El arte rupestre del Caribe insular: estilo y cronología.
Esteban Maciques Sánchez.
A Ramón Dacal Moure, su
afecto y magisterio, siempre vivos.
Reunir en un solo trabajo la información
que actualmente se tiene sobre el arte rupestre de las Antillas
requeriría un esfuerzo de varios tomos de extensión,
y de varios especialistas. La falta de este enfoque global ha hecho
que en algunos artículos (1988 y 1991) haya expuesto algunas
líneas de relación, para las que he partido de los
aportes que a este fin han hecho otros estudiosos del área.
Es necesario decir que esas líneas han apuntado, muy particularmente,
a lo estilístico y a lo cronológico.
Actualmente, que se hable a un tiempo de estilística
y cronología pudiera entenderse, por algunos, como una contradicción
metodológica. Más cuando está de moda la llamada
"época postestilística" en la investigación
del arte rupestre. Como toda moda, esta también pasará;
las futuras volverán sobre las viejas y, de esto se trata,
las harán distintas.
Pero en lo que las técnicas postestilísticas
se van aplicando, y dando frutos (por cierto, en cuanto a la pictografía,
pues los petroglifos siguen en "el sueño de lo no moderno"),
para luego incidir sobre los estudios estilísticos, vamos
a enderezar este artículo por el camino de la conciliación,
siempre sano.
Habría que decir, en honor a la verdad,
que "El arte rupestre de Matanzas" y su continuación
"La variante de líneas inconexas en el ordenamiento
estilístico del arte rupestre cubano" (con fechas arriba
citadas) partieron de un reconocimiento estilístico, que
se vio luego en buena medida corroborado por la cronología.
¿Cómo se explica?
La bibliografía del área y el trabajo
de campo en casi toda la isla de Cuba, y en buena parte de la de
Pinos (su mejor parte, las Cuevas de Punta del Este) permitieron
reconocer determinadas tendencias del comportamiento de la forma
del arte rupestre. El problema surgía cuando, a manifestaciones
"prácticamente idénticas", realmente semejantes,
correspondían grupos humanos culturalmente distintos: ciboneyes
(?)/ taínos, e.g. Una vez aceptada esta analogía,
vistos fenómenos de contaminación o superposición,
incluso de falsificación, todo ello obligó a aplicar
una criba más fina.
En ese tiempo trabajaba en la provincia de Matanzas
(Cuba) y contacté con los grupos espeleológicos Carlos
de la Torre y Norbert Casteret, con más de veinte años
de exploración de una zona que, hasta el momento, puede considerarse
entre las de mayor densidad de la muralística prehispánica.
En ella apareció como predominante un arte rupestre que denominé
"estilo de líneas inconexas" (1988). Resultaron
cientos de miles de trazos, extendidos por la costa norte (desde
Bacunayagua hasta Carboneras) y con manifestaciones aisladas, menos
trabajadas, en el centro y sur de dicha provincia; también
en la zona de Diago, sur de La Habana (según informe verbal
del Grupo Espeleológico Heriberto Barcárcel) y en
la región de Baracoa (extremo oriental de la Isla).
Los dibujos de este estilo, salvo raras excepciones,
no poseen un evidente valor "estético" y están
realizados a base de líneas rectas, puntos y trazos que no
expresan aparentemente relaciones entre sí. De exclusivo
color negro (de carbón vegetal, hallado al pie de muchos
murales), sus formas no son geométricas, tampoco calcan o
reflejan directamente elementos de la realidad, por tanto, no son
figurativos. Se cubre toda una pared o se hace un simple trazo,
en lugares con mucha frecuencia casi inaccesibles, y no se puede
apreciar la realización de una idea preconcebida, ni proporción,
mucho menos composición. De esta manera los dibujos parecen
anárquicos, sin aparentes reglas. De no tenerse la visión
de conjunto de cientos y cientos con las anteriores características
parecerían manchas realizadas al azar. Hasta el presente
sólo se ha testimoniado su existencia en la mayor de las
Antillas.
Lo precario de la forma de este estilo y su asociación
fundamentalmente a sitios preceramistas (pretaínos), de fechados
sobre material arqueológico temprano, hizo que en el artículo
de 1988 se diera como el arte rupestre más antiguo de las
Antillas. El descubrimiento posterior de los entierros múltiples
de Cueva Calero, datados por C-14 hasta en 8885+-200 A.P., con la
presencia de pictogramas de líneas inconexas, confirmó
aquella hipótesis y la precisó temporalmente.
I-ARTE RUPESTRE DEL CARIBE INSULAR. ESTILO DE LINEAS
INCONEXAS (ELI).
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Figura 1. Mural típico
del estilo de líneas inconexas (ELI). Trazos lineales
aparentemente arbitrarios que cubren toda la superficie de la
pared, realizados con carbón vegetal. Cueva Centella,
provincia de Matanzas, Cuba. |
El estudio comparativo de pictogramas del ELI fue
posible por el número tan cuantioso de estos y por el espectro
tan amplio en el tiempo (alrededor de 4000 años de desarrollo).
Reveló, como una constante, el hecho de que el pintor se
valiera de las irregularidades de las paredes, dejara guiar su mano
por estas, sin que de ello resultara figura alguna. Por tanto, el
dibujo no es la plasmación de formas que existieran en la
mente del hombre primitivo (formas preconcebidas), y que se llevaran
a la pared accidentada, sino el marcado de este relieve, de los
accidentes mismos. De esta manera, se está haciendo un dibujo
imitativo.
A la mímesis se refiere Hostos (1941), cuando
expresa: "Nosotros no podemos escapar a la sugestión
de las formas naturales de los fenómenos. Por el contrario,
las obedecemos inconcientemente. Un sutil mecanismo guía
la mano y nos arranca del abismo de los movimientos musculares incoherentes..."
Un proceso semejante es lo que creemos haber descubierto dentro
de la manera de hacer del ELI: el inicio de un arte rupestre que
no puede deshacerse de la forma sobre la cual se pinta, primero,
y que poco a poco, después, se va organizando, componiendo
desde el punto de vista plástico, sin renunciar a la herencia
de los tiempos más tempranos.
Antes de continuar se hace necesario una aclaración.
La mayor parte del arte rupestre que conocemos (dentro y fuera de
América) no nos remonta a una etapa "inicial" de
sus manifestaciones sino, más bien, a momentos de su desarrollo
y, en gran medida, a estados "terminales". La perfección
formal del figurativo analítico (Varios, 1984-88) no puede
concebirse como propia de un arte que comienza y es, en muchos casos,
expresión de obras maestras, aun para nuestros tiempos. Equivaldría
a creer el Guernica como la primera pintura de Picasso.
El principal valor del ELI para el estudio del
arte rupestre resulta, de esta manera, cognoscitivo, pues nos permite
analizar su movimiento diacrónico, la relación entre
el hombre y la expresión plástica.
Y sobre lo anterior, con una diferencia en el tiempo
de 2000 años de las expresiones más antiguas (siempre
sobre fechado de material arqueológico asociado), junto a
una continuidad de los rasgos fundamentales (manchas, líneas
arbitrarias, líneas que siguen el borde de formaciones secundarias,
color negro, etc.) en número mayoritario, se encuentran formas
muy elementales a manera de redes, hojas o simples entrecruzados
que, manteniéndose dentro de la abstracción, empiezan
a ser geométricas. Comienza entonces a desarrollarse, dentro
de este geometrismo, el estilo de líneas no concéntricas,
al menos en una de sus tendencias.
II. ARTE RUPESTRE DEL CARIBE INSULAR. LINEAS INCONEXAS
(ELI) Y SU CONTINUACIÓN EN EL ESTILO DE LINEAS NO CONCÉNTRICAS
(ELNC).
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Figura 2. Pictogramas
de líneas en forma de redes o fitomorfos, arriba, propios
del estilo de líneas no concéntricas (ELNC),
junto a manchas de carbón, abajo sobre la superficie
blanca, características del estilo de líneas
inconexas (ELI). Cueva Pluma, provincia de Matanzas, Cuba. |
El inicio de este estilo se trenza con el anterior
y, en este sentido, no puede deslindarse con precisión cronológica.
FIGURA 2 (ELI y ELNC)
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Gráfico 2. |
A los motivos en redes elementales, ya dichos y
siempre de color negro, se suman en pequeño número
algunos dibujos de color ocre, que tienden a la figura circular.
FIGURA 3 (ELNC)
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Figura 3. Dibujo del
estilo de líneas no concéntricas (ELNC), llamado
"Sol de Pluma". Color ocre. Cueva Pluma, provincia
de Matanzas, Cuba. |
Tanto en el área de Cueva Pluma (mal excavada
y peor referida en informes arqueológicos dudosos), como
en la de Caguanes, ambas en Cuba, el material asociado a los dibujos
rupestres suele ser típico del preagroalfarero temprano (industria
de concha y de piedra tosca propia de una economía de costa
y de manglar, con dieta de este entorno ecológico), dicho
rápidamente, común al ajuar presente junto al ELI.
Pero también, a diferencia de este último, se aprecia
una mayor complejidad en el ritual funerario, sobre todo en lo relacionado
con la presencia de ofrendas del tipo de bolas y dagas líticas,
cosa que lo vincula con otro momento del preceramista, conocido
en la arqueología de la zona como Ciboney Cayo Redondo, por
el sitio típico del extremo occidental de Cuba. Este hecho
hace más complejo y, hasta ahora, inextricable la relación
entre el arte rupestre con los restos arqueológicos pues,
en lo que nos atañe, no se ha demostrado, por una parte,
la continuidad de un primer momento del preceramista (genéricamente
llamado Ciboney Guayabo Blanco, donde concurre el ELI) hacia otro
de sus momentos, el Ciboney Cayo Redondo; por otra parte, en los
sitios en donde se ha referido el estilo de líneas no concéntricas,
asociado al Cayo Redondo, salvo en Cueva Pluma, no se ha informado
la presencia del ELI, aunque tampoco se ha buscado.
Existen otros momentos del preceramista que, o
bien no se asocian a sitios con arte rupestre, o bien, como en el
caso del llamado protoarcaico cubano con 7000 A.P. para el sitio
de Levisa/Mayarí (de posible relación con la cultura
Mordán de Santo Domingo o Banwari de Trinidad), sólo
aparece un pictograma en un abrigo rocoso, de dudosa vinculación
con el material arqueológico. Por esta razón no se
compendia en este estudio.
Lo dicho permite formular dos hipótesis:
la primera, ya vista y que creemos demostrada, hay una continuidad
estilística y cronológica, como resultado de un largo
período de evolución apreciable tanto en el arte rupestre
como en el material arqueológico (grandes residuarios con
estratigrafías en las que ha sido posible estudiar el agotamiento
de recursos de subsistencia), del ELI a un ELNC (ver II); la segunda,
existe un ELNC que en determinadas áreas (Caguanes, e.g.)
no se ha referido asociado al ELI, lo que no quiere decir que no
la haya. A pesar de ello, los vínculos de dichos estilos
en Cueva Pluma y cierta identidad del ajuar arqueológico
del suelo de esta última, con el de la mencionada área
de Caguanes, hace pensar en una posible relación. Y así
se presenta:
III. ARTE RUPESTRE DEL CARIBE INSULAR. ESTILO DE LINEAS
NO CONCÉNTRICAS (ELNC).
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Gráfico 3. |
La complejidad de la organización que aquí
se ofrece alcanza límites insospechados. Además de
los fenómenos de contaminación de estilos que puede
observarse, se sabe de la existencia de petroglifos (sin informe
de pictografías) dentro del ELNC, en zonas tan apartadas
como Cueva Mesa en la cordillera más occidental de Cuba,
sin que haya sido posible precisar sus vínculos con otro
material arqueológico. Y no se descarta la prolongación
del ELNC hasta épocas históricas.
El hecho de que no se haya hablado hasta ahora
de estos estilos en otras islas del Caribe se debe a que no se ha
informado su presencia en ellas, al menos no tengo noticias de esto.
Lo anterior hace pensar que estamos en presencia de las manifestaciones
rupestres más antiguas del área pero, de ninguna manera,
que no puedan aparecer en otras Antillas.
Otro importante momento del arte rupestre del preceramista
antillano, quizás el más conocido, se corresponde
con el estilo que se ha llamado de líneas concéntricas
(ELC. Alonso, 1992), y que aparece, sobre todo, en las Cuevas de
Punta del Este, Isla de Pinos, y en la de Ambrosio, Isla de Cuba
(FIGURA 4. ELC).
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Figura 4. Conjunto de motivos circulares
que alternan el rojo y el negro. Nótese la riqueza de
formas y de combinaciones, a partir de un principio común,
las líneas concéntricas, como definidoras de un
estilo (ELC). Cueva n.° 1 de Punta del Este, Isla de Pinos,
Cuba. |
La ausencia de residuarios ceramistas (taínos)
en Isla de Pinos, y el hecho de que en las mencionadas cuevas de
Punta del Este se haya encontrado suficiente material preagroalfarero,
ciboney, con entierros inclusive (fechados en 1100 A.P. por C-14),
muestras de un largo asentamiento, han dejado fuera de dudas la
filiación cultural del hombre que realizó estos dibujos.
A pesar de la coexistencia en el tiempo entre este grupo humano
y el taíno, la falta de evidencias de contacto entre ellos
pone de manifiesto que la reiteración de motivos de círculos
concéntricos en ambos es sólo un fenómeno externo,
valga la redundancia, de paralelismo cultural. Creemos que esto
lo reafirma, sobre todo, el hecho de que en las zonas típicas
del ELC dichos motivos sólo aparecen en pictogramas, ajenos
a todo elemento figurativo, en cambio, en el taíno sólo
en petroglifos y vinculados a representaciones figurativas (a pesar
de existir muchos dibujos rupestres de este hombre). Por si fuera
poco, he creído encontrar una motivación mitológica
para los círculos concéntricos taínos, que
está fuera de cualquiera explicación para el ciboney
(en relación con esto se tratará en V).
Para el caso anterior, la arqueología de
campo, el reconocimiento estilístico y la falta de una fundamentación
mítica conocida para el ELC le dan coherencia cultural, pertenencia.
El estilo de líneas concéntricas
no sólo comprende figuras en forma de círculos que
equidistan de un punto central, sino todo dibujo que realizado en
rojo o en negro, o en ambos colores, sea abstracto, geométrico,
de composición proporcional, armónica, rítmica.
Esta organización puede, en algunos casos, llegar a conformar
un verdadero ideograma (FIGURA 5).
IV. ARTE RUPESTRE DEL CARIBE INSULAR: ESTILO DE LINEAS
CONCÉNTRICAS (ELC).
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Figura 5. La ductilidad del estilo de líneas
concéntricas (ELC) permite juegos formales de los que
resultan murales que, por su organización, sugieren encerrar
determinadas ideas (ideogramas). Cueva de Ambrosio, provincia
de Matanzas, Cuba. |
Los estilos hasta ahora estudiados tienen en común
que, al pertenecer a grados de desarrollos llamados genéricamente
preagroalfarero o ciboney, corresponden a pictogramas fundamentalmente
abstractos, lo que no excluye la aparición muy ocasional
de elementos figurativos. Esto puede observarse en la Cueva de Ambrosio,
donde vamos a detenernos.
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Gráfico 4. |
En esta Cueva de Ambrosio (como en las de Punta
del Este) el aborigen partió de las líneas concéntricas
hasta conseguir formas muy variadas, que las comprenden (como se
aprecia en la figura 5). Así, el dibujo antropomorfo reconocido
como un conquistador ambulante, a pesar de su antropomorfismo, puede
entenderse como un pictograma que juega con elementos del ELC: figuración
esquemática o sintética, por tanto, cercana a la abstracción,
en donde la línea recta y el círculo construyen la
imagen referida (FIGURA 6).
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Figura 6. Dibujo antropomorfo
dentro del estilo de líneas concéntricas (ELC),
considerado como la representación de un conquistador.
Cueva de Ambrosio, provincia de Matanzas, Cuba. |
Lo hace también singular la idea de movimiento
que transmite, nada frecuente en el arte rupestre preceramista de
las Antillas. En cambio, cuando se estudió el dibujo de la
FIGURA 7, se hizo evidente el choque estilístico entre la
abstracción geométrica y la figura humana de corte
naturalista que está en su centro (nariz de base ancha y
fosas nasales, labios gruesos, cejas, etc.). La solución
estuvo cuando pudo comprobarse que la cruz de base triangular rellena,
que aparece sobre esta cabeza, es la marca que los negros esclavos
dejaban en muchos de los tinajones, contenedores de agua, que hoy
día son símbolo de la ciudad cubana de Camagüey.
Este hecho sirvió para comprobar la reutilización
negroide de este mural aborigen, por una parte y, por otra, para
validar el estudio estilístico que se llevaba a cabo.
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Figura 7. Reutilización de un mural
aborigen para la realización de dibujos negroides; representados
por la cara humana y la cruz de base triangular rellena que
aparece sobre ella. Cueva de Ambrosio, provincia de Matanzas,
Cuba. |
Actualmente, y en esta misma Cueva, pueden observarse
otros pictogramas antropomorfos, entre ellos, el de la FIGURA 8,
que se recoge en buena parte de la bibliografía del área.
Éste llamaba la atención por lo fino del trazado y
por la forma en sí. El informe del hallazgo de la Cueva por
Manuel Rivero de la Calle y Mario O. Pariente no comprende este
dibujo. Luego, una investigación más cercana de los
trazos arrojó que están hechos con grafito, por lo
que el tal dibujo resulta espúreo.
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Figura 8. Falsa pictografía
aborigen, dibujada con grafito, que sigue algunos patrones
formales del arte indoantillano. Cueva de Ambrosio, provincia
de Matanzas, Cuba. |
Este tipo de problema no nos debe extrañar.
Dos meses después de una de mis visitas a la citada Cueva
de Ambrosio, conociéndose que estaba estudiando el estilo
de líneas inconexas, tuve que dedicar todo un día
de trabajo a borrar las manifestaciones pictográficas que
en este estilo surgieron durante mis dos meses de ausencia. Este
es el monumento gráfico que algunos tarados erigen ad
perpetuam gratiam de su ignorancia.
Uno de los momentos más conocidos del arte
rupestre antillano es el del poblamiento aruaco-taíno (agroalfarero)
de la zona, en los inicios de la era cristiana. Se sabe, por glotocronología
y por arqueología, que este grupo humano entró al
Caribe por las Antillas Menores hacia las Mayores, y fue la población
mayoritaria en el momento de la Conquista, y el primer hombre del
Nuevo Mundo que conoció el europeo. Siendo el más
estudiado, aquí nos limitaremos a algunos aspectos de su
arte rupestre, a los efectos de precisiones estilísticas
y culturales.
V. ARTE RUPESTRE DEL CARIBE INSULAR: ESTILO FIGURATIVO
(EF).
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Gráfico 5. |
A diferencia de los estilos anteriores, el del
taíno se caracteriza por ser predominantemente figurativo.
En él se observan tres tendencias que pueden coexistir o
no: el figurativo esquemático lineal (FIGURA 9) el figurativo
esquemático relleno (FIGURA 10) y el figurativo esquemático
y geométrico (FIGURA 11). Lo primero que hay que resaltar
es la ausencia de un arte rupestre que, a la manera del llamado
naturalista o analítico europeo se regodee en el detallismo
de las formas, los colores o el volumen. El color utilizado es el
negro, exclusivamente. El aprovechamiento del volumen de las superficies
en función de la expresividad de las figuras, aunque existe,
es mínimo (presente en algunas manifestaciones petroglíficas
de rectiles, e.g.). Este hecho estilístico responde
a otras cuestiones culturales que se tratarán después.
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Figura 9. Pictograma típico del taíno,
agroalfarero. Representación de figuras humanas y piezas
de caza, dentro del estilo figurativo esquemático lineal
(EF). Hoyo de Sanabe, República Dominicana. |
La tendencia del figurativo esquemático
y geométrico se da, sobre todo, en los petroglifos, donde
los círculos concéntricos aparecen junto a caras y
figuras humanas hechas con gran economía de recursos. Esta
estrecha relación es, como ya se ha dicho, un rasgo diferenciador
de esta tendencia del EF, del estilo de líneas concéntricas.
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Figura 10. Dibujo
dentro del figurativo esquemático relleno (EF)
propio del taíno o agroalfarero antillano. Cueva
del Cura, provincia de Pinar del Río, Cuba. |
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Figura 11. Petroglifo
típico del figurativo esquemático y geométrico
(EF) del taíno o agroalfarero. Las caras, al
parecer humanas, aparecen junto a rectángulos
y otras formas geométricas. Cueva de la Patana,
provincia de Oriente, Cuba. |
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Un estudio magistral y preliminar de las artes
plásticas taínas bajo el punto de vista de su mitología,
a partir de la obra de fray Ramón Pané (1974), es
el de José Juan Arrom (1975). Al mismo tiempo, y en la República
Dominicana, los numerosos libros y artículos de Dato Pagan
Perdomo han llevado la reducida información, que se dispone
sobre mitología taína, al mundo del arte rupestre,
tan rico en ese país. A los efectos de acercarnos a la comprensión
de las manifestaciones pictográficas y petroglíficas
de este hombre, y siguiendo pautas trazadas por los anteriores autores,
vamos a tratar una idea fundamental: la mitología y su relación
con las artes plásticas apuntan al animismo como clave para
la interpretación de estas últimas.
Los ídolos o cemíes "son de
diversas hechuras", dice fray Ramón (1974, p. 41), "Los
de madera se hacen de este modo: cuando alguno va de camino dice
que ve un árbol, el cual mueve la raíz; el hombre
con gran miedo se detiene y le pregunta quién es. Y él
le responde: llámame a un behique y él te dirá
quién soy. Y el hechicero o brujo corre enseguida a ver el
árbol (...) y le pregunta: Dime quién eres y qué
haces aquí, y qué quieres de mí y porqué
me has hecho llamar. Dime si quieres que te corte, o si quieres
venir conmigo, y cómo quieres que te lleve (...) Entonces
aquel árbol o cemí, hecho ídolo o diablo,
le responde diciéndole la forma en que quiere que lo haga"...
(Subrayado EMS).
Se trata quizás de la única muestra
literaria sobre cómo se seleccionaba el material y qué
pasos se seguían para la conversión de dicho material
en ídolo. Hecho de singular importancia, si creemos, como
Sven Loven (1935, p. 578), que "Teniendo en cuenta que sólo
los cemíes eran considerados en sus ritos, consultados para
consejos, conocedores del porvenir, puede decirse que el cemiísmo
constituye el elemento fundamental de la religión taína".
De la cita de Pané es necesario atender
a dos aspectos fundamentales. El primero, el que se refiere a la
latencia y al reconocimiento de la divinidad existiendo bajo la
forma de un elemento natural, el árbol, que una vez cortado
es luego tallado para que el dios adquiera singularidad. El segundo,
que la forma específica del dios le es referida al hechicero
por la propia deidad.
Sin dudas, primeramente se subraya una concepción
animista, al concebir, mágicamente, la presencia de vida
-más aun, de la vida de un ser superior- en elementos naturales
que son parte esencial e inseparable de la cotidianidad de este
hombre. Adolfo de Hostos (1491, p. 99) lo confirma, si bien a partir
del estudio de los ornamentos, cuando dice: "La ausencia de
motivos y decoraciones de orden vegetal, a pesar de la maravillosa
flora tropical, se debe a que se concebía el espíritu
de las plantas viviendo en las formas humanas o animales".
Esto explica el estrecho vínculo entre los ídolos
antropo o zoomorfos, o antropozoomorfos, y las fuerzas de la naturaleza
que ellos incorporan y representan, teniendo como soporte o medio
para este vínculo el material a partir del cual han sido
concebidos.
A la manera de las columnas griegas clásicas,
mutatis mutandi, en las que Zeus habita porque son estancias
que tienen su origen remoto en el tronco del árbol sagrado
y fulminado por el rayo, algunos cemíes, como el conocido
ídolo del Tabaco (FIGURA 12) son verdaderos ejemplos de comunión
de la materia prima con el objeto de culto (de arte). Así,
la pieza terminada concuerda en justa medida con el pensamiento
animista que primero la ha prefigurado y luego la ha creado. No
en vano Pané, en la cita referida, habla indistintamente
de árbol o cerní. En el mencionado ídolo del
Tabaco está vivo, y es perceptible, el espíritu o
goeíza del árbol. Y está vivo, no sólo
porque la imagen general de cerca de un metro de longitud respeta
la forma del tronco sino, y esto es de especial importancia para
el arte rupestre, la cara, los brazos, las piernas y la columna
vertebral del cerní no se relacionan entre sí, más
que en su distribución sobre la superficie general del tronco
tallado. Se "pegan" a él, dentro de una composición
cerrada.
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Figura 12. Cemí
llamado "ídolo del tabaco". Madera de Guayacán.
De casi un metro de alto y excavado interiormente hasta la
altura del ombligo, se supone haya sido urna funeraria o contenedor
de polvos alucinógenos. Museo Antropológico
Montané, Universidad de la Habana, Cuba. Fotomontaje
realizado por Marlene García para esta web. |
Esta falta de relación "visible"
y anatómica, entre las partes del cuerpo, explica el sentido
que tenía el taíno de la integración de los
elementos singulares al todo (materia prima); también la
síntesis, el esquematismo, al que llega el arte rupestre,
al punto de "parecer" inconcluso; ayuda, al mismo tiempo,
a entender la tan frecuente composición cerrada, dentro de
la cual cobra sentido la concepción animista totalizadora.
El arte rupestre taíno, y en especial los
petroglifos, no pueden entenderse fuera de lo antes dicho, pues
son la expresión más acabada de una tendencia general
de la plástica de este grupo humano: la simplificación
de la forma puesta en función del valor simbólico,
del mensaje. Esto último explica porqué a tanta perfección
formal en otros útiles de su cultura (duhos, hachas, colgantes,
vasos, etc.) corresponde un arte rupestre en apariencias rudimentario.
Por lo que sabemos, sólo en apariencias, pues en él
se integran de manera compleja y armónica el reflejo de estos
útiles de su vida material a los de su mundo espiritual.
En este caso, la simplificación de las formas representadas
responde a la emisión de ese mensaje, que va más allá
de los elementos aislados que comprende.
Veamos un ejemplo en donde lo anteriormente expresado,
la mitología y la lengua aruaca pueden proponer una posible
interpretación a uno de los motivos más frecuentes
y enigmáticos de los petroglifos taínos, los círculos
concéntricos.
La preocupación por quién fue el
primer hombre y cuál su descendencia es tema de la mitología
amazónica en general, y de la antillana en particular.
Sven Loven (1935, pp. 565 y 566) afirma que en
el "caribe" insular, rama etnolingüística
del tronco aruaco, el primogénito fue Luquo, quien descendió
del cielo e hizo salir a su pueblo de su gran ombligo. Este Luquo
"no es otro que el aruaco lukku, que significa hombre
(...) palabra que también se encuentra en lengua taína,
en lucayos, que significa hombres de las islas". (Tr. EMS).
Recogida en "lokono" o aruaco hablado
en Surinam y en la Guyana Británica como loko, su
aparición en lukayo pudiera aludir a la cualidad mágica
que por excelencia distingue a Luquo: en el An Arawak-English
Dictionary, with an English Word-list (Georgetown, 1989, p.
52 y 64) se refiere "ombligo" como koyo o koyohii
de donde lucayo/lucoyo pudiera equivaler a "el
ombligo del hombre" o "el ombligo de Luquo". La posibilidad
de Koyo como "ombligo" en el léxico aruaco se refuerza
si la comparamos con un sinónimo recogido en el Vocabulario
para la lengua aruaca (Colombia, 1765, publicado en 1826), daccuyu,
compuesta por dac- (referida como day, daca
con el significado de "yo") y el lexema -cuyo,
que bien pudiera alternar con kaya/koyo.
La inclusión de la palabra caribe Luquo,
en el léxico taíno, es evidencia no ya de los contactos
físicos entre estos grupos humanos, conocidos históricamente,
sino de préstamos lingüísticos y, en este caso,
no de un simple préstamo periférico: el término
"hombre" forma parte del léxico básico de
toda lengua (Taylor, 1977, p. 131 -132). Este préstamo es,
por tanto, expresión de una fuerte y antigua relación
cultural, que se remonta al tronco lingüístico común.
Por tales razones, no debe extrañarnos un vínculo
entre el mito caribe y la mitología taína y su repercusión
en manifestaciones de la plástica, cosa que se verá
después.
Volviendo a Luquo, ¿cuál es su mencionada
cualidad mágica por excelencia?: "Luquo fue el primer
hombre y el primer caribe; no fue hecho de nadie, sino que descendió
del Cielo aquí abajo, en donde vivió largo tiempo.
Tenía un gran ombligo de donde hizo salir a los primeros
hombres, así como de su pierna, haciéndose una incisión
(...) Hizo los peces de raeduras y pequeños trozos de mandioca
que tiró al mar; y el más grande de los grandes disparates:
resucitó al tercer día después de su muerte
y volvió al cielo. Los animales terrestres vinieron después,
pero ellos no saben de dónde." (Robiou L., 1988, p.
200. Sic).
La cita anterior bien valdría la pena un
artículo por sus referencias a la yuca (mandioca), principal
alimento de este hombre, y por su posible paralelismo(?) con la
cultura cristiana. Pero seguiremos en dirección al arte rupestre.
La referencia al ombligo en la mitología
taína es realmente mínima, pero en ella también
está asociada a un principio de nacimiento y vida: "De
la forma que dicen tener los muertos. Dicen que durante el día
están recluidos, y por la noche salen a pasearse, y que comen
de un cierto fruto, que se llama guayaba, que tiene sabor de membrillo,
que de día son... y por la noche se convertían en
fruta, y que hacen fiesta, y van juntos con los vivos. Y para conocerlos
observan esta regla: que con la mano les tocan el vientre, y
si no les encuentran el ombligo, dicen que es operito, que quiere
decir muerto: por esto dicen que los muertos no tienen ombligo."
(Pané, 1974, p.32. Subrayado, EMS. Sic).
El ombligo, como punto focal generador de vida,
se subraya por su omisión en las opías, espíritus
que vagan y que prefieren como alimento el fruto de la guayaba.
Por esta preferencia numerosos autores han asociado a los murciélagos
con las opías y han encontrado en el arte taíno
motivos sobrados para hablar de ellos (Herrera, 1950; Suró,
1966; Roget, 1975; Vega, 1976; García Arévalo, 1977
y 1984; entre otros).
García Arévalo (1984, p. 49 y siquientes)
afirma: "Otro testimonio del alto sentido iconográfico
que vincula al murciélago con el mundo de los ausentes lo
constituye a nuestro modo de ver, el hoyuelo, generalmente circular
o arqueado, que muestran en su parte central muchas de las representaciones
quiropteriformes taínas, especialmente las modeladas en las
asas cerámicas" (Sic). Y destaca el carácter
dicotómico de los símbolos ombligo/murciélago:
"El agujero, independientemente a su posible función
utilitaria de servir para colgar el recipiente, podría ser
interpretado dentro del carácter expresionista y esquemático
de la decoración taína como un símbolo mítico
que sugiere la ausencia del ombligo, rasgo distintivo que en su
panteón anímico diferenciaba a las opías de
las personas vivas" (idem, sic). La fusión de símbolos
contrarios en una misma pieza no debe sorprendernos pues es común
en el pensamiento mágico primitivo.
Entonces, tenemos un ídolo como el colgante
(no. 96) del Museo Antropológico Montané de la Universidad
de La Habana (FIGURA 13) en el que una cara, que impresiona como
murciélago, aparece sobre un disco que, en bandas concéntricas
de alto y bajo relieve, muestra en su centro una depresión
a manera de un gran ombligo en cuenco circular. Si realmente se
asocian en esta ocasión el símbolo de la muerte (murciélago)
con el de la vida (ombligo), se trata de un ejemplo más de
esta relación. Pero si se explica este ídolo como
formado por una cabeza que emerge de unos círculos concéntricos
(ombligo), lo que no invalida la anterior interpretación,
tal vez estemos ante una representación plástica que
alude al mito del nacimiento (creación) del hombre. No hay
que olvidar que la sustitución de ombligo por seno materno
(paterno) o cueva es frecuente en el pensamiento mágico primitivo
(Tibón, 1983); y en el taíno, especialmente, el sentido
de ser sinónimo de vida. De esta forma estamos vinculando
este ídolo con el dios paridor, Luquo, y su depresión
central con "el gran ombligo del dios".
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Figura 13. Idolillo colgante de piedra del
tipo discoidal. Sobre el disco de motivos concéntricos
aparece una cabeza antropozoomorfa, esquemática, y con
rasgos típicos del murciélago (nariz y patas-orejeras).
Museo Antropológico Montané, Universidad de La
Habana, Cuba. |
A estas conclusiones puede llegarse, no sólo,
lo que es bastante, por las características realmente excepcionales
de los ídolos discoidales (Maciques, 1992), dentro de las
cuales resalta la contraposición de una cabeza a todas luces
figurativa, a un cuerpo totalmente circular y en nada realista;
sino también por la presencia de contrastes muy semejantes
en otras manifestaciones del arte taíno, como la cerámica
y el rupestre.
Encontramos juntos la maternidad y los círculos
concéntricos en una vasija de República Dominicana,
de factura taína (FIGURA 14). ¿Acaso son los mencionados
círculos la impronta masculina del héroe Luquo en
el estado de gestación de esta figura femenina? A partir
de estas relaciones, nos ha sido imposible no suponer una alusión
al mito de Luquo en los petroglifos de Piedra de los Indios, Padre
Las Casas, República Dominicana, en donde figuras esquemáticas
antropomorfas emergen de motivos geométricos, de líneas
concéntricas (FIGURA 15).
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Figura 14. Potiza
o botella chicoide, taína. Mujer en estado de
gestación con motivos de círculos concéntricos
sobre su vientre. Museo del Hombre Dominicano, Santo
Domingo, República Dominicana. |
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Figura 15. Petroglifos
propios del figurativo esquemático y geométrico
(EF) en donde se relacionan estrechamente la figura
humana con círculos concéntricos. Piedra
de los Indios, Padre Las Casas, República Dominicana. |
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No sólo la vinculación de círculos
concéntricos y elementos figurativos, ya vista, sino estas
interpretaciones de los petroglifos taínos son incompatibles
con fenómenos semejantes, sólo apreciables en las
pictografías, del estilo de líneas concéntricas,
aquí referidas en IV, ELC.
CRONOLOGÍA Y ESTILO.
A manera de resumen (GRÁFICO 6).
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Gráfico 6. |
El anterior cuadro de relaciones entre los estilos
pictográficos y el tiempo no pretende, en modo alguno, ser
definitivo, ni organizar todo el arte rupestre conocido de las Antillas.
Es un punto de partida que deberá enriquecerse y modificarse.
Sólo refleja tendencias hasta cierto punto reconocibles,
y discrimina, con toda intención, un abundante material que
queda en "tierra de nadie", que "contamina"
o se superpone. Quizás la clave para futuros estudios esté
en el poblamiento no taíno del Caribe, insular y continental,
el de esos grupos tempranos llamados preagroalfareros o ciboneyes.
Mientras tanto, quedan en pie las muchas interrogaciones que formula
el arte rupestre, junto a tantas otras de la cultura material de
estos hombres.
Madrid, 1996.
ANALES 4, Museo de América, 1996: 7-24. 
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