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La orientación de los entierros arcaicos en cuatro cuevas en Cuba. Un análisis crítico.

Por Luis Antonio Otero González.

Introducción

Por cultura se entiende como el conjunto entero de respuestas y normas sociales que condicionan el comportamiento de una población o grupo de personas asociadas, en nuestro caso en pequeños grupos o bandas de cazadores recolectores de período arcaico de las Antillas Mayores. Son estas respuestas y normas las que hacen el entorno social y las que se encargan de que ese entorno social sea diferente del otro y tenga su propio aspecto. La cultura es adquirida y se inculca a través del proceso de socialización del individuo. Para cada sociedad, estas normas y conductas reaccionarias se desarrollan en patrones culturales diferentes que se pasan de generación en generación, en un proceso continuo de aprendizaje, adaptación y tanteo con elementos nuevos según se presentan.

El concepto de cultura es bien amplio, y requiere un esquema de clasificaciones como estructura para entender los patrones que se presentan. Un acercamiento a esto se encuentra en la lista desarrollada por el Dr. George P. Murdock, de universales culturales, que ocurren en todas las culturas del planeta (Tabla 1, Murdock, 1945). Entre estos universales culturales se encuentran los ritos funerarios, el foco principal de este trabajo.

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Tabla 1. Culturales Universales, Dr. George P. Murdock, 1945.

 

Al igual que otros ritos culturales, los ritos funerarios son comunes a todas las culturas, obviamente, con sus elementos particulares. Dice O’Shea que todas las culturas emplean algún procedimiento regular o conjunto de procedimientos para disponer de los restos humanos de su grupo cultural (O'Shea, 1984: 33). Se reconoce que las culturas diseminadas a través del mundo utilizan una variedad de métodos para disponer de sus muertos, y que variaciones existen entre las culturas y aún dentro de una cultura propia existe un conjunto de reglas que contienen variaciones. En otras palabras, las prácticas funerarias están constituidas dentro del contexto cultural. La naturaleza de la sociedad constituirá y delimitará las prácticas de cómo se dispone de sus miembros fallecidos (O'Shea, 1984: 36). Hay que reconocer, o reiterar, que las prácticas mortuorias no ocurren en un vacío sino en un tiempo y espacio particular dentro de los contextos sociales, políticos, religiosos y económicos de la cultura (Curet and Oliver, 1998: 228).

Dado que las prácticas mortuorias de una cultura en particular se relacionan altamente y reflejan la naturaleza de su estructura social, podemos observar elementos fundamentales de la organización social de estos grupos arcaicos a través del estudio de los datos recopilados (Curet and Oliver, 1998: 228).

Este planteamiento de Curet y Oliver es importantísimo, porque del estudio que se haga de los datos recopilados en una excavación, obtenemos una visión de la cultura que nos atañe, en este caso, a la de los pobladores de Cuba durante el arcaico Antillano.(1) Lo primordial en todo este proceso es la confiabilidad de los datos obtenidos, dada las negativas consecuencias que ocasiona la alteración de datos, tanto intencional, de forma inconsciente o por descuido.

El Dr. Gabino La Rosa Corzo, del Centro de Antropología en la Habana, en su artículo publicado en el 2003 en la revista académica Latin American Antiquity y en su libro sobre el infanticidio, plantea un asunto de suma delicadeza, ya que expone sin tapujo alguno una práctica que pone en peligro la veracidad de datos y reportes sobre entierros del período arcaico encontrados en cuevas de esa isla (La Rosa-Corzo, 1994; La Rosa-Corzo y Robaina Jaramillo, 1994).

Nos dice La Rosa Corzo sobre “… los resultados de estudios recientes sobre numerosas cuevas que sirvieron de cementerio a sociedades arcaicas, identificadas en la arqueología de la Isla como pescadoras-recolectoras. Los resultados de las investigaciones que se presentan aquí demuestran que las indagaciones anteriores carecieron del adecuado enfoque sistémico y del rigor científico necesario. A partir de ejemplos aislados, y en busca de similitudes con otros contextos históricos, se desarrolló el "mito" de que las sociedades igualitarias de Cuba orientaban sus entierros hacia el este y de que esta orientación se relacionaba con ciertas prácticas rituales. Sin embargo, y sin que se descarte totalmente la presencia de posibles elementos rituales en los entierros aborígenes arcaicos, un nuevo análisis de los datos disponibles demuestra que en dichos entierros se reflejan prácticas de carácter más ordinario, tal como lo es el acceso al espacio seleccionado o lugar por donde se entra al área sepulcral. En ninguno de los sitios existió tendencia que vincule la orientación de los cráneos hacia el este.” (La Rosa-Corzo, 2003: 143).

La Rosa Corzo y Robaina Jaramillo presentaron el problema desde 1994, y todavía en el 2003 siguen con más énfasis levantando bandera. Y es que, según nos señala La Rosa Corzo, las investigaciones han continuado, propagando y perpetuando este asunto sin cuestionarlo. Las investigaciones hasta el presente han mantenido el mismo postulado por lo que se ha convertido en algo aceptado. Como bien dice Claude Lévi-Strauss, el mito se convierte en historia (Lévi-Strauss 1995). Más aun, es un tema que no ha sido discutido, es simplemente un hecho. Situación que plantea una gama de problemas a la academia cubana, pero que a la misma vez abre puertas a revisar y replantear postulados con nuevas técnicas y tecnologías.

El asunto que vamos a tratar en este trabajo es la orientación de los entierros arcaicos en cuatro cuevas en Cuba desde una perspectiva crítica, con el fin de reflexionar sobre lo ocurrido y presentar, desde una nueva revisión y análisis de datos publicados, un nuevo postulado que lleve a más observaciones sobre el asunto.

La limitación principal encontrada es la falta de acceso a la documentación primaria levantada por los propios arqueólogos que excavaron, y a los reportes presentados. Hemos utilizados los datos del Dr. La Rosa Corzo que aparecen en su trabajo más reciente publicado en el 2003.

La pregunta que nos hacemos es si ¿podemos inferir algunas otras tendencias que presenten algunas realidades que hayan sido obviadas, utilizando los datos replanteados por Gabino La Rosa? Cuando nos referimos a obviadas, aludimos al hecho de que quizás algunas realidades no hayan sido aparentes al asumir que los restos humanos de los indios arcaicos eran enterrados con el cráneo orientado hacia el este.

Es claro que los indios tenían un conocimiento de los puntos cardinales, de los ciclos estacionales, de la salida y la puesta del sol, de las mareas, las corrientes marinas y los momentos más apropiados para sus actividades (La Rosa, 2003: 149). La colonización de las Antillas requirió de un conocimiento, aunque rústico pero empírico, del medio ambiente y de la naturaleza, de otra forma no hubieran sobrevivido por tantos siglos.

Existe una pregunta obligada: ¿en las otras Antillas Mayores esta práctica de enterramientos ha sido observada o al menos postulada?

Entierros en las Antillas Mayores

Se puede argumentar que como bien hemos dicho, esto haya sido una práctica singular en los arcaicos de la isla de Cuba. Sin embargo, el grupo cultural se asemeja en muchos aspectos fundamentales a lo largo de su paso colonizador, por lo cual son identificados como los casimiroides, los saladoides, ostionoides y tainos. Como por ejemplo, la industria lítica, alimentación, formas de navegación, construcción de canoas y ritos funerales, entre los tantos culturales listado en la tabla 1.

Dado que estamos localizados en el periodo arcaico, descartamos a Jamaica de este análisis dado que no se han encontrado pruebas fehacientes de que Jamaica haya sido poblada por los arcaicos. De hecho, citando Rouse, dice el Dr. Richard Callaghan, las puntas líticas encontradas en Jamaica son representativas del periodo arcaico de la Florida y no se compara a otras encontradas en todo el Caribe. Añade que las puntas representan tres periodos arcaicos de la Florida, encajan con la tipología floridana. Además, las circunstancias en que fueron adquiridas, la ausencia de sitios pre-cerámicos en Jamaica y la ausencia de herramientas similares en el resto del Caribe, excluye a Jamaica de las culturas arcaicas de las otras Antillas. Hasta que no se encuentre un sitio que sea diagnóstico para esa isla hay que excluirla (Callaghan, 2003: 325).

En cuanto a la Hispaniola, nos dice el Dr. Fernando Morbán Laucer: “No se puede decir que los aborígenes de la isla de Santo Domingo colocaran sus muertos en las sepulturas con tal o cual orientación en lo referente a los puntos cardinales o en cuanto al naciente o poniente del sol, como tampoco en lo referente al mar. No hemos encontrado nada que le dé asidero a semejante teoría. Por lo cierto es que en los terrenos llanos como sabanas, playas, ellos enterraron sus muertos siguiendo un orden lineal semejante a una trinchera recta, y localizado un enterramiento en un cementerio debe seguirse las excavaciones en orden lineal para conseguirse otros.” (Morbán Laucer, 1979: 88). El comentario de Morbán Laucer nos indica que está consciente del asunto de los entierros orientados hacia el este y claramente rechaza tal teoría.

Por otro lado, hace un señalamiento: que los cementerios de los indios de Panamá se encuentran situados en las riberas de los ríos, en las mesetas, llanura y colinas. Pero que los indios evitaban cuidadosamente enterrar sus muertos en los lugares vecinos al mar. Esto último es contrario a lo acostumbrado en la isla de Santo Domingo, donde los cementerios pre-colombianos más grandes aparecen en las playas marinas (Morbán Laucer, 1979: 88). Algo que no menciona y no hemos podido encontrar son reportes sobre enterramientos en cuevas.

En cuanto a Puerto Rico, nos dice el arqueólogo Miguel A. Rodríguez López, en su trabajo sobre Maruca, en Ponce: “En cuanto a la orientación de los diez enterramientos extendidos predomina la colocación del cuerpo en una dirección general este-oeste. Ocho tienen la cabeza hacia el oeste y los pies hacia el este y los restantes la cabeza hacia el este y los pies hacia el oeste” (Rodríguez-López, 1997: 24).

Este señalamiento de Rodríguez-López a primera vista da la impresión de una orientación deliberada hacia el este. Un examen más crítico nos revela que éste es un depósito o montículo al aire libre de apenas 1.5 km de la playa de Ponce. Cuando lo comparamos con las excavaciones en 1942 y 1943 llevadas a cabo por Pichardo Moya en un montículo llamado el Caney del Gato, en el Puerto de Santa María en Cuba, notamos unas semejanzas en los enterramientos.

Gabino La Rosa descarta como poco verosímil el reporte de Pichardo Moya. Según el reporte, el montículo tenía 23 m de diámetro, con una altura máxima en el centro de 1.60 m. Los restos humanos se encontraron a la profundidad de 0.60m en una capa de ceniza y neritinas(2), a veces incrustándose en ella, algunos huesos tan adheridos que no se podía separar. La excavación practicada consistió en una zanja paralela al diámetro SO al NE del montículo, con 1m de ancho. Del montículo se extrajeron un total de catorce esqueletos (La Rosa Corzo, 2003: 146).

Gabino La Rosa cuestiona fuertemente este reporte y dice: “De ser ciertos los datos anteriores, es necesario reconocer que en un montículo aproximadamente circular de 23m de diámetro, con una zanja de un metro de ancho que lo atraviesa, ofrecerá una visibilidad muy limitada del sitio. Si con esta información se quisiera representar los 14 esqueletos, para que todos se vieran orientados con la cabeza al este y teniendo en cuenta el ancho de la zanja y la posible estatura de los aborígenes, la disposición de los cadáveres tenía que ser obligadamente la que aparece en la Figura” (La Rosa Corzo, 2003: 146). (Ver Figura 1).

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Fig.1- Caney del Gato.

Se puede argumentar que la orientación de las osamentas en Maruca es resultado de posicionar los cadáveres de forma práctica y en la mejor utilización del espacio.

En la región oriental de Cuba se encontró un cementerio de indios agroalfareros denominado El Chorro de Maíta. Se observó que el 53% de los cadáveres estaban orientados hacia el N-NO y el ONO. Según el plano publicado, el asentamiento principal coincide con la misma orientación cardinal, por lo que podría conjeturarse que desde esa dirección eran trasladados la mayoría de los muertos de la aldea. Esto podría dar paso a una relación entre el lugar de fallecimiento, el traslado del cadáver y el lugar de enterramiento.

Se puede añadir más a la conjetura si la mayoría, o sea ese 53%, falleció de causas naturales por lo que el traslado del fardo fúnebre viene de la aldea, mientras que el otro 47% se haya debido a causas violentas, como sacrificios, guerras u accidentes.

Dice el Dr. Edwin Crespo, de la Universidad de Puerto Rico, que desde períodos precerámicos existió gran proximidad entre las actividades domésticas y los lugares de entierros (Crespo Torres, 2002: 93). La Hacienda Matilde, en Ponce, donde se encontró el montículo de Maruca, está cercana a la ribera del río Matilde y al mar Caribe. Lo que nos indica que era todo un complejo poblacional para la subsistencia y manejo de tareas domésticas del grupo cultural asentado ahí. En Maruca, los esqueletos estaban ordenados unos con el cráneo hacia el este y otros con el cráneo hacia el oeste, lo que sugiere un mejor uso del espacio como hemos dicho anteriormente.

Se confirma que no hay un patrón recurrente de ordenamiento de cadáveres con los cráneos orientados hacia el este en las Antillas Mayores. Es más bien un orden lógico en el manejo del cadáver desde su punto de fallecimiento hasta el sitio de desecho o enterramiento.

Una observación a tener en cuenta: estos sitios mencionados no son entierros en cuevas. Los entierros en cuevas, por sus propias características, pueden ser peligrosos y difíciles para orientarse siguiendo los puntos cardinales. Por lo que hemos hecho un análisis, a cada una  de las cuatro cuevas cubanas, usando un diagrama donde se relacionan los esqueletos de cada cueva con su orientación, usando grados en vez de un punto cardinal.

Análisis de las cuatro cuevas cubanas.

Para este estudio usamos las gráficas de la orientación de los entierros que generó Gabino La Rosa para las cuevas de Bucaranao, la cueva funeraria de los niños, la cueva de la Santa y la de Marién.

La Rosa definió las orientaciones por grados y se ubicaron dentro de una circunferencia en la que aparecen los puntos cardinales. Además, se tomó en cuenta la relación de las orientaciones de los cráneos con el lugar de acceso al área sepulcral, y el resto del perímetro de dicha área que estaba limitado al acceso por las estructuras naturales como paredes y dolinas (La Rosa Corzo, 2003: 145).

Nosotros también tomamos las gráficas y las orientamos de forma tal que la entrada de la cueva quede siempre a los 270 grados. El análisis lo hicimos marcando la posición del número de esqueletos en su grado correspondiente y tabulando la cantidad de esqueletos por posición. Luego, sometimos los datos a un análisis estadístico sobre la posición promedio, la posición mínima, la máxima, la desviación estándar y el recorrido.

Bucaranao I.

La primera gráfica que analizamos fue Buracanao I, la cual aparece en la Figura 2 y en la Figura 3 tabulada.

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Fig.2- Bucaranao I.

 

Fig.3- Bucaranao I. Análisis.

 

El análisis indica lo siguiente:

-que la entrada de la cueva está orientada hacia el este o en los 270 grados según seleccionamos. La posición promedio es igual a 124 grados con una desviación estándar de 70 grados. La posición mínima se localiza a 24 grados y la máxima a186 grados.

-El análisis de los resultados nos dice que la mayoría de los cadáveres se encontraron a tan sólo una desviación estándar de la media o promedio, o sea, excepto uno, todos se encontraban dentro de este recorrido.

-El recorrido (máx.-min.) nos deja ver la utilización de la cueva en términos de distribución, dando un recorrido de 321 grado o un 89% de utilización de la cueva. Esto nos puede indicar por cuánto tiempo fue utilizada la cueva.

-Si usamos el criterio de movimiento del fardo mortuorio con respecto a la ubicación del asentamiento, nos sugiere que el centro cultural debió estar localizado entre los 270 grados y 345 grados. En este caso hacia el noreste de la cueva.

-Hay un detalle: uno de los esqueletos se encontró al borde de la entrada norte, a 345 grados, completamente fuera de la distribución general. Lo que puede indicar uno de esos casos excepcionales como muerte violenta. Lo mismo se le puede aplicar al que se marca al borde del lado opuesto de la entrada, o sea, a 186 grados. Los dos entierros, justamente en puntos opuestos de la entrada, sugieren que provienen de puntos diferentes, aunque como veremos más adelante, en la Cueva de los Niños, hay dos osamentas en puntos opuesto de la entrada, pero con orientación hacia el norte. En otras palabras, hay que examinar el plano de la cueva para determinar procedencia general.

Cueva funeraria de los niños.

La segunda gráfica que analizamos fue la Cueva funeraria de los niños, la cual aparece en la Figura 4 y en la Figura 5 tabulada.

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Fig.4- Cueva funeraria de los niños.

 

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Fig.5- Cueva funeraria de los niños. Análisis.

 

El análisis indica lo siguiente:

-que la entrada de la cueva está orientada hacia el norte o en los 270 grados según seleccionamos. La posición promedio es igual a 93 grados con una desviación estándar de 58 grados. La posición mínima se localiza a 10 grados y la máxima a183 grados. El recorrido es de 173 grados con una utilización del 48%. Tiene una entrada más limitada en su amplitud.

-Casi la mitad de los entierros se encuentran entre los 61 grados y los 110 grados. El resto de los entierros están diseminados por el perímetro de la cueva.

-Contrario a la densidad alrededor del promedio que aparece en Bucaranao, aquí una desviación estándar solo cubre la mitad de los entierros. Parece ser que la orientación hacia el norte de la cueva no la hace muy práctica por la falta de luz solar, ya que el sol sólo entra por unos momentos durante el solsticio de verano. Esta puede ser una buena razón para tan pocos entierros.

-La procedencia de los cuerpos parece indicar que vienen del noroeste, muy pocos están orientados hacia el este y ninguno está a los bordes de la entrada.

Cueva de la Santa.

La tercera gráfica que analizamos fue la Cueva de la Santa, la cual aparece en la Figura 6 y en la Figura 7 tabulada.

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Fig.6- Cueva de la Santa.

 

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Fig.7- Cueva de la Santa. Análisis.

 

El análisis indica lo siguiente:

-que la entrada de la cueva está al sureste o en los 270 grados según marcamos, con una posición promedio igual a 115 grados y una desviación estándar de 21 grados. La posición mínima se localiza a 86 grados y la máxima a 139 grados. El recorrido es de 53 grados o una utilización de un 15% de la cueva, todo apretado alrededor de la media de 115 grados.

-En tan sólo una desviación estándar se encuentran todos los entierros. El resto de la cueva está vacía, lo que puede indicar otras razones para la poca utilización de la cueva. Es imprescindible tener la copia del plano para llegar a una mejor conclusión.

-La orientación de procedencia general de los cadáveres apunta hacia el este.

Cueva de Marién.

La cuarta gráfica que analizamos fue a Cueva de Marién, la cual aparece en la Figura 8 y en la Figura 9 tabulada.

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Fig.8- Cueva de Marién.

 

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Fig.9- Cueva de Marién. Análisis.

 

El análisis indica lo siguiente:

-que la entrada de la cueva está orientada hacia el este o en los 270 grados según seleccionamos. La posición promedio es igual a 123 grados con una desviación estándar de 59 grados. La posición mínima se localiza a 26 grados y la máxima a 207 grados. El recorrido es de 181 grados o una utilización igual al 50%.

-Al igual que la cueva de Buracanao, hay una media distinguible en los 123 grados y a una desviación estándar se encuentran la mayoría de los entierros.

-Esta cueva tiene la entrada por el este y es bastante amplia. Se encontraron osamentas fuera del borde de la entrada, en los 207 grados, y parece sugerir que el poblado estaba localizado al este de la entrada de la cueva.

Afortunadamente Gabino La Rosa nos da un croquis o diagrama de la Cueva Funeraria de los Niños (ver Figura 10) que nos comprueba lo que nos indican los números:

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Fig.10- Cueva funeraria de los niños.

-Primero, que la cueva es usada de forma desparramada con los entierros localizados entre los 35 grados y los 151 grados.
-Segundo, que los enterramientos no tienen una orientación particular hacia el este, más bien acomodados hacia la pared de la cueva en distintas orientaciones.
-Tercero, el plano es en dos dimensiones, no se puede apreciar si la entrada por el lado oeste no se usa por su localización o elevación.
-Por último, se puede apreciar que ocho de los trece esqueletos tienen los pies orientados hacia la salida de la cueva.

Conclusión

El análisis de los datos cuantificados, los argumentos de Gabino La Rosa y la comparación con el plano de la Cueva Funeraria de los Niños, nos dice que dicha orientación hacia el este de los entierros del período arcaico no pasa de ser más que una figuración. Se puede apreciar que las orientaciones están estrechamente relacionadas con la disponibilidad de espacio, los límites de la cueva, como son las paredes, los accesos y los fondos rocosos. Los cráneos de las osamentas están orientados en todas las direcciones.

Del resto de las cuevas no se puede decir más de lo que aparece en las referencias consultadas, que no presentan planos de las cuevas en cuestión.

En cuanto a la posibilidad de un ritual asociado con el sol, se puede descartar la Cueva Funeraria de los Niños, ya que la orientación hacia el norte de la entrada hace que la luz solar alumbre por breve tiempo la entrada en las primeras horas de la mañana, durante el solsticio de verano, sin penetrar hasta el área sepulcral en ningún momento.

En la Cueva de la Santa, nos dice La Rosa que esta abre al este, y que el área sepulcral es alumbrada directamente por el sol durante el solsticio de inverno. Sin embargo, no se encontró relación entre el acimut de la luz del sol y la orientación de los cráneos.

De igual forma en la Cueva de Marién, en las primeras horas de la mañana, los rayos penetran desde el sur-sur-este. Al entrar por el sur los rayos del sol, parte de la cueva queda oscura. Tampoco el resto de los entierros de esta cueva guardó relación alguna con la dirección de los rayos solares. En otras observaciones realizadas en los meses de marzo y julio, se pudo comprobar que la luz del sol no ilumina el área sepulcral.

Todo parece indicar que los arcaicos que utilizaron estas cuevas no ponían interés en el sol desde un punto de vista religioso. No se puede descartar que hayan tenido tabúes o supersticiones, pero un pensamiento elevado, filosófico, no se espera de estos pobladores tempranos de Cuba y las Antillas.

El comportamiento que presentan estos entierros es de individuos prácticos en todo el sentido de la palabra. Estos parecen darle preferencia a las partes cerradas de las cuevas para sepultar sus muertos, independientemente de la orientación cardinal.

Se puede notar todavía el peso del prestigio de los pioneros que hicieron las primeras excavaciones en Cuba, ya que todavía influyen, aunque erróneamente, en los estudios actuales.

Hay un amplio espacio para volver a estudiar los documentos originales y, en la medida que se pueda, las localizaciones para reajustar los datos con técnicas modernas.

La idea de que los restos están orientados hacia el punto de origen de su deceso, sugiere hacer investigaciones en el perímetro señalado por la orientación de los cadáveres en las cuevas. Con más detalles se pueden hacer análisis cuantitativos que demuestren el nivel de correlación que existe entre las variables estudiadas.

No cabe duda que el campo está abierto a la revisión, tanto en Cuba como en el resto de las Antillas.

Referencias consultadas

-Callaghan, Richard T. «Comments on the Mainland Origins of the Preceramic Cultures of the Greater Antilles.» Latin American Antiquity 14, nº 3 (Sept. 2003): 323-338.
-Crespo Torres, Edwin. «Nuevas interpretaciones en torno a las creencias sobre la muerte y las prácticas funerarias de los indios de Boriquén.» Revista ICP 3, nº 5 (Segunda Serie) (enero-junio 2002): 83-94.
-Curet, L. Antonio, y Jose R. Oliver. «Mortuary Practices, Social Development, and Ideology in Precolumbian Puerto Rico.» Latin American Antiquity 9, nº 3 (Sep. 1998): 217-239.
-La Rosa-Corzo, Gabino. «La orientación este de los entierros aborígenes en cuevas de Cuba: remate de una fabula.» Latin American Antiquity 14, nº 3 (2003): 143-157.
-La Rosa-Corzo, Gabino, y Rafael Robaina Jaramillo. Infanticidio y costumbres funerarias en aborígenes de Cuba. La Habana: Multigraf, 1994.
-Lévi-Strauss, Claude. Myth and Meaning. New York: Schoken Books, 1995.
-Morbán Laucer, Fernándo. Ritos Funerarios. Acción de fuego y medio ambiente en las osamentas precolombinas. Santo Domingo: Editorial Taller, 1979.
-Murdock, George P. «The Common Denominator of Cultures.» En The Science of the Man in the World Crises, de Ralph Linton, 123-42. New York: Columbia University Press, 1945.
-O'Shea, John. Mortuary Variability: An Archaeological Investigation. New York: Academic Press, 1984.
-Rodríguez-López, Miguel A. «Maruca, Ponce.» ICPR Segundo Encuentro de Investigadores de Arqueología. San Juan: Instituto de Cultura de Puerto Rico, 1997. 18-30.
-Rouse, Irving. The Tainos. New Haven: Yale University Press, 1992.

Notas

(1) volver Nos limitamos al período arcaico antillano entre el 3,190 a.C. al 330 d.C. que va desde los fechados de Levisa a Mogote de la Cueva, según dice Rouse, el periodo de Guayabo Blanco (Rouse 1992, 52-53).

(2) volver Neritina – caracol de mar con operculum.

San Juan, Puerto Rico, mayo de 2009. arriba

 

© Marlene García 2003 para José Ramón Alonso