Presentación (Diccionario Ilustrado de Voces Eróticas Cubanas. Para entender la literatura cubana hoy. Celeste Ediciones, madrid, 2001)

Por Marlene García y José Ramón Alonso.

A Esteban Maciques, filólogo y entrañable amigo y maestro, que tuvo la “indecencia” de no compartir la autoría de este libro.

Si bien estamos convencidos de su relatividad, el adagio «suele la vida suceder para volverse arte» nos interesa como exergo para este libro. Quizá con la intención de arropar lo que por esencia va desnudo: el sexo y la práctica del sexo.

Con el presente glosario queremos homenajear al autor del primer diccionario de provincianismos redactado en América -Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas (1836)-: Esteban Pichardo. Autor que no tuvo a menos, poniendo antes a buen resguardo su decencia dieciochesca, recoger en su libro algunos de esos vocablos que los académicos califican de «basto, ordinario y sin arte», y que llegan a nosotros, con más edad que un siglo, derramando esperma sobre la más «sucia» de las jergas: la erótica.

Nos proponemos un repaso, hasta donde se puede, de la jerga erótica cubana que nació, como diría Moreno Fraginals, al calor de la vida marinera. Aunque es evidente que algo nos queda del indio residual, pues el lagarto que se introduce por el ano, nada tiene que ver con la piratería y sí con el Babujal o espíritu maligno de nuestros montes de la «prehistoria». Ya contaba Cúneo en el segundo «viaje de descubrimiento», que ciertas indias de estas islas parecían graduadas en la escuela de las rameras.

Conducido por la jerga erótica, este libro pretende reescribir ciertos «anales» de Cuba, desde la cama, y desnudo por demás. Anales, vale la aclaración, que se refieren al tiempo histórico y no al vilipendiado músculo que ha dado tanto que decir. Por su parte, el lector corroborará los usos de esta jerga caliente, al estar literariamente ilustrada con variadas citas extraídas de textos de literatura cubana.

La explicación, modestamente erudita de las voces y las frases, no está para nada divorciada de cierta picaresca y juego de los sentidos que establecen los autores, abundando en algo de la etimología siempre que se pueda, y profundizando más en el fenómeno sociológico que denote y connote el término desde su cuna. Una prosa, voluptuosa y variada, rica en «corridas» y venidas, tiene la gracia que se ajusta a estos intereses: no hay nada de romántico en los juegos eróticos y sí mucho de barroco.

Las entradas no se clasifican como populares o marginales. Estas clasificaciones resultan relativas, además de efímeras, por dos razones fundamentales: primero, porque el espíritu de vida en campamento que se ha impuesto en la isla, produce un modo de hablar promiscuo. Segundo, porque la generalizada economía cubana de estraperlo que asegura la «sobrevivencia» -con la consiguiente persecución por los órganos del estado-, genera un habitat entre el delincuente habitual y el ciudadano común de modo que, como bien asegura Paz (1998), expresiones marginales y hasta delincuenciales se extrapolan al resto de la población, y a la cárcel van a parar voces nuevas creadas por obreros y estudiantes.

Este glosario también contiene entradas que recoge el Diccionario de la Real Academia. Ya sea porque se amplían sus acepciones, como es el caso de culo; o porque difieren sus significados, aunque sea en matices, como vemos en fornicar y puta; o porque, como en fletera, se abunda en la historia de las voces. Siempre que el lector vea, dentro del texto que explica una entrada, que una palabra aparece en formato cursiva, es porque la misma tiene una entrada independiente.

Por respeto a la ortografía castellana que dicta la Academia, en las voces que aquí se recogen se ha mantenido la escritura de las letras  Z, C y V, donde todos los cubanos pronuncian S y B; por ejemplo: vacilar por basilar y zalamera por salamera. De modo que no se extrañe el lector si encuentra la entrada de una manera y el ejemplo literario de otro; no es un error de imprenta.

Finalmente vale aclarar que muchas de las expresiones que se recogen tienen un significado mucho más amplio que el que aquí se explica. Pero en este libro sólo interesa la acepción erótica. Deténgase el lector en el uso de las comillas de este texto, pues en cada esquina de ellas se esconde el doble sentido, la lectura entre líneas.

Y nos despedimos, citando al ilustrador de este catálogo (queridísimo  Tamayo), deseándole al lector suerte, ánimo y más milenios de erotismo, de sexo, y de esas «vulgaridades» que nos dan tanta salud y brillo en los ojos.

Los autores, enero de 2000. arriba
(Publicado por Celeste Ediciones, Madrid, 2001).

 

Las 25 ilustraciones eróticas creadas por Reynerio Tamayo para este Diccionario, pueden verse dentro del libro El poder de perturbar las buenas costumbres, 2018.

 

 
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© Marlene García 2003 para José Ramón Alonso