un arte rupestre en su estilo y modalidades.
Por José Ramón Alonso Lorea.
“Cuando uno entra por primera vez a esta
Cueva, lo primero que llama la atención es la representación
consecutiva de las mismas figuras geométricas. Luego, cuando
se realiza una observación, se percibe las múltiples
diferencias de la unidad de estilo (...) las formas concretas difieren
en color, cantidad de círculos, relación entre estos,
etc.; las características generales encuentran en las particulares
la realización del Sistema: la expresión pictográfica
no sólo tiene un valor por su cantidad, sus principios descriptivos
y sus medidas, sino también por su composición, por
sus relaciones, por su reiteración y no reiteración
a un mismo tiempo y por su lenguaje aún no descifrado”
(Esteban Maciques y El estilo de círculos concéntricos,
1983).
La reconstrucción de un reporte analítico
me permitió arribar a algunas referencias con respecto a
la norma, al modo de expresión (estilo) y a
las modalidades o variantes subestilísticas en la
elaboración del arte rupestre de Punta del Este. Dicho reporte
también me permitió hallar ciertas incongruencias
formales que atisban la evasión de la norma que impone
una de estas modalidades subestilísticas.
Según anota Mirimanov en su Arte prehistórico
y tradicional, el estilo “es una comunidad históricamente
formada de principios artísticos condicionada por la tendencia
general, más o menos consciente, de la actividad artística”
(1980:106). Cuando analizo la producción cultural prehispánica
en las Antillas, estoy consciente que me refiero a un momento de
la creación simbólica donde el concepto de lo artístico
o el arte, nunca logró su independencia, su soberanía.
Estamos en un tiempo de expresión de la conciencia indiferenciada,
sincrética. En la antesala o prolegómeno del proceso
de definición de la actividad artística; analizamos,
como anotara Mosquera (1989), el huevo, la larva o la crisálida
de este proceso. Por lo que, para el caso que nos ocupa, esta comunidad
de principios artísticos y la propia actividad artística
(entendida ahora como comunidad de principios simbólicos
y actividad simbólica) sólo es atribuible al movimiento
pictográfico intensamente desarrollado en las grutas de esta
zona.
Los antiguos hacedores del lugar, al parecer, no
sintieron el más mínimo interés por la decoración
simbólica sobre el abundante ajuar mobiliar que utilizaron.
La perfección que se advierte en los pictogramas no se presenta
en los objetos hallados. Sólo alguna que otra gubia de concha
pudiera mostrar la huella del interés por un mejor acabado
y un regodeo por la forma, condicionado, quizá, por la búsqueda
de una más cómoda maniobrabilidad de la herramienta
de trabajo. De modo que el análisis estilístico sólo
se podrá referir a la actividad rupestre propiamente dicha.
Cuando presentaba el BLOQUE UNO (conjunto de
líneas concéntricas circulares) hacía referencia
al peso mayor que presentan estos ideogramas en las soluciones plástico-expresivas
de Punta el Este. Lo cual fundamentaba que se tomara dicho bloque
para designar el estilo prehispánico en la zona. Incluso,
muchos son los autores que reconocen la denominación de estilo
de círculos concéntricos o, como también
se le suele llamar, la cultura de los círculos concéntricos.
Yo pienso que esta situación amerita un acotamiento de corte
teórico e incluso semántico mucho más preciso.
A cada forma expresiva le importa un conjunto de
recursos constructivos: sean elementos tales como las líneas,
las áreas y los colores, así también como las
leyes simbólicas que rigen la composición: proporción,
equilibrio y ritmo. Ellos son los verdaderos codificadores de un
estilo. Ahora, las diversas maneras en que estos se articulen determinará
las desiguales modalidades o variantes subestilísticas que
conforman un modo de expresión (estilo), e incluso,
la evasión de la norma y el consiguiente germen de
un nuevo ordenamiento estilístico.
La significativa presencia de un grupo de caracteres
generales va a determinar un tipo de expresión estilística
en el mural estudiado. Esta situación, creadora de una coherencia
y unicidad de las formas, va a resultar lo que Arnold Hauser, en
sus estudios sobre la teoría de los estilos llama: el sentido
inmanente en la historia del arte. Según este autor, “decisivo
para la constitución de un estilo, es la existencia de una
técnica artística que pueda proseguirse o de un consenso
sobre el que sea posible apoyarse” (1961:290).
El aborigen de Punta del Este iconizó su
sistema de pensamiento a través de una serie de rasgos simbólicos
que crearon un severo código de las formas ideográficas
y comunicativas. Arte eminentemente lineal y planimétrico,
abstracto y geométrico, creador de áreas donde se
imposibilita la aplicación de términos tradicionales,
inadecuados para el caso, como antropomorfos, zoomorfos, naturalistas...
Como anotara Fernando Ortiz, los murales de Punta del Este estructuran
un arte simbólico, donde el artífice trata de representar,
con emblemas simples, sus conceptos de lo sobrenatural, quizá
antropomorfoseados o zoomorfizados en sus mentes, pero no en las
expresiones plásticas de su arte (1943:133). Donde el uso
de colores rojo y negro, alternos o no, y el aprovechamiento del
blanco calizo del soporte lítico, estructuran una especie
de policromía de gran expresividad, a pesar y como afirmara
Ortiz (1943), de la no integración de varios colores en una
misma línea, ni del uso de las técnicas del modelado.
El aprovechamiento de otros rasgos simbólicos
como la proporción, las formas equilibradas, la progresión
regular de las partes componentes, el énfasis en la elaboración
de determinados componentes integradores de un conjunto, así
como el gusto por el acabado de las formas -en unión de todos
los elementos primeramente referidos-, sellan un particular modo
de expresión por todos conocidos y que denominamos estilo
de la abstracción geométrica.
Ahora, como ya había anotado, un estilo
o modo de expresión está generalmente constituido
por un complejo mosaico de variantes subestilísticas
en sus disímiles representaciones. Y Punta del Este no resulta
la excepción. El análisis global de su “escritura”
pictográfica ha develado modalidades subestilísticas
surgidas a partir de la estructuración y forma de articulación
de los elementos integradores de cada ideograma. En particular del
componente equilibrio, compensador de las fuerzas que interactúan
dentro del sistema icónico y elemento primordial en la composición
del sistema-forma abstracto más antiguo.
Cuando analicé el BLOQUE UNO descubrí
cómo la distribución de fuerzas opuestas que giran
alrededor de un punto medio -equilibrio radial-, es la forma de
estructuración de estos motivos inicialmente reunidos. La
variante subestilística que he dado en llamar conjunto
de líneas concéntricas circulares resulta la más
recurrente en dichos murales, al punto de ser ella la creadora de
una norma de realización expresiva. La máxima
difusión de esta variante o modalidad, perteneciente al estilo
de la abstracción geométrica, ha creado la confusión
de trastocar modalidad o variante subestilística por estilo
en Punta del Este.
Esta variante revelará, previo estudio morfológico
de sus diseños componentes, que si bien no se puede asegurar
un desarrollo de la técnica y de la representación
y un perfeccionamiento y complejidad de las formas diacrónicamente
hablando, entonces y resultado de una serie de realizaciones evidentemente
individuales que ameritan este estudio, sí podemos afirmarlo
desde el punto de vista sincrónico.
La propia complicación de las formas, así
como la intromisión de nuevos elementos constitutivos del
ideograma, también evidenciará la evasión
de la norma -regida esta última por la variante subestilística
concéntrica- y la presencia, por lo tanto, de otras variantes
subestilísticas expresivas, tal es el caso de la modalidad
o conjunto simétrico bilateral de líneas en composición.
La modalidad de líneas concéntricas:
contraposición estilística en Punta del Este.
En abril de 1983, Esteban Maciques visita Punta
del Este y descubre, “en la pared de la derecha (SE) de la
llamada Cueva Número Dos, en color negro (...) una pictografía
atípica tanto por su composición como por su trazado”
(1983 s/p). Este diseño aparece muy cercano a aquel rarísimo
dibujo, también negro y con iguales trazos muy finos que
reportara Núñez en 1947 y que aparece ilustrado en
la lámina 1.
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Lámina 1. Según
Núñez, pictograma número 10 de la Cueva
Número Dos. Realizado con un trazo negro muy fino. Tomado
de su informe de 1947. |
El nuevo conjunto (lámina 2), presenta dos
partes constitutivas totalmente divergentes desde el punto de vista
de los elementos integradores. Una primera parte, inferior al decir
de Maciques, de resultado “abstracto, no geométrico,
no figurativo, evidentemente no intencionado en su composición,
no se realiza sobre la base de un modelo inicial, no hay sentido
de proporción ni de armonía, ni ritmo, trazado impreciso
y fino”.
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Lámina 2. Calco, realizado
por Esteban Maciques, de un pictograma de la CNII, descubierto
por él en 1983. |
La segunda parte, “superior y en forma de
círculos concéntricos: a pesar de ser una representación
de círculos denota imprecisión si se le compara con
los no restaurados de Punta del Este en general y de esta misma
Cueva (Número Dos), no hay rigurosa proporción, el
trazado es extremadamente fino” (Maciques, 1983 s/p).
Esta pintura genera la siguiente interrogante:
¿resultan ambos ideogramas elementos constitutivos de un
mismo conjunto? Los trazos finos, negros e imprecisos así
lo hacen parecer. Sin embargo, la elaboración, es decir,
la técnica de estructuración y configuración
de ambos los hace totalmente irreconciliables.
El litograma inferior resulta, previo análisis
de sus elementos componentes y formas (des)articuladas, similar
a los conocidos dibujos del Estilo de Líneas Inconexas.
Situación que apunta el propio Maciques. Según este
autor, el estilo de líneas inconexas comprende pictogramas
que “están realizados a base de líneas rectas,
puntos y trazos que no expresan, aparentemente, relaciones entre
sí (...) propio de pictogramas de exclusivo color negro,
sus formas no son geométricas, tampoco calcan o reflejan
directamente elementos de la realidad, por tanto, no son figurativos;
se cubre toda una pared o se hace un simple trazo y en ambos casos
no se puede apreciar la realización de una idea preconcebida,
ni proporción, mucho menos composición: de tal forma,
los dibujos resultan una expresión anárquica, sin
aparentes reglas, realizadas en su gran mayoría por agrupaciones
humanas preagroalfareras; aparece cerca o lejos de las entradas
de las cuevas, aunque siempre en lugares oscuros y en ocasiones
de difícil acceso; de no tenerse la visión de conjunto
de cientos y cientos de dibujos con las anteriores características
parecerían manchas realizadas al azar; es eminentemente abstracto”
(Maciques, 1988:15).
El dibujo ahora analizado presenta todas estas
características. Quizá una búsqueda minuciosa
de estos componentes ideográficos en Punta del Este, difíciles
de encontrar, demuestre la presencia de otros tantos conjuntos de
este tipo. Lo espectacular de los diseños geométricos
coloreados (rojo/negro) pudiera haber dificultado esta pesquisa.
La segunda parte, superior, muestra todos los elementos
que estructuran y conforman la variante subestilística
más conocida: la modalidad de los conjuntos de líneas
concéntricas. Si bien y para este dibujo ahora analizado
-serie de dos líneas concéntricas circulares negras-
los trazos resultan muy inseguros e irregulares, sin embargo, se
elabora un tipo de diseño que sigue una idea preconcebida.
La estructuración de este litograma resulta una cualidad
constructora del diseño totalmente diferente al anterior.
Incluso, se elabora un segundo anillo siguiendo los contornos mejor
logrados del círculo medio.
Una norma. Evolución y complejidad; del color
a la forma.
Un estudio de la mayor cantidad de pinturas rupestres
reportadas en las cuevas de Punta del Este nos permite identificar
una larga serie de dibujos y conjuntos que, por sus características,
estructuran un tipo de variante expresiva denominada conjunto
de líneas concéntricas. Sus características,
tanto en lo concerniente a su elaboración como a su acabado
plástico, las he ido abordando a lo largo de esta investigación.
Resulta esta modalidad la más extendida del mural pictórico,
lo cual crea una especie de canon de creación y forma esencial
de comunicación ideográfica.
En el acápite anterior vimos, del elemento
superior del conjunto estudiado (lámina 2), lo que pudiera
evidenciar una forma muy primaria de los diseños de líneas
concéntricas, tal y como se muestra en la lámina 3-A.
Los resultados más o menos logrados de estos conjuntos de
líneas concéntricas acusan la consciente elaboración
de realizaciones individuales encaminadas a un mismo o similar objetivo
en cuanto a las formas gráficas de construcción se
refiere.
 |
Lámina 3. Modalidades
gráficas en el arte rupestre de Punta del Este. |
Prueba de ello es el pictograma 7 de la Cueva Número
Dos, que reportara Núñez en 1947. Los círculos
de esta serie “parecen estar trabajados con el dedo del artista
lleno de pintura. Aún puede observarse perfectamente en el
círculo exterior, donde comenzó a ejecutarse el dibujo
y cómo el artista al retirar el dedo emborronó la
parte externa del propio dibujo” (sic, 1947:227), tal y como
se muestra en la lámina 4.
 |
Lámina 4. Según
Núñez Jiménez, pictografía número
siete de la CNII. Este conjunto parece haber sido trazado con
el dedo embadurnado de pintura. Tomado de su informe de 1947. |
Sin embargo, en otros ejemplos de series de líneas
concéntricas, hemos podido apreciar la realización
de estos motivos a través de trazos finos y perfectos. Parece
ser que el hacedor individual, como anotara Hauser (1961) en sus
estudios de estilística, no siempre se expresa con la misma
fuerza y concentración.
Sobre la presencia de estas irregularidades gráficas
en los dibujos anotaba Ortiz que: “No hemos visto sino en
muy pocos casos defectos por corrimiento de la pintura y deficiencia
en la ejecución. Todas las pinturas aparecen dibujadas con
cuidado y sólo podría citarse algún error por
confusión de líneas. Quizás algún caso
de aparente error no sea sino el voluntario trazado de un tipo mixto”
(Ortiz, fichas manuscritas).
Estas similares configuraciones, en cuanto al criterio
de concentricidad se refiere, van a mostrar un prisma de posibilidades
constructivas de acuerdo con la posición que presentan sus
círculos coloreados.
En la lámina 3, en B, C, D, E, F, G y H,
se van a ilustrar las formas representativas de configuraciones
de motivos de líneas concéntricas. En B y C se muestran
series de líneas concéntricas circulares de uno u
otro color. Los motivos D y E representan las clasificadas series
del tipo de relación (1 x 1), al mostrar igual cantidad
de líneas concéntricas circulares alternas negras
y rojas y viceversa. El ideograma F representa las denominadas series
del tipo de relación (1 x 2) -un trazo rojo de menos
con respecto al total de trazos negros- y G será la clasificada
seriación del tipo de relación (2 x 1) -un
trazo rojo de más con respecto al total de trazos negros-.
El dibujo H representa las expresivas series de colores rojo
y negro alternos irregulares.
Estos primeros ocho ideogramas, ilustrados en la
lámina 3, van a resultar representativos en el ordenamiento
de la variante subestilística de líneas
concéntricas. Modalidad que importa, como forma genésica
de construcción, el control de atracciones opuestas alrededor
de un punto medio, es decir, el equilibrio radial.
Ahora, existen otros motivos que, si bien comienzan
a mostrar determinados elementos que anuncian la evasión
de la norma, sin embargo, repiten la mayoría de las características
de la modalidad subestilística de máxima difusión.
Tales son los motivos I y J de la lámina 3: conjuntos
de líneas concéntricas con círculo interior
excéntrico o a manera de espira cerrada (Ortiz, fichas
manuscritas), y conjunto de líneas concéntricas
a manera de efigie, respectivamente.
Bien es cierto que no siempre las características
de un estilo “se expresan con igual pureza y esencialidad
en todos los géneros”, siendo este (el estilo) “un
paradigma que no se contiene en ningún ejemplo concreto.
Hay que pensarlo más bien, como un caso ideal que ningún
caso particular puede agotar” (Hauser, 1961:282). Esta situación
de variabilidad y generalidad que acontece en el desarrollo de un
estilo, también se puede observar, a menor escala, en los
diseños que estructuran una variable subestilística.
En el caso de I, la tangencialidad del círculo
interior con el consiguiente que lo contiene, comienza a crear cierto
desequilibrio de la composición al desgajarse del canon de
concentricidad. Sin embargo, la inserción de este tipo de
signo dentro de series de líneas concéntricas lo hace
inclusivo de esta modalidad. Parece ser que la tangencialidad de
series de líneas concéntricas es un carácter
que en un momento determinado se asume. Pues si recordamos bien,
existen, dentro de los conjuntos de líneas concéntricas
circulares negras, los clasificados como del tipo b por
su relación tangencial.
Otro tanto sucede con el ideograma ilustrado en
J. Esta relación simétrica de series concéntricas
a manera de pares de ojos se van a encontrar independientes,
como los conjuntos de líneas concéntricas circulares
rojas con un punto rojo centrado (ver lámina 5). No obstante,
para estos nuevos diseños, ambas series de líneas
concéntricas van a elaborar un tipo de relación simétrica
bilateral al estar contenidas por un círculo mayor.
 |
Lámina 5. Según
Herrera Fritot pict.93, CNI. Dibujo inferido de la descripción. |
A partir de estos conjuntos, los cuales comienzan
a evadir las canónicas estructuras concéntricas, van
apareciendo -al unísono- diversas formas sígnicas
que estarán a medio camino entre la estructuración
de sus partes componentes alrededor de un punto medio y las que
importan para su conformación la presencia de un eje central
explícito. De esta manera aparecerán los signos semicirculares
concéntricos, los trazos curvilíneos paralelos,
así como las bandas semicirculares o semilunares,
según las definiera Ortiz, y los signos espiraliformes.
Tales son los conjuntos ilustrados en la lámina 3 (K y L).
La evasión de la norma. La modalidad simétrico
bilateral de líneas en composición.
Como ya había anotado, la aparición
del signo rectilíneo en el arte rupestre de Punta
del Este resultó el elemento esencial que propició
la creación de una nueva variante subestilítica:
el conjunto simétrico bilateral de líneas en composición.
Se caracterizan estos conjuntos por la distribución
equivalente, a partir de un eje central explícito, de fuerzas
laterales. Estas pinturas, que evaden la estructura concéntrica,
las hemos estudiado y agrupado dentro del BLOQUE DOS (conjuntos
combinados no concéntricos) y BLOQUE TRES (conjunto
simétrico bilateral de líneas angulares o acodadas
en composición).
Estos son los casos de los pictogramas expuestos
en la lámina 3, a partir de la letra M. Si bien pequeños
trazos rectilíneos van a iniciar estructuras simétricas
bilaterales, como es el caso de M, estos conjuntos todavía
presentan caracteres apegados a las variantes de estructuración
concéntrica como bien puede observarse.
La conformación de elementos geométricos
a partir de la elaboración y complejidad gráfica de
los elementos rectilíneos, sí establecerán
pautas de rompimiento con dicha norma de realización. En
el ideograma cruciforme N, se va a lograr un ícono simétrico
bilateral casi total. El envolvimiento de la cruz rectilínea
inicial a partir de los trazos curvos impedirá la consumación
axial del equilibrio. Esta situación parece demostrar la
fuerte imposición de un canon de elaboración que tradicionalmente
ha regido el tipo de elaboración en los murales de Punta
del Este.
Parafraseando a Hauser (y sustituyendo en su nota
los términos “estéticos” y “talentos”,
no apropiados para este estudio), un cambio de estilo necesita nuevos
criterios simbólicos y la existencia de hacedores que puedan
realizarlo (1961:301). Esta situación es válida, también,
para el cambio de una variante subestilística por otra. Y
más cuando este cambio implica el liberarse de una norma
gráfica de tan fuerte arraigo.
Quizá esta modalidad ideográfica
normativa (las líneas concéntricas), después
de las realizaciones de series de trazos confeccionados con un color
(rojo o negro) y de las series de colores alternos regulares e irregulares,
había “agotado”, como tendencia, todas sus posibilidades
de combinación y, por ende, afectado también la dialéctica
de sus probabilidades comunicativas. Esta situación, que
origina nuevas necesidades gráficas en unión de posibles
nuevos criterios simbólicos y la existencia de hacedores
capaces de ejecutarlos, bien pudiera ser la causa del cambio.
Vale anotar que cuando planteo un “agotamiento”,
como tendencia y aparente, me refiero al estanco de las posibilidades
icónicas. Es decir, una norma de fuerte arraigo impide la
consumación de nuevas formas de expresión ideográficas,
para nuevas -o por qué no tradicionales- necesidades comunicativas.
Pues la norma, en esencia, se opone a la dialéctica de los
cambios. Y si hablo de criterios simbólicos, es porque no
puedo obviar que estudio dibujos que parecen estar a medio camino
entre el concepto de pictograma y el de ideograma. Esta indefinición
me hace plantear así el problema de la imagen y la comunicación
para estos murales. No hablamos de ideogramas tan excepcionalmente
normativos, de alta eficacia comunicativa y de tan baja o ninguna
calidad ideosimbólica, como pueden ser los puntos y rayas
del código Morse. Del análisis morfológico
de estas pinturas rupestres puede sugerirse la objetividad de lo
antes aclarado.
En la lámina 3, del conjunto Ñ hasta
el último, se van a ilustrar dibujos que los hacedores estructuraron
a partir de un eje central explícito. Estos diseños
son el resultado de un equilibrio axial más o menos logrado;
evidentemente, ese va a ser su esencial criterio de construcción.
La nueva disposición de fuerzas opuestas, que coadyuvan a
la distribución lógica de las partes que integran
un diseño, ya no recurrirá solamente al equilibrio
alrededor de un punto medio.
Algunos conjuntos como Ñ y O tendrán,
entre sus elementos componentes, diseños de líneas
concéntricas. Otros, como R, S y T, si bien resultan de una
simetría bilateral absoluta, sin embargo, la duplicidad de
su componente medio y el mantener la rigurosa equidistancia de sus
trazos, acusa cierta complicidad conceptual y hasta formal con aquellos
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