LOS DUCOS DE MARIO CARREÑO. ¿SANTO GRIAL O JUEGO DE COPAS?

Por José Ramón Alonso Lorea.

A María Luisa Gómez Mena, donde quiera que esté.

Record de venta para Danza afrocubana (1943).

Ha sido una noticia de primera plana en casi todos los periódicos impresos y digitales que dedican espacio al mercado del arte. El cuadro Danza Afro-cubana (1943) del pintor Mario Carreño (La Habana, 1913 - Santiago de Chile, 1999) batió record de venta en la reciente temporada de primavera 2007 de subastas de arte latinoamericano en Nueva York.

Mario Carreño. Danza Afro-cubana, 1943. Duco sobre madera, 165 x 122 cm. / 65 x 48’’. Tomado de Gómez Sicre (1944:91), de aquel antológico libro-catálogo bilingüe editado por María Luisa Gómez Mena. Al parecer, es la primera reproducción a color -a página completa, además- que de esta obra se publica. En colección privada, Miami.

En la subasta de Sotheby’s del 30 de mayo, el cuadro Danza Afro-cubana (que estaba valorado entre 600 y 800.000 dólares, y que se tomaba en cuenta para este precio, entre otros parámetros, su frescura en el mercado y esa condición de “anonimato” desde que su propietario la adquirió en 1944 en Perls Galleries de Nueva York) se vendía en 2,57 millones de dólares, superando ampliamente el record anterior del pintor que era de 456.000 dólares, según informó AFP en la casa subastadora.

La prensa se ha referido a este cuadro definiéndolo como “la estrella de la subasta”, una de las mejores obras del pintor que no había sido vista en público desde que formó parte de la exposición “Pintores Cubanos Modernos” que tuvo lugar en 1944 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y que, al decir de Carmen Melián -directora del departamento de Arte Latinoamericano de Sotheby’s- la espectacular procedencia y la increíble preservación animó el interés por el cuadro que, asegura, constituye “el Santo Grial de la historia del arte cubano”.

Emociones aparte, toca matizar, ahora, la metáfora de Melián. Danza Afro-cubana es una obra que, pintada al duco sobre madera, forma parte de una serie de cuadros de igual proporción, técnica, soporte y calidad plástica, inicialmente expuestos en conjunto, muy bien favorecidos por la crítica del momento y que, reconocido por el propio Carreño (1991), están desde hace mucho tiempo en paradero desconocido. De modo que el éxito de venta de este duco convertirá el Grial en la búsqueda y aparición de un juego de copas muy bien revalorizado.

Un conjunto de tablas pintadas.

Con la llegada a Cuba, en 1943, del mexicano David Alfaro Siqueiros, primer pintor que utiliza este nuevo medio, Carreño revaloriza la técnica del duco. En México (1936) y bajo la tutela artística del pintor dominicano Jaime Colson, ya Carreño había iniciado estudios con el duco, pero durante su viaje por Europa había desistido de este material innovador ante el tradicionalismo pictórico del óleo. Según José Gómez Sicre (1943), Carreño “discute, niega y afirma la técnica. Por último, la experimenta con gran cautela y los resultados pronto van ajustándose a sus deseos".

Mario Carreño. Cabeza, 1937. Duco sobre madera, 61 x 48 cm. / 24 x 19”. Colección Pan American Art Projects, Miami/Dallas. De esta primera etapa de trabajo con la técnica del duco sobre tabla, queda como testimonio gráfico la obra “Cabeza” que aparece publicada en Gómez Sicre (1943) y era su propietario Luis Amado Blanco, periodista, poeta y embajador cubano. Recientemente hemos sabido que esta pintura forma parte de la colección de Pan American Art Projects (con galería en Miami y en Dallas), siendo su propietario Roberto Borlenghi, que gentilmente nos ha ofrecido la imagen que ahora mostramos.

Desde el 9 hasta el 16 de noviembre de 1943, la galería Lyceum de La Habana exhibe, entre un conjunto de obras, unas tablas pintadas con lacas, nuevo medio de expresión llamado duco. Su autor, Mario Carreño, mostraba con ello sus últimas experimentaciones en el campo del color, la textura y la composición. Según el catálogo de esta muestra, “Carreño. Óleos-ducos, gouches, acuarelas”, se pudo ver ocho ducos titulados respectivamente Danza, Fuego en el batey, Corte de caña, Flores, Caballo marino, Retrato, Circo, Retrato.

Mario Carreño. El corte de caña, 1943. Duco sobre madera, 165 x 122 cm. / 65 x 48’’. Tomado de Gómez Sicre (1944:5). Reproducción a página completa que, a modo de presentación, es la primera del libro-catálogo. En colección privada, Miami.

El catálogo presenta un texto valorativo sobre la obra de Carreño firmado por José Gómez Sicre. Además, reproduce la siguiente nota: “Obras de Mario Carreño pueden obtenerse en la “Galería del Prado”, Paseo del Prado 72, La Habana, y en “Perls Galleries”, 32 East 58 th, New York”.

Según palabras del propio Carreño, se le “ocurrió hacer unos paneles de madera, transportables, como cuadros grandes de dimensiones comparables a murales (...) Fueron varias las obras realizadas en esta proporción y se titularon Cortadores de caña, Danza afrocubana, Fuego en el batey, y otros”. Estos juegos pictóricos no sólo le permitieron desarrollar nuevas percepciones cromáticas. Como él mismo recordaba años después: “aprovechando la gruesa textura producida por el duco, quise enfatizar una tercera dimensión e insinuar algo de movimiento en los gestos de los personajes”.

Mario Carreño. Fuego en el batey, 1943. Duco sobre madera, 122 x 165 cm. / 48 x 65’’. Tomado de Gómez Sicre (1944:100). Ilustración blanco/negro. En paradero desconocido.

Y no cabe dudas de que el concepto plástico utilizado, y no sólo la técnica, está muy emparentado con el del pintor mexicano y menos con el cubismo como desacertadamente se está afirmando en estos días. A Carreño le interesa el movimiento y no la descomposición de los planos. Y eso lo notó muy bien Loló de la Torriente cuando aseguró: “Hay en estas obras, encontradas influencias. Fuego en el batey y la Danza afrocubana están regidas bajo el canon de Siqueiros. Las dobles manos, los dobles pies, todo ese ritmo que el mexicano buscaba por superposición, preocupa y domina aquí sobre la técnica de Carreño. El color es un recurso para avivar el movimiento y la composición general se basa en las dimensiones descomunales del inquieto muralista” (1955:174-175).

Luego, desde el 13 de marzo hasta el 15 de abril de 1944, la Perls Galleries de Nueva York expone Mario Carreño. La muestra consta de óleos, acuarelas, gouaches, dibujos y dos ducos según el catálogo: Allegory of Cuban Landscape y Afro-Cuban Dancer. Al parecer es aquí donde Danza Afro-cubana es adquirida para una colección privada estadounidense que la sacó de la circulación pública durante tantos años y que recién la subastó en Sotheby’s, siendo el nuevo comprador de esta pintura Cernuda Art Consultants Inc.

En general, estos trabajos al duco fueron muy bien recibidos por el público y la crítica de entonces, exponiéndose en diferentes ciudades. Sin embargo, según el propio Carreño, “nunca supe qué se hicieron esos paneles que pinté al duco a pesar de que estuvieron expuestos en París, Moscú y el Museo de Arte Moderno de Nueva York, desaparecieron misteriosamente” . Todavía hoy muchas de estas obras al duco no tienen un paradero conocido. Con la venta de Sotheby’s y el estímulo de la revalorización, esperemos que reaparezcan algunas de estas obras.

Apunte para Danza afrocubana / Flores, 1943.

A mediado de los años 90 tuve la suerte de redactar unas notas para una obra que salía de Cuba y que había comprado alguien desconocido para mí. Era un duco de Mario Carreño (Danza afrocubana / Flores, 1943. Duco sobre panel, 61 x 50,5 cm / 24 x 20’’), descubría así, casi sin percatarme del hecho, uno de los pocos exponentes al duco que se conservan de ese gran momento de experimentación del artista.

Entonces consideré a la obra una importante muestra de una de las etapas más significativas del pintor y dibujante cubano, además, que la obra era una pieza excepcional al encontrarse pintada por ambas caras, rareza que le confiere singular interés.

Con seguridad, una de sus representaciones, un Apunte para Danza afrocubana, corresponde a un estudio de color y a un ensayo de animación virtual de la figura para un fragmento del conocido duco de 1943. Esta pintura, de mucha complejidad compositiva, requirió de Carreño un detallado trabajo preparatorio, prueba de ello es el boceto que entonces se exhibiera y publicara en catálogo y revista.

Apunte para Danza afrocubana evidencia ese cromatismo y juego de luces que en Cuba descubre Carreño luego de su regreso de Nueva York y con los cuales enriquece un clasicismo muy bien aprendido en sus estudios anteriores, además de enfatizar en esa “tercera dimensión” y “algo de movimiento en los gestos humanos” que tanto le interesó en aquellos tiempos. En la exposición del Lyceum de 1943 expone un duco titulado Danza, que muy bien pudo ser algo similar a este.

Al reverso de la tabla pintó Carreño unas Flores. Con este tema encuentra este pintor un buen pretexto para ensayar las texturas y el colorido brillante que le ofrece el duco. Por su forma, color y estilo, resulta este trabajo similar a los realizados en otras obras de l943, tal es el caso de los óleos Interior y Flores, ambos pertenecientes a la colección del Museo Nacional de la Habana. El trazo rápido y de gruesa textura, “el accidente de su velocidad al secar y su costrosa e irregular superficie” -como diría Gómez Sicre (1943)- recuerda las sugerencias florales de l943 sobre el pecho de María Luisa Gómez Mena en ese antológico retrato. Entre los ducos que expone Carreño en La Habana de ese año, aparece uno titulado Flores, quizás similar a la obra ahora analizada.

Madrid, 2007.

Fuentes.

ARCHIVO del Departamento de Investigaciones y Curadurías del Museo Nacional Palacio de Bellas Artes de La Habana.
CARREÑO, Mario (1991). Cronología del recuerdo. Editorial Antártica S.A., Santiago de Chile.
GÓMEZ Sicre, José (1943). Carreño. Cuadernos de Plástica Cubana, I. Ediciones “Galería del Prado”, La Habana.
GÓMEZ Sicre, José (1944). Pintura Cubana de hoy. Cuban Painting of today. Versión inglesa por Harold T. Riddle. Editado por María Luisa Gómez Mena. La Habana.
TORRIENTE, Loló de la (1954). Estudio de las artes plástica en Cuba. La Habana.

Revista Hispano-Cubana, Nº.29, Madrid. arriba

 

 

 
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© Marlene García 2003 para José Ramón Alonso