UN DOCUMENTO NECESARIO (Prólogo al Diccionario
Ilustrado de Voces Eróticas Cubanas. Para entender la literatura
cubana hoy, de Marlene García y José Ramón
Alonso. Celeste Ediciones, 2001).
Por Luis García Berlanga.
Escribir un diccionario es siempre un trabajo difícil
y extenuante en su prolija labor de documentación, investigación
y exigencia profunda de conocimientos. Pero si además este
esfuerzo se dirige hacia un notable empeño por describirnos
las voces de una determinada especialidad, dentro de un territorio
temático, la empresa es todavía más ardua y
con mayor mérito.
Resulta hermoso que el lenguaje panhispánico
que todos deseamos se enriquezca también en este caso con
una terminología que incluso a los que nos consideramos expertos
en erotismo nos resulta sorprendente, y por lo tanto necesaria para
todos los interesados en ampliar sus conocimientos en estos terrenos
tan comunes a la vida cotidiana.
Por cualquiera de estas razones es siempre de agradecer
que un diccionario como éste, tan singular y necesario, llegue
a nosotros para fomentar el conocimiento y la diversidad de estos
temas tan variados y atractivos, que tan poco estudiados han sido.
Lo que más me ha sorprendido de este trabajo es comprobar
la expansión que ha tenido la terminología erótica
popular castellana en los países de habla hispana, y viceversa.
Y, sobre todo, constatar que es más intensa la ósmosis
de la lengua popular que de la erudita entre diferentes naciones.
Choca que en medio de una cultura impregnada de
un catolicismo mojigato como la española, impregnada de una
férrea moral destinada a imponer la castidad con fuego y
espada, donde tanto oscurantismo ha reinado y tanta hipocresía
se ha considerado dogma de conducta, haya sido posible una vida
paralela del idioma, ajeno a todas las normas oficiales de pensamiento
o de obra, creando conceptos para explicar una realidad ajena a
toda ley o a todo castigo, simplemente reflejando situaciones fundamentales
de la existencia humana, que se rebela con sus gozos concupiscentes
contra todos los velos y amenazas de las tiranías.
Si el padre de nuestra lengua, Gonzalo de Berceo,
decidió desencorsetar un buen día la tediosa dictadura
del latín monástico, el único idioma en el
que se podían escribir documentos, como literatura ajena
a la realidad cotidiana, escribiendo en Román Paladino, "Aquel
en el que el hombre habla con su vecino", debemos seguir manteniendo
ése afán constante de conocer, constatar y disfrutar
de las riquezas que nos ofrece el decir de la calle, tan acertado
muchas veces, tan creativo en innumerables ocasiones y, al fin y
al cabo, constantemente vivo. Como el universo de los deseos y los
placeres con los que cuenta el ser humano.
Obligación de la palabra ha de ser la definición
justa de una idea, aunque de por sí un término nos
sirva para acercarnos a muchas ideas diferentes, y de ahí
el maravilloso poder del lenguaje con sus distintos sentidos, que
se multiplican en posibilidades inesperadas según su uso,
especialmente cuando su uso escapa de reglas y gramáticas
para atender a la libertad que renueva el entendimiento y la función,
ampliándose en los territorios de la imaginación más
jugosa, dándole por un momento vocabulario donde ampararse.
Grandes autores de nuestra lengua, incluso en los
tiempos más oscuros e inquisitoriales, nos han ofrecido su
talento literario para descubrir que la supuesta sobriedad del espíritu
español y su idiomática no es tal, si no que a pesar
de todas las represiones, de todas las mortificaciones y castigos,
nunca hemos dejado de tener una, no sé si clandestina, visión
gozosa de la vida, ampliamente expresada en poesías y libros
a lo largo de los siglos.
Pienso, a pesar de su condición eclesiástica
y su santificación, en los sorprendentes versos de éxtasis
amoroso de Teresa de Jesús o Juan de la Cruz, capaces de
crear una mística del erotismo más encendido. En el
Arcipreste de Hita, con toda su sicalíptica picardía
medieval y sus relatos sobre el buen amor y los apetitos carnales
de las gentes. En las alegres lizas con mozas montañesas
del Marqués de Santillana. En los placeres más o menos
ocultos y consentidos del Siglo de Oro español, empezando
por el insuperable Cervantes, que no se recataba en hablar de los
encuentros sexuales entre el pueblo en el propio "Quijote",
o en donde hasta un fraile como el Fénix de los Ingenios,
el gran Lope de Vega, no hacía ascos a la hora de llevar
una vida libertina y escribir brillantes comedias acerca de las
costumbres licenciosas de sus conciudadanos, por no hablar del cojo,
cachondo y putero Quevedo, cuya genialidad equiparable a su insaciabilidad
venérea nos ha dejado en su obra una extensa documentación
sobre la sexualidad de su época, sus vicios, sus costumbres
y los términos con los que podía tratarse desde una
humilde masturbación a una profunda sodomía.
España, detrás del telón de
las vanidades y de la moralidad más estricta, como digo,
siempre ha tenido una existencia paralela y genuina en prácticas
carnales. Los conquistadores tenían bula para tener tratos
con las nativas del nuevo mundo, siempre que fueran antes de ser
bautizadas. Esta eterna división entre la hipocresía
de las normas de la iglesia, eterna aliada con el Poder del estado,
y la realidad cotidiana, nos ha llevado a siglos de Historia de
palabras e historias prohibidas; que se han fortalecido en sí
mismas gracias a la prohibición, y que han estallado, como
un florecimiento que surge de profundas raíces, en cada ocasión
en las que han superado sus territorios secretos, o han gozado por
algunos momentos de escasas temporadas de libertad.
El erotismo ha estado presente en los galanteos
del siglo XVII, en los libertinajes del siglo XVIII, y especialmente
en todas las desinhibiciones que nos llegaron de los aires de Francia
en el XIX, cuyo final y principio del XX se pobló de escritores
adictos al género del erotismo, género en el que cayeron
grandes plumas como Blasco Ibáñez o Pérez Galdós,
por no hablar de la mismísima Rosalía de Castro, al
que se adhirieron una legión de inquietos autores, entre
la decadencia y la modernidad, que recuperaron para los gozos de
la sexualidad las virtudes del lenguaje castellano.
Si la dictadura de Franco acabó con toda
expresión pública o en términos oficiales de
los que se podría calificar como "expresiones inconvenientes",
quedó claro al menos que hay algo que pervive por encima
de todo intento militar o clerical por acallar una fuerza que supera
a todas las suyas, que es la del instinto humano para los gozos
y su capacidad para describirlos. Por eso fue valiente y admirable
el trabajo de Camilo José Cela, que en plenos tiempos de
represión se atrevió a publicar su "Diccionario
secreto", donde recogía palabras, expresiones y fórmulas,
por entonces acalladas, dando fe de un lenguaje caliente y vivo,
que emanaba de un erotismo siempre presente a pesar de todas las
censuras. Cela, con el tiempo, ha llegado a ser miembro importante
de la Real Academia de la Lengua Española, la que limpia,
fija y da esplendor, logrando refrescar su adormecido acomodamiento
en la corrección para que en el diccionario oficial hayan
llegado a entrar nuevas acepciones de términos antiguamente
vedados, con un loable empeño de no dar empecinada y alambicadamente
la espalda a la realidad diaria, a la realidad de siglos, con toda
su fuerza y sugestividad.
El idioma castellano, descubro por otro lado, cobra
una inusitada fuerza en el universo del erotismo cuando sirve como
aglutinador de un pandemonio de razas especialmente dadas a la sensualidad,
como ocurre en la América latina. Especialmente en un lugar
como Cuba, escenario de un concierto formidable de gentes que consideran
el sexo algo sin secretos, del que se puede derivar un verdadero
lenguaje enciclopédico.
Es admirable que el verbo
"Matar" cambie de sentido, considerándose como
"Mirar con lujuria", o que "Virtud" tenga como
significado el órgano sexual masculino. Marlene García
y José Ramón Alonso, con este diccionario ilustrado
de voces eróticas, no sólo nos están ofreciendo
una obra singular para cualquier aficionado al tema, o para cualquier
estudioso de la lingüística popular. Bien mirado, y
leído, lo que nos están ofreciendo es toda una manera
de entender la vida.
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