La Historia del Tabaco según autoridades.
Por Marlene García Núñez y José
Ramón Alonso Lorea.
El tabaco, ese famoso y buscado engendro (suma
de cuerpo y aliento) que hoy conocemos, como todas las cosas de
este mundo, tiene un largo trayecto que se pierde en la vigilia
de la historia. No en balde el refranero popular cubano recoge la
sabia de que no hay algo tan largo como la historia del tabaco.
Cuentan los mitos de los aborígenes de América
del extendido y necesario uso de ésta, por ellos, preciada
hierba. Desde la América del norte, pasando por las islas
de Bahamas y Antillas, hasta el extremo sur de tierra firme americana.
Eran muchos los usos de la sagrada planta. De ella se aprovechaba
“las semillas, las raíces, el tallo, las hojas y las
flores. Pero las partes preferidas eran las hojas y después
el tallo, como ocurre hoy día. Por el estado en que consumían
el tabaco pueden reconocerse cinco maneras principales: a) en rama,
o sea en hojas al natural o secas; b) en pan, masa o pasta de hojas;
c) en liquido, en cocimientos, tisanas y unturas; d) en polvos molidos;
y e) en humo de sus hojas. Digamos que lo usaban en rama, masa,
líquido, polvos y humo” (Ortiz:114).
No es hasta la llegada del almirante Cristóbal
Colón a las islas de Bahamas y Cuba que Europa se encuentra
con este antiquísimo vicio. Fueron los aruacos antillanos
-conocidos por Taínos- quienes dieron a conocer al mundo
cuatro cosas que son hoy de uso universal: la hamaca, la canoa,
el cultivo del maíz y, por supuesto, el del tabaco (Azcárate
Rosell, 1940). Según el diario de Colón, transcrito
por el padre Bartolomé de las Casas, tuvieron los europeos
el primer contacto con la planta solanácea en la isla Guanahaní
(luego San Salvador, como la bautizara el propio Almirante). En
esta isla los aborígenes le ofrecieron a Colón y sus
tripulantes, a modo de caro presente, "unas hojas secas, que
deben ser cosa muy apreciada por ellos" igual a las que luego
vieron los conquistadores en la canoa de un indígena que
navegaba solo entre las islas de Santa María (Caicos) y Fernandina
(Cuba).
Pero si convenimos en que estas "hojas secas
muy apreciadas por ellos" eran realmente de tabaco, el Almirante
entonces lo vio pero no lo descubrió, pues y como anotadora
Ortiz, “descubrir no es sólo ver sino 'echar de ver'”,
de modo que Cristóbal “no supo lo que era el tabaco,
ni conoció sus cualidades y uso principal de fumarlo, hasta
la noche del lunes, día 5 de noviembre de 1492, o en la mañana
del siguiente, cuando se lo mostraron Luis de Torres y Rodrigo de
Jerez, quienes por su parte ya lo habían descubierto, del
día 2 al 5 de dicho mes, al ir a explorar tierra adentro
de Cuba por encargo de Colón" (Ortiz:109).
Refiriéndose a este suceso anota Bartolomé
de las Casas sobre el diario de Colón: "Hallaron estos
dos cristianos por el camino mucha gente que atravesaban a sus pueblos
mujeres y hombres siempre los hombres con un tizón en las
manos y ciertas yerbas secas metidas en una cierta hoja seca también
a manera de mosquete, hecho de papel de los que hacen los muchachos
la Pascua del Espíritu Santo; y encendido por una parte de
él, por la otra chupan ó sorben ó reciben con
el resuello para adentro aquel humo: con el cual se adormecen las
carnes y casi emborracha, y así dice que no sienten el cansancio.
Estos mosquetes, ó como los llamáremos, llaman ellos
tabacos (Diario de Navegación:85).
De todo ello parece deducirse que Rodrigo de Jerez
y Luis de Torres descubrieron el tabaco un día, del 2 al
5, de noviembre de 1492 en las tierras cercanas al Puerto de Mares
en la isla de Cuba. De modo que los europeos tuvieron el primer
contacto con el tabaco en la isla de San Salvador; pero el uso del
tabaco fue hallado en lo que aún es su principal imperio,
en Cuba (Ortiz citando a Alden Mazon:lll).
Pero... ¿es la planta del tabaco originaria
de Cuba? A esta pregunta responde, negativamente, Rivero Muñiz
de manera muy convincente. Para fumar las hojas del tabaco se precisa
de un número complejo de actividades. En primer término
hay que "someter esa planta a un cuidadoso cultivo, puesto
que la misma no crece silvestremente, y que después no es
menos indispensable ajustar el secado, fermentación y preparación
de sus hojas a determinadas operaciones sin las que seria imposible
fumarlas y disfrutar de su peculiar aroma, fácilmente llegaremos
a la conclusión de que necesariamente tienen que haber transcurrido
siglos para que el aborigen americano halla podido conocer todo
lo dicho" (Muñiz:5).
El indocubano llegó a Cuba procedente de
las diversas islas que conforman el collar de ínsulas que
decoran el mar de las Antillas. Y encontramos su partida allá,
en tierra firme, en las riberas caribes de Colombia y Venezuela.
La etnología, la antropología, la lingüística,
y particularmente la arqueología, ya lo han demostrado. Y
en todos estos pueblos encontrados por el conquistador europeo,
pudo comprobarse el cultivo y uso de la planta solanácea.
Sin embargo, se ha afirmado que el tabaco es oriundo
de Cuba y ello fundamentado por darse en esta tierra “el mejor
del mundo”. Esta tesis carece de valor científico como
antes se ha apuntado. Que sea el cubano de tanta (o más)
calidad, no acusa que allí tenga su génesis. Lo sucedido
es que "la bondad de los terrenos cubanos influyó en
forma decisiva en la inigualada calidad del tabaco sembrado en los
mismos, acrecentando su buena combustibilidad, sabor y aroma, o
sea las cualidades esenciales del habano, reconocido hoy como muy
superior a todos los demás del mundo" (Muñiz:6).
Todo parece indicar que el origen de la planta
se encuentra en las zonas continentales, en las tierras bañadas
por los caudalosos ríos Orinoco y Amazonas, en el septentrión
de Suramérica. Allí, de donde proceden también
los hombres y las culturas que inicialmente poblaron las Antillas
y Bahamas.
La historia del tabaco ofrece uno de los procesos
transculturativos más interesantes. El genial creador del
término y maestro de su análisis, Fernando Ortiz,
aseguraba que lo extraordinario del proceso estaba dado por la "rapidez
y extensión con que se propagaron los usos de aquella planta,
apenas fue conocida por los descubridores de América, por
las grandes oposiciones que se presentaron y vencieron, y por el
radicalísimo cambio que el tabaco experimentó en toda
su significación social al pasar de las culturas del Nuevo
Mundo a las del Mundo Viejo" (Ortiz:211).
En el propio siglo de la conquista ya recoge el
padre Las Casas en su Historia General de las Indias la
siguiente nota: "Españoles cognoscí en esta isla
Española que los acostumbraron á tomar, que siendo
reprendidos por ello diciéndoseles que aquello era vicio,
respondían que no era en su mano dejarlos de tomar"
(Diario de Navegación:85).
Esto contribuyó a que se dijera que en la
naturaleza y uso del tabaco había mucho de diabólico.
El tabaco, según un historiador (y lo reafirma Ortiz en 1940)
se "regó por el mundo como la pólvora".
Como si la planta "fuera una pólvora de los infiernos
que se inflama con el fuego pero que desflagra silenciosamente en
los cráneos para mover a los espíritus" (Ortiz:211).
La migración de la planta tabaco se debe,
fundamentalmente, a dos factores indisolublemente ligados, al decir
de Ortiz: el factor natural y el factor social. Los factores naturales
"que originaron el aprovechamiento del tabaco por el hombre
fueron las peculiares condiciones fisioquímicas de la planta
y sus efectos fisiológicos en el organismo humano. Si el
hombre comenzó y se habituó a utilizar el tabaco no
fue por razón de alimento ni de economía, sino por
la experiencia en sí de ciertos influjos producidos por la
acción externa de dicha planta. Esos efectos fueron diversos
y se pueden reducir a dos: al placer sensual y a la defensa terapéutica.
El tabaco gustaba a los sentidos y aliviaba las tensiones psíquicas.
Además, el tabaco curaba males reales o imaginarios. Esos
simples factores naturales bastan para explicar el uso del tabaco
en cualquier pueblo, así primitivo como civilizado"
(Ortiz:212).
En cuanto a los factores sociales, el tabaco, continua
Ortiz, "no solamente satisfacía ciertas apetencias individuales
del indio, sino también las de su grupo humano. En el pueblo
indio el tabaco formaba parte integrante de su mitología,
de su magia, de su medicina, de sus ceremonias tribales, de su política,
de sus guerras, de su agricultura, de su pesca, de sus estímulos
colectivos, de sus costumbres públicas y privadas... (sic)
El uso del tabaco o el manejo de su potencia no era superstición
ni herejía, sino una institución religiosa, ortodoxa
e inveterada. Los ritos del tabaco eran actos sociales y forzados,
en cuya realización, singular o colectiva, estaba interesado
todo el grupo humano, el cual exigía su práctica en
las ocasiones señaladas por la conciencia tribal y con las
formas precisas y sacras fijadas por la tradición.”
Y concluye: “Por ser una institución social, entre
los indios el tabaco se enlazaba también con la vida económica.
Como el canto o el baile, el tabaco entre ellos era parte de los
ritos sacrosociales que intervenían en la realización
de las más importantes actividades económicas, como
la comida, la caza, la agricultura, el tejido de una red o el labrado
de una canoa; pero el tabaco por sí no era un fenómeno
sustancialmente económico" (:213).
El sentido de lo sobrenatural mediaba en la relación
sociológica entre el indio y el tabaco. Por eso los conquistadores
castellanos, que eran cristianos, al ver el carácter sacro
con que lo utilizaban los aborígenes, formularon el concepto
de su diabolismo. En sus estudios sobre demoniología, Ortiz
precisa el hecho: "Al presenciar los clérigos católicos
los para ellos extravagantes ritos de los behiques indios, en los
cuales se hacía gran uso del tabaco, pensaron que siendo
éste cosa religiosa pero no ortodoxa, todo lo que de sacro
se le atribuyera obra seria con gran seguridad de la malicia de
Lucifer" (Ortiz:214).
Si bien para los castellanos y luego demás
invasores de las Indias Occidentales el tabaco era brujería,
no fue obstáculo para que ellos lo bautizaran. Primeramente
fue temido, tabuado, mirado como "cosa salvaje" y "cosa
de los demonios". Ello explica que el tabaco fuera utilizado,
entre los nuevos habitantes del Nuevo Mundo, primeramente por aquellos
de menor rango social. Por el ilustre médico y naturalista
sevillano del siglo XVI Monardes, en su famoso tratado de medicina,
conocemos que "no solo ocurrió así en las Indias
sino entre los numerosos negros que por el siglo XVI habitaban en
Sevilla (...) se habituaron tanto a la planta que con ella se emborrachaban
e incapacitaban para el trabajo, por lo cual los amos les quemaban
las hojas y matas de tabaco que les encontraban y los negros lo
sembraban de nuevo en los lugares desiertos y más inaccesibles"
(Ortiz:219).
El tabaco tuvo además su primera acogida
entre los hombres de mar. Catalogado como cosa de rufianes y perdonavidas.
Fue tenido en principio por cosa vil y baja y cosa de esclavos y
bebedores de tabernas y de gente de poca consideración. Marinos,
soldados y viajeros, en su regreso a Europa, llevaban la nueva americana.
La introducción de la solanácea en
España, país que fue el primero en conocerla, corresponde
a los hombres que acompañaron a Colón en sus viajes.
Según Muñiz anota en su libro, "a mediados del
siglo XVI dicha planta era objeto de cultivo en diversos jardines
botánicos de España, Francia y Holanda, donde, al
principio, fue considerada como altamente medicinal, algo así
como una prodigiosa panacea para la cura de innumerables dolencias.
Más, aparte de esto, existen datos comprobatorios de que
numerosas personas habían aprendido a disfrutar del placer
de fumar, forma esta en que durante aquellos primeros tiempos más
se generalizó su uso entre los pueblos del Viejo Mundo"
(Muñiz:8).
Con mucho fundamento se afirma que el almirante
inglés Francis Drake lo introdujo en Inglaterra. En Francia
lo dio a conocer André Thevet al volver del Brasil, popularizándolo
luego el embajador francés Jean Nicot, quien había
conocido dicha planta en Portugal. Del interés despertado
por la planta en pleno siglo XVI es prueba la gran cantidad de autores
que la monografiaron en libros y acápites de libros. Ya Muñiz
lo recoge en su obra.
En la Relación acerca de las antigüedades
de los indios del fraile gerónimo Ramón Pané
(terminada de redactar hacia 1498 e insertada y publicada por primera
vez en Alcalá de Henares 1518, en la obra de Pedro Mártyr
Décadas del Nuevo Mundo), se habla, por primera
vez, del uso del tabaco en las prácticas religiosas de dichos
indios. Trataron extensamente sobre el tabaco Fernando de Oviedo
en su Historia general de las Indias publicada en Sevilla
1535, y el francés André Thevet en su Les Singularitez
de la France Antartique, Antwerp, 1558, reproduciéndose
en ambos libros grabados alusivos al tabaco y sus usos.
En 1554 Rembet Dodoens, en su libro Sruvboeck,
publicado en Antwerp, muestra por primera vez un grabado reproduciendo
la variedad Nicotiana rústica. Pietro Andrea Mattioli en
su New Kreuterbuch, Praga 1563, inserta su grabado de la
planta del tabaco y hace referencia también a la misma. Girolamo
Benzomi, autor de la Historia del Mondo Nuovo (Venecia,
1565), describe el tabaco y el modo como lo usaban los indoamericanos
para la cura de sus dolencias.
En la década del 70 se publican cinco libros
que informan sobre la planta tabaco. En París, en 1570 Jean
Liebault y Charles Esfienne publicaron L' Agriculture el Maison
Rustique, en cuyo libro se refiere cómo el embajador
Jean Nicot conoció el tabaco en Lisboa, Portugal, llevándolo
luego a Francia. Fierre Pena y Matthias de Lobel, en su obra Stirpium
Adversaria Nova (Londres, 1570-1571), hablan extensamente del
tabaco, reproduciendo el primer grabado conocido de la variedad
Nicotiana Tabacum, que es la cultivada en Cuba, y la cabeza de un
indio fumando un tabaco de forma cónica. Fernando Colón,
hijo del Gran Almirante, en su Historie... D. Christoforo Colombo,
publicado en Venecia en 1571, ofrece noticias sobre el tabaco y
copia el escrito de Ramón Pané.
En este mismo año el sevillano Nicolás
Monardes "dedicó en una de sus más conocidas
obras un extenso relato al tabaco, en que narra la manera en que
cómo los indoamericanos cultivaban y empleaban la planta
de referencia, a la que dicho autor no vaciló en atribuirle
virtudes extraordinarias, ofreciendo en su relato una larga lista
de las dolencias que el tabaco podía aliviar y aun curar
por completo (...) el libro del doctor Monardes no tardó
en ser traducido a los idiomas inglés, francés e italiano,
y su lectura, en extremo curiosa y plena de interés, sirvió
innegablemente para atraer la atención de los hombres de
ciencias sobre la susodicha planta y, además, de base para
otras obras referentes a la misma publicadas por aquellos días,
aun en posterior época" (Muñiz:9).
Un año después (en 1572), el francés
Jacques Gohory publicó en París un libro "considerado
como el primero dedicado de modo exclusivo al tabaco o petum
que era como se denominaba entonces a esa planta en Francia, nombre
con que la misma era conocida entre los aborígenes del Brasil,
país de donde, como antes dijimos, la había traído
el monje Thevet" (Muñiz:10). Lo expuesto da pruebas
del interés que en Europa se tenía por la nueva planta.
Se indagaba sus orígenes, propiedades y sus múltiples
usos. Sin embargo, no se menciona el cosechado en Cuba. Sí
se conocía el de Varinas (fundamentalmente), Orinoco y Santo
Domingo. Como asegura Muñiz, "el nuestro no era conocido,
o por lo menos no disfrutaba de tanto renombre como los citados"
(:10).
Sobre la rápida propagación y selección
del tabaco americano es prueba, al decir de Ortiz, "el hecho
de que ya en 1535 ellos (los conquistadores) habían sabido
distinguir entre las condiciones del tabaco usual en las Antillas
y cierta otra especie hallada en el continente americano. En 1535
ya en las Antillas se comienza ostensiblemente la selección
botánica de los tabacos; tiene la primera escogida de la
historia, trayendo de Yucatán la especie Nicotiana tabacum
(...), la de la florecilla roja y de corola gamopétala y
de cinco puntas como una estrella, prefiriéndola a la que
aquí en Cuba era corriente, la Nicotiana rústica,
de menor tamaño, de más fuerte tósigo y amargor,
con flores de bordes ondulados y de color amarillo verdoso. Esto
comprueba, ciertamente, cuan pronto los europeos en Indias se dieron
cuenta de los hechizos del tabaco y de cuan necesario era con él
siempre escoger y rezagar" (Ortiz:409).
Pero si la propagación del tabaco fue rápida
en las colonias americanas, no fue hasta bien entrado el siglo XVI
que comienza la colonización económica de América.
Y para aquella fecha Cuba era una especie de trampolín o
escala para llegar a las Américas, en las que -se presumía-
abundaban los metales preciosos. Como anotara el eminente historiador
cubano Fernando Portuondo: "Cuba, desde 1517 en adelante, será
cada vez más, bajo el gobierno de los Habsburgo, una mera
estación de tránsito entre las colonias del continente
y la metrópolis" (:82).
Ya en las postrimerías del siglo XVI el
tabaco adquiere categoría económica en el comercio
internacional, y La Habana, con los fuertes del Morro y La Punta,
se convierte en una plaza fuerte: "Peñón de América,
según la acertada imagen del historiador Rene Lufriu"
(Portuondo:126). Es la época de los corsarios y piratas,
de franceses, ingleses y holandeses, es la época de Francis
Drake.
A estas alturas "ya se explotaba y era rebuscado
el tabaco en Cuba. En sus puertos (...) se obtenía el apetecido
tabaco indígena por los corsarios y contrabandistas de acuerdo
con sus pobladores, descontentos unos y otros con los monopolios
de España. Fue grande el comercio clandestino. El puerto
de La Habana llegó a ser el centro de difusión del
tabaco indiano, por la circunstancia de ser en la rada habanera
donde se juntaban las naos españolas, con sus tripulantes
hampones y sus pasajeros adinerados, para su tornaviaje a las arenas
del Guadalquivir. Muy importante fue La Habana durante siglos como
centro de todas las flotas españolas de Cartagena, Nombre
de Dios, Portobelo, Veracruz, Campeche y Santo Domingo, las cuales
se reunían en su bahía, grande, defendida de huracanes
y de piratas, y situada en la boca del canal de Bahamas que era
la vía de retorno forzada por las corrientes y los vientos;
y de aquí zarpaban aquellas flotas en conserva y al amparo
de las armadas para regresar a Sevilla" (Ortiz:409-410).
Para esa época ya era negocio en La Habana
la venta del tabaco al público. Entonces existía un
comercio interamericano de la planta en el cual "los intereses
metropolitanos van interviniendo también, con privilegios
y restricciones" (Ortiz:411).
En Europa, mientras tanto, aparece una nueva forma
de consumir el tabaco. El "rapé se esfuerza por suplantar
al torcido y a la pipa. Poco a poco va consiguiéndolo. Algunos
fuman una especie de cigarrillos elaborados con fragmentos de hojas
secas de tabaco y envueltos con la espala que protege la mazorca
de maíz, imitando a los mexicanos que así acostumbraban
disfrutar de la olorosa solanácea. Esa novel moda, la del
rapé, deja sentir sus efectos en Cuba, y aunque en nuestra
Isla jamás logró franco éxito primando en todos
los tiempos el uso del torcido, los cosecheros se dieron a buscar
tierras adecuadas para un tipo de rama gruesa, de mucho cuerpo,
propia para ser molida y reducida a polvo, comprobando pronto que
la procedente de las vegas del valle de los Guiñes, bañadas
por el Mayabeque, llenaban los requisitos exigidos para el indicado
fin" (Muñiz:l6).
Al empezar el siglo XVII ya el comercio del tabaco
constituye una fuente de ingreso para buena parte de la población
cubana. "El nombre de Cuba va siendo favorablemente conocido
entre los aficionados al tabaco en todo el mundo. Todavía
no es mencionado el habano, pero ya se habla de La Habana como del
lugar de donde procede el mejor tabaco conocido" (Muñiz:l6).
En las embarcaciones que zarpaban de los puertos de La Habana, Santiago
de Cuba y otros puertos cubanos hacia Sevilla, se exportaba gran
cantidad de tabaco en rama, "utilizándose para ello
envases muy semejantes a los que todavía hoy se emplean,
o sea los típicos tercios construidos con yaguas por ser
este material no solamente más barato sino asimismo el que
más a mano tenían los cosecheros" (Muñiz:23).
Las prohibiciones del comercio del tabaco con los
enemigos de la corona (en particular las del Real decreto de Felipe
III de 1614), so pena de muerte y pérdida total de sus bienes
a "los vecinos de las islas de Barlovento, Tierra Firme, y
otras partes donde se siembra y coge tabaco", deduce "cuan
extendido se encontraba el contrabando del tabaco, ya que para tratar
de evitarlo precisaba la aplicación de tan severísimas
penalidades" (Muñiz:l9). El Monarca español,
sabedor del contrabando que existía y de los pingües
beneficios del comercio del tabaco, ordenaba fuese a Sevilla todo
el tabaco procedente de sus dominios del Nuevo Mundo. Eran los antecedentes
del estanco colonial que nacerá dentro de una centuria. Sin
embargo, no fue España sino Francia la primera nación
que impuso tributos fiscales al tabaco (Muñiz:l9).
A pesar de las restricciones, demasiada agua separaba
a España de sus colonias, de modo que el control Real no
era efectivo. El contrabando continuó exportando sus hojas
por todo el mundo. "Autoridades y contrabandistas actuaban
de acuerdo y el tabaco de Cuba proseguía ininterrumpidamente
saliendo rumbo a las Islas Británicas, a la América
del Norte, a Portugal, a Holanda, a Francia, a los dominios hispanos
del Nuevo Mundo y hasta en Canarias el tráfico ilícito
disponía de activos agentes que se encargaban de distribuir
el producto cubano por el mundo entero, incluso la misma España
(Muñiz:26).
Al comenzar el siglo XVII, en Inglaterra ya no
bastaban las farmacias para vender el tabaco. De modo que "se
establecieron tiendas especiales para su negocio. En ellas se vendía
la yerba y los adminículos para fumarla, y allí se
juntaban los aficionados para tertuliar entregados sin estorbo a
su vicio (...) En aquella época el tabaco hacía 'furor'
en Inglaterra. Se creó la voz tobaccanalia. Tomar
tabaco era un signo de la más alta distinción social.
El uso habitual del tabaco daba rango y prestigio. Aun hoy se puede
observar en las costumbres corrientes esos efectos psicosociales
del tabaco en los fumadores noveles" (Ortiz:417).
Entonces hubo en Londres "maestros de fumar"
al igual que maestros de bailes. Similar hecho ocurrió en
Alemania. Fue tal el boom del nuevo placer que fue objeto
de la literatura satírica inglesa. A esos satíricos
ingleses debemos "las primeras menciones de la fuma del tabaco
en Cuba. Tan cierta era esta forma que ya se conocía como
cubana cierta moda o manera elegante de fumar" (Ortiz:418).
En otro orden, la planta solanácea no paraba
su migración. Fueron los portugueses uno de sus más
importantes vulgadores. Fueron estos los que desde el Brasil llevaron
"las pipas de tabaco a Europa, antes que los ingleses las conocieran
de sus indios norteamericanos. Fueron ellos los que enseñaron
esa manera de fumar a los negros africanos de Guinea, Congo, Angola
y Mozambique durante sus correrías de tratantes de esclavos,
y a los pueblos asiáticos en sus navegaciones y factorías
de las Indias Orientales; también fueron los portugueses
los que propagaron el tabaco y las pipas por Persia, Arabia y Turquía".
(Qrtiz:422). Otros autores aseguran que del Asia Meridional la tomaron
los Mongoles y estos a su vez la llevaron a los Siberianos, quienes
se las dieron a conocer a los esquimales del extremo helado de la
América norteña. Trayectoria geográfica del
tabaco tan larga como su historia.
En las colonias inglesas de Norteamérica
(Nueva Inglaterra) se inició un nuevo acápite de esta
historia. Los "primeros pobladores británicos comenzaron
inmediatamente a partir de su arribo a cultivar tabaco, a semejanza
de los indios que habitaban ese territorio, ocupando con él
vastas zonas, al extremo de que hasta en las calles de Jamestown,
Virginia, se sembraba la codiciada planta, que al principio era
toda de la variedad conocida por Nicotiana rústica, mas pronto
empezaron a importar semillas de Cuba, con lo cual mejoraron notablemente
las cosechas, logrando a veces introducir su rama en los mercados
extranjeros como si esta procediera de las vegas de nuestra Isla,
dándose además el caso, frecuentemente repetido, de
que cuando, años más adelante, la Real Fábrica
de Tabacos de Sevilla, no podía dar cumplimiento a las demandas
de sus clientes por escasear la rama cubana, no vacilaba en mezclarla
con la que adquiría en Virginia y Maryland. Véase,
pues, cuan de antaño datan las suplantaciones y falsificaciones
del tabaco cubano". (Muñiz:26). Ya a fines del siglo
XVII, el tabaco de Cuba tiene que competir no sólo con el
de los demás países de la gran colonia hispana, sino
también con los de Virginia y Bermudas, y aun con los de
ciertos países de Europa.
Luego de 1648 y terminada la guerra de treinta
años que "ensangrentara a los pueblos de Europa",
la Habana "es ya el gran centro productor y embarcador de tabaco,
no tan sólo a España, sino a todo su imperio indiano,
a México, a Costa Rica y a los países del Pacífico"
(Ortiz:431). Se abre el famoso período de la historia cubana
conocido por las persecuciones y riñas entre hacendados y
vegueros. La aparición de la vega de tabaco fue "la
entrada de un nuevo personaje en el teatro de la economía
agraria de Cuba, que convertía el tradicional soliloquio
del hacendado ganadero en un diálogo polémico"
(Ortiz:431). El historiador José Rivero Muñiz hace
un exhaustivo e inigualable estudio de este proceso en su libro.
Es la antípoda entre la producción extensiva, la producción
intensiva y la tenencia de la tierra. Es este fenómeno, al
decir de Ortiz, "el más terrible enemigo del tabaco
cubano (...) Estudiar ese conflicto es penetrar en uno de los más
profundos problemas sociales de Cuba, el de la propiedad de la tierra,
en una fase muy trascendente de su historia" (Ortiz:433). No
obstante, la oposición al cultivo del tabaco "lentamente
iba siendo vencida" (Muñiz:50).
A esta lucha se suma en 1717 la instrucción
de Felipe V que ordena el estanco del tabaco por cuenta de la Real
Hacienda "especialmente en las seis leguas del contorno de
la dicha Ciudad de La Habana". El tabaco ofrecía altas
ganancias a los traficantes y especuladores, todo lo cual movió
al fisco español a obtener para sí las mismas. El
gobierno "se reserva el derecho de comprar el tabaco que quisiera,
con sujeción a una tarifa dictada por el mismo en la misma
instrucción en que se ordenó el estanco. Para realizar
las operaciones de compra y embarque del tabaco cubano, se creó
una oficina en La Habana: la Factoría, con sucursales en
Santiago de Cuba, Trinidad, Sancti Spíritus y Bayamo"
(Portuondo:179).
Entre los vegueros y negociantes del ramo el anuncio
del estanco causó general disgusto, lo cual generó
tres sublevaciones consecutivas: 1717, 1720 y 1723. En la última
se ordenó ejecutar, por parte del Capitán General,
a los apresados y colgar sus cadáveres de distintos árboles
en los caminos reales para escarmiento público. De modo que,
entre las postrimerías del siglo XVIII y los primeros años
del XIX, se caracterizó la historia del tabaco cubano por
las luchas entre vegueros y hacendados y las imposiciones del estanco
y vigilia de la factoría. A ello se suma los hacendados que
esperaban la oportunidad de convertir en "feraces cañaverales
tierras que hasta entonces habían estado dedicadas a potreros"
(Muñiz:231).
En agosto de 1817 se conoce en La Habana el Real
decreto de abolición del estanco del tabaco, firmado por
Fernando VII. Según notas de Ortiz, en la circular de 1817
"está aclarado el fondo del problema; que los vegueros
eran 'multitud de familias pobres', pequeños propietarios
con posesión y titulo formal o hereditario de tierras en
'las márgenes de los ríos', sobre las cuales alegaban
dudosos derechos ' los dueños de los fundos bañados
por los ríos'; que existía entre los vegueros y los
hacendados un conflicto social en el cual 'la autoridad debe interponerse
protectivamente', no tan sólo para evitar graves males privados
y públicos, sino por un interés económico supremo,
para favorecer 'el cultivo de la primera clase de tabaco', pues
'sin el cuidadoso esmero de las familias pobres decaería
la planta o no se lograría de tan exquisita calidad con las
labores en grande, en las cuales no es fácil aplicar a cada
mata una atención tan continuada y prolija". Y a continuación
precisa: "Ahí está, en síntesis, el principal
secreto de la exquisitez o 'primera clase' del tabaco cubano: el
del cuidadoso esmero a cada mata, dado por familias pobres, con
atención continuada y prolija en la pequeña vega.
La gloria del tabaco habano se debe ante todo a las virtudes de
su madre, que es la vega. El primer secreto del tabaco habano está
en ese peculiarísimo y virtuoso complejo de planta, tierra,
familia, pobreza, artesanía y tradición que en Cuba
llamamos la vega". Y concluye: "No ha ocurrido esto así
en las otras tierras de América donde el tabaco fue plantación
capitalista desde su primera cuna, 'con las labores en grande"
(Ortiz:447-448).
La producción del tabaco cubano, con muchas
variedades, satisfacía todos los gustos del mundo. El comercio
no sólo "exhortó tabaco en cigarros, sino también
torcidos en cuerda o rollos para la pipa, en panes o andullos para
la mascada y el polvo para las narices. Y esos tipos industriales
de tabaco tuvieron sus alternativas en los gustos de los consumidores.
Así, por ejemplo, mientras en Francia predominaba el rapé,
en Inglaterra se prefería la pipa, y en España el
cigarro puro para los ricos y el cigarrillo, papeleta o pitillo
para los pobres. El tabaco de Cuba surtía en sus manufacturas
para satisfacer todos esos tipos, aun cuando su tipo más
característico fuese el puro habano" (Ortiz:449).
Hacia el siglo XVIII, mientras Inglaterra surtía
a sus fumadores de tabaco de Virginia, Carolina y Maryland, en Europa
"el tabaco habano fue gravado con más y más impuestos,
y relegado para las personas opulentas, únicos que podían
pagarse tan costoso lujo" (Ortiz:450). El comercio del tabaco
se desarrollaba en medio de un doble contrabando: prohibido por
España su libre exportación de Cuba, y prohibido su
entrada por las naciones europeas debido a la producción
propia o su estanco fiscal.
A finales del XVIII el gobierno papal concedió
al alemán Peter Wendier el derecho de fabricar en Roma bastoni
di tabacco. Por su parte, en Francia se abrieron fábricas
de cigarros según el modelo de Sevilla. El la Alemania de
1788, Schiottmann establece una fábrica de cigarros o tabacos
puros en Hamburgo, con hojas que trae de Cuba. Con el tiempo, Hamburgo
“llega a ser un gran centro del comercio tabaquero, que envía
factores a La Habana y aquí arraigan abriendo almacenes de
rama, fábricas de ricas vitolas y hasta casas de banca para
financiar su negocio" (Ortiz:451).
Con las guerras civiles españolas y las
napoleónicas, sale victorioso el tabaco habano en suelo europeo.
En esos años "España, cuyos monárquicos
y absolutistas han solicitado una y otra vez la invasión
de su país por tropas extranjeras, fue cruzada y recruzada
por ejércitos ingleses y franceses, por los de Wellington,
los de Bonaparte y los de Agulena, y los soldados retornaron llevándose
con los laureles, heridas y recuerdos de sus campañas, la
costumbre española de fumar los cigarros hechos en aquel
país y sus colonias" (Ortiz:452).
Con la vulgarización del uso del cigarro
puro se extendió la costumbre del fumar en la calle. Se tomó
por las autoridades absolutistas como "un signo revolucionario
y de liberalismo contra la conservadora pipa, que prefería
el ámbito cerrado, la quietud y la sedentariedad (...) Por
eso fue prohibido por las viejas cortes absolutistas de Europa el
fumar callejero, hasta que las revoluciones del 48 conquistaron
para los pueblos ese nuevo 'derecho individual" (Ortiz:453).
Hacia la década del treinta del siglo XIX
se había establecido en La Habana otra industria que debe
su desarrollo, precisamente, a la industria del tabaco. Nos referimos
a la industria litográfica, la cual dio a conocer las marcas
de tabacos, cigarros y picaduras que se producían en Cuba.
Según asegura Muñiz, las "etiquetas por lo general
van acompañadas de excelentes dibujos, firmados en su mayoría
por Martín y por N. Méndez. Las correspondientes a
las fábricas de tabacos son de tamaño grande, mientras
las de cigarros son pequeñas, a lo más de dos pulgadas
cuadradas; en algunas ocasiones, muy raras, se imprimían
sobre papeles de colores azul, verde, amarillo, rosado, etcétera.
El texto de las etiquetas correspondientes a las fábricas
de tabacos está casi siempre en español e inglés
y a veces también en alemán y francés. Cuando
la fábrica o taller se encontraba situada fuera del recinto
de la ciudad, esto se hacia constar. En las marcas pertenecientes
a los tabacos suelen hallarse muy curiosos dibujos reproduciendo
vegas, edificios y personajes célebres, mientras que en las
de los cigarros predominan nombres y escenas típicos de la
época, acompañando algunas de ellas versos en que
se ensalza el producto y se incita al comprador para que lo adquiera.
Dado que en la casi totalidad de dichas etiquetas consta la calle
y el número en que estaban ubicados los respectivos talleres
y fábricas, fácil resulta comprobar que unos y otras
se hallaban diseminados por toda la Habana, lo mismo intra que extramuros"
(Muñiz:265).
Con el siglo XX se abre, para el tabaquero cubano,
la era del Trust, de las huelgas y los rompehuelgas y de
las reivindicaciones sindicales. Para la producción del tabaco
se iniciaban los nuevos sellos de garantía que garantizaban
la procedencia del tabaco cosechado en Cuba; de los comisionados
que denunciaron las falsificaciones de los tabacos cubanos en los
mercados de América, Europa y norte de África, así
como la aparición de la fabricación mecánica
del torcido.
Según Ortiz, a medida "que triunfan
las libertades ciudadanas y se aseguran las constituciones políticas,
triunfa también el cigarro puro, coincidiendo con el advenimiento
a Cuba del liberalismo económico que abre el puerto de La
Habana a todas las naciones. Y es en ese ambiente de libre competencia
industrial y mercantil cuando el tabaco habano, por plebiscito unánime
de los pueblos, deviene el cetro imperial del mundo tabaquero. El
tabaco habano es desde entonces el símbolo de la burguesía
capitalista triunfadora. El siglo XIX fue la era del cigarro puro.
Ahora lo va venciendo la democracia del popular cigarrillo. Pero
cigarros y cigarrillos ya van siendo hechos a máquina, como
a máquina se van reordenando las economías, las políticas,
los gobiernos y las ideas. Acaso muchas gentes y pueblos, ahora
vencidos por los poseedores de las máquinas, sólo
puedan encontrar en el tabaco el único refugio transitorio
para su personalidad oprimida" (Ortiz:453).
La calidad internacional del tabaco habano desborda
la pasión de estos dos eruditos de nuestra historia que tan
de cerca hemos seguido: Fernando Ortiz Fernández y José
Rivero Muñiz. Según el primero -y retomando palabras
de un antropólogo- asegura que el tabaco, de procedencia
americana es la más fundamental y difundida forma de placer,
suave narcótico que ha hecho que la humanidad se conforme
consigo misma más que con cualquier otro procedimiento conocido
por ella en los últimos 5000 años (Ortiz:lll). Según
el segundo, "aunque es innegable que el cultivo de esa planta
se ha prolongado por todo el Orbe, también lo es que la cosechada
en Cuba continúa siendo la de mejor calidad, más aromática
y más apetecida por los fumadores del mundo entero"
(Muñiz:346).
Fuentes.
Azcárate y Rosell, Rafael (1940): “Symposium
on prehistoric agriculture”. Revista de Arqueología,
año II, no. 4, mayo.
Colón, Cristóbal (1961): Diario de navegación.
Publicación de la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO,
La Habana, 221p.
Ortiz, Fernando (1983): Contrapunteo cubano del tabaco y el
azúcar. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 484p.
Pané, Ramón (1990): Relación acerca de
las antigüedades de los indios. Editorial Ciencias Sociales,
La Habana, 148p.
Portuondo, Fernando (1974): Historia de Cuba.1492-1898.
Instituto Cubano del Libro, Editorial Pueblo y Educación,
La Habana, 599p.
Rivero Muñiz, José (1965): Tabaco. Su historia
en Cuba. Instituto de Historia, Academia de Ciencias de Cuba,
La Habana, tomo I (245p.), tomo II (346p.).
La Habana, 1993 - Madrid, 2006. 
Apostilla a la Historia del Tabaco. El Gran Día
de no Fumar.
Por Sociedad Americana del Cáncer.
El tercer jueves de noviembre de cada año,
los fumadores de toda la nación fuman menos o dejan de fumar
cuando participan del Gran Día de No Fumar (Great American
Smokeout) de la Sociedad Americana del Cáncer. El evento
le brinda una oportunidad a las personas a renunciar al uso del
tabaco y crea conciencia de las muchas maneras efectivas de dejar
el hábito de fumar de una vez por todas.
En muchas comunidades, los voluntarios locales
apoyan a los ex fumadores, promocionan el evento y ejercen presión
para que se aprueben leyes que controlen el uso del tabaco y desalienten
a los adolescentes a iniciarse en el consumo de tabaco.
Los estudios han mostrado que los fumadores tienen
más éxito en renunciar al hábito cuando cuentan
con cierto apoyo, como productos de reemplazo de nicotina, orientación,
receta de medicamentos para controlar las ansias de fumar, libros
que sirvan de guía, y el ánimo de amigos y familiares.
A pesar de esto, sólo uno de siete personas
que actualmente fuman informan que han tratado cualquiera de las
terapias recomendadas durante el último intento por dejar
de fumar. Las líneas telefónicas para dejar de fumar
son un recurso nuevo y conveniente, disponibles sin costo alguno
en muchos estados. Llame al 1-800-227-2345 para solicitar información
sobre la línea telefónica para dejar de fumar u otro
apoyo con base científica en su área.
Cómo comenzó el Gran Día de No
Fumar.
El Gran Día de No Fumar ha ayudado a cambiar
dramáticamente las actitudes de los estadounidenses en relación
con el hábito de fumar, lo que ha conducido a la creación
de programas comunitarios y ordenanzas para declarar áreas
"libres de humo" que hoy día salvan vidas en muchos
estados. El evento comenzó en los años 1970 cuando
el fumar y el humo de segunda mano era algo común y corriente.
La idea del Gran Día de No Fumar surgió
en un evento que se llevó a cabo en 1974. Lynn R. Smith,
editora del Monticello Times in Minnesota, encabezó el primer
día estatal D-Day o Día de no Fumar. La idea pudo
haber sido inspirada por Arthur P. Mullaney, un residente de Massachussets,
quien le pidió a las personas que renunciaran al hábito
de fumar por un día en 1971 y que donaran el dinero que gastarían
en tabaco a una escuela preparatoria (superior) de la comunidad.
La idea tomó auge, y el 18 de noviembre
de 1976, la Sociedad Americana del Cáncer (American Cancer
Society, ACS), división de California, logró
con éxito que casi un millón de fumadores dejaran
de fumar por un día. Este evento en California marcó
el inicio del Gran Día de No Fumar, y la Sociedad lo adoptó
a escala nacional en 1977.
El Gran Día de No Fumar promueve nuevas leyes
y salva vidas.
Cada año, el Gran Día de No Fumar
también crea conciencia sobre las muertes y las enfermedades
crónicas causadas por el hábito de fumar. Entre los
años 1980 y 1990, muchos gobiernos estatales y locales prohibieron
fumar en los lugares de trabajo y restaurantes, aumentaron los impuestos
a los cigarrillos, limitaron la publicidad, animaron a los adolescentes
a no fumar cigarrillos, y tomaron más acciones para combatir
el hábito de fumar.
Los estados con leyes estrictas para el control
del tabaco están hoy día recogiendo los frutos de
la labor de reducir marcadamente las tasas de fumadores y de menos
muertes a causa del cáncer del pulmón, según
un informe de la ACS publicado en el 2003 en Cancer Causes and
Control. El estudio encontró que las tasas de muertes
por cáncer del pulmón en los adultos de 30 a 39 años
de edad disminuyeron y siguen bajando en la mayoría de los
estados que tienen programas estrictos contra el tabaco. En los
estados donde no existen controles estrictos contra el tabaco, las
tasas de cáncer del pulmón fueron más altas
y siguen en aumento.
Hoy día, se estima que 46 millones de estadounidenses
adultos fuman. El uso de tabaco puede causar cáncer de pulmón,
así como otros cánceres, enfermedades cardíacas
y enfermedades del pulmón. El hábito de fumar es responsable
de casi una de tres muertes causadas por el cáncer, y una
de cinco muertes debido por todas las causas. Otras 8.6 millones
de personas están viviendo con enfermedades graves causadas
por el hábito de fumar.
Afortunadamente, en los últimos 27 años
se han visto grandes avances en el cambio de las actitudes en relación
con el hábito de fumar, y en los conocimientos sobre la adicción
y sobre cómo ayudar a las personas a dejar el hábito.
Visite nuestra página en Internet www.cancer.org
para aprender más sobre cómo dejar de fumar, mejorar
su salud o participar en el Gran Día de No Fumar en su comunidad.
O simplemente llame a su Sociedad Americana del Cáncer al
1-800-227-2345.
Referencias.
American Cancer Society. Smoking cessation. In:
Cancer Facts & Figures 2005. Atlanta, GA: American Cancer Society;
2005.
Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Cigarette Smoking—Attributable
Morbidity—United States, 2000. MMWR. 2003;52(35) 842-844.
Available online at www.cdc.gov/mmwr/preview/mmwrhtml/mm5235a4.htm.
Accessed November 2003.
Jemal A, Cokkinides W, Shafey O, Thun M. Lung Cancer Trends in Young
Adults: An Early Indicator of Progress in Tobacco Control (United
States). Cancer Causes and Control. 2003; 14(6): 579-585.
Rouse, K. Personal Communication, October 20, 2004. 
(Ver texto original en http://www.cancer.org/docroot/ESP/content/ESP_2_1x_El_Gran_Da_de_no_Fumar.asp
).
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