UN PRÓLOGO NECESARIO A LA REVOLUCIÓN
TRANQUILA DE JOSÉ Ramón ALONSO LOREA.
Por José Ángel Toirac.
Desde mucho antes que Homero escribiera La Odisea,
tenían ya los dioses el poder sobre la Historia. Esta nació
para que ellos pudieran realizar su voluntad en el mundo. La Historia
nos define. La proliferación de libros testimoniales y memorias
es manifestación divina y también conciencia manifiesta
de la Historia como invención. Las memorias son eficaces
instrumentos para construir y reconstruir la Historia; para explicar
y dar sentido a escogidos momentos del mar neutral que es la realidad.
La revolución tranquila se puede
leer como un libro de memorias, como narración ingeniosa
y tal vez autobiográfica que contiene los tres ingredientes
básicos y esperados de un producto literario sobre la siempre
fiel isla de Cuba: política, sexo y folclore. Pero una lectura
más atenta y pausada revelaría las innumerables citas
e intertextualidades que el autor usa con intención irónica
hacia el propio género literario que su obra encarna. Es
esta una novela sobre esa literatura que se condimenta con el interés
que despierta Cuba; y condimenta el pasado, presente y destino de
una isla en el Caribe; una Historia apasionada y accidentada en
tiempos no menos dramáticos.
El Autor, en el capítulo 7 -Tin marín
de dos pingüé-, deconstruye la retórica política
sobre la Historia. Es precisamente en este capítulo donde
devela la motivación más profunda de su novela: la
complicidad entre la memoria y el olvido, la discordancia entre
realidad y representación. Para elaborar el discurso apologético
que de sí misma hace Doña República, uno de
los personajes en este capítulo, se complace citando textualmente
algunos datos estadísticos del libro Historia de Cuba de
Fernando Portuondo, editado en 1950. Lo curioso es que todas las
re-ediciones pos-revolucionarias de este libro fueron adulteradas.
Después de 1959 se le agregó al título original
las fechas (1492-1898) y se le suprimió al contenido del
libro toda la parte dedicada al período republicano porque,
según el propio Portuondo, otros autores conocedores de esa
etapa podrían referirla mejor y como es debido. Como colofón,
el autor cita frases de La historia me absolverá -alegato
político escrito por Fidel Castro en la década del
cincuenta- para poner de relieve que hace cuarenta años existían
en Cuba otras cosas honorables, más allá de las putas,
la miseria y la politiquería.
En los diferentes Capítulos, muchas
otras son las problemáticas que el autor aborda y entreteje
como subtramas:
. La relación entre el sexo y la lengua
se da -citando El Ingenio de Moreno Fraginals- en
el capítulo dedicado a La Jinetera. Lo interesante y quizá
más excitante del tema erótico es la manera indirecta
de tocarlo. En este sentido, las confesiones calientes de Mercedes
resultan efectivas por partida doble: es sexo de segunda generación,
de transmisión oral, salido de sus labios como del auricular
de un teléfono en la era de las emociones virtuales.
. La relación entre lo público y
lo privado es extensamente ilustrada en el capítulo dedicado
al
promiscuo Solar. No existen grandes diferencias entre el solar y
la calle. Transitar del uno a la otra y viceversa es no salir de
Fuenteovejuna, donde resulta tenue la frontera entre la integridad
del individuo y las presiones de la colectividad.
. La relación entre espacio interior y exterior
surge mientras la lanchita de Regla cruza la Bahía de La
Habana, de la terrible circunstancia del mar por todas partes. Muchos
tomaron rumbo hacia el maquillado casco histórico de La Habana
Vieja con la esperanza de atracar en La Pequeña Habana de
Miami. El mar, antes puente de múltiples oleadas migratorias,
hoy se revela como dique de contención. Estas son las reflexiones
del protagonista, de El Gusano. ¿Qué cubano no ha
reparado en la rica polisemia actual de la palabra gusano? En principio
y a partir de los movimientos migratorios de los años sesenta,
se les denominó gusanos -con intención despectiva-
a quienes decidieron abandonar la isla por razones fundamentalmente
políticas. Curiosa y paradójicamente ahora les llaman
gusanos a todos aquellos equipajes de gran capacidad y forma tubular
que tienen a Cuba por destino.
. Las relaciones entre el arte y la ideología
se alegorizan en la imagen del papalote que se va a bolina, al comienzo
del capítulo 9 -La dolce vita-. Esta escena,
por una parte, cita y rinde homenaje al Cristo sostenido desde un
helicóptero en la conocida película de Federico Fellini,
director de cine italiano que mucho influyó en la estética
del cine cubano durante la primera década de la Revolución.
Por otra parte, la escena alude a la frase tan socorrida en las
clases sobre historia de Cuba: LA REVOLUCIÓN DEL 30 SE FUE
A BOLINA.
Por las páginas de este libro corren frases
e imágenes emocionales, melodramáticas, que han sido
utilizadas una y otra vez con la intención de convencer y
manipular la percepción de los hechos, para crear las representaciones
y clichés que han conformado la Historia siempre en beneficio
de aquellos que la dictan.
Los Personajes que intervienen en esta obra
literaria son estereotipos simbólicos, pero se mueven. María,
por ejemplo, representa el amor filial; Irema la amistad y Mercedes
el pecado. Estos tres personajes se relacionan entre sí a
través de Cristóbal, protagonista y vaso comunicante.
Este, sin obligación de escoger como Paris, funciona cual
crisol adánico donde se funden las tres féminas en
una sola: la Eva arquetípica. La cualidad transmigratoria
de estos personajes tiene su máxima expresión en el
brevísimo capítulo final, divertida parodia cervantina
que nos informa del destino de cada uno. Es una suerte de colectiva
sanchificación del Quijote y quijotización de Sancho.
María deviene “mary”, empleada doméstica.
La amiga deviene esposa. La puta deviene musa. El maestro creador
deviene burlado cadáver. El escritor sin lector cultiva,
desde España, el género epistolar: Cristóbal
deviene uno más en la lista de incontables exiliados que
portan, como un virus, la identidad cultural de su país.
La escisión política de la identidad cubana se vive
como un melodrama decimonónico todavía inconcluso.
Este popular género presenta de manera maniquea los conflictos
entre el bien y el mal. Al final del culebrón todos esperan
el triunfo público de la virtud que, como el libro de Cristóbal,
todavía no llega.
El Personaje Protagónico de La revolución
tranquila -Cristóbal- padece una anomalía en sus hábitos
de sueño. Durante la novela él “vive en las
nubes”, dando rienda suelta a sus fantasías y “reflexiones
interesantes”. “Conciencia crítica” a la
que le dejaron el coche pero le escondieron la llave. Tiene desconectada
la capacidad motora para pasar a la acción, para transformar
la realidad. El portazo de rompimiento y emancipación que
da Nora al final de la obra Casa de muñecas de Ibsen, Cristóbal
lo da en el primer capítulo, en el momento y lugar inadecuado.
El cubano si no llega se pasa. Cristóbal “pretende
hacer una novela de sus vivencias”, pero a diferencia de Sergio
-el protagonista de Memorias del subdesarrollo- “le parece
que estas son tan miserables que no vale la pena intentar tal escaramuza”.
Desde el principio este personaje está marcado por la naturaleza
trágica que caracteriza a todo héroe clásico.
Se resiste a su destino de escritor, no quiere ser víctima
del juego diseñado por la voluntad de los dioses. Hasta que
no demuestre lo contrario es un rebelde improductivo.
¿Escribirá Cristóbal algún
día la novela de su vida? Esta pregunta es el leitmotiv que
recorre el libro. El autor sitúa a su protagonista -y
a sí mismo- frente a uno de los problemas más
arduos y cruciales de la literatura de este siglo: la ambición
de transformar simultáneamente la escritura, el pensamiento
y la vida.
Compadre argonauta, si te metiste en camisa de
once varas, que los dioses te acompañen.
José Ángel
Toirac.
Ciudad de La Habana, marzo de 1998 
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