lo abstracto y lo significativo en la esfera del arte rupestre.
Por José Ramón Alonso Lorea.
“La imagen misteriosa que para el arqueólogo
puede representar un útil índice tipológico
en la reconstrucción de la sociedad primitiva, para el investigador
estético puede significar un elemento insustituible en el
conocimiento del origen, la función y la evolución
del arte” (Gerardo Mosquera y Los dibujos rupestres,
1978).
En 1983 se publica en La Habana un importante libro
sobre arte: Exploraciones en la plástica cubana de
Gerardo Mosquera. En este libro su autor dedica al arte más
antiguo de los aborígenes de Cuba, y en particular a las
pinturas rupestres de Punta del Este, 65 páginas de polémico
e interesante análisis desde la perspectiva del historiador
del arte. Hecho sin precedente en toda la bibliografía de
arte sobre tema arqueológico -en la bibliografía de
arte cubano, sólo dos textos dedican su primera parte a las
artes aborígenes: Las artes industriales en Cuba (1943)
de Anita Arroyo, y Artes plásticas en Cuba (1954)
de Loló de la Torriente-. De modo que las ideas vertidas
por Mosquera enriquecen un debate que parecía exclusivo de
los arqueólogos.
Aparte de considerables aportes desde el punto
de vista estético, anota Mosquera sobre al arte rupestre
que “parece imposible la demostración de que algunos
dibujos tengan un propósito figurativo. Se trata de combinaciones
de formas abstractas, que deben vincularse con ciertos rasgos que
ya se han observado en los grados más primarios de la evolución
estética del hombre, en que éste relaciona la utilidad
práctica que una forma más perfecta proporciona a
su instrumento de labor con un interés por la forma en sí,
signo de su imposición al medio a través del trabajo”
(1983:41).
Con la cita anterior iniciemos el debate. Considero
que es muy difícil demostrar que estos dibujos pudieran tener
un propósito figurativo, pero esto habría que enfocarlo
desde el diseño mismo y no de su presupuesto. Porque estos
dibujos bien que pudieron haber partido de elementos naturalistas
o figurativos, y que al momento de ser representados, sus hacedores,
muy conocedores de las líneas fundamentales de su estructura,
hayan logrado un resultado abstracto, geométrico o muy estilizado,
y al no poseer nosotros este código sígnico primario,
no podemos significar. De ahí que lo abstracto tampoco está
en el propósito del dibujo, sino en el resultado del diseño
y desde una perspectiva actual.
Para ejemplificar el análisis podríamos
hacer una gran parábola, salvando las distancias, y llegar
al arte moderno, exactamente a las obras de un cubismo de ortodoxa
realización, como podría ser El clarinetista
de Picasso. Cualquiera que desconozca los postulados del cubismo,
clasificaría esta pintura como obra abstracta pura, y desde
el punto de vista perceptivo tendría razón. Pero para
un conocedor del sistema sígnico cubista no funciona así:
el resultado formal puede ser perceptivamente abstracto, pero su
propósito y su concepto son figurativos, pues hay clarinete
y hay clarinetista, aunque con un enfoque bien distinto de la representación
tradicional: no es lo que se ve, sino lo que se conoce. Lo que me
hace pensar que no podemos confundir el propósito con las
formas logradas.
Por tanto, si no acepto la tendencia de atribuir
lecturas figurativas a estas pinturas rupestres, tampoco admito
enajenar la figura geométrica y significarla como objeto
propuesto cuando no hay elementos que lo fundamenten. Pues esta
bien pudiera connotar tan disímiles cosas que, en su forma
redonda, por ejemplo, represente: piedra, sol, luna o mar. O porqué
no, una forma de computarizar (Socarrás Matos, 1985 y 1987),
o una especie de calendario natural que relaciona el momento con
la llegada de las especies de animales migratorios (¿aves?)
conformadores de la dieta alimentaria de estos antiguos hombres,
como plantea el profesor Ramón Dacal (comunicación
personal, 14-V-90, Museo Antropológico Montané, Universidad
de La Habana). Tesis esta última de mucho interés,
pues tradicionalmente sólo se quiere asociar la aparición
del calendario con la existencia de las prácticas agrícolas.
Contradictoriamente el propio Mosquera asegura
más adelante en su texto: “este arte es abstracto sólo
en cuanto se trata de una intelectualización, de una voluntad
humana de ordenar, junto con un consecuente prestigio de las formas
“buenas” que el primitivo se siente capaz de crear.
Porque motivos como los círculos concéntricos se encuentran
en la naturaleza: una piedra al caer en un charco, las anillas de
un tronco” (1983:42).
Además, y volviendo a la cita inicial, el
caso de Punta del Este no permite afirmar que el aborigen haya relacionado
“la utilidad práctica que una forma más perfecta
proporciona a su instrumento de labor con un interés por
la forma en sí”. Porque los “buenos” diseños
parietales no se corresponden con las formas rústicas del
ajuar arqueológico que se ha encontrado en estas cuevas.
Por otro lado, cuando Mosquera plantea que en la
plástica de los preagroalfareros de Cuba es posible aislar
una constante estilística que es: “el interés
exclusivo en estructuras que no buscan reproducir el mundo circundante,
pero sí lograr formas “buenas”, geométricas,
cuya sola presencia basta para cualificar el objeto para usos superestructurales,
sin necesidad de que imite cosa alguna” (1983:75), al generalizar,
obvia totalmente las pictografías figurativas esquemáticas
que pueden interpretarse como escenas de caza, si bien son pocas
las figuras, de la región de Guara.
“Sin embargo, si las figuras naturalistas
de Guara, con sus representaciones de hombres cazando a especies
de animales que no podemos determinar, pero que parecen mamíferos,
son preagroalfareras, resultaría que en esta etapa existió
un arte naturalista muy temprano, simultáneo con las formas
geométricas simples que son frecuentes en los motivos pictóricos
de la etapa” (Dacal y Rivero, 1986:99).
Además, puede apreciarse en otras cuevas
consideradas como sitios preagroalfareros, la presencia de un arte
pictográfico abstracto no geométrico. Estos
dibujos, estudiados por Esteban Maciques, han sido agrupados por
dicho investigador bajo la denominación de Estilo de Líneas
Inconexas. Según Maciques, “la abrumadora cantidad
de pictogramas del estilo de líneas inconexas puede calcularse
en el orden de los miles y son realizados a base de líneas
rectas, puntos y trazos (todos negros) que no expresan aparentemente
relaciones entre sí” (Maciques, 1988:13-14).
Respecto a la no imitación de “cosa
alguna” que refiere Mosquera, un primer acercamiento a los
dibujos arrojaría que, para reproducir un objeto del mundo
circundante, por ejemplo, el sol naciente o crepuscular y la luna,
no hacía falta más que un trazo circular; y dos concéntricos
o no si se deseaba reproducir el paso de uno de estos astros discoidales
por una de las circulares claraboyas de la espelunca, como han observado
Fernando Ortiz (1943) y Núñez Jiménez (1975).
También pudieran “imitar” o “reproducir
el mundo circundante”, porque “motivos como los círculos
concéntricos se encuentran en la naturaleza: una piedra al
caer en un charco, las anillas de un tronco” como antes afirmara
el propio Mosquera.
Claro está que los anteriores supuestos
se deben al desconocimiento que tenemos sobre el significado de
dichas pinturas, motivos rupestres que parecen evidenciar una tendencia
de elevado “sabor” simbólico, como apuntara Ortiz.
Especular con variables de todo tipo podría hacerse, pero
para lograr una verdadera, positiva o razonable, sería “preciso
penetrar en capas más profundas, en aquellos subfondos espirituales,
psíquicos, religiosos y sociológicos en donde se engendra
la forma” (Westhein, 1980:15), aspectos estos muy difíciles
de reunir, y por tanto de analizar, para mejor entender este arte.
Ciudad de La Habana, marzo de 1992.
FUENTES
DACAL Moure, Ramón y Manuel Rivero de la
Calle (1986): Arqueología aborigen de Cuba. Gente
Nueva, Ciudad de La Habana, Cuba.
MACIQUES Sánchez, Esteban (1988): “El arte rupestre
de Matanzas”. Museo, año 1, no.1, segunda época,
jun.,:12-20.
- - - - - - (1991): “La variante de líneas inconexas
en el ordenamiento estilístico del arte rupestre cubano”
(inédito). Museo Antropológico Montané, Universidad
de La Habana, Cuba.
Mosquera, Gerardo (1978): “Núñez Jiménez
y los dibujos rupestres”. Revolución y Cultura,
no. 65, ene., La Habana, Cuba, :66-67.
- - - - - - (1983): “Expedición al pasado más
remoto”. Exploración en la plástica cubana,
C. de La Habana, Cuba,: 13-82.
NÚÑEZ Jiménez, Antonio (1975): Cuba: dibujos
rupestres, Ciencias Sociales, La Habana, Cuba, Industrial Gráfica
S.A., Lima, Perú.
ORTIZ, Fernando (1943): Las cuatro culturas indias de Cuba.
La Habana, Cuba.
SOCARRÁS Matos, Martín (1985): “La cultura de
los círculos concéntricos: computación aborigen”.
Santiago, revista de la Universidad de Oriente, Santiago
de Cuba, sept.
No.59,: 73-83.
- - - - - - (1987): “Un enigma con posibilidades de solución:
la cultura de los círculos concéntricos”. Santiago,
Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, no.67, dic., : 13-19.
WESTHEIM, Paul (1980): Escultura y cerámica del México
antiguo. Biblioteca ERA, Serie Mayor, México.
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