relación de infinita continuidad que despliegan trazos
de círculos consecutivos concéntricos, acentúa
el cierre de las figuras y crea la imagen de alguna perfección
radial en su configuración. Esta regularidad en el trazado
de circunferencias, prácticamente perfecto en algunas series,
junto al constante grueso de los trazos y por la equidistancia que
se mantiene entre uno y otro círculo, ha propiciado la especulación
sobre las técnicas de ejecución de dichos emblemas;
es decir, la suposición de que dichos dibujos fueron confeccionados
con instrumentos de precisión. Esta corrección visual
se enfatiza por la presencia de cierta irregularidad en el soporte
calizo de estos diseños.
Quizá la complejidad en el logro de estos motivos se haga
más evidente si intentáramos reproducir una de estas
series a mano alzada. Sería inútil. Jamás lograríamos
con nuestros primeros trazos esa perfección. ¿Tuvo
que existir algún útil o instrumento de labor que
facilitara este trabajo? Pudiera ser, los trazos resultan perfectos,
regulares y equidistantes.
Según el manuscrito de Ortiz, “todos los dibujos están
formados por líneas de un centímetro ó un centímetro
y medio de ancho, lo cual da gran uniformidad de estilo á
las pinturas. El ancho patrón es el de un centímetro;
pero las imperfecciones en la ejecución por desperfectos
de técnica o imprecisión del artista y rugosidades
de la superficie estalagtítica, hacen crecer algunas veces
el grosor de las líneas a centímetro y medio, pero
accidentalmente” (sic).
Ya anotaba Fritot que “las líneas se mantienen del
mismo ancho para cada juego de círculos, lo que prueba que
fueron trazados, en cada caso, con el mismo instrumento, que puede
ser un pincel de plumas, o algo análogo. En muchas series,
la regularidad de los círculos, que salvan las pequeñas
rudezas de las piedras sin desviarse, hace pensar que se valieron
de una cuerdecilla, para guiarse desde el centro común”
(1938a: 46). Y Núñez se hace eco de estas anotaciones.
Pero debemos tener cuidado con estas ideas. Con esta singular forma
del hombre contemporáneo de privar de habilidades y de virtuosismo
al aborigen o al hombre antiguo. Recuérdese que, en un inicio,
no se quería aceptar la paternidad “prehistórica”
sobre el, posteriormente académico, claroscuro de la fauna
pictográfica del Franco-Cantábrico. Como mismo se
resistía a la idea de relacionar los diseños de Punta
del Este con la cultura aborigen de más bajo desarrollo material.
La regularidad en el ancho de los trazos pudiera justificarse con
la utilización de algún instrumento a modo de pincel,
pero la confección perfecta del círculo no precisa
en realidad de un instrumento. La técnica en este caso la
da, primeramente, una larga tradición en la confección
y trazado de estas líneas circulares. Apoyada, además,
en la técnica de repetición de un modelo que se inicia
con un diámetro de pequeño formato y que permita la
rectificación constante al trazar un nuevo círculo.
Siempre atendiendo y respetando el espacio interior y siempre homogéneo
que se va cerrando.
Según Ortiz y refiriéndose a la estructura de las
series de líneas concéntricas circulares: “...poco
varían. Todos comienzan por una pequeña circunferencia
de dos o tres centímetros de diámetro interno, y con
espacios iguales de unos dos centímetros van desarrollándose
concéntricamente” (notas manuscritas). En otras fichas
reafirma Ortiz que: “Importa recalcar que no se encuentran
dibujos simples de circunferencias concéntricas cuya circunferencia
interior no sea de ese pequeño diámetro” (ibídem).
Las líneas se pueden ir realizando, enfatizando gradualmente
los tonos negro o rojo a medida que se va perfeccionando el trazado
circular. Incluso, el soporte calizo, al ser material deleznable,
permite que se puedan rectificar pequeños errores raspando
cuidadosamente con una cuchilla de concha de molusco. Un trabajo
que requiere precisión, laboriosidad, paciencia y alto sentido
de comunicabilidad entre el hacedor y el trazo circular a realizar.
En definitiva, una línea difícil de lograr, por no
decir imposible, es la línea recta y no la curva. La línea
curva de circunferencia perfecta se domina, pues permite constantemente
y durante su ejecución ser rectificada y más si se
parte de un pequeño centro común, es decir, y para
este caso, un pequeño círculo a manera de guía.
Es así, a mi entender, como se estructuran las series de
líneas concéntricas circulares de Punta del Este.
Precisamente, una práctica de mucho tiempo me permitió
confeccionar algunas láminas para esta investigación,
logrando unas series casi perfectas de líneas concéntricas
circulares realizadas con similar técnica a la que he hecho
referencia.
Dentro de este Bloque Uno se pueden hallar siete modificaciones:
.Conjunto de líneas concéntricas circulares negras.
.Conjunto de líneas concéntricas circulares rojas.
.Conjunto de líneas concéntricas circulares rojas
con un punto rojo centrado.
.Conjunto de líneas concéntricas circulares rojas
y negras alternas regulares.
.Conjunto de líneas concéntricas circulares rojas
y negras alternas irregulares.
.Conjunto de líneas concéntricas circulares con círculo
interior excéntrico.
.Conjunto de líneas concéntricas circulares a modo
de efigie.
BLOQUE DOS (conjuntos combinados no concéntricos).
En este bloque se insertan los motivos no concéntricos que
combinan elementos de trazos concéntricos circulares, ya
vistos, con otros elementos: arcos y bandas semicirculares, espiras
y trazos rectos unos y acodados o angulares otros. Dentro de este
bloque se pueden hallar tres modificaciones:
.Conjunto de líneas concéntricas circulares combinadas
con arcos y bandas semicirculares y signos espiraliformes.
.Conjunto de líneas concéntricas circulares combinadas
con rectas.
.Conjunto de líneas concéntricas circulares combinadas
con rectas acodadas o angulares.
BLOQUE TRES (conjunto simétrico-bilateral de
líneas acodadas o angulares en composición).
Dentro de este bloque se agrupan aquellos pictogramas que no poseen
entre sus partes componentes a los trazos circulares y que, además,
se caracterizan por presentar una simetría bilateral en su
composición.
Como se ha visto, una clasificación de este tipo al menos
nos permite un mejor acercamiento al complejo arte parietal de esta
región arqueológica.
Ciudad de La Habana, febrero de 1991.
FUENTES.
HERRERA Fritot, René (1938): “Informe
sobre una exploración arqueológica a Punta del Este,
Isla de Pinos, realizada por el Museo Antropológico Montané
de la Universidad de La Habana.Localización y estudio de
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en Punta del Este, Isla de Pinos”. Revista de Arqueología,
año 1, no.2, La Habana, Cuba, : 50-61.
- - - - - - (1938b): “Comunicación sobre la Cueva de
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de Antropología Americana, vol. 2, no. 4, oct.-dic.,
México, :105-108.
MACIQUES Sánchez, Esteban (1983): “El estilo de círculos
concéntricos: contraposición de dos estilos pictográficos
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Ortiz, Carpeta 10, Arqueología (II), Desde 42-46. Archivo
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