el “motivo central” de un sistema ideográfico.
Por José Ramón Alonso Lorea.
Todos los apuntes e investigaciones que se han
realizado sobre el arte rupestre de la Cueva Número Uno de
Punta del Este, Isla de Pinos, Cuba, han coincidido y avalado la
presencia de un muy significativo pictograma registrado como “el
Motivo Central”: una de las pinturas más controvertidas
y polémicas del arte rupestre de esta vasta región
insular. Los diversos autores que han tratado el tema han argumentado
tres razones por las que fundamentan esta denominación de
Motivo Central:
1º- por la posición central que ocupa
el pictograma dentro de la gruta,
2º- por su considerable tamaño y,
3º- por la complejidad morfológica que presenta, pues
cada uno de los motivos pictóricos que tiene superpuesto
aporta a su formación la proporción, el ritmo, la
simetría, la configuración y el trabajo del color,
es decir, elementos todos regidos por las leyes “estéticas”
que estructuran dichas representaciones. Además, algunos
de estos motivos superpuestos, por sí solos, tal como sería
el llamado motivo “flechiforme”, enfatizan la relevancia
del todo.
Sin embargo, si se observan los planos de la Cueva
Número Uno (el de Herrera Fritot de 1938 y el de Núñez
Jiménez de 1970), donde se halla localizado este complejo
conjunto pictográfico, se encontrará que no hay algo
más lejos de la verdad que continuar afirmando que dicho
pictograma está situado al centro de la Cueva. Su posición
exacta es hacia el extremo noreste, es decir, más bien al
fondo de la espelunca. A unos trece o catorce metros de la entrada
de la gruta y a unos tres y medio o cuatro metros de la pared del
fondo u oriental del recinto.
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Lám.1. Superposición
de los planos de la CNI -Fritot (1938) y Núñez
(1970)- con la localización de la pict.1 ó Motivo
Central. |
Con respecto a su tamaño, es apreciable
que otro conjunto, pintado escasamente a un metro de distancia,
presenta dimensiones similares. Y no basta la vaga descripción
de los diversos dibujos que, de forma superpuesta, conforman este
conjunto.
Ahora, un exhaustivo estudio de esta pintura nos
muestra otras razones que le otorgan inusual magnitud dentro del
contexto pictográfico y fundamenta ciertamente su condición
de Motivo Central. Y es... su relación con el resto de los
ideogramas parietales. Si bien algunos autores se han referido a
este hecho, ha sido de forma insustancial, pues le han dedicado
más atención al análisis interpretativo -lectura
especulativa siempre- de dicho Motivo.
Pues bien, las características estructurales
de configuración y diferencias de todos los elementos que
componen a este conjunto, se corresponden con las propiedades que
dan cuerpo a las variantes o modalidades sígnicas que aparecen
distribuidas en las cinco cuevas, y que en mi estudio he distribuido
en Tres Bloques de acuerdo a sus tipologías o morfologías.
Es decir, son figuras que, de manera superpuesta, estructuran dicho
conjunto y, a la vez, se encontrarán diseminadas por las
paredes y techos de todas las grutas que conforman este complejo
pictórico. En esto sí radica la capital importancia
del Motivo Central y lo justo de su nombradía. Esta situación
presupone dos posiciones fundamentales de relación entre
el conjunto pictórico y su(s) posible(s) hacedor(es):
1º- Formas de creación o modalidades
sígnicas que los hacedores fueron superponiendo consecutivamente
durante todo el período en que pudo durar la función
de soporte gráfico de estas cuevas (realización del
conjunto en un sentido diacrónico y colectivo).
2º- Hacedor(es) que dominase(n) varias formas de creación
o modalidades sígnicas y creara(n) la totalidad de las figuras
a un tiempo (realización del conjunto en un sentido sincrónico).
En realidad cualquiera de las dos pudo suceder,
y sería difícil tener respuesta por ahora. No obstante,
la no reiterada presencia de superposiciones en estos murales me
hace “ceder la balanza” a favor de la segunda posibilidad.
Según las descripciones realizadas por Herrera
Fritot (1938 y 1939), Fernando Ortiz (informe manuscrito sin fechar
y 1943) y Núñez Jiménez (1947 y 1975), siempre
se ha visualizado este conjunto como un gran y único motivo.
Desde un enfoque actual del diseño puede entenderse como
la relación de unidad absoluta y variedad absoluta. Puede
valorarse también como “obra maestra” de la iconografía
simbólica del Caribe Antiguo y de la América toda.
Sin embargo, la dificultad de contar cuáles y cómo
son los elementos integradores del emblema de marras, debido a lo
borroso de sus trazos, ha traído a colación ciertas
desavenencias descriptivas entre los autores. Asunto que trato brevemente
a continuación.
La primera referencia -inédita- que conozco
del Motivo Central se debe a Fernando Ortiz. La descripción
y dibujo de este complejo diseño aparece en su informe manuscrito
Isla de Pinos. Los descubrimientos arqueológicos,
donde expone sus ideas en torno a las cuevas de Punta del Este a
raíz de las exploraciones que realizara en la región
en los años 1922 y 1929. En aquella ocasión anotaba
Ortiz que: “Esta es la pintura más compleja de las
que decoran la gruta misteriosa. Compónese de un sistema
de conferencias concéntricas que son base a toda la
figura, de un metro y medio aproximadamente, de diámetro
máximo. Habrá unas circunferencias en ese trazado
básico, todas en negro. Los demás elementos son superpuestos,
constituidos por cuatro tipos de circunferencias concéntricas,
de pocas líneas cada una simétricamente colocadas,
en tinta roja; y de tres elementos únicos en la Cueva del
Templo, que en cierto modo rompen con el estilo general. Estos son
también en rojo” (sic). La descripción de estos
últimos tres elementos rojos corresponde al conocido emblema
flechiforme que veremos más adelante.
El croquis de este dibujo, elaborado por Ortiz
con mucha imperfección, aparece en la lámina 3 (figura
J) de su informe manuscrito, y es el esquema que reelaboro a partir
de su descripción y croquis en la lámina 2 de este
texto. Podrá observarse las diferencias que se citan entre
el boceto en cuestión y la descripción que, sobre
el mismo conjunto, prepara Ortiz. De la misma forma, la desigualdad
entre lo reseñado por Ortiz y lo representando por Herrera
Fritot posteriormente.
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Lám.2. Dibujo del Motivo Central.
A-Fragmento de ficha inédita e ilustrada de Fernando
Ortiz. B-Inferido de la descripción y croquis que realizara
Ortiz en su informe inédito. |
En 1938 Herrera Fritot describe, en su conocido
Informe, el Motivo Central. En esta relación asegura
que el sistema de circunferencias concéntricas que sirve
de base a todo el pictograma está elaborado a partir de la
alternatividad de trazos rojos y negros, con una dimensión
en su eje mayor de 1.90 metros. Sobre este diseño base describe
la superposición de diez series concéntricas,
negras unas, rojas otras; además del emblema
flechiforme rojo. En la lámina 3 se puede ver el esquema
que, de este gran conjunto, elabora Fritot en 1938.
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Lám.3. Croquis
del Motivo Central elaborado por Fritot para su informe de 1938.
Este conjunto pictórico superpuesto de trazos rojos y
negros es el mayor y más imponente emblema ideográfico
de Punta del Este. Parece contener en su espacio elíptico
casi todas las soluciones ideográficas que se puedan
encontrar en los murales de las cinco cuevas de la región
arqueológica. |
Cinco años después, Fernando Ortiz,
en su libro Las cuatro culturas indias de Cuba, obviando
totalmente la descripción inédita que inicialmente
realizara, elabora su “lectura” astrolátrica
del emblema a partir de la descripción que hiciera Fritot.
Incluso, precisando esta última en algunos detalles: tal
es el caso del emblema flechiforme. De la misma manera Núñez
Jiménez, en su informe de 1947, asume la descripción
de Fritot.
Sin embargo, en su texto de 1975, Cuba: dibujos
rupestres, Núñez Jiménez ofrece una descripción
que difiere notablemente de la de Herrera Fritot: sobre la misma
base del motivo, ahora de 1.54 metros en su eje mayor, se superponen
además del emblema flechiforme, once series de líneas
concéntricas circulares. Series que incluso ya no presentan
la misma cantidad de círculos concéntricos o, simplemente,
dos nuevas series de considerables dimensiones no reportadas por
Fritot, u otras, antes descritas por Fritot, que ahora no aparecen
en la nueva descripción. Y es esta, la relación de
Núñez Jiménez, la correspondiente al actual
Motivo Central repintado (ver lámina 4).
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Lám.4. El Motivo Central
repintado luego de los trabajos de restauración en
la CNI. Fotografía realizada por el arqueólogo
español Adolfo López Belando, en visita que realizara
al sitio arqueológico con el autor en 1994 |
El hecho de procesar solamente -para el estudio
del arte rupestre de esta zona- la información bibliográfica
anterior al proceso de restauración/repinte (efectuado en
la Cueva Número Uno), me hace obviar la actual descripción
de Núñez Jiménez. Además, no tomo en
cuenta para este estudio la reseña inédita de Fernando
Ortiz, por cuanto este autor toma partido -en 1943- por la descripción
de Herrera Fritot, válida igualmente para este estudio.
De su configuración, de una belleza y reserva
tal que ha despertado las más insólitas interpretaciones,
sobresale una gran elipse formada por una consecución de
líneas concéntricas circulares en número de
56, que hacia el centro logran una regularidad y equidistancia sorprendentes
y que a medida que ganan la periferia se van transformando en líneas
elípticas, quizá por la imposibilidad física
-y técnica- de mantener un círculo perfecto de tan
vasta dimensión. Sin embargo, la elipse obtenida gana estima
por sus logradas aproximaciones proporcionales.
A partir de un pequeño círculo, a
modo de “modelo inicial”, fueron conformándose
uno tras otro hasta un número tal de líneas circulares
concéntricas que respondieran a la función que debía
cumplir la figura; y se mantiene una distancia entre ellos muy regular
que acusa buen dominio en el trazo. Lo cual no sucedería
a la inversa, pues se hubiera partido entonces de una línea
circular mayor, enfatizando su forma circular, por ser la primera
y ser deseada y subordinando a ésta trazos de líneas
circulares que tenderían al centro. En la medida en que estos
círculos se acercasen a este centro, resultaría entonces
un perfecto disco y nunca una forma elíptica como se nos
presenta.
Estas líneas circulares continuas alcanzan
mayor riqueza cuando su hacedor las alterna con dos colores, rojo
y negro. Y deja entre ellos el blanco calizo de la piedra que sirve
de fondo y sostén a las líneas-figuras. Lo que me
hace pensar que, en su concepción, el hacedor tuvo la suficiente
habilidad plástica de aprovechar el color blanco natural
del fondo, aumentando a tres las posibles combinaciones de los tonos.
El resultado es la alternancia en la elipse de
trazos circulares concéntricos del tipo de relación
(1 x 1), o sea, 28 rojos y 28 negros, mediando entre ellos igual
número de líneas blancas. Logra, además, equilibrio
en la figura a partir de un punto único, origen del crecimiento
del mismo y crea la sensación, debido al orden geométrico
-rítmica de sus trazos-, de infinitud del espacio cerrado
y contenido en el círculo. Al mismo tiempo se crea una dinámica
expansiva tendiente a romper su cerco ovalado y a difuminar un sinnúmero
de líneas, dominando todo el espacio rocoso.
Indudablemente la composición de esta figura
inquieta y despierta en el observador cinetismo óptico a
consecuencia del equilibrio radial, creando tensiones y atracciones
opuestas y de circulación alrededor de un punto focal. Esta
situación se agudiza al tener la figura en su interior diversas
formas más o menos circulares, con variaciones de configuración,
color, tamaño y posición, tangenciales y superpuestas.
Se crea la ilusión de giros violentos. Y, abruptamente, se
interrumpe todo este equilibrio por la intrusión de una figura
compuesta por trazos angulares que forman una especie de flecha,
muy apuntada, que naciendo cerca del centro de la elipse parece
proyectarse fuera de la misma, desbordando todo su contenido hacia
el extremo Este.
Obsérvese cómo están situados
los motivos de círculos y flechas rojos y los motivos de
círculos negros, de modo tal que, si se traza una línea
por encima de los motivos negros y otra por encima de los motivos
rojos se obtienen dos áreas triangulares que se cortan muy
cercano al centro de la elipse. Ello demuestra que, al(os) hacedor(es),
independientemente de la utilidad o destino informativo de estos
dibujos mediante un sistema sígnico dado, la búsqueda
de la forma “buena” no le era ajena, formaba parte de
su propia intención.
Diversas son las modalidades sígnicas que
se superponen en este gran motivo. Estas se estructuran como a continuación
cito. Del Bloque Uno, que integran los conjuntos de líneas
concéntricas circulares -los conjuntos más numerosos
en el arte rupestre de esta región-, aparecen las siguientes
variantes:
Conjunto de líneas concéntricas circulares
rojas y negras alternas regulares.
Serie de 56 líneas rojas y negras alternas
que, en su centro son circulares y pasan insensiblemente a la forma
elíptica según se alejan del mismo. Cuyo eje horizontal
mide 1.90 metros y el vertical 1.50 (Fritot, 1938a: 48). Este mayor
pictograma reproduce las catalogadas series alternas regulares del
tipo de relación (1 x 1), es decir, igual cantidad
de trazos rojos y negros, y se estructura a partir de un nivel de
información determinado por el signo: círculo rojo
y círculo negro del centro a la periferia. Ver lámina
5.
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Lám.5 |
Pictogramas similares a este se encuentran en la
Cueva Número Uno. Y enfatizo en ello, solamente en la Cueva
Número Uno; no aparecen en las otras cuatro cuevas que componen
este sitio arqueológico. Hecho que marca una interesante
pauta con respecto a la situatividad de este tipo de pinturas.
Esta serie alterna, que resulta la serie de mayor
cantidad de líneas concéntricas circulares de las
encontradas en Punta del Este, contiene, de manera superpuesta,
las demás partes que conforman este Motivo Central. Esto
la hace portadora, presumiblemente, del concepto fundamental o generalizador
que encierra el conjunto o el todo. Mientras que las demás
figuras, posiblemente realizadas a continuación y sobre el
elemento analizado, estructuran diversos niveles informativos caracterizados
por la singularidad de su sentido, es decir, portadores de subniveles
cognoscitivos o parciales dentro del conjunto mayor. Este análisis
es deducido por las diferencias de configuración, tamaño
y posición que se establecen entre los diferentes elementos.
Conjunto de líneas concéntricas circulares
negras.
Aparecerán tres soluciones de los diseños
que se constituyen a partir del signo círculo negro
y que se reproducen de forma concéntrica a manera de series
(ver lámina 6). Una de estas series resulta de trece trazos
muy finos de una circularidad impecable, de 26 centímetros
de diámetro. Según Herrera Fritot “es el dibujo
más perfecto de la cueva, siendo notable la regularidad de
aquellas (líneas circulares, JRA), igualmente espaciadas”
(1938a: 48).
Otros dos dibujos pueden verse también:
de ocho círculos negros gruesos de 24 centímetros
uno, de dos círculos de ocho centímetros el otro.
Con respecto a esta última serie vale una aclaración:
Herrera Fritot (1938) describe una serie de dos círculos
concéntricos negros, sin embargo, en el croquis del Motivo
Central que él confecciona, ilustra esta serie con un trazo
circular negro de más.
Similares a estas tres series de trazos negros
pertenecientes al Motivo Central, van a registrarse alrededor de
53 pictogramas en los soportes calcáreos de las cuevas Uno,
Dos y Tres de Punta del Este.
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Lám.6 |
Conjunto de líneas concéntricas circulares
rojas.
Existen -según los reportes de Herrera Fritot
(1938) y Núñez Jiménez (1947 y 1975)-, una
treintena de series de líneas concéntricas circulares
rojas pintadas en la Cueva Número Uno. Estas, que se estructuran
a partir del signo círculo rojo, se verán representadas
también en el interior del Motivo Central, como a continuación
cito según el registro de Herrera Fritot:
-uno de tres círculos rojos de diez centímetros;
-uno de cuatro círculos rojos de 16 centímetros, que
incluye a otro de dos anillos rojos concéntricos más
pequeños; y
-uno de cuatro círculos rojos de 18 centímetros.
Si bien va a resultar dominante la presencia de
estos diseños rojos dentro del gran conjunto (ver lámina
7), han de ser los ideogramas de trazos negros los que presentan
mayor cantidad de líneas concéntricas circulares.
Vale afirmar que esta diferencia o relación cuántica
-referida al número de trazos circulares por serie de uno
u otro color- es notable tanto dentro del emblema de marras como
en todo el contexto de la espelunca.
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Lám.7 |
Conjunto de líneas concéntricas circulares
rojas con un punto rojo centrado.
Es poco recurrente en Punta del Este la presencia
de ideogramas de líneas concéntricas circulares rojas
con un punto rojo centrado. Herrera Fritot ha reportado dos emblemas
de este tipo y sugiere, al encontrarse ambos muy próximos,
una posible relación de conjunto (ver lámina 8-A).
Un tercer elemento, análogo a los dos anteriores, se va a
encontrar reproducido dentro del Motivo Central: va a resultar un
diseño elaborado a partir de un punto rojo centrado que es
contenido por un círculo rojo de cuatro centímetros
de diámetro (Fritot, 1938: 56). Ver lámina 8-B.
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Lám.8. (A-Según
Fritot pict.93, CNI. Dibujo inferido de la descripción.
B-Pictograma suerpuesto en el Motivo Central). |
Conjunto de líneas concéntricas circulares
con círculo interior excéntrico o espiral cerrada.
El Motivo Central contiene un nuevo elemento que
resulta extremadamente importante por su similitud con otros signos
que aparecen en la Cueva Número Uno. Según Fritot,
resulta un dibujo “casi central, formado por dos elipses concéntricas,
incluyendo un pequeño círculo en uno de sus focos,
todos en negro, de 24 x 20 cm. en sus ejes” (1938: 55), a
manera de espiral cerrada, como también anotara Fernando
Ortiz.
Estos pictogramas son similares en cuanto al color,
la forma, e incluso las dimensiones de algunos se aproximan. No
así sucede con la ubicación del círculo interior
excéntrico, que en algunos signos se puede encontrar tangente
con el extremo Sur, Este u Oeste de la línea ovoide interna
que lo contiene. Para el elemento comprendido en el Motivo Central,
el círculo interior excéntrico se encuentra tangente
con la porción Este de la línea elíptica interna
que lo encierra, tal y como puede apreciarse en la lámina
9-B. Esta posición direccional del círculo excéntrico
medio o espiral cerrada, pudiera introducir en el mismo ideograma
elementales diferencias significativas.
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Lám.9. Ideogramas
de círculo interior excéntrico de la CNI. A-Según
Núñez (1975) pict.45, dibujo inferido de la descripción.
B-Dibujo superpuesto en el Motivo Central. |
Conjunto de líneas circulares concéntricas
a manera de efigie.
Cuando en 1938 Herrera Fritot reportaba este Motivo
Central, hacía referencia al orden simétrico -con
respecto a los ejes de la magna figura- en que se encuentran las
dos series negras primeramente referidas. Según Fritot, “por
su diámetro aproximado (26 y 24 cms, respectivamente) y situación
simétrica en el eje horizontal, pudieran interpretarse como
los ojos de una gran cara, que sería la elipse total”
(1938a: 48). Son estos los dos elementos que, dentro de la elipse
mayor, alcanzan superior cantidad de trazos concéntricos
circulares. La ubicación de ambos le otorga a todo el conjunto
un equilibrio axial entre la porción sureste y la noroeste
por igualdad de posición (ver nuevamente lámina 3).
Pues bien, la exacta ubicación de estos
elementos de trazos negros y su relación con la línea
negra elipsoidal periférica que contiene a todo el conjunto
me recuerda, en mucho, a aquellos denominados conjuntos de líneas
concéntricas circulares a modo de efigie. ¿Será
aquel mismo ideograma ahora plasmado en su forma más compleja?
Ver lámina 10.
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Lám.10. Conjunto
ideográfico de círculos concéntricos,
a manera de efigie, articulado en el Motivo Central. |
La anterior situación me obliga a realizar
un cambio en el análisis del Motivo Central. Cuando inicialmente
describía este conjunto pictográfico, planteaba que
los trazos concéntricos, a medida que ganaban la periferia,
se iban transformando en líneas elípticas. Y esto
lo atribuía a la aparente imposibilidad física -y
técnica- de mantener un círculo perfecto de tan vasta
dimensión. Es decir, que la elipse, para este caso, no era
una solución premeditada.
Sin embargo, cuando me propuse reproducir series
de líneas concéntricas circulares, sin la ayuda de
ningún instrumento de precisión, a la manera que originalmente
-presumo- se hayan realizado, descubrí que a medida que me
alejaba del círculo medio se hacía más fácil
el trazo circular, siempre y cuando respetara la equidistancia al
trazo anterior. Esta situación me hizo pensar que, posiblemente,
la transformación paulatina de trazos circulares a trazos
elípticos haya sido objeto de un criterio selectivo: quizá,
la consciente búsqueda del signo elíptico, a modo
de efigie, fuese la causa del cambio.
Por otro lado, esta situación me hace revalorizar
el tipo de serie alterna regular que estructura este Motivo Central.
Inicialmente la clasifiqué como del tipo de relación
(1 x 1), por presentar igual cantidad de trazos rojos y negros.
Sin embargo, si el trazo periférico negro corresponde al
signo a manera de efigie, entonces la serie de colores alternos
rojos y negros regulares se correspondería con el tipo
de relación (2 x 1). Es decir, tendría un trazo
rojo de más con respecto al total de trazos negros; por lo
que la serie se iniciaría con un círculo rojo y concluiría
con otro de igual color, enfatizando así la importancia simbólica
de este color. Para un total entonces de cincuenta y cinco trazos
concéntricos circulares coloreados: 28 rojos y 27 negros.
También se podría pensar en una tercera
posibilidad: que dicho trazo negro periférico tuviera un
doble significado, o doble lectura superpuesta (análisis
similar al que he realizado al comparar otros diseños de
colores alternos irregulares en estas mismas cuevas). Es decir,
que contenga en sí mismo la información terminal de
la serie alterna regular del tipo de relación (1 x 1)
-base del diseño-, y la información del signo a manera
de efigie, secante a la serie antes descrita.
Conjunto simétrico bilateral de líneas
circulares, rectas y acodadas o angulares en composición.
Un último elemento, extremadamente interesante,
se conforma dentro de este gran pictograma. Del interior de la elipse
se destaca una figura que, por sus características (articulación
de triángulos y círculos), bien pudiera compartir
rasgos simbólicos diferentes. Por un lado, podemos definirlo
como perteneciente a los conjuntos de líneas acodadas o angulares
en composición simétrica axial, pertenecientes al
Bloque Tres. Son esos elementos triangulares que, si bien no recurrentes,
se encontrarán en los soportes calizos de Punta del Este.
Aunque, por otro lado, la presencia de una serie o dos de líneas
concéntricas circulares rojas en su configuración,
así como de simples trazos curvos o rectilíneos rojos,
lo relaciona, también, con cualquiera de los dos últimos
tipos de conjuntos combinados no concéntricos que engrosan
al Bloque Dos. Me estoy refiriendo al tan citado, en los estudios
de estos murales, emblema “flechiforme” rojo del Motivo
Central.
El emblema “flechiforme” y una polémica
en torno a su estructura.
Este ideograma se puede considerar como un punto
enfático dentro de todas las descripciones, y también
las interpretaciones, realizadas por los especialistas que han visitado
la cueva. Su connotación sígnico-direccional, así
como su configuración y posición dentro del Motivo
Central, le ha importado cierta celebridad. La descripción
del mismo ha sufrido muchas divergencias entre los estudiosos del
tema, situación que me obliga ahora a detenerme en su análisis.
Según anota Fernando Ortiz en su informe
inédito, este diseño está elaborado a partir
“de tres elementos únicos en la Cueva del Templo, que
en cierto modo rompen con el estilo general. Estos son también
en rojo: (a) un triángulo doble formado por dos triángulos
isósceles de lados paralelos; (b) un triángulo muy
abierto de lados casi curvilíneos que va de una a otra de
dos de los pequeños dibujos concéntricos rojos ya
señalados, y c) de un inmediato dibujo análogo al
triangular que hemos referido, pero con una especie de mango o asta,
que lo hace asemejarse a una punta de flecha o lanza. De los dos
triángulos de este motivo (c), el interior está cerrado
y el exterior abierto por su base que se une a las dos líneas
paralelas que forman el asta susodicha, por entre los cuales pasa
una línea sola central que a su vez se une a la base del
triángulo interno” (ver lámina 11-A).
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Lám.11. Ideograma “flechiforme” superpuesto
en el Motivo Central. El estado borroso en que se encontraba
el dibujo propició tantas lecturas como estudiosos
se acercaron al mismo. La imposición del criterio restaurador,
que repintó el dibujo, mató esta posibilidad. |
En 1943, cuando Ortiz publica su texto Las cuatro
culturas indias de Cuba, no hace mención alguna a esta
su descripción inédita, y opta por la descripción
de Herrera Fritot, al parecer más convincente si nos llevamos
por la foto de 1929 que el propio Ortiz publica en su libro (ver
lámina 12).
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Lám.12 (Por lo que parece, de las publicadas, es la
fotografía más antigua -1929- realizada a una
pintura rupestre del archipiélago cubano) |
En 1938, Herrera Fritot anotaba que, “con
una oblicuidad de 45º con respecto a los ejes de la gran elipse,
han trazado con líneas rectas rojas una gran flecha que incide
la base de un triángulo; ambos, la flecha y el triángulo
están dibujados a doble línea, completándose
la figura por dos líneas paralelas, que unen el extremo
de la flecha con una de las series de círculos rojos. Simétricamente
con relación a la flecha queda otra serie de círculos
rojos, similar a la anterior, pero sin aparecer líneas paralelas
que la unan” (1938a: 48-49; los subrayados en esta cita y
en las posteriores son míos). Tal y como se muestra en la
lámina 11-B.
En 1943 Fernando Ortiz plantea, sobre el detalle
final de esta descripción de Fritot, que éste, “con
su plausible discreción científica, fue reservado
en su juicio, pero nosotros en nuestros apuntes tomados en 1922
registramos la existencia real, aunque imperfecta, de tales líneas
que él supuso como imaginarias. En la fotografía que
tomamos años después, en 1929, y que aquí reproducimos,
aparecen algunos restos de dichas líneas en el ángulo
de su incidencia y luego más a la izquierda se advierten
unas líneas confusas que debieron ser las del círculo
correspondiente, los cuales por estar en una oquedad del techo no
quedaron tan claramente pintadas” (Ortiz, 1943: 125). Ver
nuevamente la lámina 12.
En la foto tomada por Ortiz se pudiera evidenciar
lo planteado. Aunque, para estos casos, las fotos muchas veces no
resultan del todo confiables, pues sobre una superficie con ciertas
irregularidades, aunque leves, las sombras y luces hacen mella en
la reproducción plana de los dibujos parietales.
Más adelante continúa Ortiz: “la
llamada flecha, o sea el triángulo equilátero de dobles
líneas, choca con otro triángulo, también equilátero
y de dobles líneas y del punto de incidencia surgen al impacto
unas líneas paralelas, o mejor dicho unas líneas
dobles, que van a un anillo también trazado con doble
círculo. Todo ello es rojo” (1943: 128). Nótese
que, a pesar de la aclaración que sobre la descripción
de Fritot hiciera Ortiz, tres páginas después, cuando
vuelve a retomar esta figura, Ortiz repite lo mismo que Fritot,
es decir, las líneas que para Fritot no existen, y que para
Ortiz aparecen “algunos restos”, son tan deficientes
ópticamente que no engrosan el bloque visual que pesa en
ambas descripciones.
Sobre la descripción de Herrera Fritot también
aparece, por parte de Núñez Jiménez (1947),
una variable nueva con respecto al número de líneas
con que ha sido confeccionada “la flecha”. Según
este autor resulta “una figura geométrica constituida
por dos triángulos perfectos y de dobles líneas, unido
el más inferior a tres líneas rectas que parten
del centro del dibujo” (Núñez, 1947: 218).
Claro que en esta hubo, por parte de Fritot, una
falla en la descripción: él anota la existencia de
“una gran flecha que incide la base de un triángulo;
ambos, la flecha y el triángulo están dibujados a
doble línea”, sin embargo, en el dibujo que el mismo
Fritot confecciona, relaciona las tres rectas como base de la representación,
como bien se puede observar en la lámina 11-B. Aunque es
de apreciar, contrariamente a lo que anota Núñez,
que las tres rectas no se unen por igual a la base del triángulo
inferior, pues la recta central pertenece a un triángulo
interior.
Hago, por igual, un llamado de atención
sobre las líneas dobles o paralelas que parten del punto
de incidencia de ambos triángulos dobles, como afirmaran
Fritot y Ortiz. Si en las descripciones de Núñez de
1947 se asegura que, en el “punto de incidencia de los dos
triángulos parten dos líneas paralelas que
se unen a dos circulitos concéntricos” (1947: 218),
ya en 1975, en su libro Cuba: dibujos rupestres, nos encontramos
con una nueva variable extremadamente diferente de su inicial descripción.
Expresa ahora Núñez que la “flecha roja ya inserta
en el motivo central tiene 65 cm de largo y está formada
por tres líneas rectas y paralelas que naciendo casi
al centro de la pictografía al final incide en un triángulo
formado también por líneas dobles. En el punto de
unión de ambos triángulos parten hacia la izquierda
y la derecha sendas líneas que terminan del lado norte,
en tres círculos concéntricos y el del sur, en dos
círculos concéntricos” (Núñez,
1975: 78). Ver lámina 11-C.
Es evidente que Núñez Jiménez
ya no repara en las líneas dobles y paralelas que según
Fritot y Ortiz parten del punto de incidencia de ambos triángulos
dobles. El esquema de las sendas líneas que parten
una hacia la izquierda y otra hacia la derecha ha sido el esquema
seguido por los especialistas encargados de repintar el conjunto
ideográfico y, por tanto, el resultado parece ser una clara
alteración del signo inicial.
Además, cuando Ortiz anotaba que “aparecen
algunos restos de dichas líneas en el ángulo
de su incidencia”, aseguraba también que “se
advierten unas líneas confusas que debieron ser las del círculo
correspondiente, los cuales por estar en una oquedad del techo no
quedaron tan claramente pintados” (fichas manuscritas). Es
decir, se indica lo tan borroso y ambiguo en que se encontraban
los trazos aborígenes de esta porción del dibujo,
y por tanto, los actuales y falaces trazos restauradores que no
se detuvieron hasta lograr el cierre de aparentes líneas,
al dejarse llevar por esa necesidad humana de concebir figuras reconocidas
y equilibradas dentro del límite de su contemporaneidad.
Sin percatarse que estaban en realidad destruyendo la “escritura”
inicial, el cuerpo denotativo original y por tanto, las posibles
connotantes sígnicas que dichos ideogramas guardaban en la
esencia de sus configuraciones. Creo más positiva la posición
de “discreción científica” de Herrera
Fritot, que la perentoria o resolutiva que diseñó
el proyecto restaurador.
El emblema “flechiforme”, el sentido simétrico-direccional
y una simbología binaria.
A pesar de estar compuesto por líneas rectas,
este emblema “flechiforme” repite la mayoría
de las características de la modalidad ideográfica
normativa (líneas concéntricas circulares) predominante
en las grutas de Punta del Este. Téngase en cuenta la equidistancia
de los trazos, el color, la proporción, las soluciones abstracto-geométricas
y, en particular, el hecho de presentar el mismo patrón de
estructuración de las figuras de líneas concéntricas
circulares: se origina, posiblemente, a partir de una forma inicial,
en este caso un trazo recto coronado con un triángulo y este
incidiendo la base de otro triángulo, y sobre toda esa estructura
otro trazo que, bordeándola totalmente y manteniendo la equidistancia
a las líneas primeramente diseñadas, conforma como
una especie de segunda piel, duplicando, cubriendo o enfatizando
el signo. Además de éste, y partiendo del mismo criterio
de la doble estructuración de los signos, otros patrones
de articulación pueden sugerirse, como bien se puede apreciar
en la lámina 13 A y B.
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Lám.13. Posibles
patrones de articulación y doble estructuración
de los signos que componen el motivo “flechiforme”. |
Al trazar un eje a lo largo del ideograma se comprueba
la relación simétrico-axial de los elementos componentes.
Proporción que no por ser la forma del equilibrio más
sencilla le resta magnificencia al ideograma, todo cargado de motivaciones
conceptuales por la significativa posición que ocupa dentro
del Motivo Central, así como por el tono rojizo con que ha
sido creado. La elección de este color para dicho pictograma
muestra la absoluta convicción selectiva del hacedor aborigen,
pues siendo una pieza única la variante roja se enfatiza
en el contexto sombreado de la piedra-caverna.
La posible existencia de dos pares de líneas
paralelas que parten del punto de contacto de los dos triángulos
dobles, hacia la izquierda y hacia la derecha, y que se integran
a dos series de líneas concéntricas circulares que
se encuentran a ambos lados (norte y sur) del triángulo medio,
enfatiza el elemento simétrico del dibujo -al que antes me
refería-, así como cierta dinámica direccional.
Dos principios esenciales se ponen de manifiesto entonces: el sentido
simétrico y el direccional.
En primer lugar, esta orientación o sentido
direccional finalmente referido, está dado, además,
por el repetido uso de ángulos agudos sucesivos y longitudinales.
A partir de esta dinámica direccional se derivan las siguientes
interrogantes: ¿para aquellos antiguos que operaban con este
emblema, dicha configuración flechiforme constituyó
un signo orientador -antropomorfo o no-, que todavía señala
hacia algún lugar fuera del contexto de la cueva, como algunos
autores modernos han supuesto? ¿Pudiera este signo direccional
estar indicando algún elemento de la topografía interna
de la gruta o a un conjunto pictórico determinado? ¿O
acaso es este emblema un diseño que adquiere en sí
mismo determinados niveles significativos y de lecturas, es decir,
resulta, más que el emblema flecha, la tradicional articulación
de diversos ideogramas simbólicamente imbricados? La presencia
de los signos circulares rojos, de los signos angulares -conformadores
de ideogramas triangulares rojos-, y de los trazos rectilíneos
rojos que enlazan desiguales elementos, así lo hace suponer.
A ello se debe agregar la solución de duplicidad correspondiente
a todos los signos integradores del emblema que nos asiste. Solución
bastante generalizada en la construcción de los ideogramas
de Punta del Este.
En segundo lugar, esta duplicidad constituye un
elemento esencial para la estructuración simétrica
del litograma analizado. La misma genera la relación binaria
que se establece entre soluciones pares e impares. Por cierto, duplicidad
propia de toda actividad cultural en la fase de la comunidad primitiva,
elemento de juicio que incorporamos a través de la representación
de los cultos tradicionales y de las artes de los pueblos tradicionales
(Mirimanov, 1980)
Es de destacar en el diseño la disparidad
o divergencia de forma entre el triángulo medio de la figura
y el triángulo en apariencia superior -recuérdese
que el conjunto está representado en el techo de la gruta-
o, para ser más exacto, en su porción Este. El primero
resulta un doble (par) triángulo isósceles; el segundo
es también un doble (par) triángulo pero equilátero.
Evidente relación de pares, y diferencia que hago notar,
a pesar de que la descripción de Ortiz, de 1943, asegura
la equilátera estructuración de ambos triángulos
dobles. Sin embargo, esta referencia sobre los tipos de triángulos
que describe Ortiz no se corresponde con la ilustración de
Fritot de 1938, ni con la de Núñez de 1947, e incluso,
ni con la fotografía tomada por el propio Ortiz en 1929.
La relación binaria antes dicha, entendida
como la correspondencia que se establece entre igualdades y desigualdades,
entre pares e impares, también la podemos apreciar de la
siguiente manera: la suma de los tres vértices de
cada triángulo interior es seis. Estos dos triángulos
se duplican, dando como resultado que la imparidad en el número
de vértices iniciales se cuadruplica y se obtiene la relación
par de doce vértice. Por otro lado, dos líneas diagonales
laterales conforman un vértice, pero la duplicidad de dichas
líneas elimina esta imparidad, elevando a dos los vértices
que, a través de estos trazos, se conforman en el punto de
contacto de ambos triángulos. De modo que esta duplicación
de los siete vértices originales parece apuntar a la conformación
del sistema binario.
A los círculos concéntricos laterales
que conforman la figura prefiero dejarlos fuera de este análisis,
pues mantengo la duda con respecto al número de ellos en
la parte Norte del diseño. Sin embargo, en el lado Sur siempre
fue clara la representación de dos círculos concéntricos,
donde queda manifiesta esta duplicidad. Como efecto de esta constante
binaria, es posible que la serie de círculos concéntricos
de la porción Norte fuese también doble (dos círculos
concéntricos), como indicó Fritot en las primeras
descripciones que sobre este dibujo se hiciera, y no triple como
describe Núñez y como lo presenta hoy el motivo repintado.
La supuesta base del ideograma contiene también
la expresión absoluta de esta relación: a la imparidad
de trazos paralelos rojos, se le incorpora, automáticamente,
la paridad de los dos planos limitados por las propias líneas
paralelas que la engendran.
Indudablemente que este sistema binario es la expresión
acabada y canónica del equilibrio absoluto: la simetría
total, la mitad de la unidad. Es el componente simbólico
inicial, núcleo de toda expresión primera, que se
domina y que se ha incorporado a la experiencia natural del hombre.
Definitivamente, el análisis de este motivo
flechiforme, y de todos esos elementos ideográficos superpuestos
en el Motivo Central, acusan las verdaderas razones de la existencia
de este gran motivo, más allá de su posición,
tamaño y configuración. Da la impresión que
el(os) hacedor(es) de este conjunto pretendiera(n) sintetizar, en
uno sólo, todo el mensaje que, a través de indescifrables
ideogramas, se halla en Punta del Este. (ver lámina 14)
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Lámina 14. Ilustración
animada del Motivo Central, que recrea una posible construcción
del mismo. Realizada por Marlene García Núñez
para esta web. |
Ciudad de La Habana, junio de 1991. 
FUENTES
HERRERA Fritot, René (1938): “Informe
sobre una exploración arqueológica a Punta del Este,
Isla de Pinos, realizada por el Museo Antropológico Montané
de la Universidad de La Habana. Localización y estudio de
una cueva con pictografías y restos de un ajuar aborigen”.
Universidad de La Habana, año 3, nos.20-21, La Habana,
Cuba,: 25-59.
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en Punta del Este, Isla de Pinos”. Revista de Arqueología,
año 1, no.2, La Habana, Cuba,: 50-61.
- - - - - -(1938b): “Comunicación sobre la Cueva de
Punta del Este. Isla de Pinos, sus pictografías y los hallazgos
de un ajuar ciboney”. Boletín Bibliográfico
de Antropología Americana, vol. 2, no. 4, oct.-dic.,
México,: 105-108.
- - - - - -(1939): “Discusión sobre el posible origen
de las pictografías de Punta del Este, Isla de Pinos”.
Sociedad Cubana de Historia Natural Felipe Poey. Memorias,
vol. XIII, no. 5, La Habana, Cuba,: 307-314.
MACIQUES Sánchez, Esteban (1983): “El estilo de círculos
concéntricos: contraposición de dos estilos pictográficos
en Punta del Este” (inédito). Museo Antropológico
Montané, Universidad de La Habana, Cuba.
MIRIMANOV, Vil B. (1980): Breve historia del arte. Editorial
Arte y Literatura, Ciudad de La Habana, 1980.
MORRIÑA, Oscar (1982): Fundamentos de la forma. Departamento
de Historia del Arte, Facultad de Artes y Letras, Universidad de
La Habana, Cuba.
NÚÑEZ Jiménez, Antonio (1947): “Nuevos
descubrimientos arqueológicos en Punta del Este, Isla de
Pinos”. Universidad de La Habana, año XII, nos.73-74-75,
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ORTIZ Fernández, Fernando (s/f): “Isla de Pinos. Los
descubrimientos arqueológicos”. Informe manuscrito.
Fondo Fernando Ortiz, Carpeta 10, Arqueología (II), Desde
42-46. Archivo de Literatura del Instituto de Literatura y Lingüística
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- - - - - - (1943): Las cuatro culturas indias de Cuba. La
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SCOTT, Robert Gillam (1969): Fundamentos del diseño.
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WEYL, Herman (1958): La simetría. Editorial Nueva
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