María
Luisa Gómez Mena (1907-1959). Al rescate de una imagen cultural.
Por José Ramón Alonso Lorea.
…una mecenas a la que hay
que reivindicar.
Cundo Bermúdez.
En agosto de 2007, estudiando las pinturas al duco
de Mario Carreño, comencé a interesarme por María
Luisa Gómez Mena. Casi sin percatarme del hecho fue creciendo
mi interés por acopiar toda la información posible
sobre esta mujer. Inicié mi búsqueda por la Internet,
donde hallé unas cien entradas con muy limitada información
y muchos errores. En la historia personal de María Luisa
que voy descubriendo, muy lentamente, con pasajes a cuenta-gotas,
y a veces más sugeridos que datos objetivos, parece que su
tía, María Luisa Gómez Mena, viuda de Cagiga
y Condesa de Revilla de Camargo, ejerció alguna influencia
sobre el entorno vital de su sobrina. Bien pronto descubrí
que la mayoría de las referencias que he encontrado suelen
superponer pasajes de ambas mujeres, siempre con los calificativos
de "condesa", "multimillonaria", y otros francamente
despreciativos e injuriosos que no voy a repetir, de modo que hasta
podemos presumir que la descalificación y anonimato en que
se encuentra Maria Luisa ante la historia de la cultura cubana se
debe, en buena medida, a la postura política que su tía
dejó bien clara antes de su muerte en 1963.
De modo que no existe, no lo he encontrado hasta
hoy, estudio monográfico alguno, así sea breve artículo,
referido a esta mujer que fue una importante mecenas dentro de la
llamada época dorada de la pintura cubana y a la que le realizaron
retratos de extraordinaria calidad algunos de los más importantes
pintores de esa vanguardia. Además de esos otros mecenazgos
sobre proyectos editoriales y cinematográficos. La noticia
del catálogo por el centenario del nacimiento de Manuel Altolaguirre,
y que me llevó a la Residencia de Estudiantes de Madrid,
abrió una importante puerta hacia María Luisa. Dentro
del riguroso y detallado estudio que James Valender hace del poeta
español de la Generación del 27, la información
referida a María Luisa es, con seguridad, lo más serio
que aparece publicado sobre ella. Otras referencias hallé
indagando sobre los pintores cubanos Mario Carreño y Cundo
Bermúdez, o el pintor y escritor español José
Moreno Villa. Evidentemente, para tener al menos una cronología
de su vida, es necesario buscar la información en sus contemporáneos:
memorias y epístolas serán fundamentales. Algunos
de los hallazgos realmente debidos al azar y a la insistencia del
autor, pero aparecidos en momentos claves de este estudio, ha generado
la elusiva pero muy grata impresión de que María Luisa
colabora. Quizás un futuro contacto con la familia Gómez-Mena
ayude en la investigación.
Ahora, a modo de homenaje por el centenario de
su nacimiento, y con la todavía poca información que
atesoramos, e intentando sortear cualquier error de juicio dado
por la escasez de datos, hagamos un complejo y preliminar ejercicio
de reconstrucción curricular y cronología de vida
de esta mujer que, como asegura un colaborador muy cercano a este
estudio, cada vez se nos hace más atractiva.
1907-1936
María Luisa Gómez Mena nace el 3
de octubre de 1907 en la isla de Cuba, en el seno de una familia
bastante conocida en el entorno insular por ser propietaria de numerosos
ingenios azucareros y de importantes bienes inmuebles de dentro
y fuera de Cuba. Poco sabemos de su primera formación. Hay
noticia, no demostrada, de que en esta primera etapa el pintor Leopoldo
Romañach le hizo un retrato. En 1926, con apenas 19 años
y quizás por decisión familiar, María Luisa
debe marchar a España para casarse con el militar español
Francisco Vives Camino. De este matrimonio tiene su único
hijo, Francisco Vives Gómez, que nace en Madrid, el 16 de
diciembre de 1930. Poco antes de que estallara la guerra civil,
en 1936, María Luisa decide regresar a La Habana con su pequeño
hijo, lo cual parece que marca la disolución afectiva de
este matrimonio. Nada sabemos de estos años españoles
de María Luisa, excepto que parece que se desenvolvió
en ciertos “ambientes” de Segovia. Igualmente intuimos
que alguna relación con el mundo intelectual habrá
tenido, pues ya en La Habana, tan pronto como 1937, Ramón
Guirao le dedica su antología Órbita de la poesía
afrocubana. Algunos suponen el mecenazgo de María Luisa
sobre esta publicación.
Que sepamos, tres han sido los principales patrocinios
de María Luisa Gómez Mena a partir de su regreso a
La Habana. Uno es el que le brinda a aquellos intelectuales españoles
llegados a la isla en calidad de refugiados; otro, el ofrecido a
los pintores modernos cubanos; y un tercer momento, en México
y Cuba, y que se corresponde con sus últimos diez años
de vida, el que le dedica a la producción cinematográfica
en compañía del poeta español Manuel Altolaguirre.
1939
Según datos que tenemos y que todavía
no hemos podido corroborar, María Luisa fue una apasionada
de la república española durante la guerra civil,
y demostró su solidaridad ayudando a aquellos exiliados que
provenían de la península. En 1939 conoce a un matrimonio
de exiliados intelectuales españoles: Concha Méndez
y Manuel Altolaguirre. Los Altolaguirre habían llegado a
La Habana en marzo de 1939, acompañados de su pequeña
hija de cuatro años, Paloma Altolaguirre. El futuro de María
Luisa estará muy marcado por su relación con esta
familia; la pasión que a lo largo de los años irá
madurando entre ella y el poeta traerá profundos cambios
en sus vidas. Siguiendo a James Valender en su cronología
de Altolaguirre, María Luisa les ayuda a establecerse en
La Habana, consiguiéndoles el alquiler de una casa, muy cercana
a la suya, en la zona del Vedado, y ofreciéndoles un donativo
de 500 dólares con el cual el matrimonio pudo comprarse una
imprenta y fundar una editorial, La Verónica, y continuar
así el trabajo editorial que ya antes habían desarrollado.
Gracias a este apoyo de María Luisa, La Verónica pudo
publicar más de 180 títulos de autores cubanos y extranjeros,
entre los últimos es de destacar la presencia de intelectuales
exiliados de la talla de María Zambrano, Ángel Lázaro,
Bernardo Clariana, Concha Méndez y José Rubia Barcia.
En reconocimiento, el matrimonio Altolaguirre le regala a María
Luisa el famoso caballo griego con carta de procedencia de Christian
Zervos, esta pequeña estatua había sido un obsequio
que el crítico de arte Zervos le había hecho en París
al matrimonio español.
Otro importante mecenazgo de María Luisa
es el que ofreció al propio José Rubia Barcia a su
llegada a La Habana en 1939. Barcia y el intelectual cubano Raúl
Roa acuerdan fundar la Escuela Libre de La Habana. Creada en septiembre
de ese año, esta escuela, que contó con el magisterio
de intelectuales españoles y cubanos, pudo igualmente contar
con la ayuda financiera de María Luisa, a quien pertenecía
la casa de San Lázaro número 961 altos donde radicó
ésta y se inauguró, un año más tarde,
la Academia de Artes Dramáticas de la Escuela Libre de La
Habana. El propio Barcia dice de ella que “me parece elemental
añadir, por poco conocido, que gracias a su proverbial generosidad,
fue posible el establecimiento de la Escuela Libre de La Habana”.
Además de Barcia y Roa, esta escuela contó con la
colaboración de intelectuales españoles de la talla
de Concepción Albornoz, María Zambrano, Herminio Almendros,
Ángel Lázaro, entre otros, y de cubanos como Elías
Entralgo, Fernando Ortiz y José María Chacón
y Calvo.
También es posible que, y a petición
de Manuel Altolaguirre, María Luisa haya costeado la segunda
edición del poemario Sabor eterno del poeta cubano Emilio
Ballagas. Según una carta manuscrita de Manuel Altolaguirre
a María Luisa, fechada en La Habana, en agosto-septiembre
de 1939, y a propósito de una nueva edición de este
libro, le escribe Altolaguirre: “Mi mayor alegría sería
que en otra imprenta (tú, que eres buena amiga suya, sobre
todo de su gran poesía) le hicieras la edición que
merece”. La petición surge a raíz de un desencuentro
entre ambos poetas por alguna suerte de errata que La Verónica
había cometido en la primera edición del poemario.
La segunda edición de este libro, de 1939 y bajo el sello
editorial habanero de Ucar, García y Compañía,
está dedicada a María Luisa.
Por estos años finales del 30 y principios
del 40, solía María Luisa reunirse con la etnóloga
cubana Lydia Cabrera y con las españolas María Zambrano
y Concha Méndez en un bar cercano al puerto de La Habana.
1942-1943
Ya casada con el pintor cubano Mario Carreño,
María Luisa inicia una importante labor de mecenazgo a favor
de los jóvenes pintores modernos de la isla. Entonces funda
en La Habana, en 1942, la Galería del Prado, en la calle
Prado 72, la primera galería de arte en Cuba donde se mostraba
una exposición exclusivamente colectiva y permanente de “obras
de todos los pintores cubanos contemporáneos”, y que
pertenecía a la colección de la Galería. Según
catálogos de la época, algunos cuadros de esta colección
se pudieron ver en exposiciones colectivas e individuales que se
organizaron en otras instituciones cubanas; también pudieron
verse y comprarse en la Perls Gallery, una galería propiedad
de Kathy Perls en Nueva York. Al parecer, Galería del Prado
editó algunos pocos impresos, siendo la monografía
Carreño, de 1943, con láminas que reproducen
obras del pintor y con texto de José Gómez Sicre,
la más trascendental de sus publicaciones. Por lo de “Cuaderno
de Plástica Cubana, I” aparecido en la portada del
catálogo, da la impresión que había la intención
de desarrollar una colección de monográficos.
Por la importancia que adquiere Manuel Altolaguirre
en la biografía posterior de María Luisa, se hace
necesario apuntar que en marzo de 1943 los Altolaguirre deciden
abandonar Cuba para dirigirse a México. Siguiendo a James
Valender, biógrafo del poeta, independientemente a la precaria
situación económica, parece ser que la verdadera razón
de Manuel Altolaguirre para abandonar la Habana fue su temor a verse
involucrado en una relación amorosa con María Luisa.
La relación entre ambos había cambiado de signo y
tomaba fuerza una atracción que se hará patente en
el epistolario del poeta español.
Fines de 1943
Los meses finales de 1943 fueron de un duro bregar
para María Luisa, tanto en el ámbito profesional como
personal; primero, la elaboración de un importante proyecto,
en colaboración con José Gómez Sicre, de exposición
de pintura moderna cubana, con monografía incluida; segundo,
el verse envuelta en esa al parecer vertiginosa carrera a contra-reloj
de su cónyuge, el pintor Mario Carreño, preparando
obras para su inminente exposición personal y experimentando
con la técnica del duco; y, en medio de ambas, soportar una
“catástrofe”, como ella misma llamó, en
el epicentro de su entorno doméstico y afectivo: David Alfaro
Siqueiros realizando un mural en su casa.
En carta a los Altolaguirre, de septiembre de
1943, María Luisa les asegura que “estoy haciendo una
monografía de pintura. Os enviaré un ejemplar, y posiblemente
la exposición de pintura cubana sea en el Museo de Arte Moderno
para enero, con 250 óleos de los pintores cubanos, 100 acuarelas
y 200 dibujos”. La monografía, que parece ser el catálogo
bilingüe Pintura Cubana de hoy / Cuban Painting of today,
pudo haber sido terminado para diciembre de ese año según
podemos suponer por carta de María Luisa de diciembre de
1943: “Todavía no está lista la monografía,
pero dentro de pocos días te enviaré un ejemplar”.
Y el proyecto de exposición, de acuerdo a lo finalmente expuesto
en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en abril de 1944, se esbozaba
mucho más abarcador de lo que finalmente fue. Una nota a
continuación en la propia carta de septiembre parece testimoniar
esa positiva correspondencia que se estableció entre María
Luisa y los jóvenes pintores nucleados en su galería
de arte: “Los muchachos estos trabajan mucho y responden a
la pequeña ayuda que con mi entusiasmo grande les provoco
yo”.
Con respecto al febril trabajo de Mario Carreño
en la casa que compartía con María Luisa, en esa propia
carta ella testimonia el entusiasmo del pintor por la práctica
del duco, asegurando que está “Mario pintando mucho,
haciendo ensayos muy interesantes con «duco» (…)
Ahora todo hay que verlo a través del «duco».
No se habla más que de esto en mi casa: ha producido un contagio
espiritual (…) Me pegaron, me pusieron como a un duco y mi
tía dio las últimas pinceladas. Apenas si puedo ya
deletrear, pues todos los sucesos son tan fantásticos que
estoy enervadísima”. De este fragmento de la carta
de María Luisa podemos hacer dos interpretaciones fundamentales.
Es indudable que la presencia de Siqueiros haciendo un mural en
la casa que compartía el matrimonio Carreño-Gómez
Mena, fue como un catalizador que lanzó al inquieto y todavía
joven Carreño de 30 años a una práctica vehemente
y a contra-reloj del duco. Teniendo en cuenta que la carta es de
septiembre y que a inicios de noviembre se exponía la individual
de Carreño en Lyceum, más la individual en Perls y
la colectiva en el MOMA, ambas a principios del año siguiente,
no cabe duda de que el tiempo conspiraba para “enervar”
a cualquiera de los mortales inmersos en ese contexto doméstico.
Precisamos, por la fecha de la carta, lo contado
por María Luisa, y conociendo que la inauguración
de la muestra personal de Carreño en la galería Lyceum
tuvo lugar el día 9 de noviembre, podemos intuir que en estos
tres meses -agosto, septiembre y octubre- fueron realizados en casa
de María Luisa los ocho ducos expuestos, algunos de ellos
con una verdadera complejidad compositiva, con sus respectivos bocetos
y estudios de color, además de esas otras obras a modo de
“ensayos muy interesantes con «duco»” a
los que se refería María Luisa, experimentos “con
gran cautela”, como lo definiera Sicre. También se
puede interpretar que este fragmento de la carta describe el momento
en que Carreño pinta el antológico retrato al duco
de María Luisa de 1943, retrato muy influenciado por la estética
del muralista mexicano, y del cual sólo tengo la referencia
visual por una instantánea realizada por Berestein a María
Luisa posando al lado del duco.
Finalmente, entre proyecto de exposición
para el MOMA y actividad pictórica de Carreño, discurre
la presencia de Siqueiros con su esposa y pequeña hija en
casa de María Luisa. Según Cundo Bermúdez,
“Siqueiros llegó a Cuba en la época constitucional
de Batista durante la segunda guerra. En ese momento Batista tenía
a varios comunistas en su gobierno como ministros sin portafolio.
Creo que Siqueiros pensaba que sus amigos comunistas le iban a conseguir
un par de comisiones para murales con el gobierno. No fue así.
Terminó con su mujer e hija trancados en su cuarto en el
Hotel Sevilla debiendo la cuenta. Mario Carreño y Pepe [José
Gómez Sicre] se enteraron de la situación y fueron
y los rescataron. Mario se los llevó a vivir con él
en su casa del Vedado que era la de su mujer, María Luisa
Gómez Mena”. El arribo del polémico Siqueiros
a la casa que compartía el matrimonio Carreño-Gómez
Mena fue como una gran tempestad, tanto en lo intelectual como en
lo personal, donde nada ni nadie quedó indiferente, para
bien y para mal. Ante la imposibilidad de lograr un espacio público
donde dejar su impronta muralista, Siqueiros aceptó el encargo
original de la familia Carreño-Gómez Mena de hacer
un cuadro de caballete, lo cual fue hábilmente transformado
por él en un mural interior donde utilizó la técnica
del duco -piroxilina del tipo de la que se utiliza para pintar coches-
con pistola pulverizadora, sobre una cubierta de masonite, procedimiento
muy empleado en su trabajo como muralista. Pero todo parece indicar
que la polémica, casi desde un inicio, estaba servida. Un
mes después de iniciar el mural, en septiembre de 1943, escribe
María Luisa en tono premonitorio: “Yo no sé
qué será: veremos el final, que no creo pueda resultar
bueno. Dios bendiga mi paciencia”. Y es que María Luisa
no compartía las teorías (no especifica en su carta
si las políticas o las artísticas, aunque yo presumo
que las dos) del pintor mexicano, las consideraba novedosas y fantásticas,
pero insustanciales, para decirlo con sus propias palabras, “puro
Cantinflas”. Finalmente se siente defraudada por el pintor,
asegurando que “todo es culpa mía por tenerle lástima
a un artista”. Incluso, en su carta, hace una confesión
que, poniendo en tela de juicio la calidad humana de Siqueiros,
quizás ya apunta a la no muy lejana disolución del
matrimonio Carreño-Gómez Mena: “A Mario lo tiene
rebelado contra mí. Conspiran toda clase de imbecilidades,
que parecen infamias (...) Los sucesos serán peores en lo
sucesivo (...) Me sobran energías para desenmascarar la mala
fe”. Definitivamente, en una siguiente carta, no gustándole
ni la técnica ni el concepto de la obra de Siqueiros, considera
“espantoso” el mural, “sin gracia, sin arte”,
motivos por los que decide la destrucción del mismo. Viendo
ahora las fotos del mural de Siqueiros, vale agregar que ciertamente
no es ésta una de sus obras más felices.
1944
Entre 1942 y 1944, la Galería del Prado,
propiedad de María Luisa Gómez Mena, es el centro
gravitatorio de la vanguardia plástica cubana. Si observamos
las escasas fotos de la época que hemos podido compilar,
vemos que junto a María Luisa aparecen algunos de los más
destacados artistas cubanos pertenecientes a esa vanguardia. Desde
la antológica “Primera Exposición de Arte Moderno”
en Cuba, en 1937, hasta la exposición permanente y colectiva
de Galería del Prado, dos generaciones de artistas cubanos
vienen compartiendo los mismo salones expositivos. Desde pintores
de la talla de Víctor Manuel, Carlos Enríquez, Eduardo
Abela, Amelia Peláez, Jorge Arche, Arístides Fernández,
Antonio Gattorno, Lorenzo Romero Arciaga, Fidelio Ponce y Domingo
Ravenet, entre otros, que habían logrado su estatus de vanguardista,
hasta esa segunda generación de artistas modernos que se
avienen con las estéticas vanguardistas y las soluciones
nacionalistas de la promoción anterior: Mario Carreño,
Cundo Bermúdez, Wifredo Lam, Roberto Diago, Serra-Badue,
Felipe Orlando, Mariano Rodríguez, René Portocarrero,
entre otros. Este trabajo continuo de los artistas plásticos
permitió la consolidación de un arte moderno.
Los directivos del Museo de Arte Moderno de Nueva
York (MOMA) fueron receptivos a este movimiento pictórico,
y fue precisamente en la Galería del Prado donde María
Luisa y José Gómez Sicre organizaron, junto a Alfred
H. Barr Jr., la muestra colectiva “Pintores Cubanos Modernos”
para dicho museo neoyorkino. Esta muestra, que finalmente agrupó
a trece pintores y 75 obras, estuvo acompañada de una monografía
de arte sin precedente en Cuba, Pintura Cubana de hoy / Cuban
Painting of today, financiada por María Luisa. En su
condición de editor, María Luisa aseguraba en la monografía
que es “evidente que, tras años de lucha contra diversas
dificultades, el movimiento de pintura cubana ha alcanzado un estado
de madurez digno de mayor reconocimiento público. Consciente
de la necesidad inaplazable de un medio objetivo de difusión,
este libro se publica para tratar de describir la valerosa sinceridad
de nuestros pintores contemporáneos. Es un privilegio y,
además, un gran honor para mí, permitírseme
contribuir a la publicación de este volumen que es el primero
de su género que aparezca en Cuba”. La monografía
consta de un gran número de reproducciones de obras, algunas
a color y a página completa, y con texto general de Sicre
y biografías de artistas, todo bilingüe (español-inglés).
El proyecto, finalmente materializado, dio a conocer internacionalmente
a los pintores cubanos y legitimó en el terreno del arte
frases categoriales como “arte cubano” y “escuela
de la Habana”. Desde entonces, la pintura cubana ocupa un
lugar importante entre las galerías de vanguardia y los museos
que atesoran arte latinoamericano.
En una carta de María Luisa a los Altolaguirre,
de diciembre de 1943, ella asegura que “esta será mi
última carta desde Cuba”, y James Valender afirma que
“en marzo de 1944, después de asistir en el Museo de
Arte Moderno de Nueva York a la inauguración de una exposición
de arte cubano contemporáneo patrocinada por ella, Gómez
Mena se trasladó a México”. Sin embargo, otras
referencias tenemos que opinan lo contrario, al menos sobre su visita
a Estados Unidos. Según Cundo Bermúdez, María
Luisa “fue una apasionada de la república española
durante la guerra civil y más tarde por esto le negaron la
visa a los Estados Unidos cuando la exposición cubana en
el Museo de Arte Moderno de New York”. Si bien ahora no tenemos
claro su presencia o no en Nueva York, sí parece cierto que
hacia marzo ella se encontraba en México con Manuel Altolaguirre,
iniciando así ese tortuoso periplo de sus últimos
15 años al lado del poeta español. A pesar de que
algunos aseguran que el cierre legal de Galería del Prado
ocurrió en 1945, todo parece indicar que luego de la exposición
en el MOMA, la galería termina su ciclo vital. El alma del
proyecto, que era María Luisa, ya recorría otro camino,
parafraseando a Cundo Bermúdez, había variado su interés
y pasión. Aseguraba el pintor cubano que María Luisa
“tenía una energía increíble, no paraba”,
pero “se apasionaba por las cosas y esas cosas se volvían
el centro del universo, y de pronto, de un mes para el otro sus
intereses y pasiones cambiaban”.
1944-1946
Siguiendo principalmente a James Valender a partir
de ahora, en su biografía de Manuel Altolaguirre, reconstruimos
los últimos 15 años de María Luisa. Durante
los meses iniciales de 1944, María Luisa y Manuel Altolaguirre
habían mantenido una frecuente relación epistolar,
incluso el poeta le pide que le escriba a su lugar de trabajo y
no a su casa. Según Valender, “aunque alegaba diversas
razones de orden práctico, se ve que el malagueño
quería evitar así que su esposa se enterara de esta
correspondencia”. Finalmente, ya separada de Carreño,
María Luisa se encuentra en México con el poeta español,
y juntos se van a vivir a Taxco, un pueblo del estado de Guerrero,
y después a Tepoztlán, en Cuernavaca. Por una carta
de Altolaguirre del 3 de julio de 1944, donde le envía un
poema escrito para ella, “Romance”, sabemos que María
Luisa está nuevamente en la capital cubana para esta fecha.
En enero de 1945 y en México, María
Luisa financia la creación de una nueva editorial para Manuel
Altolaguirre, la editorial Isla, que tenía, en un taller
grande y moderno, su propia imprenta y un equipo de obreros tipográficos.
Lo que debió ser una empresa productiva devino en fracaso
en manos del poeta. Para decirlo con palabras de Valender, “los
recursos que tenía a su disposición Altolaguirre decidió
emplearlos para ayudar a los necesitados y no para asegurar la buena
marcha de la empresa”, quiso Altolaguirre llevar el taller
“como si fuera, no una empresa comercial, sino una sociedad
de beneficencia cultural”. Algo parecido ya había ocurrido
en la anterior editorial habanera, La Verónica, que María
Luisa le había ayudado a crear.
Ante tal caos financiero, y ante la negativa de
Altolaguirre de separarse de su familia anterior (según Valender,
“con el pretexto de ver a su hija Paloma, visitaba la casa
de Concha Méndez todas las veces que podía; y desde
luego, seguía preocupándose por el bienestar y la
manutención de ambas. Para Gómez Mena, que había
abandonado a su hijo en La Habana para estar con el poeta malagueño
en México, esta actitud era inaceptable”), María
Luisa decide regresar a La Habana en febrero de 1946. Dos meses
después resuelve cerrar la nueva editorial ante los graves
problemas económicos que generó su mala gestión.
Durante estos dos años María Luisa
conoce y acrecienta una entrañable amistad con el intelectual
español refugiado en México, José Moreno Villa.
El pintor y escritor frecuenta la casa que ella comparte con Altolaguirre,
publica dos libros sobre folklore infantil en la editorial Isla,
pinta un retrato de María Luisa en 1945, visita con ella
La Habana, mantienen una relación epistolar cuando ella decide
regresar a la capital cubana, y es Moreno Villa quien escribe la
novela interrumpida sobre los amores de María Luisa y Altolaguirre.
1946-1948
Ya en La Habana, y separada de Altolaguirre, María
Luisa, y para decirlo con palabras de Valender, “desde el
primer momento y durante meses, fue bombardeada con cartas de su
amante, en las que éste juraba y perjuraba que cambiaría
su forma de vida, que se divorciaría de su primera mujer,
que se dedicaría con más seriedad a su propia carrera
literaria (tal y como ella quería que lo hiciese)”.
Después de intercambiar unas duras palabras, ambos dejan
de escribirse. Pocos datos tenemos de esta estancia de más
de dos años de María Luisa en La Habana. Parece que
sufrió algún tipo de internamiento médico.
Julio de 1948-Julio de 1959
En julio de 1948 regresa nuevamente a México.
Reanuda su relación sentimental con Altolaguirre y comparten
vida y trabajo durante los próximos once años. Estabilizada
la relación, hacen reiterados viajes a La Habana. En 1950
María Luisa crea Producciones Isla, una productora cinematográfica
que comparte con el poeta español. En México, en una
primera etapa, son responsables de seis películas: Yo
quiero ser tonta (1950), El puerto de los siete vicios
(1951), Subida al cielo (1952), Prisionera del recuerdo
(1952), Misericordia (1953) y Legítima defensa
(1953). Al parecer, a consecuencia del entonces blindaje de la industria
del cine mexicano que hizo prácticamente imposible esta labor
por extranjeros en suelo azteca, María Luisa y Altolaguirre
deciden irse a vivir a Cuba. Allí, entre 1953 y 1954 tratan
de filmar tres nuevos proyectos: Los inmigrantes, Golpe
de suerte y Cuando baila Trinidad (Leyenda musical de Cuba).
La primera película se malogró durante el proceso
de edición; la segunda película, que escribieron entre
los dos y en la que María Luisa, incluso, se atreve a actuar,
ni los propios críticos están seguros de si llegó
a exhibirse; y la tercera, que hubiera sido un magnífico
material etnográfico dado que era “un documental sobre
los ritos, costumbres y música de los negros en Cuba”,
quedó inconclusa luego de filmar 18 rollos. Finalmente, de
vuelta a México, se materializa un tercer momento de Producciones
Isla con otras cuatro películas: El condenado por desconfiado
(1955), La muñeca negra (1956), El cantar de
los cantares (1958) y Vuelta al paraíso (1959).
Salvo Subida al cielo, de 1952 y dirigida
por Luís Buñuel, una película que se presentó
en el Festival de Cannes, que obtuvo en París el Premio de
la Crítica a la mejor película de vanguardia de aquel
año y cuyo guión le valió a Altolaguirre el
“Águila de Plata” otorgado por la Asociación
de Periodistas Cinematográficos Mexicanos, en general, la
productora cinematográfica no tuvo un currículo feliz,
ni en lo artístico ni en lo comercial. Por un lado, invirtieron
en proyectos fallidos, por el otro, se imponía ese constante
intento de Altolaguirre por lograr esa cosa que él llamó
“cine-poema”, una propuesta muy difícil de conciliar
con el concepto de cine como espectáculo y entretenimiento,
y que, salvo buenas excepciones, suele llevar a la ruina a cualquier
empresa cinematográfica. La adaptación cinematográfica
que de El cantar de los cantares, de Fray Luís de
León, quiso realizar Altolaguirre, es el paradigma de este
intento. María Luisa parece haber estado conciente de esta
situación, pues en carta a su hijo aseguraba, sobre Manuel
Altolaguirre, que “no se cura de soñar y la lucha con
él es muy difícil (...) él está en la
luna, pertenece a otro planeta y yo estoy desgraciadamente en la
tierra (...) Subida al cielo es un poema popular, pero
es poesía y mucha gente no es poeta ni sabe ver la belleza
plástica y la maravillosa dirección”.
En julio de 1959, y con la redacción de
una segunda versión de El cantar de los cantares,
María Luisa y Manuel Altolaguirre se presentaron en el Festival
de Cine de San Sebastián para proyectar, fuera de concurso,
la primera versión de este filme de 1958. Al parecer, el
propósito de ambos era el de conseguir financiación
para la filmación de esta segunda versión. Después
de presentar la película, y de vuelta a Madrid, cerca de
Burgo, el coche en el que viajaban volcó, muriendo María
Luisa en el acto, tres días después Altolaguirre.
Con 52 años María Luisa Gómez Mena fue sepultada
en la Sacramental de San Justo, un cementerio madrileño asentado
sobre el Cerro de las Ánimas, en la ribera sur del Manzanares.
Allí comparte nicho con su poeta español.
Madrid, enero de 2008.
(una versión de este artículo aparece
en Revista Hispano-Cubana, Nº 34, Primavera-Verano,
Madrid, mayo-septiembre 2009:141-154.) 
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