Apuntes museográficos sobre los orígenes
de la colección del Museo Antropológico Montané.
Por Pablo J. Hernández González.
La atmósfera científica y humanística
del siglo XIX favoreció la creación de espacios para
la indagación y desarrollo de las disciplinas del hombre,
corriente que teniendo sus exponentes en la Europa septentrional
no dejaría de irradiar sus principios al resto del mundo
occidental, y de los que los círculos científicos
de Cuba no quedarían exentos. Son estas especiales circunstancias
donde los axiomas fundamentales de lo que se dio en nominar "Arqueología
prehistórica" quedaron establecidos.
La primera circunstancia debía ser la existencia
de un ámbito cultural que valorizaba la búsqueda científica
en espacios reconocidos y con problemas definidos en las sociedades
de la época. Tal espacio social, pues, debía colaborar
en la aplicación efectiva de tales inquietudes, hechas investigación.
En escasa medida, los conceptos pautados por la teoría evolucionista,
el paradigma histórico del "desarrollo en sucesión"
de las sociedades humanas; los aportes de la sistemática
y los análisis comparativos provenientes de las ciencias
naturales; la geología estratigráfica aplicada a los
estudios culturales y la creciente observación de las culturas
no europeas, con el consiguiente desarrollo de la etnología,
favorecieron, sin duda, tales avances. (1)
Por otro lado, la práctica de los artículos
y coleccionistas primeros, con sus fines "...declarados y bien
definidos ... de acopiar colecciones de objetos antiguos...",
influyó significativamente en esta esfera del conocimiento.
Un autor ha afirmado que en la conversión del coleccionista
anticuario en arqueólogo profesional está marcada
la adopción de "...los resultados de los notables avances
de las ciencias sociales y naturales", en el ejercicio de una
práctica en no poca medida elemental. (2)
Para entonces aparecen significativas contribuciones
al ordenamiento de los primeros museos de arqueología prehistórica.
En Dinamarca, R. Nyerop (1807) establece un museo para la conservación
de las antigüedades nacionales, con un primer intento de ordenamiento
tipológico por secuencias cronológicas. C. J. Thomsen
(1848) adopta la clasificación de los especímenes
por materiales de fabricación, lo que insertado en una interpretación
histórica y cronológica le lleva a formular una concepción
de las edades históricas. A su iniciativa se debe una de
las primeras guías-catálogos salidas del estudio de
colecciones. El sistema taxonómico sentado por los daneses
facilita aplicar tipologías de artefactos como diagnóstico
de "tradiciones culturales", y llevar a conclusiones que
vincularan diversas culturas, sea por difusión o convergencia
del conocimiento. A tal patrón tipológico se agregaría
el estudio del fundamento económico de las sociedades, los
modos de subsistencia que progresivamente han generado los estadios
humanos. Tal aporte corresponde a S. Nilsson (1843). A su juicio,
las antigüedades de un país adquirirían significado
en un museo sólo si eran presentadas con toda nitidez en
tiempo y espacio, como "...fragmento de una serie progresiva
de la civilización." (3)
La existencia de colecciones o gabinetes "de
historia natural" en Cuba están datadas desde finales
del siglo XVIII, coincidente con el impulso del iluminismo centrado
en la Sociedad Económica de Amigos del País (1793),
institución que fomentó la recopilación de
especímenes y objetos del país con finalidades de
instrucción y muestra al público interesado.
No obstante, corresponde a la Real Academia de
Ciencias de la Habana (1861) ser la primera que postula la creación
de un gabinete de medicina e historia natural en sus estatutos,
especialmente por donaciones de individuos de “...objetos
naturales del país o exóticos, clasificados o sin
clasificar, pero con una relación más o menos exacta
de sus usos y propiedades, bien monstruos o piezas interesantes
de Anatomía patológica...”. (4)
Para 1874, estaba establecido el Museo indígena
de Historia Natural al uso de entonces, conteniendo especímenes
clasificados y catalogados de zoología, botánica y
minerología provenientes de un donativo de la Sociedad Económica
de Amigos del País; tanto como piezas indígenas de
colecciones particulares.
Constituida en 1877, la Sociedad Antropológica
de la isla de Cuba, establecía en sus estatutos (artículo
14, título III) en el apartado administrativo, el carácter
del patrimonio material de la institución (artículo
12, III) y dentro de este los especímenes de las colecciones
quedando vetado -salvo con la aprobación y mayoría
absoluta de votos del pleno de la institución- enajenar los
materiales de estas colecciones ya fuesen documentos e impresos
como "...cráneos, piezas figuradas o conservadas de
anatomía, objetos naturales de arte o industria, dibujos,
fotografías...". Otro artículo afirmaba que la
colección de su Museo se podía completar"...por
vía de cambios; pero no los efectuará sino por objetos
de los cuales se posean algunos ejemplares. Los objetos canjeados
se indicaran siempre en el catálogo". (5)
Por el artículo 22, del título II
del reglamento de la Sociedad Antropológica..., en las materias
de gobierno, quedaba postulado que el archivero tendría a
su cargo ordenar y custodiar la biblioteca y el archivo "...y
todos los objetos que pertenecían a la sociedad: formarían
los catálogos e inventarios de los libros y objetos de todo
género que se confíen dando cuenta todos los años
a la junta general". (6)
Regulando las adquisiciones de objetos en el punto
de las comisiones científicas (artículo 42, título
VI) se expresaba que de toda expedición efectuada"...los
objetos sobre que haya de informar se entregaran al socio más
antiguo, quien firmara su recibo en un libro que estaría
en poder del archivero". (7)
Por su lado, el reglamento, en su acápite
de museo y colecciones establecía (1878) el puesto de conservador
del Museo, con la responsabilidad de organizar y custodiar el inmueble
y los objetos depositados llevando un registro con informe anual
de los especímenes (artículo 25 y 26). Como importantes
auxiliares del conocimiento público, la biblioteca y el Museo
se consideraban de prioridad para la institución. (artículo
72). La protección del patrimonio museable, se reiteraba,
con expresa prohibición de venta, canje o dispersión
de las colecciones. (artículo 61). En caso de disolución
de la Sociedad, una junta extraordinaria había de decidir
sobre el destino de la colección, pasando esta a la Real
Academia de Ciencias, a menos que se decidiera traspasarla a otro
establecimiento público, siempre dentro del país.
(artículo 73). (8)
Desde temprano, la Sociedad Antropológica
fue partidaria de una política de adquisición de especímenes.
En 1877, se solicito al Obispado de la diócesis de La Habana
que, por ser de interés de la institución "...formar
las debidas colecciones, de huesos humanos y muy particularmente
toda clase de cráneos ...", recababa autorización
para colectarlos en los cementerios de la isla (9).
Los años 1888-1892 fueron especialmente fructíferos,
por hallazgos de especímenes, procurados por expediciones
científicas. Para 1892 existía una colección
arqueológica antillana, convenientemente registrada y catalogada.
A la par en la Academia de Ciencias, se establecía un "armario
arqueológico antropológico" con fines de exhibición
y estudio (1889). Entre 1888-1890 se remitió especímenes
craneológicos a la Sociedad Antropológica de París,
en plan de canje y análisis. (10)
Disuelta la Sociedad Antropológica en 1895,
y tras el trienio de la guerra de independencia (1895-98), normalizada
la situación del país, una de las prioridades de la
reorganización universitaria encabezada por Enrique José
Varona, fue la creación de una institución continuadora
de la finada sociedad. Así, la orden militar 212 del gobierno
interventor de los EE.UU. en Cuba, establecía la cátedra
de Antropología y Ejercicios Antropométricos para
los alumnos que cursaran la carrera de Leyes. La inclusión
de la Antropología en el plan de estudios, llevó a
la creación "...de un pequeño laboratorio y museo..."
(1899), que por decreto universitario devino en Museo Antropológico
Montané (29 de junio de 1903) a cargo de los profesores
L. Montané y A. Mestre.
El museo recibía el nombre del catedrático
Dr. Montané, por decisión de la Facultad de Letras
y Ciencias en reconocimiento a su labor en "... la adquisición
de valiosos objetos que en el mismo existen ... el brillo de la
enseñanza de la antropología que se debe exclusivamente
a la competencia reconocida dentro y fuera del país, así
como el entusiasmo singular del profesor Luis Montané ". (11)
En 1903, la colección del Museo contaba
con aquellos especímenes que pasaron en 1895 a la Real Academia
en virtud del artículo 73 del reglamento de la Sociedad Antropológica
y que son restituidos entonces. Una colección arqueológica
especialmente significativa, al contener especímenes como
el ídolo lítico de Bayamo (1847), el ídolo
de Maisí (1902), la tortuga lítica de Jauco (1890)
y los cráneos deformados y sin deformar reunidos desde 1888
y otros procedentes de diversos puntos de la isla colectados a lo
largo de la centuria anterior. En 1912, recibiría una valiosa
donación privada, la colección Rasco, conteniendo
ejemplares únicos de madera, piedra y cerámica, además
de una considerable porción de cráneos. Algunos como
el dujo o asiento de Jauco (cultura aruaca) o las vasijas de madera
arcaicas, se convirtieron en distintivas de la colección. (12)
Citas y referencias.
1. “Frere, Thomsen, Nilsson y Boucher de Perthes. "La trasmutación
de una especie cultural; del anticuario al arqueólogo",
en Palerm, Ángel. Historia de la etnología. 2.
Los evolucionistas. Alambra Mexicana. SA, 1982, segunda edición,
pag. 85.
2. Ibidem, pag. 86.
3. Nilsson, S. The Primitivo Inhabítants of Scandinavia.
Londres, 1868, pag. 91.
4. Álvarez Conde, J. Historia de la Geografía de
Cuba. Junta de Arqueología y Etnología. La Habana,1961,
pag. 412. Corresponde al artículo 28 de los estatutos aprobados
en 1861.
5. "Estatutos y Reglamento de la Sociedad Antropológica
de la Isla de Cuba correspondiente de la Española de Madrid,
La Habana, 20 de agosto de 1877", en Rivero de la Calle, M.
(ed.) Actas de la Sociedad Antropológica de la Isla de
Cuba. La Habana, 1966, pag. 12.
6. lbidem, folio13, pag. 14.
7. lbidem, folio14, pag.16.
8. Es de notar que existía cierta preocupación porque
la colección no fuera transferida por venta a sujetos particulares
o quedara expuesta a anticuarios foráneos. Véase Hernández,
P. J. y E, Maciques, "La
institucionalización de los estudios antropológicos
en Cuba, 1875-1903", Asclepio. Revista de Historia
de la Medicina y de la Ciencia. Separata del volumen XLVI,
fascículo 1. Madrid, 1994, pag. 373.
9. EI vicepresidente y secretario general de la Sociedad Antropológica
al gobernador del Obispado, 1 de agosto de 1877, en Rivero de la
Calle. M. (ed.) Actas..., folios 7-8, pag.8.
10. Hernández y Maciques, "La institucionalización
de los estudios...", pag. 374
11. Es de interés consultar las observaciones formuladas por
el doctor Rivero de la Calle en su prólogo a las Actas
de la Sociedad Antropológica..., pag. X.
12. Ortiz, Fernando. Historia de la Arqueología Indocubana.
Colección de Libros Cubanos. Cultural, SA. La Habana, 1935,
capítulo VII, pags. 121-128.
San Juan, Puerto Rico, 1997. 
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