María
Luisa Gómez Mena y la vanguardia plástica cubana (1942
– 1944).
Por José Ramón Alonso Lorea.
…una mecenas a la que hay
que reivindicar.
Cundo Bermúdez.
I
En agosto de 2007, estudiando las pinturas al duco
de Mario Carreño, comencé a interesarme por María
Luisa Gómez Mena. Casi sin percatarme del hecho fue creciendo
mi interés por acopiar toda la información posible
sobre esta mujer. Inicié mi búsqueda por la Internet,
donde hallé unas cien entradas con muy limitada información
y muchos errores (he encontrado tres fechas de muerte, varias profesiones,
y hasta algunos la creen mexicana). En la historia personal de María
Luisa que voy descubriendo, muy lentamente, con pasajes a cuenta-gotas,
y a veces más sugeridos que datos objetivos, parece que su
tía, María Luisa Gómez Mena, viuda de Cagiga
y Condesa de Revilla de Camargo, ejerció alguna influencia
sobre el entorno vital de su sobrina. Bien pronto descubrí
que la mayoría de las referencias que he encontrado suelen
superponer pasajes de ambas mujeres, siempre con los calificativos
de "condesa", "multimillonaria", y otros francamente
despreciativos e injuriosos que no voy a repetir, de modo que hasta
podemos presumir que la descalificación y anonimato en que
se encuentra Maria Luisa ante la historia de la cultura cubana se
debe, en buena medida, a la postura política que su tía
dejó bien clara antes de su muerte en 1963 (al menos circula
por la internet una “carta abierta a Fidel Castro” atribuida
a la Condesa, donde pone de relieve sus diferencias con el caudillo
cubano).
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Carlos Enríquez. Retrato
de María Luisa, sin fecha (años cuarenta),
óleo sobre tela; 86 x 66 cm. Colección Museo Nacional
de Bellas Artes, La Habana. |
De modo que no existe, no lo he encontrado hasta
hoy, estudio monográfico alguno, así sea breve artículo,
referido a esta mujer que fue una importante mecenas dentro de la
llamada época dorada de la pintura cubana y a la que le realizaron
retratos de extraordinaria calidad algunos de los más importantes
pintores de esa vanguardia. Además de esos otros mecenazgos
sobre proyectos editoriales y cinematográficos. La noticia
del catálogo por el centenario del nacimiento de Manuel Altolaguirre,
y que me llevó a la Residencia de Estudiantes de Madrid,
abrió una importante puerta hacia María Luisa. Dentro
del riguroso y detallado estudio que James Valender hace del poeta
español de la Generación del 27, la información
referida a María Luisa es, con seguridad, lo más serio
que aparece publicado sobre ella. Otras referencias hallé
indagando sobre los pintores cubanos Mario Carreño y Cundo
Bermúdez, o el pintor y escritor español José
Moreno Villa. Evidentemente, para tener al menos una cronología
de su vida, es necesario buscar la información en sus contemporáneos:
memorias y epístolas serán fundamentales. Algunos
de los hallazgos realmente debidos al azar y a la insistencia del
autor, pero aparecidos en momentos claves de este estudio, ha generado
la elusiva pero muy grata impresión de que María Luisa
colabora. Quizás un futuro contacto con la familia Gómez-Mena
ayude en la investigación.
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Cundo Bermúdez. Retrato
de María Luisa, 1943, óleo sobre tela, 71,7
x 59 cm. Colección particular. |
He pretendido, a modo de homenaje por el centenario
de su nacimiento (1907-2007), y con la todavía poca información
que atesoraba, e intentando sortear cualquier error de juicio dado
por la escasez de datos, un complejo y preliminar ejercicio de reconstrucción
curricular y cronología de vida de esta mujer que, como asegura
un colega muy cercano a este estudio, cada vez se nos hace más
atractiva. Ahora presento a consideración del lector una
parte importante, aunque resumida en mi redacción, de esa
labor de mecenazgo que identificó a María Luisa Gómez
Mena con la vanguardia plástica cubana.
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Mario Carreño. Retrato de María Luisa,
1942, óleo. (Reproducido en la revista Carteles,
en una reseña de la exposición en el Lyceum de
1942). |
II
Ya casada con el pintor cubano Mario Carreño,
María Luisa Gómez Mena (1)
(La Habana, 1907 - Burgos, 1959) inicia una importante labor de
mecenazgo a favor de los jóvenes pintores modernos de la
isla. Entonces funda en La Habana, en 1942, la Galería del
Prado, en la calle Prado 72, la primera galería de arte en
Cuba donde se mostraba una exposición exclusivamente colectiva
y permanente de “obras de todos los pintores cubanos contemporáneos”,
y que pertenecía a la colección de la Galería.
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María Luisa Gómez Mena con
los artistas nucleados en la galería del Prado, La Habana,
Cuba, años cuarenta. De derecha a izquierda, el crítico
José Gómez Sicre, Mario Carreño y Cundo
Bermúdez. También aparecen Amelia Peláez,
Roberto Diago y Alfredo Lozano, entre otros. |
Según catálogos de la época,
algunos cuadros de esta colección se pudieron ver en exposiciones
colectivas e individuales que se organizaron en otras instituciones
cubanas; también pudieron verse y comprarse en la Perls Gallery,
una galería propiedad de Kathy Perls en Nueva York. Al parecer,
Galería del Prado editó algunos pocos impresos, siendo
la monografía Carreño, de 1943, con láminas
que reproducen obras del pintor y con texto de José Gómez
Sicre, la más trascendental de sus publicaciones. Por lo
de “Cuaderno de Plástica Cubana, I” aparecido
en la portada del catálogo, da la impresión que había
la intención de desarrollar una colección de monográficos.
(2)
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María Luisa Gómez
Mena junto a un grupo de artistas cubanos, posiblemente en la
inauguración de la exposición conjunta de Cundo
Bermúdez y Felipe Orlando en la galería Lyceum,
La Habana, Cuba, noviembre de 1943. De derecha a izquierda,
Cundo, Gómez Sicre, María Luisa, Mario Carreño
y Felipe Orlando, entre otros. Los cuadros que se encuentran
al fondo son, de izquierda a derecha, El billar (1942),
Retrato de Heriberto Leret (1943), Los cuatro músicos
(1942) y Retrato de María Luisa Gómez Mena
(1943), todos de Cundo. |
Los meses finales de 1943 fueron de un duro bregar
para María Luisa, tanto en el ámbito profesional como
personal; primero, la elaboración de un importante proyecto,
en colaboración con José Gómez Sicre, de exposición
de pintura moderna cubana, con monografía incluida; segundo,
el verse envuelta en esa al parecer vertiginosa carrera a contra-reloj
de su cónyuge, el pintor Mario Carreño, preparando
obras para su inminente exposición personal y experimentando
con la técnica del duco (3);
y, en medio de ambas, soportar una “catástrofe”,
como ella misma llamó, en el epicentro de su entorno doméstico
y afectivo: el pintor mexicano David Alfaro Siqueiros realizando
un mural en su casa.
En carta a Concha Méndez y Manuel Altolaguirre,
de septiembre de 1943, María Luisa les asegura que “estoy
haciendo una monografía de pintura. Os enviaré un
ejemplar, y posiblemente la exposición de pintura cubana
sea en el Museo de Arte Moderno para enero, con 250 óleos
de los pintores cubanos, 100 acuarelas y 200 dibujos”. La
monografía, que parece ser el catálogo bilingüe
Pintura Cubana de hoy / Cuban Painting of today, pudo haber sido
terminado para diciembre de ese año según podemos
suponer por otra carta de María Luisa de diciembre de 1943:
“Todavía no está lista la monografía,
pero dentro de pocos días te enviaré un ejemplar”.
Y el proyecto de exposición, de acuerdo a lo finalmente expuesto
en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en abril de 1944, se esbozaba
mucho más abarcador de lo que finalmente fue. Una nota a
continuación en la propia carta de septiembre parece testimoniar
esa positiva correspondencia que se estableció entre María
Luisa y los jóvenes pintores nucleados en su galería
de arte: “Los muchachos estos trabajan mucho y responden a
la pequeña ayuda que con mi entusiasmo grande les provoco
yo”. (4)
Con respecto al febril trabajo de Mario Carreño
en la casa que compartía con María Luisa, en esa propia
carta ella testimonia el entusiasmo del pintor por la práctica
del duco, asegurando que está “Mario pintando mucho,
haciendo ensayos muy interesantes con «duco» (…)
Ahora todo hay que verlo a través del «duco».
No se habla más que de esto en mi casa: ha producido un contagio
espiritual (…) Me pegaron, me pusieron como a un duco y mi
tía dio las últimas pinceladas. Apenas si puedo ya
deletrear, pues todos los sucesos son tan fantásticos que
estoy enervadísima”. De este fragmento de la carta
de María Luisa podemos hacer dos interpretaciones fundamentales.
Es indudable que la presencia de Siqueiros haciendo un mural en
la casa que compartía el matrimonio Carreño-Gómez
Mena, fue como un catalizador que lanzó al inquieto y todavía
joven Carreño de 30 años a una práctica vehemente
y a contra-reloj del duco. Teniendo en cuenta que la carta es de
septiembre y que a inicios de noviembre se exponía la individual
de Carreño en Lyceum, más la individual en Perls y
la colectiva en el MOMA, ambas a principios del año siguiente,
no cabe duda de que el tiempo conspiraba para “enervar”
a cualquiera de los mortales inmersos en ese contexto doméstico.
Precisamos, por la fecha de la carta, lo contado
por María Luisa, y conociendo que la inauguración
de la muestra personal de Carreño en la galería Lyceum
tuvo lugar el día 9 de noviembre, podemos intuir que en estos
tres meses -agosto, septiembre y octubre- fueron realizados en casa
de María Luisa los ocho ducos expuestos, algunos de ellos
con una verdadera complejidad compositiva, con sus respectivos bocetos
y estudios de color, además de esas otras obras a modo de
“ensayos muy interesantes con «duco»” a
los que se refería María Luisa, experimentos “con
gran cautela”, como lo definiera Sicre. También se
puede interpretar que este fragmento de la carta describe el momento
en que Carreño pinta el antológico retrato al duco
de María Luisa de 1943, retrato muy influenciado por la estética
del muralista mexicano.
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Mario Carreño. Retrato
de María Luisa, duco, 1943. Colección particular.
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Finalmente, entre proyecto de exposición
para el MOMA y actividad pictórica de Carreño, discurre
la presencia de Siqueiros con su esposa y pequeña hija en
casa de María Luisa. Según Cundo Bermúdez,
“Siqueiros llegó a Cuba en la época constitucional
de Batista durante la segunda guerra. En ese momento Batista tenía
a varios comunistas en su gobierno como ministros sin portafolio.
Creo que Siqueiros pensaba que sus amigos comunistas le iban a conseguir
un par de comisiones para murales con el gobierno. No fue así.
Terminó con su mujer e hija trancados en su cuarto en el
Hotel Sevilla debiendo la cuenta. Mario Carreño y Pepe [José
Gómez Sicre] se enteraron de la situación y fueron
y los rescataron. Mario se los llevó a vivir con él
en su casa del Vedado que era la de su mujer, María Luisa
Gómez Mena”. (5)
El arribo del polémico Siqueiros a la casa
que compartía el matrimonio Carreño-Gómez Mena
fue como una gran tempestad, tanto en lo intelectual como en lo
personal, donde nada ni nadie quedó indiferente, para bien
y para mal. Ante la imposibilidad de lograr un espacio público
donde dejar su impronta muralista, Siqueiros aceptó el encargo
original de la familia Carreño-Gómez Mena de hacer
un cuadro de caballete, lo cual fue hábilmente transformado
por él en un mural interior donde utilizó la técnica
del duco con pistola pulverizadora, sobre una cubierta de masonite,
procedimiento muy empleado en su trabajo como muralista. Pero todo
parece indicar que la polémica, casi desde un inicio, estaba
servida. Un mes después de iniciar el mural, en la carta
de septiembre de 1943, escribe María Luisa en tono premonitorio:
“Yo no sé qué será: veremos el final,
que no creo pueda resultar bueno. Dios bendiga mi paciencia”.
Y es que María Luisa no compartía las teorías
(no especifica en su carta si las políticas o las artísticas,
aunque yo presumo que las dos) del pintor mexicano, las consideraba
novedosas y fantásticas, pero insustanciales, para decirlo
con sus propias palabras, “puro Cantinflas”.
Finalmente se siente defraudada por el pintor,
asegurando que “todo es culpa mía por tenerle lástima
a un artista”. Incluso, en su carta, hace una confesión
que, poniendo en tela de juicio la calidad humana de Siqueiros,
quizás ya apunta a la no muy lejana disolución del
matrimonio Carreño-Gómez Mena: “A Mario lo tiene
rebelado contra mí. Conspiran toda clase de imbecilidades,
que parecen infamias (...) Los sucesos serán peores en lo
sucesivo (...) Me sobran energías para desenmascarar la mala
fe”. Definitivamente, en una siguiente carta del mismo mes,
no gustándole ni la técnica ni el concepto de la obra
de Siqueiros, considera “espantoso” el mural, “sin
gracia, sin arte”, motivos por los que decide la destrucción
del mismo. Coincidentemente el propio Juan Marinello, muy cercano
al pintor mexicano en lo ideológico y en lo personal, considera
superior en más de un aspecto la posterior réplica
que de este mural realizara Siqueiros en México.
Entre 1942 y 1944, la Galería del Prado,
propiedad de María Luisa Gómez Mena, es el centro
gravitatorio de la vanguardia plástica cubana. Si observamos
las escasas fotos de la época que hemos podido compilar,
vemos que junto a María Luisa aparecen algunos de los más
destacados artistas cubanos pertenecientes a esa vanguardia. Desde
la antológica “Primera Exposición de Arte Moderno”
en Cuba, en 1937, hasta la exposición permanente y colectiva
de Galería del Prado, dos generaciones de artistas cubanos
vienen compartiendo los mismo salones expositivos. Desde pintores
de la talla de Víctor Manuel, Carlos Enríquez, Eduardo
Abela, Amelia Peláez, Jorge Arche, Arístides Fernández,
Antonio Gattorno, Lorenzo Romero Arciaga, Fidelio Ponce y Domingo
Ravenet, entre otros, que habían logrado su estatus de vanguardista,
hasta esa segunda generación de artistas modernos que se
avienen con las estéticas vanguardistas y las soluciones
nacionalistas de la promoción anterior: Mario Carreño,
Cundo Bermúdez, Wifredo Lam, Roberto Diago, Serra-Badue,
Felipe Orlando, Mariano Rodríguez, René Portocarrero,
entre otros. Este trabajo continuo de los artistas plásticos
permitió la consolidación de un arte moderno.

A |
María Luisa
Gómez Mena junto a (de izq. a der.) Alfred H. Barr, Jr,
Teodoro Ramos Blanco (foto B), José Gómez Sicre,
María Luisa Gómez Mena (con una niña no
identificada en foto B) y Edgar Kauffman, Jr. Matanzas, Cuba,
1943. |

B |
Los directivos del Museo de Arte Moderno de Nueva
York (MOMA) fueron receptivos a este movimiento pictórico,
y fue precisamente en la Galería del Prado donde María
Luisa y José Gómez Sicre organizaron, junto a Alfred
H. Barr Jr., la muestra colectiva “Pintores Cubanos Modernos”
para dicho museo neoyorkino. Esta muestra, que finalmente agrupó
a trece pintores y 75 obras, estuvo acompañada de una monografía
de arte sin precedente en Cuba, Pintura Cubana de hoy / Cuban
Painting of today, financiada por María Luisa. En su
condición de editor, María Luisa aseguraba en la monografía
que es “evidente que, tras años de lucha contra diversas
dificultades, el movimiento de pintura cubana ha alcanzado un estado
de madurez digno de mayor reconocimiento público. Consciente
de la necesidad inaplazable de un medio objetivo de difusión,
este libro se publica para tratar de describir la valerosa sinceridad
de nuestros pintores contemporáneos. Es un privilegio y,
además, un gran honor para mí, permitírseme
contribuir a la publicación de este volumen que es el primero
de su género que aparezca en Cuba”. La monografía
consta de un gran número de reproducciones de obras, algunas
a color y a página completa, y con texto general de Sicre
y biografías de artistas, todo bilingüe (español-inglés)
(6). El proyecto,
finalmente materializado, dio a conocer internacionalmente a los
pintores cubanos y legitimó en el terreno del arte frases
categoriales como “arte cubano” y “escuela de
la Habana”. Desde entonces, la pintura cubana ocupa un lugar
importante entre las galerías de vanguardia y los museos
que atesoran arte latinoamericano.
A pesar de que algunos aseguran que el cierre
legal de Galería del Prado ocurrió en 1945, todo parece
indicar que luego de la exposición en el MOMA, la galería
termina su ciclo vital. El alma del proyecto, que era María
Luisa, ya recorría otro camino, parafraseando a Cundo Bermúdez,
había variado su interés y pasión. Aseguraba
el pintor cubano que María Luisa “tenía una
energía increíble, no paraba”, pero “se
apasionaba por las cosas y esas cosas se volvían el centro
del universo, y de pronto, de un mes para el otro sus intereses
y pasiones cambiaban”. 
Notas.
(1)
Según James Valender (2005: 747), María Luisa Gómez
Vivanco era su nombre legal.
(2)
Carreño. Cuadernos de Plástica Cubana, I. Ediciones
“Galería del Prado”, La Habana, 1943.
(3)
En 1920, y en los Estados Unidos, la empresa química DuPont
descubrió la primera pintura de secado rápido, llamada
"Duco". Ello fue posible gracias a las investigaciones
que la empresa realizó con la celulosa. El nuevo producto,
una pintura de secado rápido, permitía que la producción
masiva de autos se realizara sin necesidad de detener la línea
de montaje, puesto que el resto de las pinturas comercializadas
en aquella época tardaban semanas en secar. Duco de DuPont
amplió la paleta de colores para la industria automotriz,
y bien pronto los artistas plásticos experimentaron con estos
productos. La empresa estuvo presente en Cuba desde los años
diez del siglo XX.
(4)
ALTOLAGUIRRE, Manuel. Epistolario 1925-1959. Edición
de James Valender. Publicaciones de la Residencia de Estudiantes.
Madrid, 2005.
(5)
ANREUS, Alejandro (2002). “Unas cuantas preguntas a Secundino”.
Entrevista a Cundo Bermúdez. Copia computarizada, s/p.
(6) Pintura
Cubana de hoy. Cuban Painting of today. Introducción
y textos de José Gómez Sicre. Versión inglesa
por Harold T. Riddle. Editado por María Luisa Gómez
Mena. La Habana, 1944.
Madrid, abril de 2008.
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