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Cercados térreos en la prehistoria de Cuba.

Por José Ramón Alonso Lorea.

I

Entre las primeras fuentes históricas sobre culturas indígenas de las Antillas aparecen noticias sobre las plazas de juegos que, además de su carácter deportivo, tenían una destacada significación ceremonial. Si manifestaciones culturales tan divulgadas como la pintura y el grabado rupestre, la talla escultórica en disímiles materiales de base, así como la industria de la cerámica, resultan no del todo conocido entre el público general -incluido el universitario-, en grado superlativo de anonimato se encuentra la arquitectura. Y no aquella efímera arquitectura de madera y fibras vegetales, transculturada por la población rural de los pueblos antillanos actuales, sino, por esa de plazas y recintos enmarcados donde se efectuaban actividades comunales como lógico remedo de sus amplios espacios interiores. Actividades comunales que los especialistas han considerado de índole ceremonial, denominación que ha pasado a nombrar a dichas plazas. Se hace necesario apuntar que la información sobre estos recintos es escasa, además de confusa.

Por los primeros cronistas conocemos que en las plazas, que existían en todos los pueblos indígenas antillanos, se realizaban juegos entre equipos de diversos poblados y donde los caciques ofrecían premios. Nos dicen que la vida de un prisionero pudiera ser decidida en uno de estos encuentros; además se realizaban areitos o danzas cantadas (Alegría, s/f). Sin embargo, según el arqueólogo cubano José Manuel Guarch, no se ha podido conocer arqueológicamente que las plazas cercadas sirvieran realmente para estas funciones, pues los cronistas hablan de plazas muy barridas ante la puerta de la casa del cacique. Plantea además que la extensión de estas actividades a los recintos cercados a nacido por sugerencia de los autores modernos (Guarch, 1978).

Las plazas con cercado pétreo más conocidas y consideradas de mayor importancia para las Antillas se encuentran en la zona de Caguana de Utuado, Puerto Rico. Aquí se encuentra una plaza rectangular de grandes dimensiones, otras diez también rectangulares pero de menor tamaño, y una circular. Muchas de estas plazas han sido rescatadas por la arqueología. Según la literatura autorizada, se encuentran enmarcadas de dos maneras: aparecen piedras planas a nivel del suelo a modo de corredores o caminos. En otras suele verse grandes cantos de piedras que sobresalen considerablemente de la superficie del terreno, alcanzando algunos alturas superiores a la del hombre y con un peso aproximado de hasta una tonelada (Alegría, s/f). Muchas de estas enormes piedras que enmarcan las plazas antillanas presentan diseños incisos antropomorfos y zoomorfos con un estilo típico del horizonte cultural taíno. Esta concentración de plazas le brinda al lugar, según algunos autores, un carácter ceremonial o religioso-social de gran envergadura. Pudiera esto justificarse por el considerable período de trece siglos de asentamiento en la isla de los llamados aruacos insulares. En República Dominicana y en las Islas Vírgenes también conocemos de la existencia de estas plazas con cercados pétreos. Hasta el momento, en Cuba, no se ha reportado este tipo de plazas.

La bibliografía en Cuba, desde finales del siglo XIX hasta hoy, informa sobre los hallazgos de unos recintos rectangulares enmarcados por muros de tierra que se han dado en llamar cercados térreos. Estos descubrimientos se han realizado en el extremo más oriental de la isla de Cuba, exactamente en la zona de Baracoa y se asocian a grupos culturales de carácter agroalfarero: los aruacos insulares o taínos. Dichas construcciones han sido consideradas, por la mayoría de los arqueólogos y especialistas de la prehistoria cubana, como centros ceremoniales.

Sin embargo, nuevamente Guarch apunta que: “Las crónicas no nos dejan saber si los conquistadores tuvieron oportunidad de ver en Cuba estas prácticas del juego en las referidas plazas, por lo que hasta el presente la utilización de las mismas con fines similares o para danzas ceremoniales, ha sido sólo el producto de trasladar a Cuba una situación que se presentaba en otras islas (Guarch:78).

En 1945 y sobre la información que entonces se conocía de estos descubrimientos arqueológicos, Felipe Pichardo Moya aseguraba que “los cercados orientales conocidos son cuatro: Pueblo Viejo, Laguna Limones, Monte Christi y Montero. De este último -que se dice situado cerca de Yateras, y en consecuencia sería el más occidental- sólo tenemos la simple referencia de su nombre, recogida por Rouse de labios de personas coleccionistas de reliquias indias (Irving Rouse: Archeology of the Maniabon Hills, Cuba p.165). Del de Pueblo Viejo, tradicionalmente citado desde el primer cuarto del siglo XIX, visitado por Rodríguez Ferrer, por La Torre y por Culin (Stewart Culin: “The Indians of Cuba”, en Bulletin of the Free Museum of Sciencie and Arte of the University of Pennsylvania, Philadelphia, may 1902, vol III, no.4. Véase además M.R. Harrington: Cuba before Columbus y Miguel Rodríguez Ferrer: Naturaleza y civilización de la grandiosa Isla de Cuba) y visto también por Harrington que no pudo detenerse en él, falta en realidad el estudio que su fama y distintas -y hasta cierto punto contradictorias- descripciones reclaman” (Pichardo:81). (1)

Cuarenta años después, Aleksandrenkov confirmaba que “todavía necesitan de una interpretación más completa las construcciones de tierra en el oriente de la isla, a las cuales, comparándolas con las de Haití y Puerto Rico, se asigna una función ritual. Son las plazoletas delimitadas por los cercados térreos. En Haití y Puerto Rico el carácter ceremonial de semejantes construcciones está probado. En Cuba estas construcciones todavía no se han excavado completamente. J. Guarch supuso que podían tener funciones irrigadoras” (1985:70).

II

En 1887, el geógrafo y explorador español Miguel Rodríguez Ferrer nos deja la información de haber visto, en 1847, en el sitio de Pueblo Viejo en Baracoa, unos terraplenes o muros que forman un recinto rectangular. Esta información es corroborada, según Guarch (1978), por el arqueólogo norteamericano Stewart Culin en 1901. Pero antes de Culin, Carlos de la Torre, en 1890, y más tarde Luis Montané, en 1891, visitan el lugar.

Según Pablo Hernández y Esteban Maciques (1994), “siguiendo el empeño de la Torre, y a raíz de los valiosos materiales colectados en la ocasión, en el verano de 1891 el Dr. Luis Montané viajó a Baracoa, conduciendo otra expedición científica promovida por la sección de Antropología de la Real Academia de Ciencias, y que con el auxilio de personalidades locales recorrió todo el extremo oriental de la Isla, desde la citada ciudad hasta la de Guantánamo. En el transcurso se hizo una detallada exploración de los puntos donde se habían reportado hallazgos, reconociéndose varias decenas de grutas conteniendo material aborigen, colectando cráneos, utensilios de diversa factura y empleo propios de los grupos agricultores que los cronistas ubicaron en la región. Por vez primera, desde 1847, se exploró y excavó una construcción terrea aborigen, los denominados “terraplenes o muros de Pueblo Viejo”, que aportó abundante material afín a la tradición histórica de sus constructores autóctonos: este fue, probablemente, el más señalado de los resultados arqueológicos de esta comisión científica” (Hernández y Maciques, 1994:237-238).

Por su parte asegura Guarch que, en una exploración más amplia de toda la zona, realizada por él en 1968, se “puso en evidencia que lo reportado por Rodríguez Ferrer y por Culin, de la existencia de un cercado térreo en el sitio, era cierto. El “muro” de Pueblo Viejo no era más que el flanco Oeste de un gran rectángulo, y el lado paralelo al conocido “muro” se encuentra a un costado del camino, que atraviesa los lados más cortos” (Guarch:64). Según Guarch, levantaron “el plano general del rectángulo amurallado, comprobando que el mismo resultaba ser culturalmente fértil, ya que en muchos sitios, aún sin excavar, se podía observar los fragmentos de cerámica en la superficie (...) El rectángulo tiene un largo total (N-S) de 250 m y su ancho máximo (E-W) es de 135 m. La altura de los muros es del orden de los 3m, su ancho en la base es de 15m” (ibídem).

Lámina 1. Croquis del cercado térreo de Pueblo Viejo. Tomado de Guarch, 1978.

Por otra parte, en su obra Cuba before Columbus, 1921, el arqueólogo norteamericano Mark R. Harrington informa de las exploraciones que realiza en el sitio Laguna de Limones, en el extremo oriental de Cuba. Y presenta un plano del cercado térreo rectangular que allí encontró. Las medidas que presenta esta construcción son las siguientes: un largo aproximado de 142m por 76m de ancho; con un eje longitudinal NNW-SSE. Dicho recinto presenta un entrante en la esquina SE.

Lámina 2. Croquis del cercado térreo del sitio Laguna de Limones, realizado por Mark R. Harrington. Tomado de su libro de 1921.

Varios autores aseguran una supuesta relación entre dicho cercado térreo y la pequeña laguna próxima al mismo. Al parecer, el volumen de tierra extraído de la laguna se corresponde con el depositado en el muro, y es similar el material “con que está construido el cercado y los del fondo de la laguna” (Guarch:61). También aseguran que, cuando llueve, el agua corre por dicha abertura SE desde el cercado a la laguna, pudiendo apreciarse, en periodo seco, la huella o torrentera por donde se encauza el agua. Según Harrington, en 1915, la laguna tenía unos 23m aproximados de diámetro, “jamás se seca (...) y su agua indudablemente atrajo a los indios” (1935:216). Según Guarch, en 1964, el diámetro de la laguna era de 15m, al año siguiente se mantenía igual, pero en 1968 estaba “completamente seca”. Sin embargo, en “1971 visitamos nuevamente el lugar y entonces la laguna tenía 20m de diámetro” (Guarch:55), con lo cual se confirma la información que los vecinos del lugar le dieron a Harrington en 1915. Según Guarch, la laguna no cuenta con fuentes subterráneas de aprovisionamiento de agua, pues el nivel freático está a unos 150m de profundidad, y la lluvia es bastante escasa en la región, de modo que para alcanzar su caudal dicha laguna necesita de una cuenca de captación de agua, de modo que no sobrevive la laguna sin el cercado térreo. Todo parece indicar que estamos ante una supuesta obra hidráulica realizada por los taínos de Cuba.

Debemos apuntar, igualmente, una nota contradictoria. Según Harrington, “el muro es generalmente más alto en la parte exterior, ilustrándonos de que la tierra para su erección fue llevada de la parte de afuera” (1935:217). Sin embargo, según Guarch, “se pudo observar que el cercado térreo, en general, presenta la parte externa más baja y menos inclinada que la interna, como si su construcción se hubiera efectuado acumulando relleno desde el interior hacia el exterior” (Guarch:59). Finalmente vale agregar un fechado por carbono-14 que ofrece Guarch para este sitio: 1310 de N.E. (Guarch:129).

Lámina 3. Croquis del cercado térreo del sitio Laguna de Limones, realizado por Ernesto Tabío, y que corrige la situación de la laguna en el croquis de Harrington. Tomado de Guarch, 1978.

En 1921 Harrington reporta también , muy cerca de un sitio en Monte Cristo, otro recinto igualmente rectangular y formado por un muro térreo. No pudo realizar todas las mediciones pues la vegetación del lugar se lo impidió. El recinto tiene un ancho de 42.4m y el muro una altura 1.5m.

Lámina 4. Croquis del cercado térreo del sitio Monte Cristo, realizado por Mark R. Harrington. Tomado de su libro de 1921.

III

Con los elementos hasta ahora reunidos intentamos hacer algunas valoraciones comparativas entre dichos cercados térreos, particularmente entre el recinto de Pueblo Viejo y el de Laguna de Limones, pues del tercero no tenemos casi datos (y mucho menos del cuarto -Montero- mencionado por Rouse):

-a diferencia de los recintos cercados de Utuado y de otras regiones antillanas, los recintos cercados de Cuba se enmarcan por muros de tierra, a la manera de los montículos ciboneyes, pero creando un espacio interior;

-según las excavaciones y las muestras colectadas, estos cercados están asociados a sitios de habitación taínos.

-ambos cercados presentan igual conformación de planta: el rectángulo;

-el eje longitudinal de ambos recintos, según los planos, presenta gran similitud: NO-SE para Pueblo Viejo y NNO-SSE para Laguna de Limones;

-el cercado térreo de Laguna de Limones presenta un entrante hacia la porción o esquina SE del rectángulo que conforma. Coincidentemente en el recinto de Pueblo Viejo la esquina SE también pudo contener igual entrante: en la actualidad coincide con un camino que también rompe la esquina NE del propio cercado. Estos dos últimos aspectos -la disposición del eje longitudinal del recinto y la ubicación de la posible entrada del mismo- para ambos cercados, pudieran acusar algún tipo de disposición espacial interesada que algunos autores interpretan de tipo heliolátrica.

-por último, y salvando las inexactitudes de medidas dadas por las condiciones del terreno y de los sitios arqueológicos en cuestión, resulta también de extremo interés la proporcionalidad espacial que encontramos entre ambos cercados térreos. Al dividir el largo del rectángulo de Laguna de Limones por su ancho, obtenemos una cifra que sería su coeficiente de proporcionalidad. Esto es muy natural en la confección de dicha figura. Esta cifra nos revela cuánto se amplia un lado del rectángulo con respecto al otro. Pero al realizar el mismo cálculo para el rectángulo que conforma el recinto de Pueblo Viejo, resulta que obtenemos casi el mismo coeficiente de proporcionalidad. La próxima tabla hará más legible estas soluciones:

CERCADOS TÉRREOS

LARGO

ANCHO

COEFICIENTE DE PROPORCIONALIDAD

Laguna de Limones

142 mts.

76 mts.

1,869

Pueblo Viejo

250 mts.

135 mts.

1,851

Esto es un índice que revela una relación de proporcionalidad entre ambos cercados. Relación que muestra dos niveles de lectura: una casual y otra causal. De comprobarse la segunda con la aparición de nuevos cercados térreos, se demostraría que los grupos aborígenes hacedores de estos recintos dominaban una escala de medida que le permitía saber cuánto se amplia un lado con respecto al otro. Es decir, de forma cuantitativa y para el caso que nos ocupa, a un ancho de una unidad de medida corresponde un largo de aproximadamente 1,85 unidad de medida. Vale agregar que los taínos, como afirmara José Juan Arrom, a semejanza de otros pueblos amerindios contaban por un sistema vigesimal: “Por cinco decían “mano”, por diez “dos manos”, por veinte “hombre”, por ochenta “cuatro hombres” (1990:59), y que además, como anotara Ramón Pané refiriéndose a los taínos de La Española: “ellos (...) saben (...) contar (...) hasta diez” (Pané:23).

Lámina 5. Esquema que muestra la relación de proporcionalidad de estos recintos con cercado térreo de la zona extremo oriental de Cuba. JRA, 1990.

Otra situación que hace más certera esta relación proporcional son los muros o malecones térreos que enmarcan los recintos, los cuales también presentan una correspondencia. Los muros del cercado de Pueblo Viejo presentan un sorprendente ancho en su base de quince metros por una altura de tres metros. Es decir, que por cada cinco metros de ancho el muro asciende hasta un metro. Es el caso de que en el cercado de Laguna de Limones, el muro presenta cuatro metros de ancho por una altura de un metro. Teniendo en cuenta que la erosión de los mismos aflora diferencias, es obvio que entre los muros de ambos recintos existe una muy aproximada correlación proporcional en cuanto a la altura y al ancho.

Si estos análisis -la proporción en cuanto a espacio del cercado y volumen de los muros- fueran acertados, podríamos reconstruir las medidas del cercado térreo, también rectangular, que está cerca del sitio arqueológico de Monte Cristo, del cual Harrington sólo nos dio la medida de su ancho y la altura del muro. E intuir, previo cálculo, que para el ancho de 42,4 metros que nos da la bibliografía corresponderían aproximadamente 78,4 metros de largo (ver lám.5). Para el caso del muro térreo con una altura de 1,5 metros, le corresponderían aproximadamente un ancho de 7,5 metros. La comprobación de estas medidas en el terreno sería un magnífico ejercicio para decidir sobre nuestras suposiciones.

Finalmente, si tenemos en cuenta esa imagen tan simple que de nuestras sociedades indocubanas nos siguen transmitiendo los primeros cronistas y la propia arqueología, cómo explicar este colosal movimiento de tierra. Reitero que estamos estudiando, solamente en Pueblo Viejo, por ejemplo, unos 770 metros lineales de un muro de 15m en su base por 3m de altura. Si, como parece que nos muestra el dato arqueológico, estas construcciones responden a una estructura intencional y no a montículos-residuarios, ¿qué capacidad productiva, qué organización social y qué demografía tendrían éstos para hacer tales labores?

Nota.

(1) volver Según comunicación personal de Divaldo Gutiérrez Calvache, “recientemente se realizó un estudio arqueológico de Maisí, con la universidad de Ontaro en Canada, por medio de fotografías espectrozonales obtenidas por satélite y se presentó un trabajo muy voluminoso sobre posibles cercados térreos en Maisí y sus alrededores, si mal no recuerdo hablaban de más de 23 cercados” (en grupo de discusión rupestreweb@gruposyahoo.com, del 20 de junio de 2006).

Fuentes.

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CULIN, Stewart: “The Indians of Cuba”. Bulletin of the Free Museum of Sciencie and Arte of the University of Pennsylvania, Philadelphia, may 1902, vol III, no.4.
GUARCH, José Manuel (1978): El taíno de Cuba. Academia de Ciencias de Cuba, La Habana, Cuba
HARRINGTON, Mark R. (1921): Cuba before Columbus. Museum of the American Indian, Haye Foundation, New York. (1935): Cuba antes de Colón, Traducción de Adrián del Valle y Fernando Ortiz, Colección de Libros Cubanos, vol.XXXII, tomo I, La Habana.
HERNÁNDEZ González, Pablo J. y Esteban Maciques Sánchez (1994): “La institucionalización de los estudios antropológicos en Cuba (1875-1903)”. Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia, volumen XLVI, Centro de Estudios Históricos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas pags.221-242. Madrid.
PANÉ, Fray Ramón (1990): Relación acerca de las antigüedades de los indios. Nueva versión con notas, mapas y apéndices de José Juan Arrom. Ed. Ciencias Sociales, Ciudad de La Habana, Cuba.
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RODRÍGUEZ Ferrer, Miguel (1876): Naturaleza y civilización de la grandiosa isla de Cuba. Madrid, España.
ROUSE, Irving (1942): Archeology of the Maniabon Hills, Cuba. Yale University Publications in Anthropology, No. 26, New Haven.

La Habana, 1990 – Madrid, 2006. arriba

 

© Marlene García 2003 para José Ramón Alonso