a
la caza del contexto, una perspectiva de integración disciplinar.
Por José Ramón Alonso Lorea.
Interesado por los supuestos conceptuales y funcionales
del más antiguo componente de la actividad simbólica
en Cuba, el historiador del arte no tradicional se verá
inmerso en una metodología de trabajo interdisciplinaria
que incluye varios saberes.
Tendrá que elaborar procedimientos de trabajo
que combine los aportes de diferentes ciencias con los resultados
de dos fuentes de información principales: las crónicas
de las islas (a partir de los llamados Cronistas de Indias)
y las evidencias arqueológicas. De esta forma obtendrá
valores propios de diversos contextos que reconstruyen fragmentos
del universo donde se creó y funcionó esta producción
simbólica.
Y hablo de contextos espacio-temporales y socio-históricos,
de contextos mito-lingüísticos y simbólicos.
Además, me refiero a “fragmentos del universo indígena”
porque fueron segmentos culturales los que pudo recoger el cronista
y pedazos de esa producción halla hoy la arqueología
entre las capas naturales del suelo. Ver siguiente gráfico.
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El estudio de las formaciones geográficas
y geológicas de la zona Caribe, por ejemplo, tiene
gran interés a partir del proceso evolutivo que las llevó
a convertirse en hábitats humanos (Maggiolo, 1992). El ascenso
y descenso del nivel del mar y la emersión de porciones de
territorios ayudan a sugerir probables rutas migratorias para el
poblamiento temprano y gradual del arco antillano. Ello, asociado
a la evidencia arqueológica, le permite al historiador
del arte, por ejemplo, distinguir si ciertos aportes culturales
desarrollados en comunidades indoantillanas encuentran su génesis
en las propias islas o provienen de antiguos territorios continentales.
Ciencias como la Botánica y la Zoología,
que estudian la flora y la fauna que convivió con determinada
cultura arqueológica representada en la capa estratigráfica
que se analiza, no sólo nos informa de los hábitos
alimentarios de estos antiguos hombres, de las zonas por las que
éste se desplazó buscando este sustento y “hasta
de las variaciones estacionales en sus hábitos de recolecta”
(Dacal y Rivero, 1986:24-25). También nos ayuda en la identificación
de importantes elementos simbólicos de carácter fito
y zoomorfos (sobre todo los segundos), que son motivos de representación
recurrente en las tallas y cerámicas aborígenes.
La Física-Química permite
el estudio de los restos humanos (pesquisa que se hace extensible
a todos los restos orgánicos) y ofrece lecturas de datación
como es el caso del método del Carbono-14. Este método
ofrece fechados muy apreciables, pues consiste en medir “el
tiempo en que actúa el proceso de desintegración del
carbono-14 radiactivo, con lo que ha sido posible establecer la
edad de los materiales orgánicos encontrados en los sitios
arqueológicos” (ibídem:17). Este sistema de
datación se da a conocer en 1950, de modo que la antigüedad
de un objeto arqueológico se computa a partir de dicho año,
es decir AP (Antes del Presente) o antes de 1950. De esta manera
se le facilita al investigador del hecho simbólico cronologizar
estilos y temas en “obras” que tienen como soporte materiales
orgánicos como la madera y el hueso. Y, luego de datados
los temas y los estilos, entonces el fechado -con un criterio relativo-
se puede hacer extensivo a la producción de “obras”
sobre soporte lítico.
De igual importancia resulta la ciencia antropológica.
Ella, con sus datos, demuestra cómo fue ese hombre que es
hoy arqueológico: raza, sexo, edad, patologías y hasta
“verdaderos estimados demográficos, los cuales se obtienen
de la distribución por edades entre la población que
ha sido exhumada” (ibídem:25). Además del conocimiento,
digamos que antrópico, que obtenemos del hacedor de la producción
simbólica aborigen, este estudio nos descubre que no todos
los rasgos fenotípicos del aborigen insular aruaco responden
a parámetros raciales asiático-mongoloides. Algunos
de esos parámetros, como la deformación artificial
del cráneo, parecen hacer referencia a hechos simbólicos
de naturaleza zoológica. A su vez, esta lectura le permite
al historiador del arte verificar cuánto de “a su imagen
y semejanza” (patrón biotípico natural)
y cuánto de un patrón biotípico simbólico,
puso el indígena a la hora de representar o personificar
sus ídolos o cemíes: el prognatismo maxilar, los pómulos
salientes, la frente deformada... Así como la presencia de
ciertas patologías, como ese raquitismo propio de los behíques
(suma de curanderos, sacerdotes, hacedores de obras simbólicas...)
que en sus continuos y largos ayunos rituales veían exteriorizar
la radiografía de sus huesos (omóplatos, vértebras,
costillas, tobillos...). Ver siguiente gráfico.
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José Juan Arrom ha dado grande impulso al
desarrollo de los estudios lingüísticos y mitológicos
sobre las indoculturas de las Antillas. Sobre la lingüística
aseguraba Arrom que, “haciendo un esfuerzo por reunir y organizar
sus dispersas huellas, acaso todavía podamos vislumbrar algunos
de los procesos mentales de los aborígenes antillanos a través
de las palabras que nos han dejado” (1980:93). De igual forma
a hecho con sus indagaciones mitológicas, con las que ha
desbrozado un campo de fabulaciones antiquísimas que aún
perduran, vivas, en el horizonte cultural de estas islas.
Sostenía Arrom que, “enterarnos de
cómo percibían el mundo y representaban las fuerzas
de la naturaleza” aquellos antiguos, “habrá de
ayudarnos a descubrir soterradas raíces míticas en
ciertas creencias religiosas y en determinadas creaciones artísticas
de los antillanos de hoy” (ibídem:18). Y es que ambas
ciencias permiten, sin lugar a dudas, arribar a interpretaciones
culturológicas insospechadas y de incalculable valor.
Y finalmente, sin el ánimo de creer que
con sólo estas disciplinas tenemos todo el conocimiento necesario
para estos estudios, contamos con las ciencias Etnografía
y Arqueología. La Etnografía encuentra,
en la lectura de los “Cronistas de Indias”, importante
soporte documental que le permite la clasificación del hombre
según su medio de subsistencia. Además, y con el apoyo
de la Etnografía Comparada (estudio de otras comunidades
vivas con niveles socio-culturales y económicos similares),
podemos establecer un ordenamiento del progreso humano a través
del estudio de sus sociedades. Ello, por supuesto, en dialéctica
relación con los resultados de la arqueología de las
islas y con un carácter que no supere la valoración
hipotética, porque cuando de ciencias sociales se trata ya
sabemos que la demostración es relativa.
La Arqueología aporta el estudio
sistemático y particularizado de las evidencias materiales,
el registro de todos aquellos datos extraídos del sitio arqueológico
que se excava. Ello posibilita establecer cronologías definidas
a partir de estos procesos, lo que permite la reconstrucción
histórica. Esta ciencia saca a la luz toda una serie amplísima
de objetos que los estudiosos llaman “ajuar arqueológico”.
De este ajuar se puede lograr clasificar dos producciones humanas
fundamentales: una sería la producción de artefactos
y espacios simbólicos para uso ritual. Creación intelectual
que se erigirá en foco de atención del historiador
del arte y que atiende a las siguientes consideraciones:
1-diseños exentos de solución abstracta
(simétricos, muy bruñidos) que no presentan huellas
de uso. Son las llamadas esferolitias (bolas de piedra), los cardiolitos
(corazones de piedra), las dagas líticas (punteadas en un
extremo y bilobuladas en el otro) y los discolitos (discos de piedra).
2-diseños exentos de solución abstracta
que pudieran o no presentar huellas de uso, pero que su confección
o acabado (de una rigurosa simetría, con menor o mayor bruñido)
no resultaba necesario para el cumplimiento de la función
“práctica”. Es el caso de los majadores campaniforme,
las hachas petaloides y los buriles.
3-diseños (pirograbados, incisos, pintados...)
añadidos a algún útil, sin que éstos
cumplan una función “práctica”. Son las
mal denominadas “decoraciones” en implementos de labor.
4-diseños exentos que estructuran formas
(antropomorfas, zoomorfas, desconocidas, híbridos...) de
solución figurativa (esquemático, estilizado) o abstracta.
Es la conocida talla sobre madera, piedra y concha, de mediano y
pequeño formato.
5-diseños (dibujados, modelados...) sobre
soporte de barro.
6-diseños (dibujados, pintados, incisos...)
sobre la superficie calcárea de los recintos cavernarios.
La otra gran producción humana que se extrae
del ajuar arqueológico es esa que algunos autores llaman
de “uso práctico” o de “finalidad utilitaria”.
Son aquellos artefactos que acusan funciones de herramienta y de
laboreo, como es el caso de los nombrados picos, martillos, platos,
cucharas y gubias de concha. O aquellos cantos rodados
devenido en majaderos, las lascas de sílex retocadas,
las puntas de flecha, la coa o palo cavador... Esta producción,
al no contar con elementos simbólicos representativos en
su confección, no deviene en objeto de interés para
el historiador del arte “tradicional”. Sin embargo,
el hecho de encontrarse estos mismos objetos asociados a enterramientos
(y vinculados a otros objetos de culto), hace pensar que los límites
del contenido simbólico transgreden la forma: no hay preceptos,
leyes o estatutos formales que lo contengan. El estudioso de la
producción simbólica aborigen no debe pasar por alto
estas evidencias. Ver siguiente gráfico.
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Definitivamente se propone, a partir de una metodología
interdisciplinaria, el estudio integral de esta producción.
Con ello podemos acceder (más orgánicamente y descubriendo
verdaderas motivaciones, funciones y valores) al origen y desarrollo
de la actividad mito-simbólico de las islas desde sus propios
contextos. Para el historiador del arte, esa debería
ser la máxima de estos estudios.
Ciudad de La Habana, 1994. 
Fuentes.
ALONSO Lorea, José Ramón (1994):
“Artes Aborígenes en Cuba. Para un acercamiento teórico-metodológico
a esta producción antigua” (inédito). Primer
Encuentro Internacional de Historia del Arte “La Historia
del Arte hoy: análisis y pronóstico”. Departamento
de Historia del Arte, Facultad de Artes y Letras, Universidad de
La Habana.
ARROM, José Juan (2000): Estudios de lexicología
antillana. Segunda edición actualizada y aumentada. Editorial
de la Universidad de Puerto Rico.
DACAL Moure, Ramón y Manuel Rivero de la Calle (1986): Arqueología
Aborigen de Cuba. Editorial Gente Nueva, C. de La Habana.
MOSQUERA, Gerardo (1983): Exploraciones en la plástica
cubana. Editorial Letras Cubanas. La Habana.
- - - - - - (1989): El diseño se definió en octubre.
Editorial Arte y Literatura, C. de La Habana.
- - - - - - (1994): “Historia del arte y culturas”.
Revolución y Cultura. Año 33, época
IV, nov-dic, no.6, C. de La Habana.
VELOZ Maggiolo, Marcio (1992): Medio ambiente y adaptación
humana. República Dominicana.
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