las superposiciones en arte rupestre: un acierto y un equívoco
a renglón seguido.
Por José Ramón Alonso Lorea.
En las cuevas con pinturas rupestres de Punta del
Este, Cuba, existe una gran cantidad de motivos que articulan ideogramas
independientes, pero el carácter abstracto-lineal, geométrico
de todos ellos, y su estado a veces borroso, incompleto o impreciso,
hace imposible determinar en muchos casos dónde termina un
elemento y dónde comienza otro. Esta situación se
agrava al encontrarse superpuesto en un sólo conjunto diversos
motivos sígnicos. Hecho que ha sido generalizado, a partir
del criterio de algunos investigadores, a todo el contexto pictográfico
de la región.
Según Gerardo Mosquera, “parece necesario
hacer notar un punto que ha pasado inadvertido a los que han tratado
de explicar las pinturas. Me refiero a la superposición de
los dibujos” (1983:52). Resulta un hecho cierto que, en la
documentación referida a Punta del Este, poco se ha escrito
sobre esta situación. Sólo escasas referencias hechas
por Fritot en sus informes de 1938 que, muy escuetamente, revelan
la existencia de series de círculos concéntricos
que resultan generalmente aisladas, algunas que son tangentes o
secantes con otras series (Fritot, 1938:39), o que a veces sobre
un círculo aparecen superpuestos otros más pequeños
(1938b:106). Según Dacal y Rivero, y refiriéndose
de forma general a las pictografías atribuidas a los grupos
preagroalfareros, “en oportunidades el dibujo aparece sobreponiéndose
a un grabado anterior” (1986:100).
Pero a renglón seguido Mosquera fuerza
el hecho analizado introduciendo criterios para mí inadmisibles
por cuanto asegura: “Me refiero a la superposición
de los dibujos. Es decir, al hecho de que muchos de ellos han sido
pintados sobre otros, arbitrariamente, de la misma forma que ocurre
en el Franco-Cantábrico”. Y a continuación afirma:
“¿Qué puede indicar esto? Pues que al igual
que en Altamira o Trois Fréres, no había una intención
de permanencia ni de estructuración. El dibujo se hacía
con un fin mágico específico, y una vez practicado
dejaba de interesar, al extremo de que después podía
superponérsele otra pintura”. Y concluye: “Lo
importante no era el dibujo en sí, sino el acto ceremonial
de trazarlo” (1983:52). Y reafirma su tesis con anotaciones
que hacía Karel Kupka sobre el arte pictográfico de
los actuales aborígenes australianos: “no hay que olvidar
que, para los aborígenes, lo que cuenta es el hecho de pintar,
el acto mismo de la creación” (Kupka, 1980:12).
De modo que Mosquera llega a la conclusión,
a partir de una comparación de base etnográfica, que
existe en Punta del Este una superposición “arbitraria”
de los dibujos y una concepción efímera de la representación
en tanto a operatividad del símbolo se refiere. Pero sucede
que, si es cierta la “superposición de los dibujos”,
la intención o no de “permanencia” y de “estructuración”
no deja de ser una especulación, no es demostrable. Si a
esto sumamos que la lectura actual de los diseños es de franca
interpretación abstracta, y que no poseemos, por lo tanto,
una comprensión de estos signos, no podemos entonces determinar
si dibujos superpuestos pueden o no conformar una única estructura.
En otro sentido, los dos argumentos esenciales
que esgrime Mosquera no resultan objetivos a mi ver. El arte paleolítico
Franco-Cantábrico no ha revelado, ni revelará jamás,
si el hecho de pintar un dibujo sobre otro obedezca a criterios
“arbitrarios”, ni a intentos de “permanencia”
o no y de “estructuración” o no. Y mucho menos
puede revelarnos la finalidad y operatividad de los mismos. Lo que
sí podemos afirmar, por nota de un clásico de los
estudios de la plástica rupestre del Franco-Cantábrico,
es que: “Salvo en los santuarios donde falta espacio, como
Comberelles, La Mouthe o El Castillo, los paleolíticos sintieron
profundo respeto por las viejas representaciones y evitaron las
sobrecargas posteriores siempre que pudieron. El número de
superposiciones significativas parece haber sido limitado por los
propios artistas que, en las grandes cavidades, fueron ocupando
progresivamente nuevos emplazamientos” (Gourhan, 1968:117).
Gourhan ha tenido en cuenta, en sus estudios,
tanto los motivos simbólicos figurativos como los signos
o elementos abstractos que han sido plasmados en la amplia zona
rupestre antes dicha y, como vemos, no es la superposición
un elemento significativo en los mismos y mucho menos un concepto
generalizado.
Por otro lado, las opiniones que sobre el arte
rupestre de los aborígenes australianos actuales vierte Kupka,
son el resultado de estudios históricos, objetivos, contemporáneos.
No así, lógicamente, con el arte prehistórico,
ágrafo e indocumentado de los aborígenes de las islas
antillanas. Resulta la comparación, por concepto y actitudes,
una simple traslación que, en la inmensa mayoría de
los casos, contiene los gérmenes de lo adulterado, lo irreal,
lo ahistórico y lo no objetivo.
Si varían las formas del reflejo en las
representaciones simbólicas de los hombres, si el círculo,
o el sistema de círculos concéntricos, tiene tan disímiles
y a veces antagónicos significados, resulta, por lo tanto,
ineficaz aplicar la misma receta culturológica y de actividad
superestructural entre los aborígenes australianos (antiguos
y actuales) con aquellos extintos hombres de Punta del Este.
Si, según Kupka, “las finas líneas
entrecruzadas que traza (el aborigen, JRA) pueden representar la
lluvia, la miel, el fuego, las algas, el agua, el aire, la arena,
las rocas, la corteza, los árboles, las hierbas, la miel
(sic), el pelaje, el plumaje” (1980:13), y esto con los actuales
hacedores, qué podremos decir de una de aquellas series
de líneas concéntricas circulares. Si son tan
variadas las relaciones sígnico-simbólicas, qué
correspondencia podemos establecer entre un enigmático dibujo
impreso en la caliza superficie de una espelunca (pensemos en la
Cueva Número Uno) y el exacto momento, digamos ceremonial,
de su ejecución, y el posterior y perdurable impacto visual
de su imagen en la sensible retina de un ojo humano acostumbrado
a interrelacionarse con las fuerzas naturales de su entorno (sigamos
pensando en el hombre antiguo que utilizó estas grutas de
la isla).
No obstante todo lo antes expuesto, existe un
argumento en extremo contundente contra el criterio que pudiera
sugerir la generalizada distribución de elementos superpuestos
en las paredes y techos de la Cueva Número Uno (CNI), así
como el de pensar que “la superposición desperdigada
de los dibujos en Punta del Este parece indicar que no existía
un interés en organizar imágenes trascendentes”
(Mosquera, 1983:53).
Ya anoté que un estudio cuantitativo-cualitativo de los ideogramas
ubicados en la CNI, nos hacía ver que estos no se caracterizan
por mostrar superposiciones. Son escasos, aunque importantes, los
conjuntos que dejan ver esta situación. Ello denuncia el
hecho de que existió un respeto por los dibujos realizados
anteriormente a la hora de confeccionar los sucesivos.
Pues bien, de los más de 150 conjuntos
pictóricos rupestres que pude analizar en este estudio, a
partir de las descripciones e informaciones bibliográficas
anteriores a las labores de restauración y repinte, sólo
diez de estas presentan sus elementos superpuestos. Y enfatizo:
un estudio de las pinturas antes de ser repintadas. El hecho de
que los “restauradores” (o los arqueólogos que
repintaron) hayan convertido a muchos arcos concéntricos
en círculos concéntricos -bajo el criterio de que
los primeros eran restos de los segundos-, ha originado que muchos
de estos conjuntos ahora se encuentren caracterizados por una superposición
que originalmente no presentaban. De modo que sólo diez de
estos tantos dibujos presentan esta peculiaridad de superponer sus
elementos, y sólo en la CNI se encuentran. Los mismos se
estructuran como a continuación cito:
A-Pictografía 52, reportada por Herrera
Fritot. Muestra dos series de tres líneas concéntricas
circulares negras secantes de 15 centímetros de diámetro.
Este conjunto se encuentra a unos tres metros al sureste del Motivo
Central. Ver lámina 1.
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Lámina 1.
Según Fritot pict.52, CNI. Dibujo inferido de la descripción.
Debido a que Fritot no nos deja representado este dibujo, estimo
que este conjunto debió de presentar una de las dos variantes. |
B-Pictografía 81 y 82, reportadas por Fritot.
Ambas series de líneas concéntricas circulares
negras se muestran secantes y a escasamente un metro de la zona
noreste del Motivo Central, según el plano de Fritot de 1938.
La primera presenta cinco círculos externos visibles y cinco
centrales confusos con 44 centímetros de diámetro,
y la segunda tiene su centro borroso y 18 círculos externos
visibles con 95 centímetro de diámetro (lámina
2).
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Lámina 2. Fragmento de
un conjunto pictórico elaborado a partir de la superposición
de dos series de anillos concéntricos negros, muy próximos
al Motivo Central. Foto tomada del informe de Fritot de 1938. |
Al parecer, pudiera ser esta pintura la misma que
Fernando Ortiz clasificó como dudosa en sus fichas manuscritas
(lámina 3, figura A).
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Lámina 3. Fragmento
de ficha ilustrada e inédita de Fernando Ortiz. |
Los conjuntos superpuestos A y B resultan del tipo
c (relación secante o de superposición) dentro
de los motivos de líneas concéntricas circulares
negras y son los únicos de su tipo que han sido reportados.
C-Pictografías 55, 56 y 58, reportadas
por Fritot. Resulta un bello y complejo emblema superpuesto de considerable
dimensión. Según descripción de Fritot, las
líneas concéntricas circulares negras más externas
(su centro está borroso) del elemento 56, de un diámetro
probable de un metro o más, cortan a las series 55 y 58.
Estas dos últimas están constituidas
de la siguiente manera: la primera, por dos series muy próximas
de dos líneas concéntricas circulares negras de ocho
centímetros de diámetro una y de cuatro líneas
concéntricas circulares negras de once centímetros
de diámetro otra; la segunda, una serie de líneas
concéntricas circulares rojas y negras alternas regulares
del tipo de relación (2x1). Presenta esta última
tres trazos rojos y dos negros, serie alterna típica sólo
encontrada en la CNI.
Según Fritot, este interesante conjunto
se encuentra a no más de un metro del extremo sureste del
Motivo Central, exactamente en una posición semejante pero
opuesta a la que ocupa el conjunto B. Tal y como se puede apreciar
en el plano de la CNI confeccionado por Fritot (lámina 4).
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Lámina 4. Plano
de la CNI de Punta del Este con la situación de las
pictografías más visibles, a escala y enumeradas
y con un total de 102 conjuntos pictóricos. Realizado
por Herrera Fritot en 1937 para su Informe sobre una exploración
arqueológica publicado en 1938. |
No obstante, una gran confusión se desvela.
La descripción que nos da Fritot del motivo superpuesto B
-integrado por los pictogramas 81 y 82- parece corresponderse, perfectamente,
con la foto que presentamos en la lámina 2. Esta imagen,
con seguridad, corresponde al emblema que posteriormente Núñez
Jiménez enumera con el dígito 4, y que se encuentra,
aproximadamente, a un metro al sureste del Motivo Central y cercano
al pictograma número 50. Exactamente donde Fritot ubica el
conjunto superpuesto C, integrado por los pictogramas 55, 56 y 58.
Es decir, que el conjunto superpuesto de la lámina 2 se encuentra
a pocos centímetros del pictograma que Fritot cifra con el
número 50 y ambos hacia el extremo sureste de la magna elipse
del Motivo Central. Así se puede apreciar hoy en día
en la cueva, como lo muestra el plano de Núñez y vemos
en el plano de la lámina 5.
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Lámina 5. Localización
de las tres zonas de conjuntos superpuestos de la CNI. |
Parece ser que Fritot trastocó en su plano
las posiciones de los conjuntos superpuestos B (pictografías
81 y 82) y C (pictografías 55, 56 y 58).
D-Pictografía 1 o Motivo Central. Presenta
diez ideogramas superpuestos a la gran elipse de 1.90 metros en
su eje mayor, según Fritot. Es, lógicamente, otro
de estos conjuntos ahora estudiados y que se ilustra en la lámina
6.
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Lámina 6. Calco
a color de un croquis del Motivo Central realizado por Fritot. |
Cuando evaluaba la presencia significativa o no
de conjuntos superpuestos en la CNI me preguntaba: ¿qué
es lo que ha hecho posible la creencia de que en la cueva los conjuntos
estructurados a partir de ideogramas secantes sean dominantes? Todo
parece indicar que la respuesta a esta interrogante pudiera estar
en las dimensiones y ubicaciones que muestran algunos de estos dichos
conjuntos. Fundamentalmente los últimos tres descritos.
Por ejemplo, si observamos el plano de la CNI
(lámina 5), notaremos que los conjuntos B, C y D, los de
mayores dimensiones, conforman como los tres vértices de
un triángulo. Estos vértices, que se originan por
la ubicación de las propias configuraciones circulares o
elípticas, se encuentran muy próximos. Esta situación
crea un área de unos cinco metros, aproximadamente, de vértice
a vértice, cubierta de ideogramas superpuestos de colores
negro, rojo, negro y rojo alternos regulares, configuraciones circulares
y ovales, rectas y angulares o triangulares, tangentes y secantes.
Esta confusa estructuración y aparente
desarticulación o disgregación de elementos superpuestos
en tan importante porción de la espelunca, ha originado el
tan difundido y errado criterio de trasponer a todo el mural pictórico
características propias de algunas zonas muy puntuales del
marco rupestre referido.
Y digo aparente desarticulación o disgregación de
elementos superpuestos, pues esta posible relación de vértices
pudiera sugerir algún tipo de articulación entre estos
conjuntos que poseen, en sus estructuras, casi todos los tipos de
ideogramas encontrados en la gruta. Esta situación sí
pudiera sugerir “un interés en organizar imágenes
trascendentes”.
E-Pictografía 9, reportada por Fritot.
Este conjunto, que se ilustra en la lámina 7, denota la articulación
de diversos signos ideográficos que se muestran superpuestos.
Por la ilustración realizada por Fritot, parece ser que el
signo fundamental en la relación de superposición
corresponde a la serie de colores alternos regulares del tipo
de relación (1 x 1).
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Lámina 7. Según
Fritot pict.9, CNI. Tomado de su Informe de 1938. |
Este pictograma se halla aproximadamente a un metro
de la porción noreste del Motivo Central. Y, junto al emblema
A, parecen formar parte de una determinada relación de ideogramas
superpuestos cercanos a dicho principal Motivo.
La ubicación de este emblema E permite
una nueva reflexión. Si sobre el plano de la Cueva Número
Uno (lámina 5) trazamos una recta que parte del pictograma
A hasta el C, dicho trazo cortará al emblema B, pero también
al conjunto número 50. Este último, de considerables
dimensiones -96 centímetros de diámetro-, parece haber
presentado en su porción central confusa elementos superpuestos
(lámina 8).
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Lámina 8. Según
Fritot pict.50. Según Núñez (1975) pict.5.
Localizado en la CNI. Tomado de las ilustraciones de Fritot
de 1938. |
A partir del conjunto C trazamos otra recta hasta
la pictografía E y de esta, nuevamente, hasta el emblema
A. El último trazo pasará por el extremo oeste de
la porción occidental del Motivo Central. De esta manera
se conforma un triángulo por la consecutiva sucesión
de elementos superpuestos y queda curiosamente situado hacia el
centro del mismo el conocido motivo “flechiforme” rojo.
Quizá esta distribución pudiera ser otro indicio del
interés de los aborígenes por organizar imágenes
trascendentes.
Al fondo de la espelunca, en la pared extremo-occidental,
después y al sur de las claraboyas, aparece otra área
de dibujos superpuestos. En esta solamente se observan tres emblemas
de este tipo: F, G y H. Ver lámina 5.
F-Pictografía 34, reportada por Fritot.
Este bello ejemplar de 73 centímetros de diámetro
(lámina 9), y clasificado como de líneas concéntricas
circulares a manera de efigie, presenta superpuesto, como dijera
Fritot, una serie de círculos negros y rojos, alternos, algo
borrosos, a manera de corona.
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Lámina 9. Según
Fritot pict. 34, CNI. Tomado de las ilustraciones de su Informe
de 1938. |
Esta pequeña serie alterna regular de 30
centímetros de diámetro, del tipo de relación
(1 x 1), es similar a los trazos alternos de relación
(1 x 1) que también aparece en el conjunto E. Incluso,
ambas presentan seis líneas por igual. Esta similitud resulta
en extremo interesante, pues si recordamos bien, la enorme serie
de colores alternos rojos y negros que estructura el Motivo Central
también pertenece a la clasificación de series alternas
del tipo de relación (1 x 1). A pesar de que, en este
último emblema, el trazo que inicia la serie, del centro
a la periferia, es rojo, no así para los otros dos. ¿Pudiera
ser esta una constante, en la estructuración de emblemas
superpuestos, que reafirme igualmente el interés por la organización
de imágenes trascendentes?
G-Pictografía 36, reportada por Fritot.
A menos de dos metros al suroeste del motivo F se encuentra este
nuevo conjunto (lámina 10) clasificado como conjunto combinado
no concéntrico. Este muestra, superpuesto, un simple y pequeño
elemento rojo constituido por un círculo.
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Lámina
10. Según Fritot pict.36. Según Núñez
pict.6. Localizado en la CNI. Tomado de las ilustraciones de
Fritot de 1938. |
H-Pictografía 14, reportada por Núñez.
Este emblema no ha sido trabajado en mi anterior “reporte
analítico” (una especie de base de datos visuales sobre
el cual descansa mi investigación), pues aparece publicado
después de la restauración y repinte, lo cual origina
ciertas dudas con relación al respeto hacia sus trazos originales.
No obstante, la presencia de líneas arqueadas que no terminan
en círculos me hace creer en su autenticidad. Al decir de
Núñez, conformado por “tres series de círculos
concéntricos incompletos que se cruzan (secantes) en un punto.
La serie más pequeña es roja, las otras negras”
(sic, 1975: 82). Ver lámina 11.
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Lámina 11. Según Núñez
(1975) pict.14, CNI. Tomada la ilustración de su libro
de 1975. |
Este dibujo pertenece al grupo de pictografías
de la zona profunda y suroeste de la Cueva Número Uno; espacio
de la gruta en que Fritot no reportó ni el más mínimo
indicio de pictogramas. Esta zona, contradictoriamente, se encuentra
fuera de la porción ahumada que señalara Fritot en
su plano de 1938.
De la relación de estos dos últimos litogramas (G
y H) -pertenecientes a la zona profunda de la cueva-, resulta que
el elemento que aparece superpuesto en ambos conjuntos presenta
dos características muy definitorias: la pequeñez
de su trazado, siempre circular, y el color rojo con que ha sido
creado.
Existe una tercera área, de la Cueva Número
Uno, que presenta dos conjuntos pictóricos superpuestos extremadamente
bellos, de gran interés y, además, que se diferencian
sustancialmente de todos los otros que se han pintado en la espelunca.
Separados por una distancia aproximada de cinco metros, estos dos
conjuntos se encuentran en el extremo norte de la gruta, a ocho
metros a partir de la entrada de la cueva, muy cercanos a la pared
derecha, como se puede apreciar en la lámina 5. Son ellos
los siguientes:
I-Pictografía 94, reportada por Fritot.
Este complejo emblema cruciforme (lámina 12), clasificado
dentro de los conjuntos combinados no concéntricos,
presenta en tres de sus aspas sendas series de tres trazos concéntricos
circulares rojos. Una de ellas encuentra su figura parcialmente
superpuesta en una de las aspas correspondientes.
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Lámina 12. Según
Fritot pict.94. Según Núñez (1975) pict.3.
Localizado en la CNI. Tomado de las ilustraciones de Fritot
de 1938. |
J-Pictografía 71, reportada por Fritot.
De los diseños superpuestos, es el más cercano a la
boca de la gruta. Es una de las series de líneas concéntricas
circulares rojas y negras alternas irregulares de mayor complejidad
en la estructuración y ordenación de sus trazos coloreados.
Ilustrada en la lámina 13, y con un diámetro total
de 56 centímetros, muestra, de manera superpuesta, una pequeña
serie de dos líneas concéntricas circulares rojas
de ocho centímetros de diámetro.
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Lámina
13. Según Fritot pict.71, CNI. Tomado de la ilustración
que hiciera para su Informe de 1938. |
Entre ambos conjuntos (I y J), al igual que los
dos anteriores (G y H), se puede apreciar la existencia de un elemento
superpuesto similar: un pequeño conjunto de líneas
concéntricas circulares rojas a manera de emblema reincidente.
Si bien este aparece conformado con uno, dos o tres trazos.
En definitiva, el estudio morfológico de
estos conjuntos superpuestos y, fundamentalmente, las relaciones
de situatividad que, al parecer, establecen en la cueva estas pinturas,
hacen ver, hipotéticamente hablando, que los hacedores de
este arte sí pudieron tener interés en organizar imágenes
trascendentes que operaran durante y después del acto de
ser pintadas.
Ciudad de La Habana, julio de 1991.
FUENTES.
DACAL Moure, Ramón y Manuel Rivero de la
Calle (1986): Arqueología aborigen de Cuba. Gente
Nueva, Ciudad de La Habana, Cuba.
HERRERA Fritot, René (1938): “Informe sobre una exploración
arqueológica a Punta del Este, Isla de Pinos, realizada por
el Museo Antropológico Montané de la Universidad de
La Habana. Localización y estudio de una cueva con pictografías
y restos de un ajuar aborigen”. Universidad de La Habana,
año 3, nos.20-21, La Habana, Cuba, : 25-59.
- - - - - -(1938b): “Comunicación sobre la Cueva de
Punta del Este. Isla de Pinos, sus pictografías y los hallazgos
de un ajuar ciboney”. Boletín Bibliográfico
de Antropología Americana, vol. 2, no. 4, oct.-dic.,
México, : 105-108.
KUPKA, Karel (1980): “La pintura mágica de los aborígenes
australianos”. Correo de la UNESCO, enero, : 9-14.
LEROI-Gourhan (1968): Prehistoria occidental. Ed. Gustavo
Gill, Barcelona, España.
Mosquera, Gerardo (1983): “Expedición al pasado más
remoto”. Exploración en la plástica cubana,
C. de La Habana, Cuba,: 13-82.
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